Ecofeminismo
El cuidado colectivo llega al Congreso

En Saltamontes celebramos la llegada al Congreso de la conocida como "Ley de la PAH". Berta Iglesias  analiza los puntos en común entre el ecofeminismo y esta propuesta de ley.

Una ley como una casa
'Una ley como una casa' es el lema de la PAH para reivindicar la urgencia de una Ley de Vivienda. Dani Gago
Militante de Ecologistas en Acción
23 sep 2018 21:59

El 19 de septiembre se admitió a trámite “La ley de la PAH”, Ley de emergencia habitacional para familias vulnerables. La noticia me entusiasma. ¿Qué tal será la propuesta de ley? No la conozco más que por la prensa. ¿Responderá a criterios ecofeministas? Cruzo los dedos y me digo “por favor, por favor, que sí responda”, porque es lo mejor que ha ocurrido en los movimientos sociales desde hace mucho y quiero disfrutarlo a tope... Después de una pelea tan larga, una lucha desde abajo tan sostenida y tan ejemplar, ¿el resultado es el deseado? ¿cómo han dejado los poderosos que suceda? ¿dónde está la trampa?

No hay trampa, hay una coyuntura política extraordinaria (fuera de lo ordinario, no vaya nadie a pensar que me parece fabulosa). Y una fuerza social descomunal, como nos recordaban Arancha Arias, de PAH La Rioja, y Diego Sanz, de PAH Vallecas, ambos del Grupo de Trabajo de la Campaña de la ley: “Hemos hecho historia , después del esfuerzo colectivo que significó recoger 1.402.854 firmas con la iniciativa legislativa popular, volvemos al Congreso”

Por supuesto, también hay riesgo y peligro ahora, pero me voy a permitir sentir la alegría de que este momento tan especial haya ocurrido: una propuesta de ley, con un enfoque de redistribución y justicia social, ha llegado al Parlamento. “Se va a debatir un texto que ha nacido desde el sufrimiento que habían generado leyes anteriores, que desprotegen a las personas y, en cambio, son súper garantistas con la estafa de la Banca” valoran desde el grupo de trabajo de la campaña.

El cuidado colectivo: una cuestión de justicia

El ecofeminismo nos recuerda, además de que dependemos del medio, que las personas somos interdependientes unas de otras. Así que, si queremos una sociedad del buen vivir, debemos dotarnos de mecanismos de cuidado colectivo, para las personas y para el medio que habitamos.

Que esos mecanismos tengan que ser o no institucionales es un debate todavía abierto. Lo que es incuestionable es que garantizar una vivienda digna es uno de los primeros, porque traspasa, permea todos los demás aspectos de la vida. Recordemos, si no, los periodos de mudanza que cada una hayamos vivido: tiempos de zozobra. Imaginemos ahora que no es una mudanza elegida y no tenemos dónde ir. Pensemos en las personas que conocemos que han sufrido una amenaza de desahucio. O a lo mejor nosotras mismas hemos estado en la cuerda floja. Yo recuerdo al menos a cuatro de mis alumnas y alumnos adolescentes, en la zona de Vallecas, en Madrid. Se podía sentir el desánimo, el nerviosismo, la rabia, la impotencia… y la vergüenza.
La activista de la asamblea de PAH Vivienda Pública y Social y de Ecologistas en Acción, Paca Blanco, a quien tanto admiro, me hablaba sobre esa vergüenza. “La pobreza severa, es esa pobreza que avergüenza tanto a quienes la sufren como a quienes la ven y miran para otro lado, la mayoría impotentes pensando que no se puede hacer nada, que no está en su mano. Muchas veces empieza con despidos, con trabajos precarios, con pensiones de vergüenza, con cortes de suministros. Y con el desahucio. Y ya no tienes contrato de ningún tipo y no te puedes empadronar, con lo que no puedes pedir asistencia social, ni bono social, ni nada.

Ya eres ilegal, casi delincuente porque tienes que pinchar la luz y el agua y vivir con la espada del desahucio sobre tu cabeza, con tu vida y tus recuerdos en cajas de cartón.”

Por un extraño mecanismo, el capitalismo logra la individualización de los problemas colectivos, y en lugar de sentir vergüenza los directivos del Santander o del BBVA, la sienten las personas desahuciadas. Esos banqueros que tienen tanto descaro como el director general de CaixaBank, Juan Antonio Alcaraz, que llegó a afirmar que los desahucios eran una “leyenda urbana”, duermen a pierna suelta. Mientras, mi alumnado y sus madres sienten la angustia y el pudor, como si tener un trabajo precarizado fuera culpa de ellas y no de quienes legislan y de quienes se aprovechan.

La dimensión real de los desahucios

Los datos del Instituto Nacional de Estadística y del Consejo General del Poder Judicial, desmienten la leyenda urbana del banquero. Desde el principio de la crisis, se han ejecutado 510.000 desahucios (390 al día), de los que casi la mitad han afectado a la vivienda habitual de la familia. Es difícil saber si eran hogares de una persona o de cinco, pero si suponemos, por lo bajo, que estaban compuestos por dos personas (la media por hogar, según el INE son 2,5), como sociedad hemos permitido que se quedaran sin casa el equivalente a toda la población de las ciudades de Burgos, Cádiz, Badajoz y Toledo juntas.

Es terrible, ¿no? O, para ponerlo en cifras aún más visuales (maldito fútbol): cinco estadios del Camp Nou repletos. Repletos de personas vulnerables. Es decir, de personas pobres. Mejor dicho, empobrecidas. Y esto es intolerable e insufrible. Una sociedad que quiera tender hacia el ecofeminismo no se puede permitir olvidarse así de que somos interdependientes, y de que lo que le pasa a una de esas personas nos está afectando a todas.

Una ley fruto de la escucha activa

Otra de las conexiones entre el ecofeminismo y esta ley es la forma en que ha sido gestada. Paca Blanco señala: “Hemos tenido la oportunidad de exponer, debatir y aportar todas y todos nuestras experiencias.”

La han protagonizado, colectivamente, las personas afectadas, sin jerarquías. Así lo explicaban Diego y Arancha: “En la PAH no hay de abajo a arriba, porque no hay arriba: somos asamblearios. Hay asambleas en cada localidad, asambleas provinciales y coordinadoras de Comunidades Autónomas. Todos los acuerdos y propuestas se resuelven en las asambleas estatales, que son los órganos de participación y decisión. Para trabajar funcionamos por comisiones que en todo proceso están abiertas. Una de esas comisiones es la de la Ley de Vivienda, que elaboró la propuesta de texto ajustándose a los mandatos. Esta ley ha sido fruto de la escucha activa en las asambleas locales.” Nada que ver con cómo se legisla habitualmente. Un reto para diputados y señorías.

El proceso en sí mismo me parece ya un logro. Personas de muy distinta procedencia, tanto por lugar de origen, como por formación, por edad o por intereses, escuchándose, aprendiendo unas de otras, llegando a acuerdos. No es frecuente encontrar espacios de diálogo entre gente de distintas generaciones, distinta clase social, distinta piel. Es uno de los elementos, a mi entender, más potentes. Establecer espacios que nos igualen al otro, a la otra. Que nos inviten a encontrarnos. Si lo pienso detenidamente, no soy capaz de citar casi ninguno. ¿Dónde puedes encontrar, en pie de igualdad, a una anciana originaria de Vallecas con una joven madre marroquí y una estudiante de derecho?

Para una transición ecofeminista, que nos prepare para afrontar el futuro que nos espera, para combatir los neofascismos, para vivir el fin de la era del petróleo barato y a afrontar la escasez con dignidad, esos espacios de encuentro son imprescindibles. Imagino que no habrá sido nada fácil, no pretendo caer en idealizaciones. Sin embargo, también sé que habrá resultado trasformador, empoderador.

El protagonismo de las mujeres

Para ser ecofeminista, una iniciativa tiene que cuestionar el patriarcado, no solo en sus planteamientos, sino en sus actos. Y la PAH lo hace. No sé si habrá ocurrido por convicciones previas o porque la realidad manda, pero lo hace. “Somos muchas más mujeres que hombres en la PAH y mujeres muy, muy valientes y solidarias y muchas feministas aunque no de ese feminismo intelectual con muchísimas conferencias, libros, artículos etc… Nuestro feminismo es más de poner nuestro cuerpo para parar desahucios, de atender a nuestros compas mayores y a las hijas e hijos de nuestras compañeras, y luego vamos a las manifestaciones convocadas por el Movimiento Feminista”, decía Paca Blanco.

“La PAH está formada mayoritariamente por mujeres empobrecidas. Su papel es muy activo en la resolución de su propio caso y también en el sostenimiento de la propia asamblea, y en muchos casos, como portavoces ante los medios o interlocutoras ante las entidades públicas y privadas con las que tenemos conflicto o contacto. Y, aunque hoy en día en la PAH participen muchos menos profesionales liberales que hace apenas cuatro años, hay que destacar que muchas abogadas, psicólogas, que participan codo a codo en las asambleas, son también mujeres”, comentaban Arancha y Diego.

Por supuesto, esto no quiere decir que todo el camino esté ya trillado. Queda mucho por recorrer, y son conscientes: “Su papel y presencia en ̒la base̓ no siempre se corresponde con su presencia, algo más minorizada, en papeles de representación o de visibilidad. Es un asunto difícil de tratar y de superar porque las barreras no son sólo de género sino también, y muy marcadamente, de clase: nivel sociocultural, comprensión lectora, etc.; la PAH como movimiento popular tiene recursos muy limitados para enfrentar estos problemas.”

Esta ley se ha gestado en un mundo patriarcal, y el patriarcado lo impregna todo. Estamos lejos de superarlo en los movimientos sociales (aunque lo intentamos de formas muy creativas), y a la PAH le ocurre otro tanto. “La imagen de compañeras acudiendo con los hijos a cuestas a las asambleas mientras el padre o compañero está a otras lo resume perfectamente: podría ser positivo que las mujeres asumieran más visibilidad y reconocimiento en la lucha, pero esto es problemático si a la vez tienen que seguir encargándose de la mayoría de las tareas del hogar. No es exactamente un problema de la PAH, pero sí es un problema para la PAH. Sobre todo para muchas mujeres de la PAH. Y es algo que los hombres tienen que reflexionar.”

La ecología

Sin duda, la propuesta de frenar la burbuja inmobiliaria con medidas claras (alquiler social subvencionado, mecanismos para cesión de viviendas vacías…) es ya en sí misma ecologismo puro, porque el urbanismo feroz es un enemigo implacable del bienestar ecológico. Y estamos en un momento en que resistir, no perder ni un metro más de medio natural, es cuestión de supervivencia. Esta preocupación por no construir más si no es necesario se recoge explícitamente en la Ley, según me informan Arancha y Diego: “En nuestra ley, en el Capítulo V. Medidas para aumentar el parque de vivienda social incluimos criterios de solo se construirá ante la necesidad comprobada de ello; y en el apartado 2 se dice: Las instalaciones, construcciones y edificaciones habrán de adaptarse, en lo básico, al ambiente en que estuvieran situadas”.

Sin embargo, ambos activistas reconocen que la PAH no es un movimiento concienciado de manera abierta en temas ecológicos: “El papel de la ecología no está explícito ni muy trabajado en la PAH, en cuanto a una consciencia ecológica específica, ni a nivel de discurso ni en las asambleas. Pero claro que los problemas ecológicos nos atraviesan, y hay en nuestras asambleas y comunidades problemas graves relacionados con el modo de vida capitalista actual. Problemas de salud en la casa, con enfermedades relacionadas, sin ir más lejos, con los problemas de humedad, o de infravivienda que tienen que soportar muchas de nuestras compañeras y sus hijas e hijos”.

Ante esto, el ecofeminismo tiene dos retos para mejorar la ley. Se podrían incluir artículos que obliguen a usar materiales ecológicos en las construcciones y las rehabilitaciones, subvencionados. Se podría exigir una apuesta firme por las energías renovables vinculadas a la vivienda (que tanto las nuevas construcciones, como las antiguas del parque social, instalen paneles solares o molinos de minieólica, dependiendo del caso, por ejemplo). O facilitar la recuperación de las aguas grises. Y, como siempre, debemos continuar trabajando para que los planes urbanísticos planifiquen una movilidad sostenible, con perspectiva de género, que ponga la vida en el centro.

El segundo reto del ecofeminismo es conseguir transmitir la idea de que los problemas del día a día, que atañen a cada una de las personas empobrecidas, causados por el capitalismo y el modo de vida que nos imponen, son los mismos problemas que combate el ecologismo. El ecofeminismo no es algo “para más tarde”. Las urgencias de unas y otros tienen el mismo origen. Enlazando con lo que comentaba antes de que la PAH propicia espacios de encuentro genuinos, en igualdad, Paca Blanco compartía que es desde ahí desde donde se puede impregnar de ecologismo los discursos y los haceres: “el pasado fin de semana estuvimos en Extremadura protestando contra la central nuclear de Almaraz cinco compas de la PAH de Madrid que me acompañaron gustosos. A lo mejor es porque tienen compañeros de la PAH y de Ecologistas en Acción, o porque Ecologistas en Acción tienen problemas con la vivienda y son de la PAH.”

El futuro: entre la alerta y la ilusión

Una última enseñanza que rescato de este proceso de la PAH y en la que encuentro paralelismos con el ecofeminismo: Hay que vivir la ilusión con los pies en la tierra, pero hay que ilusionarse.
“Afrontamos este proceso con mucha alegría” apuntan Arancha y Diego justo antes de analizar lo que está por venir: “Somos conscientes que van a intentar desvirtuar esta ley, que el Partido Popular y Ciudadanos van intentar alargar todo lo que puedan el desarrollo de esta ley, con alargamiento de plazos a los periodos de enmiendas, van a intentar engañar a la ciudadanía sobre la PAH: que si somos personas que no respetamos la propiedad privada, que si no pagamos estas deudas el país quiebra... con mentiras de que no se va a poder pagar la sanidad, la educación ni servicios sociales y demás argumentos a las que nos tienen acostumbradas.
El PSOE va intentar bailar con nosotras y, a la vez, con los interese de la Banca, cosa que no vamos a permitir.”

El proceso parlamentario va a ser duro, probablemente largo. Si la Ley se aprueba sin mucho descafeinamiento, habrá que pelear para que la doten de un presupuesto acorde. Van a ser necesarios muchos recursos para las ayudas para suministros, para subvencionar los alquileres sociales, para crear puestos laborales dedicados a revisar las viviendas vacías y a gestionar impuestos, solicitudes… Y un montón de cosas más que ni se me ocurren. La PAH va a tener que poner en esto muchas energías, y mucha ilusión. No van a poder hacerlo solas. Con amigas, sí. ¿Verdad, Paca? “Os pediríamos al resto de los movimientos sociales que empujéis también: la vivienda es un tema que nos ocupa y preocupa a todas, porque dentro de la vivienda están las familias y dentro de las familias, los mayores pensionistas, las mujeres, las niñas y niños, los enfermos, los discapacitados, en fin, todas y todos.
No permitamos nos dividan por parcelas.”

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Saltamontes es un espacio ecofeminista para la difusión y el diálogo en torno al buen vivir. Que vivamos bien todas y todos y en cualquier lugar del mundo, se entiende. También es un espacio para reflexionar acerca de la naturaleza, sus límites y el modo en que nos relacionamos con nuestro entorno. Aquí encontrarás textos sobre economía, extractivismo, consumo, ciencia y hasta cine. Artículos sobre lugares desde donde se fortalece cada día el capitalismo, que son muchos, y sobre lugares desde donde se construyen alternativas, que cada vez son más. Queremos dialogar desde el ecofeminismo, porque pensamos que es necesario anteponer el cuidado de lo vivo a la lógica ecocida que nos coloniza cada día.
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