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Una de las medidas revolucionarias del Portugal de 1974-75 que mayor controversia suscitó fue la reforma de la propiedad rural, quizás inspirada por la que tuvo lugar durante la II República en una España con similar estructura agraria. Enarbolando el “derecho de propiedad” la reacción sumó asustados minipropietarios a los terratenientes que perdían sus bienes.
Con sus mil kilómetros de recorrido, el río Tajo divide la Península Ibérica casi por la mitad. Mientras que en la norte son mayoría las pequeñas explotaciones agrícolas o minifundios, en la sur se encuentran algunos de los grandes latifundios de Europa. Su causa se remontaría a la gradual conquista desde el siglo XII de los territorios musulmanes al sur del río por los reyes cristianos, para cederlos a los nobles y caballeros de sus huestes.
En noviembre 1974 se aprobó la expropiación de grandes fincas infrautilizadas y la intervención pública de empresas con un descenso injustificado de su producción. Ese invierno se expropiaron 14.000 ha.
En el caso español, los ilustrados del siglo XVIII plantearon como “cuestión agraria” el desigual reparto de la tierra, proponiendo reformas que no prosperaron ante la intransigencia de los grandes rentistas; convirtiéndose en serio problema a finales del XIX por las rebeliones de miles de jornaleros empobrecidos. Con la II República se trató de mejorar su suerte con la Ley de bases para la reforma agraria de 1932, expropiando los latifundios mal aprovechados. Pero las fuerzas derechistas se opusieron, y Franco la abolió.
Las ocupaciones de latifundios en Portugal
En el Portugal de 1974, a pesar de que el 30% de los trabajadores eran agrícolas, había que importar alimentos, especialmente de sus colonias. Los terrenos en la zona norte, entre el Miño y el Duero. pertenecían a pequeños propietarios, mientras que los del sur (Alentejo), eran de unos pocos ricos, con jornaleros mal retribuidos. Al caer la dictadura, éstos vieron la ocasión de superar su pobreza, e impulsaron la reforma de la estructura agraria dentro del plan de desarrollo nacional que prometía el asambleario Movimiento de las Fuerzas Armadas fundado por los triunfantes capitanes de abril.
Primero exigieron el aumento de sus salarios, pasando a la ocupación de terrenos baldíos para trabajarlos por su cuenta. Esta presión consiguió que en noviembre 1974 se aprobase una ley que permitía la expropiación de grandes fincas infrautilizadas y la intervención pública de empresas con un descenso injustificado de su producción. Ese invierno se expropiaron unas 14.000 hectáreas abandonadas por sus propietarios. Por parte de la Administración estatal, una burocracia obsoleta y unos funcionarios apáticos no facilitaban la renovación de la maquinaria agraria, los préstamos y la creación de nuevas redes de distribución. “Efectuamos la ocupación porque estas tierras no estaban bien aprovechadas y por ello no producían lo suficiente —nos contó uno de los campesinos que ocuparon fincas alentejanas— ahora nosotros vamos a obtener mayor rendimiento, trabajando más y produciendo más. La iniciativa partió de la población de aquí (Couço) en donde trabajábamos unas 2.500 personas como jornaleros explotados. Nos hemos distribuido varios latifundios y pensamos organizarnos en pequeñas cooperativas, que se irán ayudando mutuamente en material agrícola y a nivel humano”.
Dos años después de la derrota del sector revolucionario del ejército, en 1977 conseguirían la contra-reforma Agraria, devolviendo las tierras y las empresas autogestionadas a sus antiguos propietarios
El izquierdista IV Gobierno Provisional en abril 1975 aprobó la nacionalización de los latifundios de secano superiores a 500 hectáreas y las fincas de regadío de más de 50 hectáreas financiadas con dinero público, para ceder su uso a cooperativas (las UCP, Unidades Colectivas de Producción), que superando las 500 aglutinaban a 72.000 trabajadores. Las acciones espontáneas no remitieron, pero se empezaba a ver claro que sólo con las ocupaciones no se resolvían los problemas: “En las fincas ocupadas se trabaja con entusiasmo, pero las cosechas tardarán en recogerse. ¿De qué vivir mientras tanto? ¿Con qué dinero comprar los abonos, el combustible, nuevos aperos de labranza?”. En cuanto a los minifundios del Norte, se aprobó una ley de arrendamientos rústicos y líneas de crédito agrario.
Aunque las expropiaciones se compensaban por el Gobierno, los terratenientes afectados, aliados en su guerra “contra el comunismo” con los reaccionarios y la Iglesia Católica (cuya Conferencia Episcopal prohibió a dos sacerdotes que aceptasen entrar en el Gobierno), sabotearon la aplicación de la Reforma Agraria y organizaron guerrillas anti-izquierdistas. Dos años después de la derrota del sector revolucionario del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), en 1977 conseguirían la Contra-reforma Agraria, devolviendo las tierras y las empresas autogestionadas a sus antiguos propietarios. Con la posterior implantación del neoliberalismo, a mediados de los ochenta el Banco Mundial financió la repoblación de 150.000 hectáreas en el Centro y Norte con eucaliptos y pinos destinados a las muy contaminantes fábricas de celulosa, y ahí puede hallarse la base de los pavorosos incendios que asolaron Portugal en las últimas décadas.
Contexto político del momento
Esquematizando, las fuerzas políticas en el Portugal de 1974-75 se podían dividir en varios sectores, tanto entre los civiles como en los cuarteles. La contrarrevolución (con sus bandas armadas ELP y MDLP y altos mandos militares) dispuesta a reinstaurar el fascismo; la derecha más o menos tradicional, sustentada en el atraso cultural del país y en el conservadurismo religioso; el grupo moderado del MFA, conectado con una hiperactiva CIA que también subvencionó al Partido Socialista de Soares (del que simpatizaban parte de la pequeña burguesía y del proletariado) con sus dos bazas: el triunfo electoral para la asamblea constituyente y el apoyo de la OTAN; el Partido Comunista, que contaba con los militantes más organizados y unos dirigentes sectarios fuera de la realidad; los grupos maoístas enarbolando la bandera del anti-social-fascismo, contra el PC; el sector revolucionario del MFA, defendido por el COPCON y los combativos marineros, cercano a los grupos de extrema izquierda, cuya influencia había crecido y que se preparaban para la lucha armada defensiva (como harían las FP-25 abril y Otelo Saraiva); y mucha gente neutral y dubitativa.
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Creo que la sabemos mucho sobre el 25 de Abril del 74 en Portugal, pero muy poco del rumbo de su proceso revoluciónario, las transformaciónes que logro y la posterior deriva y restauración liberal.
Me encantaría, por parte de El Salto, un artículo por parte de algún experto sobre el tema, porque saber tan poco sobre los años 74-76 es lo que más interesa al capital.