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Ecofeminismo
Ecofeminismo frente a la dana y a una COP29 fallida
Ya ha finalizado la COP29 en Baku, con resultados vergonzosos.
Vergonzoso es también que esto ya ni nos sorprenda, que se haya asumido que el único espacio de negociación global sobre cambio climático está totalmente cooptado por los intereses del mundo fósil y de las grandes economías del mundo. Se nos invita ya a pensar en la COP30 en Brasil. Es ahí donde parece ser que tenemos que depositar nuestras esperanzas.
Este año, la COP sucedía en un contexto en España totalmente atravesado por los efectos de la DANA en la Comunidad Valenciana, un evento meteorológico extremo que, según el primer análisis del World Weather Attribution, grupo de referencia mundial que estudia este tipo de eventos, se ha visto intensificado por el cambio climático. Según este grupo, por cada grado centígrado que aumentemos la temperatura del planeta hay un 7% más de probabilidades de que se desarrollen este tipo de eventos extremos.
El negacionismo saltó a las redes sociales. Bulos permanentes sobre la gestión o no gestión, sobre los daños, sobre el comportamiento de vecinas y vecinos, sobre todo si estos eran personas migrantes. Bulos sobre las causas y sobre el cambio climático. Este modus operandi se suele atribuir a ciertos ambientes rancios pero a nosotras nos parece que este estado negacionista se asemeja bastante a lo acontecido en Baku durante estas semanas. ¿Cómo podrían si no ningunearse de esta forma todos los avisos de la ciencia y los efectos y relatos puestos encima de la mesa por multitud de Estados del Sur Global?
Entre quienes niegan lo que ocurre y entre quienes COP tras COP no están dispuestos a transitar hacia otro sistema porque se quedan sin sus privilegios, estamos todas las personas y colectivos que sabemos que la vida puede organizarse de otra manera. Desde Feministas por el Clima, tras asistir pasmadas a las derivadas políticas tras la DANA para no asumir responsabilidades y tras conocer que el dinero para la adaptación climática aprobado en la COP es menos de la décima parte de lo que se necesita según todos los estudios globales para afrontar los daños y pérdidas provocados por el cambio climático, nos pusimos a reflexionar cómo sería una forma ecofeminista de afrontar los desastres climáticos que están por venir.
Con una mirada a largo plazo:
- ¿Cómo financiamos todo esto? Las políticas públicas deben asumir esta realidad, tenemos que aprender a adaptarnos a las consecuencias del cambio climático y debemos planificarlo democráticamente y dedicar dinero a este fin. Es decir, cambiar las prioridades presupuestarias para que el dinero público, que haberlo haylo, se dirija a esta planificación de la adaptación.
- Planificar democráticamente el después: ¿Se volverán a construir casas donde les apetezca a los señores constructores sin importar por donde pasa el agua cuando hay una riada?, ¿se aprovechará para especular con el suelo una vez más y se expulsará de centros históricos a quiénes han perdido sus hogares?, ¿dejarán de reconstruirse espacios públicos o se aprovechará para privatizarlos? En aras de esa democratización de la toma de decisiones de las que dependen los territorios y quiénes los habitan, deberían abrirse procesos de participación colectiva donde todos los pueblos afectados por la DANA puedan decidir colectivamente el futuro de sus municipios y sus entornos en el contexto climático, ecológico y social en el que vivimos. Los pueblos, ciudades y sus entornos incluyen a todas las personas que los habitan independientemente de cualquier condición.
- Fortalecer los tejidos comunitarios: Durante la pandemia aprendimos, y comprobamos en estudios como este, que los tejidos asociativos previos son cruciales y las únicas vías posibles para articular las respuestas inmediatas ante el caos inicial y hasta que llega la asistencia experta. Estos tejidos no surgen de la noche a la mañana, se necesitan muchas personas, muchas horas y muchos procesos y cuidados para sostenerlos en el tiempo. Hay políticas, principalmente municipales y regionales, que favorecen estos tejidos asociativos y otras que no. Para adaptarnos al cambio climático deberán prevalecer las primeras. Asímismo deberían cultivarse más las relaciones entre los servicios sociales de la administración y estos tejidos asociativos, estableciéndose relaciones público-comunitarias densas y cotidianas.
- Educarnos para entender la crisis ecológica: Asimismo, revisando cómo se gestionan este tipo de desastres en otros lugares para evitar sus peores consecuencias, volvemos a comprobar que enseñar en las escuelas la crisis ecológica, sus causas y sus consecuencias y cómo podemos encarar los cambios venideros de forma colectiva es esencial para adaptarnos y saber cómo actuar cuando ocurren los desastres. A organizarnos se aprende, a cuidarnos y a exigir responsabilidades también.
Con la mirada en el ahora y el corto plazo:
- Garantizar lo esencial a TODAS las personas: ¿Cómo afrontaron el confinamiento por el COVID quiénes no pudieron acogerse a un ERTE y vivían al día? En cómo nos adaptemos a la crisis ecológica se va a dirimir el cumplimiento o no de multitud de derechos fundamentales para todas las personas y como no haya un acuerdo social muy amplio de que hay que garantizar el acceso a todo lo esencial a todas las personas independientemente de cualquier condición va a ser muy difícil poder hablar de adaptación climática en condiciones de justicia y pasará a pequeña escala, en cada evento extremo, lo que sucede a gran escala en cada COP. Garantizar lo esencial pasa también por prohibir cualquier corte de suministro a cualquier persona y que las empresas energéticas, en el caso de luz o gas, tengan que asumir la compensación y resolución de los problemas derivados como parte de la asunción de responsabilidades en el origen del cambio climático.
- Empezar a reconstruir por lo esencial: Ya sabemos que hay multitud de vidas que no cuentan para el sistema, lo vimos también en el COVID con las personas mayores de las residencias en la Comunidad de Madrid. Ante estas situaciones hay que garantizar la reconstrucción en primer lugar de escuelas, residencias de mayores, centros de personas dependientes y centros sanitarios y hospitalarios, etc. Por que son personas especialmente vulnerables, porque sus vidas cuentan y porque sus cuidados tiene que seguir sosteniéndolos alguien, que serán las mujeres y especialmente las mujeres migrantes que no podrán acogerse en su gran mayoría a las ayudas gubernamentales.
- Evitar la deriva patriarcal: Además, hay que recordar que está demostrado que los desastres aumentan los casos de violencia de género, que los hogares se tensionan,que aumentan las tareas de cuidado y sostenimiento de la familia en condiciones muy complejas y eso no hace sino profundizar el patriarcado. Los equipos profesionales que se generan para los primeros momentos de los desastres y posteriores tienen que contar con personas expertas en estos temas y con los recursos necesarios para hacer seguimiento y monitoreo de los casos y aportar lo necesario para evitar esta profundización patriarcal que conllevan los conflictos.
Este sistema mata, dice la pancarta que sacamos a las manifestaciones. A veces este mensaje deja de ser metafóra del daño, el robo y las violencias y se convierte en una realidad que aterriza en cuerpos concretos, como ha pasado en Valencia. La irresponsabilidad de la COP, la irresponsabilidad de los gobiernos, se lleva vidas por delante. La imposibilidad de hacer cambios radicales para enfrentar la crisis climática es el bulo más gordo que intentan hacernos creer. Desde el ecofeminismo sabemos que hay otra forma de hacer las cosas.