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Racismo
Rittenhouse: el símbolo que buscaba el supremacismo
Que las personas que Kyle Rittenhouse mató el 25 de agosto en Kenosha no eran víctimas ya lo sabíamos. Lo dejó claro el juez previamente al juicio cuando estableció que no se les podría considerar durante el proceso judicial como tal, pero sí como “matones” o “saqueadores”. Ya sabíamos por tanto que en este caso víctimas, de haberlas, solo podía haber una y se sentaba en el banquillo de los acusados.
No busco entrar a desarrollar la presunción, a la que me adhiero, de que si Rittenhouse no hubiera sido un chico blanco el resultado del juicio habría sido otro. Es más, la propia situación que derivó en la muerte de dos personas, difícilmente se hubiera llegado a dar siendo un joven no blanco fuerte y visiblemente armado introduciéndose en una manifestación de supremacistas blancos. La policía directamente no le habría permitido llegar a tal punto de una forma u otra. Por el contrario, Rittenhouse y otros como él llegaron a dar botellas de agua a la policía esa noche. Un joven visiblemente musulmán con determinada estética nunca hubiera llegado tan lejos. De alguna forma esa imagen hubiera generado más amenaza que un hombre blanco portando un fusil.
Rittenhouse caminaba con un fusil entre la policía y nunca fue alertado, muchos menos disparado, ni antes de que matara a dos personas ni después
Si bien no hay duda de que lo anterior es especular, tampoco la hay en que tal especulación se apoya en un proceso histórico, en los datos sobre la judicialización de unas poblaciones y otras; los datos sobre las brechas del gatillo fácil de la policía sobre unos y otros; en los datos sobre las diferencias en condenas y sentencias; los datos de los ataques terroristas supremacistas en los últimos 20 años en el país superando por mucho a cualquier otro tipo de terrorismo; etc. En definitiva, en una historia de larga trayectoria que llega a nuestros días.
Tal premisa —la que relaciona sospecha y raza— está ampliamente documentada. Podemos acordarnos de Tamir Rice, un niño negro de 12 años que fue asesinado por la policía cuando portaba una pistola de juguete. Rittenhouse caminaba con un fusil entre la policía y nunca fue alertado, muchos menos disparado, ni antes de que matara a dos personas ni después. Pero superando y aceptando esta idea demos paso otro elemento que considero clave para entender el veredicto.
La justicia en Estados Unidos está marcada claramente por el carácter socioeconómico de quienes pasan por ella. Es una justicia que condena a las personas pobres, quienes no se pueden permitir el costo de los mejores abogados, sobre todo en un sistema basado, en parte, en jurados civiles. El asunto es que ese carácter socioeconómico no viene solo, sino que está profundamente racializado pues la pobreza y las clases asalariadas vienen a estar fuertemente racializadas, igual que la riqueza y los dueños de los medios de producción. Ahora bien, esa justicia que está condicionada por los recursos económicos no duda en llegar a salvar a determinadas personas en función de los intereses de la defensa de un estatus quo definido desde la blanquitud.
La defensa de la blanquitud está relacionada con el poder y eso implica las estructuras económicas dominantes y quienes las controlan. La defensa legal de un joven blanco de familia de clase obrera no habría sido altamente financiada por otros hombres blancos (anónimos) —se lo que estoy diciendo— si no fuera porque el caso implicaba el juicio político contra un hombre que salió a defender la blanquitud acompañado de un fusil y que tal acto, terminó de una de las formas que entraban dentro de lo probable, matando a dos personas e hiriendo a otra. Cuando vas fuertemente armado a otra ciudad y te adentras en una manifestación ideológicamente contraria en un contexto de muchísima tensión, que termines disparando a una de esas personas con lo que ello puede implicar no debería sorprender a nadie. Los dos millones de dólares que recibió para costear su defensa no llegaron porque fuera un joven de familia obrera, sino por su condición racial explicitada en su manifiesta ideología frente al antirracismo.
Los dos millones de dólares que recibió Rittenhouse para costear su defensa no llegaron porque fuera un joven de familia obrera, sino por su condición racial explicitada en su manifiesta ideología frente al antirracismo
Así, la amplia financiación de la defensa, esencial para entender el resultado del juicio, no se da porque interese lo que le pase a un joven blanco obrero, sino por lo que representaba simbólicamente. El supremacismo, que controla entre otras cosas el capital, salió en defensa de sí mismo a sabiendas de cómo funciona la justicia. Esos dos millones de dólares dan entre otras cosas para que la defensa genere dos simulacros de juicio con sus propios jurados. Una suerte con la que no cuenta la amplia mayoría de quienes pasan por los tribunales.
A partir de ahí el éxito viene dado. El verdugo pasa a ser víctima y el relato vuelve a estar dominado por ellos. Ahora vendrán entrevistas que buscarán humanizar la respuesta inhumana que tuvo, y buscarán situarlo ya no solo legalmente sino socialmente, y lo que es peor, moralmente como en el lado bueno de la historia. Ya se ha anunciado la publicación de un documental próximamente en el popular medio de extrema derecha Fox News. Rittenhouse era el símbolo que supremacismo necesitaba y por eso no dudó en invertir en él.
Ya se ha anunciado la publicación de un documental próximamente en el popular medio de extrema derecha Fox News. Rittenhouse era el símbolo que supremacismo necesitaba y por eso no dudó en invertir en él
Debe entenderse que con esto no solo se refuerza el símbolo, sino que se crea la legitimidad legal, moral e incluso política para los futuros Rittenhouse. Al final, este joven solo dio un paso más de aquel matrimonio que apareció fuertemente armado en San Luis apuntando a los manifestantes del Black Lives Matter desde la puerta de su casa y que se convertirían en imagen de la campaña de Trump llegando a aparecer en alguno de sus mítines.
El peligro de esta sentencia viene de la creación de un precedente: la ausencia de consecuencias para cualquiera que se presente armado contra una manifestación antirracista. Todo ello bajo la premisa de que la amenaza siempre parte de los otros. Y esto es precisamente lo que se ha venido legislando en diferentes estados del país como Misuri, Oklhahoma o Florida en relación con las personas que decidieron embestir con sus coches durante las protestas de Black Lives Matter en el 2020. Según Ari Weil, investigador sobre terrorismo del proyecto Seguridad y Amenazas de la Universidad de Chicago, desde el inicio de las protestas el 27 de mayo hasta el 5 de septiembre habían tenido lugar por lo menos 104 casos de personas arrollando con sus vehículos a manifestantes entre los que, por lo menos en 43 de ellos, se evidenció malicia y premeditación. La consideración del coche como un arma de legitima defensa amparada en diferentes legislaciones, como en el caso de las armas de fuego, viene a blindar jurídicamente a aquellos que bajo una sensación de amenaza deciden, como en este caso, disparar contra personas en una manifestación.
Se ampara así parte de los comportamientos y formas de actuar que el supremacismo ha venido realizando y que ha terminado con la vida de personas que estaban ejerciendo su derecho a la protesta por el fin del racismo. Se evidencia así la connivencia del racismo estructural desde lo legislativo a lo judicial a partir de toda una arquitectura, que marcada por la racialidad de las clases sociales, sirve para determinar el devenir y las consecuencias legales de los actos en función de quien los perpetúe y a su vez en función de los intereses políticos, económicos e ideacionales de quienes tienen la capacidad de financiarlos. Todo ello forma parte de la violencia invisible, estructural, que es codificada por el capitalismo racial.