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Red Universitaria por Palestina - RUxP. Universidad de Valencia
Red Universitaria por Palestina - RUxP. Universidad de las Palmas de Gran Canaria
Red Universitaria por Palestina - RUxP Universidad de Sevilla
El pueblo palestino nos pide que no dejemos de hablar de su expulsión colonial y de su aniquilación. Estas semanas el estudiantado de muchas de nuestras universidades se levanta para exigir medidas concretas que detengan el genocidio y los crímenes perpetrados por Israel en Gaza y en Cisjordania. Como personal de base en nuestras universidades hemos de poner en acción nuestra fuerza de trabajo apostando por la soberanía de un pensamiento y un análisis que siempre es colectivo. Que esta sea la tarea central universitaria con la que podamos apoyar la exigencia de todas esas medidas concretas. Defendamos la legalidad y el orden internacional que nuestras propias instituciones universitarias exponen en sus estatutos.
Hace pocas semanas Angela Davis nos volvía a recordar que “el estudiantado siempre marca el camino”. Las acampadas de estudiantes en apoyo a Palestina emergen por todo el mundo: EE. UU., Reino Unido, Francia, España, Japón, México etc. Son ya centenares de universidades las que en este presente convulso nos señalan cómo y por dónde hemos de trazar el rumbo de la dignidad y la legalidad internacional. Con su coraje y su determinación, día a día, siguen levantando nuevas acampadas, pese a las amenazas y los brutales ataques policiales que cercenan la libertad de expresión y el derecho de reunión y manifestación. En nuestro país, primero Valencia (UV) y una semana después Barcelona (UB), País Vasco (UPV/EHU), Madrid (UCM), Alicante (UA), etc, las acampadas de estudiantes en apoyo a Palestina ya marcan los caminos desde nuestros contextos y universidades.
El genocidio perpetrado por Israel en Gaza y amparado por Occidente, el genocidio “más transparente de toda la historia de la humanidad” (Richard Falk) ha llegado a una fase crítica de la masacre y el horror. Rafah, la última ciudad al sur de Gaza, concentra la población palestina que ha sobrevivido a 7 meses de bombardeos salvajes e indiscriminados, crímenes de lesa humanidad y genocidio en curso. Un genocidio diseccionado por Francesca Albanese, la Relatora Especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967 e investigado por la Corte Internacional de Justicia. EE. UU. ha dado vía libre a Israel para iniciar la última etapa del objetivo final sionista: la aniquilación total del pueblo palestino. Una masacre colonial que persigue posicionar geopolíticamente a EE. UU. y Europa a través de Israel en el nuevo equilibrio mundial de fuerzas, por medio de asesinatos, destrucción y la imposición del caos y una violencia brutal.
El estudiantado que hoy se levanta lo sabe muy bien. Por eso exige a sus representantes y autoridades universitarias acciones concretas y efectivas que demuestren un compromiso real con la defensa de la dignidad y los derechos humanos que casi todos los Estatutos de nuestras Universidades dicen reconocer. Medidas que contienen, por ejemplo:
- La ruptura de todas las relaciones institucionales con entidades y empresas israelíes.
- El bloqueo de cualquier relación comercial y compra-venta de armas con Israel por parte de nuestros gobiernos.
- La ruptura de relaciones diplomáticas de nuestros gobiernos con Israel, y la rescisión de los tratados y convenios UE-Israel.
No hacerlo nos convierte en cómplices del genocidio. Desmond Tutu lo enuncia claramente: “Cuando eres neutral en situaciones de injusticia, entonces has elegido el lado del opresor”. En una reciente entrevista, el periodista Xavier Giró lo volvía a subrayar: “La neutralidad no existe. No podemos ser neutrales ante los abusos de poder”. En efecto, no podemos mirar hacia otro lado, ignorar el genocidio o guarecernos en una cómoda y falsa equidistancia.
Si el estudiantado hoy nos marca el camino a plena luz del día y con grandes señales, es porque el camino ha de ser recorrido. La banalidad del mal en nuestras universidades se ejerce paseando tranquilamente por los pasillos bajo una rutina inalterada y silenciosa, sabiendo que el estudiantado pone los cuerpos por Palestina. La banalidad del mal en nuestros departamentos se ejerce atendiendo administrativamente a la urgencia de la mediocridad burocrática, relegando a lo personal, lo privado y lo humanitario esa pena inerme por el hambre, el crimen y los asesinatos en campos de refugiados, hospitales y escuelas de toda Gaza. Pero, sobre todo, la banalidad del mal se planifica, se potencia y se ejerce con su máxima expresión al enunciar que en la universidad no cabe mezclar ciencia y política, exclamando que las aulas no pueden ser politizadas.
Todas nosotras una vez fuimos estudiantes de primer curso. Los y las estudiantes que hoy llegan a nuestras universidades se han visto obligadas a reclamar la posibilidad de un futuro común, abordando en los últimos años la crisis ecosocial, y ahora exigiendo cumplir el derecho internacional contra el genocidio en Gaza y por el fin a la ocupación que subyuga al pueblo de Palestina desde hace 75 años. Ambas son luchas enlazadas, puesto que “no habrá justicia climática sin la liberación del pueblo palestino”
Hacer frente a la crisis ecosocial supone articular formas completas de solidaridad internacional, pero nunca podrá ser atendida como una solución puramente tecnológica o bajo una defensa asimétrica de las “solidaridades selectivas”. La solidaridad internacional, global, bajo la cuestionada Declaración Universal de Derechos Humanos y todos los tratados y resoluciones que nos vinculan, está en juego en Gaza y Palestina. Gaza y Gaia solo difieren por una letra.
Pero hoy somos nosotras las que damos las clases. Somos trabajadoras y trabajadores de la universidad. Somos nosotras las que queremos pensar desde y a través de todas las disciplinas, mediante todos nuestros análisis y junto a todas las personas que participan en y desde la universidad. Apoyar al pueblo palestino y exigir el fin del genocidio y de la cruel ocupación militar israelí nunca significarán politizar la universidad, sino todo lo contrario, hacer política universitaria para posicionarla sobre su estado y su sentido esenciales. Apoyar al pueblo palestino y exigir el fin del genocidio no significan politizar las aulas, porque las aulas llevan décadas dominadas por aspiraciones neoliberales que hoy, en Palestina, se igualan a la política sionista más extrema: la necropolítica que junto al asesinato y la matanza colonial cierra la posibilidad de todos los futuros.
La proclama anti-universitaria de no mezclar ciencia y política, la de no politizar las aulas, obedece de forma lacaya a esa política extrema que lleva materializados más de 35.000 asesinatos en Palestina. Por eso, gracias al empuje del estudiantado, clamamos a toda la comunidad universitaria, a todos sus docentes, al personal de investigación, al personal técnico y de gestión, al personal de apoyo a la investigación y el personal administrativo, a los claustros y todos los equipos de gobierno, a todos y todas las que somos y hacemos universidad, a dejar de politizar la universidad y combatir la banalización del mal. Hemos de apoyar sin fisuras ese camino que los y las estudiantes nos marcan en este presente que muchas entendemos como un “momento excepcional”, posicionándonos en el lado correcto que repudia la barbarie.
Cómo universitarias no hemos de parar de escribir, porque pensar no es menos que actuar. Simone Weil advertía que “aclarar ideas, desacreditar palabras intrínsecamente vacías y definir el uso de otras palabras mediante análisis precisos es, por extraño que parezca, una forma de salvar vidas humanas”. Naomi Klein explica que “un estado de shock es el espacio que se abre entre un acontecimiento y los relatos que lo explican. Un vacío de significado”. Hemos de publicar todas nuestras palabras para aportar significado, para defender y transitar por los caminos reales ya iniciados por Sudáfrica y Colombia, al denunciar a Israel ante la Corte Internacional de Justicia y al romper todas las relaciones diplomáticas con el Estado genocida. Hemos de escribir ríos de palabras porque es lo que mejor sabemos hacer, porque es nuestro trabajo y nuestro compromiso universitario. En un mundo de incertidumbres necesarias, nuestra labor es rodearlas para acceder a lo posible. Si el futuro no existe “lo que existe es nuestra capacidad de vincularnos y comprometernos con el presente”. Lo posible ha de significar inequívocamente condenar el genocidio del pueblo palestino, denunciar y bloquear toda colaboración, sea por acción o por omisión, con cada una de las instituciones del Estado ocupante de Israel.
Las acampadas de estudiantes en apoyo a Palestina que emergen por todo el mundo ejemplifican y materializan una de las frases que Francesca Albanese pronunció en su conferencia “La Universidad Ante el Genocidio”: Es el momento, ahora, de renunciar a un poco del confort que tenemos, para que otro pueblo no tenga que renunciar a todo. El boicot académico es nuestro aliento y nuestro camino. Un camino que nos lleva a defender las cinco reivindicaciones que la Red Universitaria por Palestina (RUxP) trasladó en abril pasado por carta a la CRUE y a los Rectores, exigiendo que nuestras universidades corten todos sus vínculos actuales con todas las instituciones israelíes. El último comunicado enviado por la CRUE el jueves 9 de mayo no responde a estas demandas, no menciona siquiera el genocidio en curso y sigue instalado en cómodas equidistancias sostenidas por un compromiso con una paz sin justicia desubicada y descontextualizada. Las universidades israelíes ya han demostrado sobradamente cuál es su posición, con palabras y con hechos. No desfalleceremos. Viva Palestina libre.
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Gracias por marcarnos el camino, abrir posibilidades... aquí comparto con vosotros, con vosotras, el pensamiento que publiqué el otro día. https://www.elsaltodiario.com/campo-cuidados/acampando-posibilidad