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Ecofeminismo
Reconstruir nuestro vínculo con la naturaleza es tremendamente político
“La relación con la naturaleza ha sido un tema tabú entre las mujeres occidentales, y aún ahora resulta difícil plantearlo porque se nos ha relacionado con ella precisamente para desvalorizarnos”, escribieron Anna Bosch, Cristina Carrasco y Elena Arnau, en un texto que es fundacional para el movimiento ecofeminista en el Estado español: Verde que te quiero violeta.
Las ecofeministas llevan décadas reflexionando sobre el vínculo que tenemos con la naturaleza y cómo está atravesado por nuestro género. Sobre cómo la violencia machista y la desvalorización de todo lo que históricamente se ha considerado femenino está interconectada con la destrucción de la naturaleza.
Pero, como los feminismos, los ecofeminismos son diversos. Hay corrientes que plantean que ese vínculo entre las mujeres y la naturaleza es más espiritual y ancestral, cuando no biológico. Las constructivistas reniegan de los discursos biologicistas y defienden que esa conexión es un constructo cultural. Las materialistas prefieren poner el foco en la histórica división sexual del trabajo y la desigual redistribución de los recursos. Y también se abre camino un ecofeminismo de corte queer, que plantea acabar con el binomio cuerpo-cultura, hombre-mujer, humanos-animales, e idear nuevas categorías que no sean dicotómicas.
Podrás identificarte más con unas corrientes u otras, pero no cabe duda de que todas valoran que la naturaleza es fundamental para nuestra vida. Para todas, cuidar a las personas y cuidar el medioambiente son prácticas que nos enriquecen como especie humana.
Si estamos de acuerdo con esto, ¿por qué apenas hablamos de nuestra relación con la naturaleza? ¿Acaso es un tema tabú como nos decían ya hace unas décadas Anna, Cristina y Elena? ¿Tenemos miedo las feministas occidentales de que nos tachen de esencialistas?
Pues bien, en la última edición del curso de ecofeminismo que llevamos haciendo con Ecologistas en Acción desde hace un porrón de años, además de conocer las distintas corrientes ecofeministas, hemos querido ir más allá de la teoría. Les hemos planteado a nuestrxs alumnxs escribir en primera persona sobre cómo es su vínculo con la naturaleza. Cada uno de los relatos ha sido un deleite y todos juntos un descubrimiento.
Placer, felicidad, alegría, sanación
La naturaleza no solo es imprescindible porque gracias a ella respiramos y nos alimentamos, sino que resuelve necesidades que tienen que ver con nuestro bienestar mental más allá de la subsistencia. Placer, felicidad, alegría, sanación, son palabras que se repiten en los relatos.
“Salir al campo, trabajar en la huerta, o ir a ver pajaritos. Todo eso es importante: me carga las pilas, me pone contenta y, sobre todo, me hace salirme de mí misma y me recuerda que todo está vivo, y que todas estas vidas están interconectadas de mil maneras que a menudo no alcanzamos a entender”.
“Viví y vivo en contacto estrecho con ella, y eso me mantiene cuerda”.
“La naturaleza me ha permitido conectar conmigo misme, encontrar mi eje con el Universo, mi lugar en este espacio-tiempo…Estoy agradecida de que el proceso (enfermedad) me haya avocado a una vida mucho más conectada ecológicamente”.
Nuestra parte animal
La naturaleza nos hace tomar conciencia de nuestra parte animal, de nuestra vulnerabilidad y de lo que dependemos de ella.
“La veo como algo superior, una especie de deidad que nos mira con lástima a lxs seres humanos y que podría acabar con nuestra especie en un abrir y cerrar de ojos. Por otro lado, la veo también tan vulnerable que solo pensar el daño que le estamos haciendo me dan ganas de llorar”.
“Cuando pienso en la desvalorización de las mujeres y de la naturaleza, pienso en mi relación con mi cuerpo, un cuerpo menstruante que experimenta diversos ciclos vitales. Recuerdo que en mis primeros años menstruando no entendía el rechazo permanente hacia la capacidad de sangrar y ovular, ese rechazo hacia el mundo hormonal y sexual que culturalmente se ha considerado como parte esencial del mundo femenino. Desde hace tres años he tomado la decisión de estudiar y tomar conciencia y acción sobre las distintas formas de instrumentalización de nuestros cuerpos y, sin duda, una de ellas, en mi caso, fue la toma de anticonceptivos hormonales por muchos años”.
Todes hemos tenido un momento de conexión con la naturaleza que nos ha hecho tomar conciencia de lo importante que es y de lo desconectadas que estábamos. Hay quien ha tomado conciencia de la opresión de la naturaleza a partir de su propio cuerpo, quien la descubrió durante el confinamiento o quien no ha hecho a través de los ojos de sus hijes .
“Me doy cuenta de los detalles tan pequeñitos que nos ofrece cuando mi hijo de tres años me señala continuamente las piedras del suelo, las formas de las hojas, los palos. Es su infancia la que me trae a la naturaleza ahora”.
“Creo que mi principal y más revolucionaria relación con la naturaleza y el hecho de ser mujer partió de mi experiencia como madre (embarazo, parto y lactancia). Tuve un parto natural en una piscina en el comedor de casa. Y esa experiencia tan animal y salvaje me conectó para siempre con esa parte mamífera que a veces queremos camuflar en una sociedad tan productiva, androcéntrica y aséptica“.
“A raíz de la pandemia, he puesto en valor los espacios-naturaleza que tengo cerca, e intento ir al río a menudo (un recurso natural super infravalorado en mi ciudad, que parece que se ha construido precisamente a espaldas y no de cara al río)”.
“Entré en un grupo agroecológico de mi ciudad donde he estado más de 10 años. Donde de no distinguir entre una hierba adventicia de una pimentera, acabé por encargarme de la planificación del riego, de (intentar) planificar cultivos, de manejar mulillas y desbrozadoras, de dinamizar asambleas y gestionar tesorería. La naturaleza, mi grupo, ha hecho de mí la mejor versión que podía salir de aquella niña criada en la contención”-
Crecer en un entorno rodeado de montañas, ríos o campos, ayuda. Algunas, las afortunadas, pudieron conectarse con la naturaleza desde su infancia.
“Mi relación con la naturaleza ha sido, desde pequeña, de goce, de admiración y de mucho respeto. He tenido la suerte de vivirla de cerca y cotidianamente, y mi familia me enseñó a cuidarla y a respetarla. Este respeto que me transmitieron fue en dos sentidos”.
Pero, ojo, no necesariamente nacer un un entorno rural garantiza que valoremos la naturaleza.
“Cuando era pequeña desvaloricé el trabajo de mis abuelos en la granja, su conexión con la tierra y los alimentos y sus conocimientos de la naturaleza. Desvaloricé completamente las tareas de cuidado y de reproducción que realizaban mis abuelos. Quería ser lo que el hombre es a la cultura, como indica Anna Bosch y no lo que la mujer es para la naturaleza".
No deja de sorprendernos el interés y la motivación de las alumnas, alumnos y alumnes que pasan por el curso de ecofeminismo. Jóvenes, mayores, profesionales de distintos ámbitos, personas expatriadas, muchas, además, activistas feministas o ecologistas. Sus experiencias y análisis nos nutren y nos hacen afianzarnos en un principio ecofeminista: reconstruir nuestro vínculo con la naturaleza es tremendamente político. Y hablar de ello desde lo que sentimos, desde nuestra experiencia, y no desde nuestros constructos teóricos, puede ser tremendamente liberador y vinculante. Y tú, ¿qué vínculo tienes con la naturaleza?