We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Psicoactivos
Drogas psicodélicas, una revolución científica del laboratorio al diván
Coordinador de la sección de economía
Cuando escuchamos hablar de las sustancias psicodélicas es bastante fácil que nuestra imaginación dibuje a un hippy alucinado mientras escucha a Janis Joplin o a un moderno ravero chupando bafle mientras escucha música psytrance. Al escuchar los nombres de las plantas milenarias de las que se extraen visualizamos rituales chamánicos en una selva amazónica o retiros espirituales. Pero el mundo está viviendo una revolución psicodélica donde dichas sustancias han saltado de la fiesta o los rituales a los laboratorios farmacéuticos, ensayos clínicos o a los divanes de los terapeutas.
La psilocibina —compuesto de los hongos alucinógenos—, el DMT extraído de la ayahuasca, el 5-MeO-DMT del sapo bufo, la ibogaína u otras drogas más conocidos en ambientes de fiesta como la MDMA (éxtasis), el LSD o la ketamina están siendo utilizadas en estudios farmacológicos de todo el mundo, así como en clínicas en las que están experimentando con los efectos sobre el cuerpo y los estados de la conciencia a la que conducen dichas sustancias. Tratamientos para el estrés postraumático, depresiones, ansiedad o para curar las adicciones al alcohol u otras drogas están siendo investigadas a lo largo de todo el globo. Los reguladores y las agencias farmacológicas de varios países se abren cada vez más a su aprobación y muchas farmacéuticas se han enzarzado en una carrera por probar los efectos positivos sobre la salud mental.
Su uso no es nuevo. La evolución del ser humano siempre ha ido ligada a la búsqueda de la alteración de los estados de conciencia o, como diríamos en jerga actual, “a ponerse ciego”. La conexión con sus dioses y otros rituales culturales, el tratamiento de enfermedades, los viajes introspectivos a lo más profundo de la conciencia para buscar respuestas a las preguntas que siempre se ha hecho la humanidad, siempre han ido ligadas a la ingesta de este tipo de plantas que ahora clasificamos como drogas.
“En África tenemos la iboga, en Rusia y en Siberia las comunidades siberianas consumían la amanita muscaria, si nos vamos a América encontramos la amanita pantherina usada por tribus de Canadá y norte de Estados Unidos, en México y Centroamérica encontramos el peyote usado por un montón de culturas, en Oaxaca las culturas mazatecas usaban los hongos y la salvia divinorum y luego la Amazonía, donde encontramos la ayahuasca, es una verdadera farmacia de drogas psicodélicas”, intenta resumir José Carlos Bouso en una enumeración que parece no tener fin. Algunas de ellas datan de hace 5.000 años, aunque pone énfasis en la cantidad de figuras y pruebas que tienen de sus usos en la América precolombina. Bouso es licenciado en Psicología, doctor en Farmacología Clínica, director científico del International Center for Ethnobotanical Education Research (Iceers) y una de las voces más respetadas en el mundo de las drogas psicodélicas y sus usos médicos. No hace falta irse tan lejos: “Existen pintadas rupestres que datan de hace 6.000 años en la Selva Pascuala, en Villar del Humo, en Cuenca, en las que hay representados hongos psilocibios”.
En 1943, Albert Hofmann descubrió algo que cambiaría la historia de la psiquiatría y la investigación en las siguientes décadas: sintetizó dietilamida de ácido lisérgico del cornezuelo de centeno, el LSD
Entre el resurgir de las dos últimas décadas y esas épocas existe un auge que puso las drogas psicodélicas en clínicas y probetas de miles de laboratorios. A comienzos del siglo pasado ya fueron sintetizados la mescalina del peyote y la ibogaína de la Iboga. Pero fue en 1943 cuando el químico suizo Albert Hofmann descubrió algo que cambiaría la historia de la psiquiatría y la investigación en las siguientes décadas: sintetizó dietilamida de ácido lisérgico del cornezuelo de centeno, el LSD. Hofmann, que trabajaba para los laboratorios Sandoz, prueba en sí mismo los efectos de su descubrimiento en un famoso viaje en bicicleta desde el laboratorio a su casa que acabaría marcando el día de la bicicleta (19 de abril) y siendo una de las anécdotas más famosas del mundo de las drogas. “A pesar de tomar una dosis bastante elevada con una cantidad infinitesimal que le transportó a una experiencia psicológica psicodélica, sus funciones vitales no se modificaron y volvió de la experiencia sin ninguna secuela aparente”, relata Bouso. “En ese momento, Hoffman piensa que esto puede ser un fármaco muy interesante en psiquiatría, tanto para potenciar el efecto de la psicoterapia, en este caso del psicoanálisis, como para comprender la naturaleza de la enfermedad mental”, en un momento en el que la psiquiatría se basaba más “en torturas y tratamientos de castigo al paciente”, explica.
En ese momento, Hofmann y los laboratorios Sandoz arrancan un proceso de investigación abierta: comienzan a enviar muestras de LSD de forma gratuita a todo psiquiatra que lo solicite con la intención de que lo prueben en sí mismos y en sus pacientes para investigar el alcance y posibles usos de la sustancia. Uno de ellos era un psiquiatra inglés que vivía en Canadá llamado Humphry Osmond. Este profesional trataba a alcohólicos para intentar curar su dependencia. Decidió usar el LSD para una de las indicaciones que señaló Hoffman, como inductor de psicosis experimentales. Osmond pretendía llevar a los pacientes al delirium tremens, el estado de abstinencia del alcohol, que en ocasiones puede ser tan fuerte que hace que el paciente rechace el alcohol. “Pero, sorpresivamente, se encontró que muchos de esos pacientes, en vez de replicar el delirium, vivían una experiencia espiritual, mística o como le queramos llamar, en la que la identidad desaparece y la existencia es mucho más exenta que tu realidad concreta y encapsulada en tu ego; y muchos pacientes, al tener esa experiencia, dejan de beber”, relata Bouso. Desde ese punto, Osmond arranca una nueva era para la investigación con el LSD y acuñó el término psicodélico, que significa “que manifiesta la psique, el alma”.
Los laboratorios y los divanes se llenaron de LSD, mescalina o psilocibina con la que se investigaba y trataba a miles de pacientes por todo el planeta
En las siguientes décadas se escribirán cientos de artículos científicos de investigaciones sobre los psicodélicos. Los laboratorios y los divanes se llenaron de LSD, mescalina o psilocibina con la que se investigaba y trataba a miles de pacientes por todo el planeta. Se realizaron varios y prestigiosos encuentros internacionales que reunían a profesionales de todo el mundo para compartir sus experiencias y hallazgos. Se experimentó en universidades de prestigio como Harvard y también en lo más profundo del Estado. La CIA lo utilizó para investigar su potencial como arma o para otro tipo de usos administrándolo, muchas veces sin su consentimiento, a militares y a candidatos a agentes de la propia agencia.
Como dice el refrán, no se le puede poner puertas al campo. Aquellas sustancias que alteraban la conciencia provocando estados de alegría y que hacían ver las cosas de forma distinta pronto atravesaron las puertas de los laboratorios y universidades y aquellos psiquiatras, profesores y los propios veteranos de guerra con los que experimentó la CIA expandieron las drogas psicodélicas en un momento de ferviente expansión contracultural, la época hippy, pero también de fuerte represión y conflicto con el Estado por la guerra de Vietnam. Aquellas drogas fueron, en parte, impulsoras del “verano del amor” donde los jóvenes del país se levantaron ante una guerra a la que iban a morir por miles y un Gobierno que expandía su influencia en el mundo con sangre y fuego.
Estados Unidos señaló las drogas como su principal enemigo y arrancó la política que ha marcado el prohibicionismo, la persecución y la parálisis de la investigación con estas sustancias: la War On Drugs
Ante aquellos gritos contra la guerra, el Gobierno de Estados Unidos señaló las drogas como su principal enemigo y arrancó la política que ha marcado el prohibicionismo, la persecución y la parálisis durante décadas de la investigación con estas sustancias: la War On Drugs de Richard Nixon. El presidente señaló estas sustancias como el principal peligro del país. Apuntó a algunos líderes de la investigación y del movimiento contracultural de las drogas psicodélicas, como el expulsado profesor de Harvard y reconvertido a mesías del LSD Timothy Leary, como principales enemigos internos de la nación. Reprimió con mano dura al movimiento pacifista. Creó la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) y, en 1971, incluyó sustancias como el LSD, la mescalina o la psilocibina en la Lista I del Convenio de Sustancias Psicotrópicas de las Naciones Unidas.
Esto último fue una estocada a la ferviente investigación. La clasificación en la Lista I determina que la sustancia no tiene uso médico reconocido. Los laboratorios y psiquiatras que estaban investigando y experimentando con aquellas sustancias recibieron el aviso de que, desde ese instante, sus investigaciones se encontraban fuera de la ley. Ahí empezó una era oscura para la investigación con los psicodélicos que duraría algo más de tres décadas. Según Bouso, hay otro motivo más que no es tan conocido: “Sandoz se quiere desligar del LSD para que no se relacione a su gran empresa con el movimiento contracultural norteamericano, deja de enviar las muestras de LSD gratis y no cede datos de toxicidad que la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense (FDA) exige para que se puedan hacer ensayos clínicos”.
Europa (y España) mantiene la llama
“El último país donde se siguió investigando con LSD fue España en el 76, en la burbuja de la dictadura franquista las prohibiciones rígidas que venían del mundo exterior no llegaban”, relata Bouso que recuerda que algunos de sus profesores de su doctorado de Psicología Clínica habían probado el LSD y administrado a sus pacientes. “Es en España, Alemania, Suiza y otros países europeos donde se mantiene la llama viva de la investigación”, afirma.
Es con la MDMA con la que Bouso consigue una autorización para un ensayo clínico en el Hospital de La Paz para el trastorno de estrés postraumático para mujeres víctimas de violencia sexual
Esa llama se reaviva en los años 90 en todo el mundo y se incluyen nuevas sustancias consideradas psicodélicas como el DMT extraído de la Ayahuasca, la ketamina o la 3,4-metilendioximetanfetamina, conocida popularmente como MDMA o éxtasis. Las revistas farmacológicas de prestigio vuelven a publicar estudios sobre la materia. Es con la MDMA con la que Bouso consigue una autorización para un ensayo clínico en el Hospital de La Paz para el trastorno de estrés postraumático para mujeres víctimas de violencia sexual en lo que supone la primera investigación terapéutica después de la era de la prohibición.
Pero España también estaba viviendo su propio movimiento contracultural que usaba la misma droga ilegal que estos investigadores trataban en sus ensayos: la Ruta del bakalao. Y, de una forma similar a lo ocurrido décadas antes, Bouso sufre las consecuencias de aquella relación. En el pico de consumo de éxtasis y popularización de la droga en los medios de comunicación, dos chicos mueren en una fiesta en Málaga. Acto seguido, un sensacionalista artículo en El País en el que señalaba a la investigación de Bouso relacionándola con aquel fervor de las drogas desencadenó una lluvia de entrevistas al investigador hasta que, 24 horas después, llegó una llamada desde arriba: la prometedora investigación de Bouso fue cancelada de inmediato.
Años más tarde, cuando ya daba su carrera científica por muerta, le surge la posibilidad de investigar la ayahuasca. Retoma la investigación y une su línea de trabajo con otro erudito en el tema, Jordi Ribas, y se va al Hospital Sant Pau de Barcelona a investigar con él. Aunque esas y otras investigaciones con otras sustancias son farmacológicas, sin ensayos. Hasta que en 2019 se cruza otra oportunidad de realizar un ensayo clínico con otra sustancia en la que Bouso se ha especializado y en la que sigue trabajando hoy en día: la ibogaína.
La tabernanthe iboga es un arbusto que crece en los bosques de Gabón y el Congo. Desde hace años se está estudiando su poder para curar las dependencias, de la misma forma que Osmond descubrió el posible uso del LSD hace décadas, justo antes de acuñar el término psicodélico. El ensayo de Bouso, realizado en colaboración con el equipo de la doctora Tre Borràs, del Hospital Universitari Sant Joan de Reus, pretende probar los efectos de esta sustancia para tratar los síntomas de abstinencia de los opiáceos. Es decir, están administrando en 20 pacientes que son adictos a la metadona, opiáceo que se aplica para desenganchar a los adictos a la heroína pero que también provoca una fuerte dependencia, dosis de ibogaína para “matar el mono”. El estudio finalizó en mayo del año pasado y actualmente se están estudiando los resultados, que son tan prometedores que han llevado a Bouso a ser invitado a convenciones donde es tratado como una eminencia en el país cuna del prohibicionismo pero que ahora sufre una de las mayores epidemias de dependencia a las drogas: Estados Unidos y su problema con el fentanilo.
Este resurgir de la investigación psicodélica se está expandiendo a gran velocidad por hospitales, universidades y clínicas españolas
No es el único ensayo y estudio con las drogas psicodélicas en España. Al contrario. Este resurgir de la investigación psicodélica se está expandiendo a gran velocidad por hospitales, universidades y clínicas españolas. Marta Pérez Carmona es una joven psicoterapeuta, psicóloga y neuropsicóloga, además de ser codirectora de Inawe, una organización que promueve las terapias asistidas con psicodélicos. Trabaja en una investigación en el Hospital Puerta del Sur, Móstoles, donde están finalizando un ensayo con el 5-MeO-DMT, sustancia extraída del sapo bufo, y donde arrancarán otra con la psilocibina y, quizás, otra con LSD. “El investigador principal en mi proyecto está muy interesado en este tipo de terapias, lo ve como el futuro y cree que la psiquiatría no se puede quedar atrás”, explica a El Salto Pérez.
Su proyecto investiga los posibles efectos de la sustancia en la depresión resistente a tratamiento, aquellas personas que ya han pasado por dos tratamientos antidepresivos y no les ha funcionado. “Vemos que, con una sola toma, hay remisión de síntomas en el 65% de los pacientes que podían llevar más de cinco o diez años con depresión —afirma la investigadora—, no están perfectos, pero se les deja de clasificar con la depresión y mejora mucho su calidad de vida”. Al ser preguntada que explique para un público no científico lo que ocurre en el cerebro cuando se consume este tipo de sustancias, Pérez explica que hay una parte neurobiológica donde “hay una desintegración de la red neuronal por defecto, que es esa red del cerebro que controla quiénes somos, y hace que se calle”. Los antidepresivos normales “le bajan el volumen a lo emocional pero no a lo neuronal, por lo que estas sustancias te permiten sentir y a la misma vez procesar y digerir la emoción de una forma diferente”. Además, narra, “en vez de hacer un procesamiento de lo cognitivo a lo emocional, lo hace de lo emocional a lo cognitivo y, entonces, nuestras creencias cambian”.
La investigadora arranca una numeración de enfermedades en las que se está investigando: “Depresión, ansiedad, Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), trastornos de la conducta alimentaria, como bulimia o anorexia, o para el autismo, que obviamente no lo cura pero ayuda mucho en el tema de la ansiedad social que sufren”. Todas ellas tienen algo en común, que son “rígidas”. O, como explica Pérez, “son bucles en tu cabeza”. Siguiendo con la enumeración llega a una experiencia muy personal que le cambió la vida, relacionada con aquel estudio que fue paralizado en 1999 y le hizo recorrer este camino de investigadora: “Yo podría haber sido una de las chicas tratadas si a Bouso no lo hubieran cancelado la investigación con MDMA y el estrés postraumático para víctimas de violencia sexual, porque yo tuve una experiencia con esa sustancia hace doce años, fue como un exorcismo que me hizo sacar de mí y ver de otra forma dos violaciones que había sufrido, me hizo ver el sexo como algo seguro y no como un peligro, me hizo volver a sentirme segura”.
Del laboratorio al diván
Estas investigaciones van de forma paralela a la carrera farmacéutica. Carrera que, además, despierta un debate entre la posición farmacoindustrial de recetar la pastilla y que el paciente simplemente siga el tratamiento y la posición terapéutica de hacer acompañamiento al paciente. Las personas consultadas para este reportaje se posicionan en la segunda opción, aunque Pérez reconoce que sería difícil avanzar en las investigaciones sin los acuerdos de financiación que sellan las farmacéuticas con hospitales como el que hacen posible la suya.
Pero existen proyectos que han aprovechado que algunas de estas sustancias tienen ya un largo recorrido y son más fáciles de conseguir para avanzar también en esa segunda vía. Un ejemplo es la clínica Synaptica de Barcelona. Este centro ya ha atendido a más de 300 pacientes en sus tres años de historia que viajan desde más de 30 países atraídos por los buenos resultados en el tratamiento con ketamina contra la depresión resistente al tratamiento, aunque también pacientes con ansiedad generalizada o estrés postraumático.
“Es un tipo de abordaje terapéutico totalmente distinto, en el que se utiliza un estado modificado de conciencia, que en otros tratamientos se considera un efecto adverso”, explica Estefanía Moreno sobre el tratamiento con ketamina
La esketamina es una variante de la ketamina de uso intranasal que es comercializada como antidepresivo. Al comercializar este fármaco, abre las posibilidades al uso de la ketamina en clínicas como esta. “Es un tipo de abordaje terapéutico totalmente distinto, en el que se utiliza un estado modificado de conciencia, que en otros tratamientos se considera un efecto adverso”, explica Estefanía Moreno, licenciada en Medicina y “psicoterapeuta formada en diferentes escuelas, pero sobre todo en la psicoterapia transpersonal” que trabaja en Synaptica. Hace referencia al debate antes mencionado: “La forma en la que se está usando la esketamina es un tratamiento puramente farmacológico, mientras que en Synaptica se hace un acompañamiento psicoterapéutico”. En ese estado modificado de la conciencia es donde, según Moreno y coincidiendo con Pérez y Bouso, “se puede ayudar a que emerjan contenidos que pueden estar bloqueados, donde puedes acceder a tu propia experiencia mental desde una perspectiva distinta o a acceder a recursos propios que no sabías que estaban ahí”.
La doctora explica que las sesiones duran unas tres horas, se trabaja previamente con la persona y lo que le ocurre y se le prepara para lo que va a ocurrir, siempre con un contexto de seguridad para el paciente. Se aplica la ketamina intramuscularmente, “hay una primera parte en la que les conducimos hacia una visión hacia adentro, de forma introspectiva, con antifaz y música preparada, para luego invitarla a salir, que comparta lo que ha ocurrido y empezamos a darle forma a todo eso para convertirlo en cambios tangibles”.
Futuro psicodélico
Todas las fuentes coinciden en que los psicodélicos abren una puerta para mejorar la salud mental de la población. Aunque, también, reconocen que hay muchos intereses económicos detrás. Por un lado, esas farmacéuticas que corren por patentar dichos avances desde una perspectiva que deja fuera la terapia. Pero, por otro, “la salud mental es uno de los negocios más lucrativos que hay desde el farmacológico y, claro, esto implicaría que se puede acabar la gallina de los huevos de oro”, apunta Moreno.
La doctora también cree que necesitamos un cambio de paradigma y ampliar la mirada en cuanto a la problemática de la salud mental, “una visión más colectiva e, incluso, estructural, mirar más allá y entender la dimensión social de la enfermedad”. Porque, según defiende, “si nos vamos a una mirada más farmacológica, el potencial que va a tener será mucho menor”.
"Esto abre un nuevo mundo de posibilidades, cambia la perspectiva de cómo se trata la salud mental”, Marta Pérez, psicoterapeuta y psicóloga
“Hay una epidemia brutal de salud mental y desde los años 80 no hay nada nuevo —dice Pérez—, esto abre un nuevo mundo de posibilidades, cambia la perspectiva de cómo se trata la salud mental”. Aunque también señala a ese auge demasiado disparado del mundo farmacológico y el debate entre las dos posibles vías. “Creo que el modelo solo basado en hospitales y medicalizado puede crecer demasiado rápido, puede que haya una crisis y un reajuste hacia otros modelos más comunitarios”. Por último, Pérez expresa un deseo de futuro: “Me gustaría que no solo sea para pacientes, sino para personas que quieren investigar en sí mismos, que no haga falta que te diagnostiquen TOC, porque los psicodélicos te pueden ayudar mucho, te pueden cambiar la vida”, finaliza.
La epidemia de salud mental no espera a ensayos clínicos ni patentes. “En julio del año pasado autorizaron en Australia el uso de la MDMA y la psilocibina para el tratamiento de estrés postraumático y la depresión sin esperar a que terminen los ensayos clínicos, porque esta crisis de la salud mental que sufrimos es tan demoledora que han decidido que con la evidencia que hay es suficiente para que se empiece a usar”, explica Bouso, pero apunta a que ahora mismo “un gramo de MDMA para estos tratamientos en Australia vale 4.000 euros cuando su producción no llega ni a un euro”, como una muestra del gran poder que tienen las farmacéuticas y el gran negocio que tienen entre manos. Además, añade, en la línea con lo señalado por Pérez, “los usos comunitarios se están reprimiendo y persiguiendo, mientras la medicalización se está fomentando”.
Nunca sabremos dónde estarían ahora estos avances si Nixon no hubiera declarado la guerra a las drogas hace 50 años. Pero solo hay que echar un vistazo a los hospitales, universidades, laboratorios y clínicas donde se está investigando y experimentando con los psicodélicos y sus resultados para ver las puertas que se abren para afrontar el gran reto que tenemos por delante como sociedad con los crecientes problemas de salud mental. Puede que todo acabe en unas pocas farmas controlando un mercado solo apto para bolsillos acaudalados y reportando enormes beneficios a grandes inversores y fondos, como ya ocurre en otras áreas de la salud. Pero también puede que acabe por conformar una nueva forma de entender enfermedades psicológicas, de curarlas, de tratar a los pacientes de una forma distinta y, por qué no, puede ser un camino para que alguien pueda escuchar a Janis Joplin, chupar bafle en una rave o experimentar un retiro espiritual bajo los efectos de las drogas psicodélicas sin sentirse perseguido y señalado.