We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Consumismo
Que te toque la lotería
Nunca juego nada a la lotería. Bueno, compré una vez un décimo a medias en el trabajo, porque acababa de empezar y no fui capaz de sobreponerme a la presión de grupo. Pertenezco a una (otra más) extraña minoría. Casi todo el mundo a mi alrededor juega por Navidad. Poquito, pero algo juega. Como el 76% de las personas adultas en este país, según el informe Codere.
Siempre me he preguntado por qué la gente gasta dinero en la lotería. Por qué hacen colas interminables en Doña Manolita.
Por qué genera tanta ilusión. “Imagínate que nos toca a todos y a ti no”, me dicen en el curro. “En enero vienes tú a abrir sola”. Venga, hago esfuerzo imaginativo. Umm. ¿Qué pasa si les toca? Un puntito de envidia, reconozco, sí que sentiría. Pero poca, y con los años, cada vez menos, porque, a ver, si estoy en contra del consumismo, ¿para qué querría yo ese dinero? ¿Para viajar? Viajar me encanta, pero entre el trabajo, la crianza y la huella del carbono… no voy a ir muy lejos. ¿Para comprar libros? ¡Si las bibliotecas son de los poquitos servicios públicos que funcionan bien en mi ciudad! Y mi casa no es tan grande, ya no caben más libros. ¡Ah! Ya sé. Para contratar a alguien que me limpie la casa y no tener doble jornada… pero llevo ya tan incrustado eso de la deuda de los cuidados, que no creo que me sentase bien tener servicio doméstico.
Según el anuario de 2022 del Consejo Empresarial del Juego, en la Navidad de 2021 se gastaron 3.028.543.000 euros en este sorteo. En todo el año, el gasto en lotería del Estado (dejemos fuera todos los otros tipos de apuestas) alcanzó los 5495 millones de euros. A mí me parece muchísimo. El presupuesto del Ministerio de Educación de este año en curso es de 6408 millones. Si nos organizásemos socialmente, ¿a qué podríamos destinar este dineral? Ya sé que este es un pensamiento muy naif… ¡si no logro ponerme de acuerdo ni con las familias del AMPA para gastar la subvención! Pero la imaginación es libre, y yo imagino que logramos consensos y lo invertimos en comprar tierras, para destinarlas a resilvestración, o a reforestación sintrópica. Que hacen falta muchos árboles para paliar el cambio climático. O a invertir en rehabilitar edificios y ofrecerlos en derecho de uso a las familias de la PAH y el Sindicato de Inquilinas. O a bajar la ratio en las escuelas públicas. O a contratar pediatras en el centro de salud de mi barrio ¡Eso sí que me genera ilusión, y no que me toque el gordo!
Alguien podría decirme que para eso sirve la lotería, que es un medio de recaudación del Estado. Cierto es. Para eso nació, en plena Guerra de la Independencia, el 18 de diciembre de 1812. Para recaudar fondos. Esto es otra de las cosas que me sorprende del sorteo de Navidad. Que es una forma nada redistributiva de financiar el Estado, de la que nadie se queja. Todas esas personas que despotrican de los impuestos, compran lotería. Nerea, de Saltamontes, lo tiene claro. “Yo compro uno o dos décimos por cultura familiar, que debe de ser, imagino, cultura de pobres total” Y en mi cabeza oigo una pregunta, con tintes de título de telenovela, “los ricos, ¿también compran?”, ¿o será esta otra de las formas de extraer recursos de las clases populares para destinarlos a lo que el gobierno de turno decida?... La verdad es que me gustaría saber si Amancio Ortega compra su decimito.
Mi compañera Nerea es mucho más imaginativa y buena persona que yo. “Yo he pensado mil veces lo que haría si me tocara, desde cría. Y siempre me quedo sin pasta cuando llego al punto de arreglarle la vida al nivel primas y primos. Para padres, hermanos, tías y allegados muy cercanos sí me da.” Tal vez esa es la base de la pasión por la lotería navideña. Parece que es algo que vinculamos a la familia, al compartir. Carmen, también de Saltamontes, me decía “yo nunca compro, por desastre de vida, y porque no me mola nada el rollo, pero tiene una parte muy bonita de compartir sueños, lo de las “participaciones”... mi familia de sangre y la de no sangre siempre me guardan algo.” A mí me gusta pensar que lograremos algún día resignificar esa parte bonita de compartir sueños. Que la tía del pueblo, en lugar de guardarte un décimo, te hace socia de la asociación de mujeres ganaderas. O que el primo viajero te suscribe a El Salto, para que estés siempre bien informada. Eso sí que es suerte, y no que te toque la lotería.
Si me tocase el gordo, podría donar el premio a Ecologistas en Acción, pienso a veces. Aunque seguro que me vencería la avaricia y luego no lo haría. Mejor pago la cuota anual. De hecho, es solo ocho euros más que el gasto medio en lotería de Navidad del año pasado, que llegó casi a 72 euros. Me parece más productivo.
Eso sí, tengo que reconocer que, como dice mi compañera Carmen, “el anuncio de la tele es siempre muy bonito”. Ahí le voy a dar la razón.
Relacionadas
Vigo
Vigo Caballero convoca ‘‘manifestaciones’’ en Navidad con conciertos pagados con dinero público para pedir el AVE
El Salto Radio
El Salto Radio Cambiar y decrecer… o perecer
Consumismo
LECTURA 10 libros críticos con el modelo de consumo
Yo no sé si Amancio Ortega comprará lotería para sí mismo, pero me huelo que repartirá boletos con sus amig@s. Pero sí puedo decir que hay ricos no tan ricos (pero ricos) que los compran por series. En parte por fardar, porque se aseguran de que todo el mundo a su alrededor sea consciente de ello, y en parte, supongo, porque si les toca, les toca sólo a ellos.
Bueno, ¿no hubo una vez un anuncio con Monserrat Caballé desenfrenada, si no recuerdo mal? No son siempre tan bonitos...
He comprado algún número en beneficio de la protectora de animales, de la que también soy socia, pero la pasión por la lotería es algo que no me llama para nada. Tal vez porque he tenido una vida cómoda y sin demasiados apuros económicos, no lo sé. En mi familia todo el mundo juega y sueña con los millones.