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Racismo
“La identidad no es nuestro problema”: coordenadas de una rebelión contra la islamofobia y la criminalización
Es 21 de noviembre y un tuitero comparte por internet un par de capturas de pantalla. En ellas recupera fragmentos de un artículo viejo, de un medio bastante desconocido, donde se cita a otro más desconocido aún. El texto habla de la manada musulmana y apunta a que en algunos países se estarían: “despenalizando las violaciones por inmigrantes porque no entienden culturalmente las leyes europeas sobre violación. Para un musulmán violar herejes no es un delito: es un mandamiento de El Corán”. En otro tuit más abajo, otro afirma: “Por más voluntad que se quiera, el musulmán es inintegrable en la cultura Occidental”.
Son solo dos ejemplos de mensajes que se pueden encontrar en un vistazo en las redes sociales, que se pueden escuchar en las arengas de los líderes de ultraderecha en la península o en Europa, y que en cierto modo, permean el sentido común de gran parte de la población. Y no es algo nuevo.
“La identidad nacional española, las identidades de la península ibérica, e incluso la europea si es que existe algo llamado identidad europea se construyen a lo largo de los siglos en contraposición del islam y de los musulmanes”, explica Salma Amazian. Tanto los diversos activismos antirracistas como la crítica decolonial vienen señalando esta forma de construcción de un nosotros por oposición a un otro, recuerda esta investigadora: “esto tiene una continuidad a lo largo de la historia en forma de jerarquización racial, deshumanización del otro musulmán que podemos ver en la actualidad a través de los diferentes dispositivos y mecanismos de racismo estructural o institucional, el racismo en sus múltiples dimensiones y formas”.
“La identidad nacional española e incluso la europea si es que existe algo llamado identidad europea se construyen a lo largo de los siglos en contraposición del islam y de los musulmanes”
Amazian dirigió el documental Es por tu seguridad. Engranajes institucionales de la islamofobia. Un proyecto de la Asociación Musulmana por los Derechos Humanos, realizado por Cooptècniques creacions i tecnologies feministes que se estrenó el pasado septiembre. En el proyecto se reflejaba de qué manera esta construcción del otro musulmán se traducía en un régimen de desconfianza hacia la población musulmana, una desconfianza que se habría aggiornado en base a la coyuntura histórica: “lo que venimos denunciando hace unos años es que en los últimos tiempos, no sé si me atreveríaa a decir desde los antentados del 11s, se ha reformulado esa forma de deshumanización o de construcción del otro”.
La retórica de la seguridad es abrazada por el sentido común mientras que las derechas, ya sin pudor, apelan al discurso de la invasión y las personas migrantes provenientes de algunos países como amenaza. “La idea del musulmán terrorista ha sido utilizada como la justificación para fortalecer las fronteras, para aumentar la violencia en frontera, y también en países que ejercen como países fronterizos”, apunta Amazian. Pero las fronteras no se quedan fuera del territorio: su violencia se hace notar en las ciudades y sobre los cuerpos que las habitan. “Especialmente en los barrios de mayoría racializada —y en el estado español hay una parte importante de la población migrante y racializada que es musulmana— te encuentras que hay una mayor presión policial”.
Amazian responde desde una plaza en el Raval, lo que dice se siente alrededor, con policías transitando de un lado a otro, también de paisano “aunque se les ve de lejos”, bromea la investigadora. “Aquí en el Raval se justifica la presencia de mossos d'esquadra, policía nacional, guardia urbana, en el hecho de que estamos en alerta 4 antiterrorista, es decir, que en teoría hay peligro inminente de un atentado terrorista”. Es difícil probar dicho extremo, pero suena cuanto menos chocante que se estime esta posibilidad. Sin embargo: “lo utilizan para justificar la represión policial, la criminalización de determinados barrios, determinadas identidades, y determinados sujetos”.
El imaginario del terrorismo confluye con “un imaginario colonial sobre el hombre magrebí, un imaginario que tiene siglos de existencia e implica esta idea de una mayor propensión a la violencia, a la cuestión también de la violencia sexual”
Que un policía pueda parar a cualquiera por la calle sobre la hipótesis de que sea una amenaza terrorista les da “carta blanca”, algo, señala Amazian. Algo que puede afectar a cualquiera, pero que afecta sobre todo a determinados sujetos: el de los jóvenes marroquíes. El imaginario del terrorismo confluye con “un imaginario colonial sobre el hombre magrebí, un imaginario que tiene siglos de existencia e implica esta idea de una mayor propensión a la violencia, a la cuestión también de la violencia sexual: estas ideas de salvajismo que tienen diferentes elementos. Y es un imaginario que si bien la derecha espolea no es confrontado desde las izquierdas ni desde el feminismo, a quienes Amazian acusa de guardar silencio: “cuando ese discurso señala a los jóvenes marroquis por ejemplo como violadores o como un peligro para la seguridad nacional, y es que ese es el relato actualmente: que es un peligro para la seguridad y para las mujeres —especialmente para las blancas, pero también para las propias mujeres musulmanas a las que tenemos que salvar— eso tiene un impacto a nivel de imaginarios y de políticas”.
Ainhoa Nadia Douhaibi, es coautora, junto a Amazian del libro La radicalización del racismo: islamofobia de estado y prevención antiterrorista (Cambalache, 2020) También participa en el documental de su compañera. Sobre los impactos, Douhaibi desarrolla: “si analizas los diferentes dispositivos de racismo de estado, en el caso de los dispositivos de islamofobia de estado que se expresan de diferente manera, podemos tener dispositivos de criminalización racial, mecanismos de protección de la infancia que segregan, podemos tener un dispositivo concreto de prevención de la radicalización, o mecanismos de criminalización de la migración: nos damos cuenta de que unos surfean encima de otros y colapsan sobre la misma población”.
El mandato que subyace a todos estos dispositivos es el de la seguridad, ¿pero la seguridad para quién? La presunta protección de unos implica la desprotección de otros, y lo hace de manera legal. “La conversación sobre el derecho y la legalidad, es una conversación que debemos de tener pero no puede ser el fin último porque la realidad es que la deportación es legal, que te seden mientras te deportan es legal, que te detengan durante cuatro años sin llevarte a juicio por una sospecha de radizalicación sobre ti ya es legal, para mi el problema no es la suspensión del derecho sino la legalidad en sí misma, a qué atiende la realidad política de la legalidad”.
Imaginarios y políticas que se retroalimentan
Ahmed Nasser El Alaoui forma parte de Joventut Multicultural Musulmana, una organización que se formó en 2014 con la idea de brindar un espacio de encuentro, debate y acción para jóvenes. Cuenta El Alaoui que cuando decidieron crear un espacio propio, en el que estar a gusto y poder compartir, al principio debatían mucho sobre el tema de la identidad: “la mal llamada crisis de identidad”, matiza, “responder a la típica pregunta que tienes que posicionarte o definirte si eres de aquí o si eres de ahí”. Con el paso de los años esa prioridad se ha diluido, tras llegar a una conclusión, el tema de la identidad no era su problema: “a lo mejor es que no existía el problema, a lo mejor es que la identidad no es algo fijo y no tengo por qué encasillarme en un lado o en otro”. Sus prioridades eran otras: el racismo, el fracaso escolar, las relaciones con sus padres… “hemos visto que era más necesario trabajar los otros temas que el quedarnos de alguna manera atascados en un problema que nos impone la sociedad”.
Contra los imaginarios racistas que contaminan cada espacio combate Yusra, joven de 24 años, que bajo la cuenta de Instagram Hija de la tamazgha, comparte píldoras de denuncia y pedagogía antirracista. Considera que medios de comunicación, producciones culturales, libros de texto difunden una mirada negativizada sobre las personas musulmanas y moras. “Cuando existimos en la vida pública solo y únicamente de forma negativa eso genera un impacto en la sociedad donde vivimos, entonces cuando tú ves una persona mora o musulmana lo relacionas con este ideario negativo, de prejuicio y de toda esta carga”, un racismo estructural que se reproduce en todas las esferas de la vida de la persona.
Los titulares que señalan en negativo son múltiples: “prácticas muy habituales como un titular acompañado de la nacionalidad de la persona, muchísimos artículos vacíos que simplemente buscan el morbo, la criminalización, la estigmatización del colectivo”. Alaaddine Azzouzi, joven estudiante de periodismo, colaborador de medios como La Directa o el Critic, se corrige a sí mismo. “No es ningún colectivo, ese es también otro error”, apunta. Y es que la homogeneización de millones de personas, de nacionalidades, lenguas, edades, tradiciones e ideologías diferentes, es otro mecanismo alterizador, recuerda. Y hablando de mecanismos alterizadores Azzouzi apunta a dos ámbitos que conoce de primera mano: el del periodismo y el de las aulas.
“Estudiamos que los musulmanes estuvieron aquí y fueron expulsados , pero porque ellos habían hecho una conquista y era legítimo echarlos aunque hubieran estado 800 años. No se cuentan cosas de la historia de los marroquíes, del magreb en general… no hay un relato alternativo”
Del primero rescata un ejemplo reciente: el contraste en la cobertura de las elecciones francesas, que serán el año que viene y que ya vienen ocupando bastante espacio mediático, apunta, y las elecciones en Marruecos, que se celebraron pocos meses atrás y en las que ha habido cambios significativos -la caída del que era hasta ahora el partido en el gobierno, el islámista Justicia y Desarrollo, ante candidatos cercanos al Rey que se han presentado como liberales. Poco eco o ninguno, considera, recaban las realidades de Marruecos en los medios de la península. Lo mismo en las clases de historia de su adolescencia: “estudiamos que los musulmanes estuvieron aquí y fueron expulsados , pero porque ellos habían hecho una conquista y era legítimo echarlos aunque hubieran estado 800 años. No se cuentan cosas de la historia de los marroquíes, del magreb en general… no hay un relato alternativo, es un relato de invasor inmigrante, extranjero”. Del enemigo: Yusra recuerda que, cuando en el instituto le explicaban el conflicto de Annual “me pintaban a las personas amazigh como asesinas. No se me contó que hubo un reparto de África, que hubo un protectorado de Marruecos, no se me contó toda esta historia”. La activista considera que para que ocurra un cambio es necesario abrir esos relatos. “Contar nuestras verdades y poder proyectar nuestras voces y que sean escuchadas”.
Pero la hostilidad en las aulas no se encuentra solo en los libros de texto. El tema del abandono escolar de los jóvenes de origen migrante, particularmente magrebí, es recurrente en medios de comunicación y estudios. El Alaoui piensa que la hostilidad que encuentran en la escuela no invita precisamente a los jóvenes a quedarse. Pero esto no opera del mismo modo en el caso de los chicos y las chicas. Personalmente considera que como musulmán tiene que demostrar que es tolerante y abierto, que se adapta, y como marroquí que no roba como los otros, que saca buenas notas y es una excepción. Hay diferencias en el trato según el género. “Los chicos, hagamos lo que hagamos, piensan ‘van a acabar delinquiendo y van a abandonar los estudios…’ Eso lo hemos notado muchísimo: Un chico marroquí, aunque se esfuerce, de manera automática lo primero que se le va a ofrecer es hacer un ciclo medio, nunca se le va a ofrecer hacer un bachillerato”. Sin embargo considera que las chicas “suelen tener más acompañamiento por el profesorado, de manera sistemática y prejuiciosa, desde una visión paternalista, piensan que las chicas necesitan ese esfuerzo del profesorado para que acaben sus estudios porque sino serán sumisas o no les dejarán estudiar”.
Para esquivar al racismo, ese paternalismo que ella también denuncia, la mirada de que debe ser salvada, Yusra tiene una salida fácil: tiene passing, puede adecuarse a lo que se estima “normal”, algo que, considera no puede hacer todo el mundo, por ejemplo su madre, que viste el hijab, que tiene un fenotipo que la ubica sin posibilidad de escape en el lugar de las otras. “Muchas veces pienso que nos olvidamos de que nuestras mamás, esas personas que han migrado, que portan toda la carga del dolor migratorio, teniendo que habitar contextos totalmente diferentes a los suyos, son las que reciben toda esta carga islamófoba y toda esta morofobia que nosotras como sus hijas estamos intentando que termine, estamos intentando recuperar espacios, narrativas, estamos intentando tener el derecho a habitar la vida de otra forma”.
Más allá de las narrativas
El hecho de que El Alaoui sienta la presión de tener que demostrar que no es una amenaza, o que los policías a veces paren a Azzaoui cuando está trabajando como periodista, porque que un joven de origen marroquí sea periodista no encaja en su imaginario, no es una cuestión de subjetividad o narrativas. Como aborda Amazian en su documental, la cuestión trasciende el discurso y se materializa en aparatos institucionales, uno de ellos, en el que el documental se detiene, es el PRODERAI (Protocol de Prevenció, Detecció i Intervenció de Processos de Radicalització Islamista) en Catalunya, una estrategia de prevención de la radicalización que, según denuncian sus críticos, convierte prácticas habituales del culto islámico en objeto de sospecha de radicalización, y que ha penetrado en los centros educativos invitando al profesorado a vigilar el comportamiento de alumnos y alumnas, como se describe en Es por tu seguridad. “A mí, por ejemplo, si no me gusta la música, o no bebo coca cola, de manera automática estoy activando una sospecha que puede afectarme a mí y a mi familia”, El Alaoui lamenta que, mientras en los centros educativos a veces se intente combatir el racismo con sensibilización u otras acciones, se acepten sin resistencia estos protocolos.
Douhaibi apunta a la necesidad de “incidir en los mecanismos institucionales y estatales que producen, reproducen y se nutren de raza, racismo y racialización: ir a por la ley de extranjería, a por los protocolos de prevención de la radicalización”
Propuestas como el documental de Amazian, el libro coescrito con Douhaibi, el periodismo de Azzouzi, el activismo en las redes de Hija de la tamazgha, o el trabajo en común de Joventut Intercultural Musulmana pujan por “desmantelar al menos la narrativa que justifica políticas que como las antiterroristas tienen un gran impacto, no solo en la población musulmana, no sólo en la población magrebí, no solo en la población racializada sino a nivel de toda la población, porque significa un mayor autoritarismo por parte del estado, por parte de las fuerzas de seguridad”.
Más allá de las narrativas, Douhaibi apunta a la necesidad de “incidir en los mecanismos institucionales y estatales que producen, reproducen y se nutren de raza, racismo y racialización: ir a por la ley de extranjería, a por los protocolos de prevención de la radicalización, a por sistema de protección de la infancia tal y como está diseñado”, una estrategia que considera, puede facilitar las alianzas y el encuentro. “Eso en la práctica implica desobediencia civil, y desarticulación concreta de mecanismos concretos: leyes, prácticas, protocolos”. Tener una agenda propia más allá de responder a un discurso del odio presente, cimentando en un racismo histórico. Disputar narrativas pero, sobre todo, plantar cara a las políticas que generan y a la vez se nutren de un imaginario que convierte las calles, las aulas, los medios o las redes, para miles de personas migrantes y sus hijos, para todo aquel que ha sido señalado por la sospecha, en un territorio hostil.