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Política
Feijóo radicaliza al Partido Popular en medio del terremoto Cerdán con la vista puesta en las elecciones

La jugada que ha ejecutado Alberto Núñez Feijóo esta semana es una declaración de intenciones del rumbo de su partido para lo que resta de legislatura. Radicalizar el discurso, quemar puentes con Junts y PNV y hacerse con el control casi absoluto del Partido Popular. Casi, porque el Madrid de Isabel Díaz Ayuso será siempre impenetrable para ese grupo de políticos de provincias. Eso representa, en esencia, el nombramiento de su eterna mano derecha, Miguel Tellado, como secretario general del Partido Popular. Una maniobra con la mirada puesta en las elecciones de 2027, pero que el PP trabajará para que se produzcan mucho antes.
Sobre Tellado se ha escrito mucho, pero es más relevante lo que se ha visto. Su estilo grosero y pendenciero ha llenado de exabruptos los plenos del Congreso de los Diputados y casi cualquiera de las ruedas de prensa que ha dado desde que llegó a Madrid de una manera pocas veces antes vista. Jaleado por los suyos y reprobado por el resto, el diputado ferrolano ha sido descrito por los analistas como “un dóberman”, “un pitbull” o “un jabalí”. Un político que en público solo enviste, pero que en privado, en teoría, negocia.
Probablemente, esa haya sido su capacidad más sobredimensionada por las cabeceras de la derecha mediática. En realidad, a Tellado no se le conoce ni reconoce negociación alguna que haya llegado a buen puerto en un escenario equilibrado entre las partes que se sientan a hablar. La única medalla que a ese respecto se le cuelga es la de haber “cosido las costuras” deshilvanadas —concepto común en los perfiles que le teje su prensa amiga— de un partido roto tras la defenestración de Pablo Casado. Sin embargo, aquella supuesta negociación fue siempre en condiciones de superioridad. Cuando ha tenido que sentarse a la misma altura que sus interlocutores, ha salido trasquilado.
No hay que rebuscar mucho para encontrar desagradables enfrentamientos públicos de este político que empezó militando en el nacionalismo gallego de izquierdas en el Movemento Estudantil Universitario, una escisión de los Comités Abertos de Facultade de la cuerda del BNG. Sus desavenencias con el PNV y Junts han tenido un eco que todavía hoy resuena. A los jeltzales les llama “aprovechateguis” y los vincula sin mucha originalidad a Nicolás Maduro. A los de Carles Puigdemont siempre los apela como “chantajistas”. Así, durante los últimos dos años, sus llamadas a las puertas nacionalistas siempre han salido malparadas. Desde el PNV lo han tachado de “torpe”, “maleducado” e incluso “sinvergüenza” de ideas “neofascistas” y, desde Junts, le han respondido siempre con la mayor indiferencia. Si no fuese así, la moción de censura encabezada por Feijóo ya estaría presentada.
Sin embargo, y a pesar del presunto pero enorme caso de corrupción que acecha al PSOE con sus dos últimos números tres —José Luis Ábalos y Santos Cerdán— esperando turno en los juzgados, la aritmética parlamentaria no parece haberse movido mucho desde las elecciones del 23 de julio de 2023. Feijóo sigue sin poder contradecir las leyes de la física. O sorbe o sopla. O pacta con PNV y Junts o pacta con Vox. O trata de vertebrar una mayoría parlamentaria sustentada en la plurinacionalidad derechizada del Estado español o conviene con el partido de extrema derecha que ansía un centralismo españolista sin autonomías.
¿Y el nombramiento de Tellado qué puede suponer en este tablero además de acaparar más control orgánico en la interna? Por una parte, Feijóo ha asumido que no podrá pactar con PNV y Junts, sobre los que su partido, especialmente a través de Tellado, ha vertido todo tipo de descalificativos. Resulta complejo leer este nombramiento como un acercamiento a esos potenciales pactos. En cambio, por otro lado, el PP coloca en una posición privilegiada a su figura más ultra en la forma, algo que podría garantizar recuperar su base de votantes que se han fugado a Vox.
Porque a Tellado no le importa dar ni recibir. Ha jugado el mismo papel desde que en septiembre de 2014 Alberto Núñez Feijóo, entonces presidente de la Xunta, lo nombró portavoz del PP de Galicia. No tardaría ni dos años en convertirse, también, en secretario general. Feijóo siempre le ha reservado ese papel, escenificar el discurso más lleno de barro que él no se puede permitir pronunciar, pero que trazan juntos.
Lo practicó durante años y resulta imposible citar todos sus logros. Recién llegado a su puesto de portavoz en Galicia se inventó el bulo de que el histórico líder nacionalista Xosé Manuel Beiras, entonces al alza con la coalición de AGE junto a Yolanda Díaz, se había llevado 30 millones de pesetas en dietas. Uno de sus grandes bulos que le sirvió a la prensa gallega para publicar decenas de titulares con los que menoscabar su imagen. Siempre que pudo, siempre trató de vincular al BNG de Ana Pontón con el Comando Barcelona de ETA e hizo toda la sangre que pudo con los paupérrimos resultados del PSdeG-PSOE en Galicia durante la última década.
Tellado y Feijóo parecen querer repetir la hipótesis que los mantuvo a flote en Galicia durante más de diez años para el escenario electoral que se avecina. Sea en 2026 o 2027, Tellado llevará al extremo su hipérbole y Feijóo su contradicción permanente.