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Colombia
Campesinas colombianas desafían la guerra, el extractivismo y el patriarcado en Magdalena Medio
A pesar de las múltiples discriminaciones, la violencia y el capitalismo, en Colombia, las mujeres campesinas luchan contra grandes poderes armados, económicos y políticos para permanecer en sus territorios. Aunque, no solo se enfrentan contra actores externos que quieren apropiarse de sus tierras, también contra el patriarcado imperante al interior de sus organizaciones, comunidades y familias. En las asociaciones campesinas de las que son parte, ya no sólo se habla de la resistencia al paramilitarismo, a la guerrilla y a las multinacionales, también de un nuevo relacionamiento entre mujeres y hombres que fortalezca la movilización social para lograr las reivindicaciones de acceso a tierras y el respeto de los derechos humanos para una vida digna en el campo. Sus experiencias y luchas son valiosas y deben ser reconocidas.
Las mujeres han tenido que realizar un largo camino para lograr el reconocimiento y los espacios que tienen actualmente. “Lograr este reconocimiento no ha sido fácil. Ha habido una creencia cultural que los lideres solo pueden ser hombres. Cuando llega una figura femenina a liderar un proceso hay personas mayores que no lo ven bien, creen que no hay credibilidad y nos miran con desconfianza, por suerte eso está cambiando hoy” (Lideresa de la Comisión de Interlocución del sur de Bolívar). La participación de las mujeres en espacios de decisión y estructuras organizativas, no es un avance menor, su participación no ha sido otorgada por los hombres, sino reivindicado por las mujeres. Las organizaciones en las que participan y la sociedad rural en la que viven es dominada por el sistema heteropatriarcal. A la hora de definir al campesinado y su dimensión política, la academia también ha tenido una mirada patriarcal, eminentemente androcéntrica. A pesar de que la presencia de las mujeres en las luchas agrarias ha sido de larga data, la mayoría de la historia agraria se cuenta desde la voces de los hombres, quienes encabezaban las organizaciones campesinas, dejando invisibilizadas a las mujeres, por esto es tan importante que se visibilicen sus experiencias en las luchas.
“Los hombres no llegaron aquí sólitos, llegaron juntos, y ambos tenían la mirada clara hacia donde querían ir, pero por la cultura campesina, las mujeres asumieron un rol de segundo lugar”
En la década de los sesenta, cuando se produjo en el región la última etapa de ocupación social del territorio, las mujeres ya participaban de espacios políticos y tenían un posicionamiento político en la reivindicación del acceso a la tierra. “Los hombres no llegaron aquí sólitos, llegaron juntos, y ambos tenían la mirada clara hacia donde querían ir, pero por la cultura campesina, las mujeres asumieron un rol de segundo lugar. Especialmente a nivel político, las mujeres fueron el soporte porque tenían la misma formación política que los hombres. De hecho, las mujeres que ya integraban el Partido Comunista, atrajeron y presentaron a muchos hombres, pero cuando ellos ingresan a la organización son ellos los que toman mayor protagonismo” (Lideresa de la Asociación Campesina del Valle del rio Cimitarra).
A finales de la década de los 90, la población campesina resultó afectada por los enfrentamientos entre paramilitares, guerrillas y fuerzas militares. Los ataques a las comunidades fueron justificados por el Ejército Nacional como de lucha contrainsurgente, llegando así a estigmatizar a las organizaciones campesinas. En este periodo de alto nivel de violencia, las mujeres fueron víctimas directas e indirectas de los actores armados. Ante el desplazamiento de sus territorios, el asesinato, la captura de sus compañeros o el reclutamiento de sus hijos e hijas, las mujeres trataron de defender la vida y el territorio conjuntamente con sus compañeros. Ellas denunciaban estos hechos ante las autoridades estatales, incluso aunque significara un riesgo para su seguridad, confrontaron a los comandantes paramilitares para pedir la liberación de sus familiares.
Hasta la primera década del 2000 en la región persistió el enfrentamiento armado, dejando a la población civil en medio de los ataques cruzados. En este periodo el Estado colombiano emprendió una persecución y criminalización contra procesos campesinos organizados, capturando y apresando a sus líderes bajo falsos cargos de ser miembros de la insurgencia. Esto tuvo un impacto muy fuerte en las organizaciones, que estuvieron a punto de desaparecer. Sin embargo, ante la ausencia de los lideres, que principalmente eran hombres, la participación de las mujeres fue más visible y mejor valorada. En estos casos, fue solo con la ausencia de los hombres, que las mujeres accedieron a los espacios de decisión y cargos directivos. Lo que muestra que a las mujeres no se les concede ni el espacio para participar ni el poder, sino que deben aprovechar la oportunidad política. Una vez ocupan estos escenarios ya no se las vuelve a excluir. Esta comprensión también fue un proceso de autoconocimiento y empoderamiento para ellas mismas en relación con el significado de ejercer un rol de liderazgo en las organizaciones campesinas. Poco a poco se reconocen como defensoras de los derechos humanos. Este rol es significativo, ya que en medio del conflicto las mujeres superan el control social de los actores armados y trascienden la socialización estereotipada de madres abnegadas situadas en sus hogares, para convertirse en activistas políticas.
En las últimas dos décadas, la población ha visto el incremento de los conflictos territoriales, ya no por parte de actores armados que tradicionalmente tuvieron presencia en el conflicto armado, como las FARC- EP que dejó las armas en el 2016, sino por la llegada de empresas palmeras o mineras con capital extranjero y nacional que quieren apropiarse de los territorios habitados históricamente por los campesinos. En este nuevo contexto las mujeres luchan por la vida en un territorio digno, contra el extractivismo, la depredación del medio ambiente y el acaparamiento de tierras. Ante estas disputas, siguen emergiendo liderazgos femeninos que motivan a otras mujeres a integrarse para reivindicar su derecho a permanecer en el territorio construido por generaciones. No obstante, esto ha significado que también ellas sean objetivos militares y blanco de falsas acusaciones para ser encarceladas y entorpecer sus procesos de defensa.
"Nuestro enemigo no son los hombres sino el modelo capitalista y colonial que es también patriarcal, el cual nos ha excluido, y tiene un modelo que violenta a la vida de todas las mujeres y hombres del campo”
Así pues, en medio de estas adversidades, encontramos una tendencia hacia una mayor visibilización de sus aportes. Las mujeres inician un proceso político con agenda propia, orientado a reivindicaciones específicas cuando logran resolver las necesidades más urgentes como la permanencia en el territorio y la sostenibilidad de la vida en el campo. Hoy en día reivindican la igualdad en las relaciones de género, que pasa por el acceso igualitario a derechos como el acceso a tierras, la lucha contra la violencia de género, la participación equitativa en espacios públicos, tanto en sus organizaciones como en espacios de decisión política. Se trata un liderazgo feminista, que no siempre se sienten representados por los feminismos académicos y urbanos, porque las mujeres campesinas están atravesadas por sus realidades situadas, su cultura campesina y su territorio. “La lógica del feminismo desde las ciudades es muy distinta. Nuestro feminismo no es que las mujeres vayan por un lado e ir contra los hombres, sino que creemos que tiene que haber un entendimiento. Nuestro enemigo no son los hombres sino el modelo capitalista y colonial que es también patriarcal, el cual nos ha excluido, y tiene un modelo que violenta a la vida de todas las mujeres y hombres del campo” (Lideresa de la Asociación Campesina del Valle del rio Cimitarra).
Desde lugares recónditos como el Magdalena Medio, las mujeres logran transformar las injusticias en procesos de resistencia. Aunque el continuum de la violencia persiste, en un contexto marcado por la guerra y la explotación desmedida, sus experiencias de lucha nos plantean nuevas formas de relacionamiento entre hombres, mujeres, con los territorios y los bienes comunes. Sin duda, las mujeres tienen un gran acumulado de resistencias y son potencia para el cambio y transformación del país.
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Esta publicación ha sido realizada con el apoyo financiero de la Generalitat Valenciana. El contenido de dicha publicación es responsabilidad exclusiva de Paz con Dignidad y no refleja necesariamente la opinión de la Generalitat Valenciana