Opinión
Racismo catalán vs racismo español: preservar la blanquitud

Tanto el nacionalismo catalán como el español defienden posturas de pureza cultural que es inamovible y que debe seguir siéndolo.

11 abr 2020 06:00

Los movimientos antirracistas en España vienen hablando de racismo desde hace mucho tiempo, pero han tenido que ser otros los que hagan uso de esta palabra para que empiece a resonar en distintos lugares. Y claro, es que no hablan de lo mismo, unos señalan el orden racista colonial por el que se ven constantemente señalados y discriminados reduciendo su acceso a los diferentes recursos y derechos, y otros señalan una situación por la que se viene a discriminar a unos blancos por otros blancos bajo una suerte de orden racial sin definir. Pero ya sabemos quienes son los cuerpos prioritarios a quienes atender sus demandas como sujetos de derechos y quiénes no. Por eso, cuando las poblaciones racializadas hablan de racismo no entran en el foco, pero cuando las poblaciones blancas lo hacen, acaparan las luces.

El pasado 12 de febrero la alcaldesa de Vic, Anna Erra (JxCat), señalaba: “Hemos de concienciar a los catalanes autóctonos de que hay gente nacida fuera que quiere y es necesario que aprendan el catalán, y poner fin a la costumbre muy presente en determinadas zonas del país de hablar siempre en castellano con cualquier persona que por su aspecto físico o por su nombre no parece catalana”.

Esta frase ha llevado a muchos y muchas a preguntarse cómo es el aspecto físico de una persona catalana y cuál es la lista de nombres de esas personas. Como esto no tiene respuesta, Vic ha sido señalada de racista por suponer que existen diferencias físicas entre los pueblos en función de la nacionalidad, lo cual, nos recuerda a las tesis racistas biologicistas de tiempos de la antropología racial.

Es fácil instrumentalizar este tipo de comentarios, que evidentemente pueden ser señalados como racistas, frente a todo un movimiento identitario político-social de corte nacionalista. Y eso es lo que hicieron medios y políticos, de derecha en su mayoría, para criminalizar una vez más el independentismo como si fuera este un ente homogéneo. Se ha pretendido hacer ver de este ejemplo una representación del discurso generalizado del independentismo como un movimiento político-social de corte racista.

El problema, es que la esencia del nacionalismo catalán es tan racista como pueda ser la esencia del nacionalismo español. Y eso, por supuesto, no nos lo quieren hacer ver.

Igual que Vic invita a hablar en catalán a toda persona que no lo parezca, y nos podemos hacer una idea de quien no parece catalán para ella, en el resto de España si una persona no tiene nuevamente “rasgos españoles” en ocasiones se dirigen a ellas en inglés, en español (pero hablando leeeentamente para confirmar que les entienden), y aun respondiendo la persona en un perfecto español podrán lanzar la caricaturesca pregunta de “¿de dónde eres?”. En ese sentido, las diferencias entre Vic y un gran porcentaje de la población blanco española son muy pocas. Simplemente ella ha verbalizado lo que el resto pone en práctica.

En el imaginario colectivo, propiciado por medios de comunicación, políticos, libros, contenidos curriculares en las escuelas, etc, las personas españolas son blancas

Porque esto va de imaginarios. Y en el imaginario colectivo, propiciado por medios de comunicación, políticos, libros, contenidos curriculares en las escuelas, etc, las personas españolas son blancas. Por eso la policía en sus redadas racistas contra la población inmigrante muchas veces para a ese chico joven que “no parece” ser español (por su fenotipo, rasgos faciales, etc) y al final resulta serlo. Estas redadas tienen lugar tanto en Barcelona como en Madrid. Porque Europa, aunque nunca ha sido blanca, la pintamos así, y los más pequeños en el colegio siguen utilizando “el color carne”.

Ambos nacionalismos establecen como un referente de su identidad a Cristóbal Colón. En Madrid, como en tantas otras ciudades de España, hay plazas y estatuas dedicadas a Colón reivindicándola como una de las principales figuras de la hispanidad, ese concepto complejo asentado en la llegada de Colón a América (Abya Yala para las posturas decoloniales) y todo el proceso colonial que le siguió durante varios siglos. Entre las ciudades que homenajean este legado histórico está Barcelona y nadie dentro de los marcos del nacionalismo catalán ha puesto en cuestión estas estructuras urbanas que mantienen el relato colonial. Tal es así que hay quien reclama con orgullo que Colón fue catalán.

Ambos se enriquecieron con la esclavitud. La burguesía catalana, como la del resto de España, consiguió parte de sus riquezas a partir del comercio de personas esclavizadas durante el periodo en el que la trata fue legal, pero también posterior a su ilegalización como nos lo cuenta el historiador Jose Antonio Piqueras en su obra “La esclavitud en las Españas. Un lazo trasatlántico”. Algunos de los nombres a destacar serían Joan Güell i Ferrer, Esteve Gatell, Antonio López y López o Joaquín Gómez.

En ambos territorios durante años se llevaron a cabo exposiciones de cuerpos negros tildados de circos y zoos humanos que en algunos países de Europa como en Bélgica duraron hasta mediados del siglo XX. En Madrid, en el Parque del Retiro se acogió un zoo humano en 1887 junto a la Casa de Fieras. En Cataluña, concretamente en Girona, en el Museo Darder de Banyoles hasta hace no mucho era posible ver un joven guerrero negro disecado, un jefe del pueblo bechuana. Ello fue denunciado por el doctor español de origen haitiano Alphonse Arcelin en 1992 y en el año 2000 su cuerpo fue llevado para ser enterrado a Botsuana.

Tanto en Cataluña como en Madrid durante años se llevaron a cabo exposiciones de cuerpos negros tildados de circos y zoos humanos

Todo este enriquecimiento e implicación en los procesos esclavistas y coloniales han sido, y sigue siendo, ocultado en la medida de lo posible del relato histórico impuesto, así como banalizado y relativizado siempre asumiendo la lógica heredada de la superioridad civilizatoria bajo el marco de que “no hay mal que por bien no venga”. Cómo se cruzan todos estos relatos con ambos nacionalismos es lo que les termina por retratar.Ambos se referencian a sí mismos como blancos europeos recogiendo todas las implicaciones de esa categoría. Desde lo cultural a lo político se crea un abismo entre ellos y el resto de pueblos del sur global. Por eso, ambos, fuera de los márgenes internos, reconocen como los mismos enemigos a las sociedades no occidentales que ponen en peligro sus valores (blanco-europeos) así como su recorrido civilizatorio. Defienden posturas de pureza cultural que es inamovible y que debe seguir siéndolo.

Ambos se reconocen como estados-nación, (ninguno se piensa fuera de la lógica de estado) donde un único pueblo, y una única forma de sentirse, se impone a partir de la hegemonización de diversos patrones culturales limitados por márgenes mucho más estrechos de lo que creen. La lengua, que es reconocido como un elemento más que hace parte de la identidad nacional (según cada construcción nacional tendrá mayor o menor importancia), en ambos casos se vuelve esencial para la asimilación y la construcción del yo-catalán o el yo-español. Y en ambos casos se termina por utilizar de forma violenta y discriminatoria a partir del intento de su imposición.

Igual que Anna Erra anima a hablar a todo el mundo en catalán sin reconocer que el lenguaje es un medio y no un fin, Vox propone que se haga un examen de castellano y se estudie exclusivamente en ese idioma en tanto que es una “obligación” conocer el castellano en todo el territorio. Las lenguas se convierten en obligaciones que determinan derechos.

Esta imposición lingüística es utilizada como una forma de exclusión de las poblaciones inmigrantes racializadas, como denuncian diferentes activistas antirracista de los colectivos de inmigrantes como la artista decolonial Daniela Ortiz. En una entrevista a Público con otras dos personas (Sara Cuentas y Maria Dantas) poniendo en cuestión el relato que se pretende crear y que sitúa a Cataluña como una colonia de España, Daniela señala: “Hablamos español porque no tenemos derecho a habla ninguna lengua originaria por orden colonial. No porque sea nuestra lengua, sino porque no nos queda otra” y continúa: “No hay un cuestionamiento hacia alemanes, belgas, ingleses o madrileños, a quienes no se les pide informes de arraigo donde tengan que probar que hablen catalán. Los catalanoparlantes no tienen problemas en cambiar al castellano si son ellos quienes lo hablan”.

Por eso, ambos aceptan la legitimidad y proporcionalidad de las leyes de extranjería, así como todos los protocolos, normativas y quehaceres que se derivan de ella. En ambos tienen lugar redadas policiales y existen Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE). Los servicios sociales catalanes, como los españoles, quitan la custodia de los hijos e hijas de inmigrantes a partir de diferentes protocolos y burocracias que afectan de forma especialmente agresiva a estas familias tal y como vienen denunciando distintos colectivos de inmigrantes y activistas como Linda Porn. En Cataluña, como en el resto de España, se niega el acceso al alquiler de viviendas a personas racializadas a través de anuncios que lo manifiestan directamente o una vez que estas personas visitan la casa son sutilmente rechazadas.

Tanto el nacionalismo catalán como el español aceptan la legitimidad y proporcionalidad de las leyes de extranjería. En ambos territorios tienen lugar redadas policiales y existen CIE

Los miembros de seguridad del metro llevan a cabo actitudes racistas en Barcelona como en Madrid como hemos podido ver en repetidas ocasiones. En definitiva, ambos, refuerzan la necesidad del modelo de frontera existente, legitiman el papel de Frontex, y asumen las miles de muertes anuales que se producen en espacios de frontera como consecuencia de esas normativas. Cataluña y España, creen en el modelo de securitización que criminaliza a quienes están al otro lado de la frontera.

En ambos, los derechos de las poblaciones inmigrantes se siguen viendo limitados, y a día de hoy poco o nada se ha hablado de cómo sería la figura jurídica del inmigrante en un nuevo estado catalán, lo que invita a pensar que no está en la agenda hacer cambios al respecto. Es decir, la construcción de este nuevo estado, una vez más desde la lógica estado-nación, deja al margen el resto de poblaciones que a día de hoy habitan Cataluña. No son pensados ni tenidos en cuenta, de ahí, como recuerda una vez más la ya mencionada Ortiz en una entrevista para El critic en el marco de su exposición “Esta Tierra Jamás Será Fértil Por Haber Parido Colonos”, que: “El 1 de octubre no se nos convocó a votar, por ejemplo. Era un acto de desobediencia civil, y las lógicas de cómo sería esta votación fueron decididas a partir de la autodeterminación. Pero no se nos convoca porque no se nos considera un sujeto político con el que trabajar codo con codo”.

Vemos por lo tanto que la instrumentalización del argumento del racismo por parte de determinados poderes nacionalistas españoles que únicamente hablan de racismo desde esos lugares y motivaciones queda retratado al desconocer, o más bien, negar, todo el racismo que se lleva a cabo desde las propias estructuras del estado español. Al final, estas arremetidas, que ven la paja en el ojo ajeno, responden a la política de la tertulia y el lugar común por la batalla de los privilegios. Ahora existe racismo porque un blanco español lo ha señalado cuando históricamente las comunidades racializadas, quienes sufren en todos los ámbitos de lo político y lo cotidiano ese racismo, han sido invisibilizadas y silenciadas en sus denuncias. Es tan importante la denuncia del racismo como la coherencia de quien lo denuncia. Al final Cataluña y España, juntas o dispersas, se parecen más de lo que se piensa.

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