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Máquina de guerra: retrospectivas sobre Podemos

La mirada de la investigadora y militante laborista inglesa Rachel Godfrey Wood sobre tres ensayos dedicados a Podemos y escritos por algunos de sus protagonistas pone en primer plano las principales enseñanzas del auge y declive del partido morado.
Vistalegre II
Pablo Iglesias, durante Vistalegre II. David F. Sabadell Álvaro Minguito
6 jul 2024 06:06

En julio del año pasado el presidente del gobierno español Pedro Sánchez reunió los votos suficientes para salvar su gobierno liderado por el PSOE con la ayuda de los partidos independentistas vascos y catalanes y de la coalición progresista Sumar. Esta última, dirigida por la vicepresidenta y ministra de Trabajo Yolanda Díaz, ha intentado desde entonces afirmar su hegemonía sobre la izquierda del país. Su planteamiento político —tecnocrático y verticalista, conciliador con el PSOE y amable con los medios de comunicación— representa una ruptura tanto con las movilizaciones de masas de los Indignados como con el populismo de izquierda de Podemos, que fue prácticamente barrido de escena en las elecciones municipales de mayo de 2023 y cuya presencia parlamentaria ha quedado reducida a sólo cuatro escaños en el Congreso de los Diputados. Aunque Podemos se unió a regañadientes a la alianza de Díaz en las últimas elecciones generales, esta ha logrado marginarlos en estos momento todavía más, impidiéndole nombrar portavoces parlamentarios y privando a la formación de todo acceso a las carteras ministeriales del gobierno. Podemos, a su vez, se ha separado de Sumar y presentó su propia lista a las próximas elecciones al Parlamento Europeo. Atrás quedan los días en los que Pablo Iglesias prometía «tomar el cielo por asalto» y «derrocar el régimen de 1978». ¿Qué ha fallado? ¿Y qué lecciones pueden extraerse de esta derrota?

Tres libros recientes de figuras clave de Podemos intentan responder a estas preguntas, repasando la trayectoria del partido durante la década de 2010. Verdades a la cara. Recuerdos de los años salvajes (2022), de Iglesias, examina la guerra sin cuartel del establishment español contra su proyecto político; Con todo. De los años veloces al futuro (2021), de Íñigo Errejón, defiende un populismo que trascienda la división izquierda/derecha como la única estrategia electoral que podría haber salvado al partido; y Un cadáver en el Congreso. Del sí se puede al no se quiere (2022), de Sergio Pascual, reconstruye las disputas surgidas entre las diversas facciones de la organización. Como era de esperar, estos análisis son muy subjetivos y a veces reflejan el deseo de los autores de exculparse a sí mismos o de justificar sus propias posiciones políticas. Sin embargo, considerados conjuntamente, arrojan luz sobre el declive de la izquierda española y sobre si este podría haberse evitado.

Los fundadores de Podemos, un núcleo de académicos radicales de la Universidad Complutense de Madrid, se propusieron aprovechar la energía de los Indignados, que pusieron de relieve la frustración masiva ante el régimen de austeridad impuesto durante la década de 2010, pero no lograron dejar un legado institucional. Ante la resistencia al cambio mostrada por Izquierda Unida, la coalición poscomunista nucleada en torno al PCE, parecía necesaria la creación de un nuevo partido capaz de aprovechar, por un lado, las experiencias destiladas por las revoluciones bolivarianas y el modelo de la «razón populista» elaborado por Laclau y Mouffe y, por otro, el creciente perfil de Iglesias acreditado como comentarista presente en los medios de comunicación. Cuatro meses después de su creación, Podemos obtuvo inesperadamente 1,3 millones de votos y cinco escaños en las elecciones europeas de 2014, hazaña que se tradujo en un enorme aumento de su popularidad y de sus miembros. Al año siguiente, alcanzó los 5,2 millones de votos y obtuvo 69 escaños en las elecciones generales de 20 de diciembre, quedando por detrás del PSOE por tan solo 200.000 votos y alterando radicalmente el panorama político nacional.

La única opción de Iglesias era utilizar la campaña de desprestigio para agudizar el antagonismo existente entre las masas y las élites

La élite española contraatacó con una guerra sostenida pivotada en torno al lawfare y los ataques mediáticos, que golpearon la reputación del partido, profundizando la disputa interna existente entre errejonistas, que defendían un populismo moderado y un planteamiento conciliador con el PSOE, y pablistas, que abogaban por un izquierdismo más inequívoco y la alianza con Izquierda Unida. A medida que esta división se acentuó, el partido fue perdiendo apoyo electoral y cohesión organizativa. A finales de 2019, y tras haber reducido su representación parlamentaria a 35 escaños, Podemos pactó con el PSOE y aceptó formar parte como socio menor del correspondiente gobierno coalición. Durante el periodo que perteneció al mismo, Podemos, ahora denominado Unidas Podemos, arrancó una serie de concesiones políticas: el «ingreso mínimo vital», políticas sociales adicionales durante la pandemia, la imposición de un tope en el precio del gas y varias disposiciones normativas corte pro LGBT y de neto contenido feminista. Pero la popularidad del partido siguió disminuyendo. En un entorno en el que la extrema derecha ganaba terreno a escala local y regional, Iglesias dimitió y Yolanda Díaz asumió el liderazgo de facto de la izquierda española, presentando su política tripartita moderada —el compromiso entre el trabajo, el capital y el Estado— como el único camino factible para esta.

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Al hilo de la reflexión sobre estos años turbulentos, Verdades a la cara de Iglesias se centra en los incesantes ataques lanzados contra Podemos, cuya coordinación fue obra de los elementos de la derecha presentes en la judicatura, la policía y los medios de comunicación, que se intensificaron tras las elecciones de 2015. El dosier de este acoso incluye más de veinte causas penales incoadas por supuestos casos de corrupción, financiación ilegal, recepción de apoyo material de Venezuela e Irán, etcétera, que demostraron en todos los casos ser acusaciones infundadas y que se han saldado hasta la fecha sin condena alguna, pero que fueron capaces de crear, sin embargo, una sensación de escándalo constante en torno al partido, que logró minar su energía insurgente. En 2015 la policía se hizo con el teléfono móvil de una de las asesoras de Iglesias con la esperanza de encontrar pruebas dignas de ser utilizadas en una hipotética causa penal contra Podemos. Al no encontrar ninguna, procedieron a difundir historias peyorativas en los medios de comunicación, basándose en cualquier elemento que pudieran extraer de la memoria del dispositivo. En 2016, uno de los periodistas más destacados del país, Antonio García Ferreras, de La Sexta, actuó en connivencia con la policía y la prensa sensacionalista para difundir historias sobre Podemos, que sabía que eran falsas. Los periodistas hostiles también se habrían ofrecido a llegar a acuerdos con las figuras más «blandas» de Podemos, como Errejón, a los que se les daría cobertura mediática positiva a cambio de atacar a Iglesias.

En Memorias de un piloto de combate (2023), el exdiputado de Unidas Podemos Pablo Echenique describe una «ley de hierro» vigente durante estos años: cualquiera que estuviera dispuesto a socavar a Iglesias tenía garantizado un trato de favor en los medios, mientras que cualquiera que se aliara con él era vilipendiado ante la opinión pública. Echenique recuerda cómo, en tanto que activista con diversidad funcional, recibió una cobertura mediática positiva, que enmarcaba su ascenso político como una lucha heroica contra la adversidad, siempre y cuando estuviera dispuesto a atacar a la dirección de Podemos por sus supuestos impulsos antidemocráticos. Una vez que cambió de bando y se unió al sector pablista, fue inmediatamente difamado como una figura corrupta y peligrosa.

Los ministros y ministras de Unidas Podemos carecían de plena autoridad ministerial sobre el diseño y la aplicación de tales políticas, lo cual trajo aparejada su eventual dilución

Ante esta embestida brutal, Iglesias y su familia se vieron obligados a soportar durante casi un año protestas diarias y episodios de intimidación frente a su casa por parte de grupos de extrema derecha, a lo cual este respondió redoblando su combatividad y denunciando la mendacidad de influyentes medios de comunicación al tiempo que rechazaba la idea de que un mayor compromiso o apaciguamiento hubiera ayudado a gestionar tamaña tormenta de fuego. La única opción era utilizar la campaña de desprestigio para agudizar el antagonismo existente entre las masas y las élites. En lugar de discutir en detalle la ruptura entre él y Errejón, Iglesias se centra en las cualidades que los activistas y los políticos precisan para operar en tales condiciones: valentía, lealtad, audacia, voluntad de decir verdades incómodas y de enfrentarse a actores de mala fe.

Estos atributos, sugiere, hicieron a Podemos lo suficientemente resistente como para entrar en el gobierno a pesar de sufrir una enorme pérdida de apoyo popular. Tras superar la resistencia masiva de las élites del PSOE y el escepticismo de los aliados de izquierda, incluida Izquierda Unida, la dirección de Unidas Podemos forjó a finales de 2019 un acuerdo de coalición con el PSOE, que convirtió a Iglesias en vicepresidente y aseguró al partido algunos Ministerios clave. Iglesias valora positivamente la trayectoria de gobierno de Unidas Podemos. Considera que la legislación aprobada por la ministra de Igualdad, Irene Montero, que entre otras iniciativas apoyó los derechos de las personas trans y ofreció a las mujeres permisos menstruales remunerados, constituye un importante logro a largo plazo. Durante la pandemia, los ministros y ministras de Iglesias presionaron a Sánchez para que pasara de la mitigación ad hoc de la crisis a la implementación de políticas progresistas de bienestar social, como la introducción de la renta mínima de inserción, que se prologarían más allá de la persistencia del propio virus. Sin embargo, los ministros y ministras de Unidas Podemos carecían de plena autoridad ministerial sobre el diseño y la aplicación de tales políticas, lo cual trajo aparejada su eventual dilución. Podemos también se vio obligado a rechazar una oferta para hacerse cargo del Ministerio de Sanidad, porque, dado su rápido ascenso, no contaba con nadie dotado de la experiencia suficiente para desempeñar el cargo.

Iglesias no explica por qué las facciones se polarizaron tanto o si este hecho podría haberse evitado propiciando otros escenarios

En 2021 Iglesias dejó el gobierno de la nación para liderar la campaña de Unidas Podemos en las elecciones autonómicas madrileñas, con la esperanza de frenar a una derecha resurgente liderada por Isabel Díaz Ayuso y de evitar que el partido fuera privado de representación electoral en la comunidad autónoma madrileña. Aunque Unidas Podemos conservó algunos escaños, la campaña no logró sus principales objetivos, debido, en opinión de Iglesias, a los efectos de la campaña de siete años para desacreditar a su grupo político. Aceptando que su presencia era un obstáculo para seguir avanzando, Iglesias se retiró y ungió de hecho a Yolanda Díaz como su sucesora. En aquel momento era su aliada y se había ganado un amplio apoyo por sus políticas favorables a los trabajadores, especialmente durante la pandemia de la covid-19. Iglesias creía que Díaz podría renovar la izquierda española siguiendo, en líneas generales, la misma agenda política, una apreciación que resultó ser errónea.

Verdades a la cara es un conjunto de reflexiones personales de alguien magullado por sus batallas con una élite corrupta e irresponsable. El libro se deleita en analizar las maquinaciones del establishment español y los extraordinarios extremos a los que estaba dispuesto a llegar para destruir a Podemos. Sin embargo, su examen de la dinámica interna del partido es limitado. Iglesias no explica por qué las facciones se polarizaron tanto o si este hecho podría haberse evitado propiciando otros escenarios; su principal objeto de atención gira en torno a si determinados actores concretos eran «leales». En el libro los medios de comunicación se identifican como el principal obstáculo para la transformación social, pero el texto no ofrece ningún razonamiento sobre cómo superarlo.

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En Con todo, Íñigo Errejón expone su visión alternativa de Podemos. El libro es más programático que Verdades a la cara y aborda más directamente la ruptura con Iglesias. El texto comienza con el relato de Errejón sobre su formación política. Aunque inicialmente se sintió atraído por el anarquismo, su encuentro con la izquierda latinoamericana le convenció del poder transformador del Estado. Realizó un doctorado sobre el MAS boliviano antes de trabajar con institutos de investigación de izquierda en Argentina y Venezuela. Más tarde utilizó la obra de Laclau y Mouffe para desarrollar una teoría del «transversalismo» –dividir la política entre «abajo» y «arriba» en vez de entre «izquierda» y «derecha»– aplicable a España, lo cual implicaba una concepción populista del patriotismo a tenor de la cual la izquierda construiría una imagen de la nación como representante de la mayoría a contrapelo de una élite depredadora.

En un partido tan personalista como Podemos, las alianzas de Errejón construidas en el seno la maquinaria organizativa del mismo no fueron rival para la carismática figura de Iglesias

Errejón fue director de campaña de Podemos en las elecciones europeas de 2014 y en las autonómicas de 2015, antes de convertirse en diputado ese mismo año. Cuando el partido aún estaba en pañales, reunió a un equipo de organizadores y administradores comprometidos, que establecieron una «máquina de guerra electoral» verticalista, lo que le otorgó un notable poder sobre su burocracia interna. Desde principios de 2016 utilizó esta posición para desafiar a Iglesias en una serie de cuestiones: estrategia electoral, dirección política, apariciones en los medios de comunicación. Errejón se opuso firmemente al plan de Iglesias de aliarse con Izquierda Unida, que consideraba una recaída en el tradicional programa de «unidad de la izquierda». También abogó por una aproximación más conciliadora respecto al PSOE, instando a Podemos a abstenerse en el Congreso para permitirle formar un gobierno de coalición con Ciudadanos.

Errejón perdió en ambos casos. Iglesias se negó a apuntalar un gobierno PSOE-Ciudadanos y la alianza con IU fue ratificada por amplia mayoría en un referéndum interno, lo que llevó a Podemos a rebautizarse como Unidas Podemos (UP). Sin embargo, el fracaso de UP para superar al PSOE en junio de 2016, perdiendo un millón de votos en comparación con los resultados obtenidos en diciembre del año anterior, pareció a primera vista reivindicar a Errejón, quien decidió pasar a la ofensiva, protagonizando un lamentable enfrentamiento en el congreso del partido de 2017. Errejón hizo campaña para volver a la fórmula transversal y suavizar la retórica del partido, intentando instalar su propio equipo directivo en torno a Iglesias en lugar de los candidatos preferidos de su rival. Sin embargo, en un partido tan personalista como Podemos, las alianzas de Errejón construidas en el seno la maquinaria organizativa del mismo no fueron rival para la carismática figura de Iglesias. Fue derrotado por una mayoría de dos a uno y se convirtió en un actor carente de poder real en el partido. Aunque se le ofreció la oportunidad de presentarse como candidato de Podemos a las elecciones autonómicas madrileñas de 2019, denunció que su libertad de acción se hallaba coartada y su posición socavada sistemáticamente por los pablistas.

Dadas estas circunstancias, Errejón lideró una escisión, que dio lugar a Más Madrid, para concurrir a las elecciones municipales de mayo de 2019 antes de lanzar Más País de cara a las elecciones generales de ese mismo año. Para los pablistas ello confirmó lo que habían sospechado durante mucho tiempo: que Errejón estaba dispuesto a socavar Podemos y aliarse con algunos de sus peores enemigos con el fin de promover sus ambiciones personales y su tibia marca de populismo. En Con todo, sin embargo, Errejón insiste en que Podemos había perdido votos a partir de 2016 debido a su cambio de imagen como partido de izquierda convencional. El cambio, como él dice, consistió en pasar de «usar una retórica moderada para defender medidas radicales a usar una retórica radical para promover medidas modestas». Errejón subraya la necesidad de apelar a una base amplia del electorado y lamenta que las estructuras verticales que él creó fueran utilizadas posteriormente por la facción de Iglesias para aplastar toda disidencia interna.

Con todo recoge las dotes de Errejón como organizador de campañas y operador político, dotado de talento para llevar la teoría a la práctica. También refleja algunos de los rasgos que minaron su proyecto: un talante intransigente, a menudo sectario, y una falta de paciencia para construir instituciones políticas sólidas. La visión estratégica del autor no acaba de convencer. A diferencia de Iglesias, no tiene prácticamente nada que decir sobre las fuerzas que se oponen a Podemos. Para él, la política no es el equilibrio de fuerzas entre instituciones enfrentadas, sino simplemente un conjunto de estrategias discursivas con un horizonte que rara vez se extiende más allá de las próximas elecciones. Su afirmación de que el transversalismo es el medio más eficaz para movilizar a los votantes contra el neoliberalismo se ve desmentida por los resultados de Más País, que no ha logrado avances electorales contundentes y que desde entonces se ha disuelto en Sumar. Tampoco está claro cómo, incluso si una estrategia de «abajo contra arriba» consiguiera mejorar los índices de intención de voto de Podemos, podría haber logrado forjar un gobierno radical o un movimiento popular capaz de enfrentarse a los intereses creados. En muchos casos, las recetas de Errejón se limitan a apelar al centro político, una táctica que ha acelerado el colapso de los partidos de izquierda en otros lugares de Europa.

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Sergio Pascual fue nombrado secretario de Organización de Podemos en 2014 y destituido por Iglesias dos años después por desempeñar un papel destacado en un grupo faccioso de Telegram dirigido por Errejón. Tras su defenestración, se distanció de ambas facciones y cumplió el resto de su mandato parlamentario antes de abandonar la primera línea política en 2019. Un cadáver en el Congreso es su intento de dar sentido a su experiencia, ofreciendo un relato más completo de la lucha interna de Podemos que el que puede encontrarse en Iglesias o Errejón. Pascual comienza recordando su trabajo político en América Latina, donde ocupó un puesto de asesor de nivel medio en el gobierno de Maduro. Mientras trabajaba en Caracas en 2014, recibió la llamada de su íntimo amigo y compañero Errejón, que le pidió que volviera a España y se uniera a Podemos. Pronto se convirtió en el principal enlace entre la dirección nacional y las revoltosas sedes locales de Podemos, así como en el lugarteniente oficioso de la facción errejonista.

El llamado «trauma de Ávila» fue el primer indicio de las grandes diferencias políticas existentes en el seno de la dirección del partido

Un cadáver en el Congreso describe una reunión informal de los principales miembros de Podemos en la ciudad de Ávila en agosto de 2014, donde discutieron la composición interna del partido, su distribución del poder, su posible alianza con IU y la conveniencia de presentar sus propios candidatos en las próximas elecciones municipales y autonómicas. El llamado «trauma de Ávila» fue el primer indicio de las grandes diferencias políticas existentes en el seno de la dirección del partido. Errejón subrayó la necesidad de «llegar ligero» a las próximas elecciones generales, con un programa política limitado y sin el «bagaje» de IU. Rechazó la idea de desplegar la marca Podemos para los comicios locales, argumentando que esta debía conservar su energía para las elecciones generales a fin de ensamblar una base electoral capaz de ganarse a los votantes no afiliados. Iglesias, por su parte, estaba más preocupado por construir una organización leal, enraizada en la tradición de la izquierda radical española, que pudiera resistir los inevitables intentos de sabotaje de las élites. Pascual recuerda que Iglesias, como máximo líder, hizo 

una lectura política realista del poder real en nuestro país. Nos recordó que no nos dejarían gobernar y que en España no existe una democracia plena […]. Nos expuso las dificultades a las que nos enfrentaríamos, el uso de conspiraciones de Estado (ahora probadas) contra nosotros y nos anticipó los ataques ad hominem que recibiríamos y que pronto se harían realidad. Afirmó que debíamos conseguir avances en los gobiernos autonómicos y locales y utilizarlos para contrarrestar la embestida y dejó claro que esto no sería posible sin aliarnos con Izquierda Unida.

Iglesias desarrolló esta tesis en una discusión posterior vía correo electrónico en la que predijo que Podemos se establecería pronto como una formación política nacional, aunque seguiría subordinada al PSOE y al PP, y que una lucha a más largo plazo para superar a ambas formaciones políticas exigiría ganar presencia en las administraciones autonómicas y locales. Iglesias estaba dispuesto a utilizar los métodos populistas y las innovaciones tácticas de Errejón para romper el bipartidismo, pero sostenía que el par izquierda/derecha acabaría imponiéndose de nuevo en la política española y que mantener una identidad transversal sería imposible. Pascual coincide con este diagnóstico: «Éramos de izquierda y todo el mundo lo sabía». En lugar de ocultar este hecho básico, era necesario, escribe, fortalecer las fuerzas de Podemos mediante la formación de una alianza con otros partidos experimentados y curtidos en la batalla entre los se contaba IU. Sin embargo, Iglesias aceptó el argumento de Errejón de que Podemos no debía presentar candidatos municipales para evitar contaminar su marca nacional, decisión que supuso que Podemos no lograra labrarse bases de poder locales en la cima de su popularidad, lo cual le dejó en una posición vulnerable.

Podemos, escribe Pascual, era una «institución total». Ser invitado a un grupo exclusivo de Telegram era un «signo de ascenso social»; ser expulsado o excluido de otro «constituía la peor forma de exilio»

Errejón ganó el debate de Ávila gracias a la superior organización de sus cuadros, impidiendo de momento que Podemos se aliase con IU. Iglesias estaba claramente conmocionado por la experiencia. «Me di cuenta de que era el líder de una maquinaria de partido que no necesariamente me sería leal», escribió más tarde. Empezó a buscar aliados que pudieran desafiar la creciente influencia de Errejón. Las dos facciones emergentes consiguieron mantener la unidad suficiente para derrotar a los Anticapitalistas, un grupo trotskista que defendía la creación de canales democráticos descentralizados frente a una máquina electoral ágil y vertical. Sin embargo, las tensiones entre Iglesias y Errejón se harían inmanejables tras las elecciones generales de diciembre de 2015.

Podemos
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Tras el espectacular resultado obtenido por el partido en las mismas, tanto Errejón como Iglesias se mostraron escépticos ante la posibilidad de que el PSOE aceptara una coalición y a ambos les entusiasmó la idea de un posible sorpasso del centro izquierda. Pero sus estrategias divergían. Iglesias quería intensificar los ataques al PSOE en un intento de ganarse a sus votantes de base, mientras que Errejón abogaba por una línea moderada para atraer a sus partidarios vacilantes. Cuando el establishment del PSOE descartó cualquier acuerdo con Podemos, los pablistas abogaron por repetir las elecciones, con la esperanza de formar alianza con IU, la cual creían que podría sumar un millón de votos a su cuenta. Los errejonistas creían que era necesario dar un paso atrás y permitir que el PSOE formara gobierno con Ciudadanos para proteger a Podemos de la responsabilidad de forzar otras elecciones. Estos desacuerdos estallaron con una serie de mensajes de Telegram filtrados, de dimisiones coordinadas, de informes y contrainformes y del eventual despido de Pascual por parte de Iglesias. Un cadáver en el Congreso describe cómo esta serie de acontecimientos erradicó la existencia de cualquier posible «lenguaje común» entre los militantes del partido y creó un círculo vicioso de faccionalismo.

A pesar de su identificación previa con los errejonistas, Pascual ha elaborado uno de los relatos más mesurados y autocríticos del periodo. No sólo traza la evolución de las facciones con un detalle convincente, sino que también evoca la intensidad emocional y la atmósfera caótica de la vida del partido. Podemos, escribe, era una «institución total», que consumía a sus protagonistas las veinticuatro horas del día. Ser invitado a un grupo exclusivo de Telegram era un «signo de ascenso social»; ser expulsado o excluido de otro «constituía la peor forma de exilio». Su libro muestra cómo las lealtades y las redes de patrocinio desempeñaron un papel clave en la determinación de las lealtades políticas, hecho que, en una organización que carecía de estructuras internas desarrolladas así como de procedimientos para mediar en las disputas, creó las condiciones perfectas para una guerra fratricida.

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Siempre iba a ser difícil para un partido como Podemos mantener su impulso, dados los ataques políticos coordinados y las diferencias internas sin resolver. Pero, ¿podría Podemos haber logrado un aterrizaje más suave, estableciéndose como un actor permanente en la escena política y sentando las bases para futuras victorias? Si el faccionalismo desempeñó un papel importante en el desmoronamiento del proyecto no sólo dañando su percepción pública, sino agotando a muchos de sus activistas, ¿podría haberse gestionado este antagonismo de forma más eficaz? Resulta tentador pensar que los errejonistas podrían haber constituido una oposición leal, agitando en pro de un populismo más suave sin socavar a Iglesias, o que las facciones podrían haberse hecho más porosas con el tiempo, propiciando que las diferencias políticas se resolvieran a través de canales democráticos internos. Sin embargo, el contexto acelerado y de alto riesgo en el que operaban, mientras trataban de explotar una oportunidad política que se desvanecía, militaba en contra de la paciencia y del compromiso. Errejón, convencido de que había llegado el «momento populista», nunca iba a aceptar un estatus subordinado, agachando la cabeza hasta que pudiera presentarse a unas futuras elecciones para disputar el liderazgo del partido. E Iglesias tenía claro que no iba a liderar Podemos, si eso suponía tener que aplicar una estrategia con la que no estaba de acuerdo. Es fácil pensar que el «compromiso» habría salvado a Podemos, ya que los desacuerdos entre pablistas y errejonistas eran a menudo de suma cero: si aliarse con IU, si permitir un gobierno PSOE/Ciudadanos. Incluso si las estructuras internas del partido hubieran sido menos mayoritarias, las soluciones intermedias no siempre fueron factibles y mucho menos deseables.

Aún así, hubo algunas cosas que Podemos podría haber hecho de otra manera. Como demuestra Pascual, sus disputas entre facciones se vieron exacerbadas por la falta de reglamentos y procedimientos claros, que la dirección tuvo poco interés en desarrollar. Y su negativa a presentar candidatos municipales propios en 2015 fue un grave error. Hacerlo habría tenido sus costes en términos de unidad del partido y de recursos, pero habría ayudado a crear y madurar cuadros locales y a construir una infraestructura organizativa en todo el país. Sin tales elementos de estabilización, Podemos cosechó un bajo rendimiento constante en el ámbito municipal durante los años siguientes antes de sufrir un colapso prácticamente total en 2023.

Hoy en día ni Podemos ni Sumar son capaces de superar al PSOE, lo cual significa que la divergencia entre ellos se centra sobre todo en sus planteamientos opuestos respecto a la coalición. Mientras que Podemos fue «ruidoso» y conflictivo en el gobierno, Díaz ha intentado establecer un consenso a largo plazo entre los dos partidos. Sin embargo, la moderación de Sumar, que coincide en gran medida con la de Errejón, no ha servido hasta ahora para solucionar los problemas electorales de la izquierda, que perdió más de 600.000 votos en 2023 respecto a los obtenidos por Unidas Podemos en 2019. La estrategia de Sumar tampoco ha dado dividendos en términos de participación democrática, como demuestra el hecho de que menos de 7000 personas votaran en la reciente Asamblea de la organización. Parece que la mayoría de los problemas de Podemos –bases sociales débiles, presencia limitada en las Administraciones locales, dependencia excesiva de sistemas de comunicación centralizados– simplemente han sido reproducidos por su sucesor.

Retrospectivamente resulta evidente que la crisis orgánica que precipitó la onda bolivariana no se reprodujo en el Norte global tras el crac financiero de 2008, cuyas las élites pudieron refugiarse en los medios de comunicación, el Estado y las instituciones financieras. También pudieron movilizar sentimientos nacionalistas y patrióticos, a diferencia de los países situados fuera del núcleo imperial –Venezuela, Bolivia, Argentina–, donde la izquierda desarrolló discursos «nacional-populares» alternativos. Así pues, aunque los socialdemócratas radicales lograron avances significativos durante la década de 2010, tuvieron dificultades para resistir los contraataques concertados. «Podemos ganar un partido –observó Iglesias– pero ganar la liga es extremadamente difícil». Esto no significa que fuera un error el intento de «asaltar los cielos» o que el populismo de izquierda deba ser descartado por completo. Se ha tratado de un intento serio de ganar el poder en un entorno político atomizado y mediatizado. Sin embargo, el dinamismo y la creatividad del primer Podemos deberían haberse canalizado hacia estructuras más duraderas y resilientes. En esta década de 2020 la prioridad para la izquierda española es maximizar las concesiones en términos de políticas públicas arrancadas al PSOE sin adoptar una posición de dependencia, que excluya la transformación estructural a largo plazo. Su tarea es construir una coalición pluralista, que pueda capitalizar la próxima crisis de las élites. Resta por ver si Sumar será capaz de estar a la altura de este desafío.

Sidecar
Artículo original: Battle Machine publicado por Sidecar, blog de la New Left Review y traducido con permiso expreso por El Salto.Véase Cihan Tuğal, «¿Después del populismo?», NLR 144, y Pablo Iglesias, «Entender Podemos» y «España en la encrucijada», NLR 93.
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Max Montoya
Max Montoya
8/7/2024 14:35

Podemos tenía que desaparecer y al no conseguirlo el que desaparece es Sumar. Todo el Deep State español creando informes policiales falsos con jueces prevaricadores y tertulianos vendiendo miedo contra Podemos no han podido con el partido. Esto quiere decir: la Banca siempre gana, pero no puede acabar con la democracia social. La Ilustración Radical, esa minoría siempre, late bajo la superestructura Neoliberal. Con el Cambio Climático en plan Conan el Bárbaro ya, todo esto tiene los días contados. Entramos en modo Mad Max.

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usarytirar19
6/7/2024 20:15

Poco tuvieron que ver ni Errejón ni Iglesias, en el portazo que Ribera dió a Sanchez, esclavo de su ego y a espaldas del Ibex que lo había puesto. La misión de Ciudadanos era distanciarse del PP y recoger a los votantes de derechas que aún tenían escrúpulos con la corrupción, ya se ha visto que era un miedo infundado...

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HERRIBERO
8/7/2024 12:09

Un partido como "Ciutadans", creado por el banco Sabadell para destrozar al nacionalismo catalán; se lo llevan a la "villa y corte borbónica", como enfrentamiento contra Podemos, (el señor Oliart sabe mucho de esto). Hacen gobierno con el P$0E, mandan al "gallinero" a Podemos, y aquella profecía del Revera: "Mientras esté yo en el gobierno, tú no entrarás en el".
El presidente Sánchez tuvo que cantar: "Sufrí presiones (del IBEX 35%) me forzaron para aceptar el 80% del ideario de Ciudadanos.
Se a demostrado que esas siglas NO representaban socialmente a nadie. Rivera, NO dio el portazo, se lo dieron a él y le buscaron el sitio donde descansar, que siendo mal trabajador lo. . . ¡Despidieron por falso! Los demás componentes de la banda andan haciendo las delicias "ultras".
Sánchez, es esclavo de las oligarquías del IBEX 35% y estas NO quieren a PODEMOS ni en pintura. Por eso emplean el "guiñol" de Sumar para tal menester. . . .¡Cómo para juntarte con esos "amigos" como en Francia! Este Estado, sufrió una "sublevación militar fascista" y las tropas entraron en el Congreso metralleta en mano secuestrando la voluntad popular en las urnas aquel 23 F.
Queda mucha "arqueología" política por hacer. La "memoria" me retuvo esto que escribo, sin más.

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HERRIBERO
6/7/2024 10:58

La verdad NO está escrita en tres libros por tres actores, exíste una realidad que solo la han "soportado" aquellas personas que dieron el paso en transformar aquel 15M en una "herramienta" popular.
Que Errejón pasase de disputar la dirección de Podemos, a "socavar" el mismo como un vulgar topo, junto con otros aliados, maquinando su "eliminación". Esto, dice mucho (y se está viendo) de como se está desarrollando el proyecto de Sumar, quienes lo han manejado y quienes les subvencionan con "¿entrevistas? en esos mismos medios empleados por el régimen del 78, sus oligarcas con sus pilares mediáticos.
Podemos ver los "escráches" ha Iñigo Errejón, Yolanda Díaz, durante un año que les han realizado a ambos. Podemos, habrá hecho mal muchas cosas, pero estos "trepas", con toda la maquinaria del fango a su favor. . . ¡Nada de nada en beneficio social! Todo titulares por esos mismos medios que han intentado. . .¡Al unísono liquidar a Podemos!
Pablo, se retiró a un lado por ver que era él el que NO sumaba. Otros, ahí están escondidos detrás de las máquinas del fango, esperando su momento de ego personal, pero criticando, o cuando NO pactando los presupuestos con Almeida, la "Operación Chamartín" (Madrid Nuevo Norte) y si llegase la ocasión. . . ¡Resucitar a C´S!
Sabiendo (además) quién es el enemigo.

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fllorentearrebola
6/7/2024 7:50

3 libros de los tres grandes destructores de la energía de cambio e impugnación del régimen nacida del 15m, los tres se aliaron en Vista triste 1 para dar un auténtico golpe de mano, imponiendo un modelo de partido "centralista", jacobino, leninista pero sin marxismo, pequeño-burgueses como eran tenían mucho miedo a las "masas" y a la horizontalidad, se las apañaron para derrotar el proyecto de un partido-movimiento, con poder de las bases, con dirección colegiada y supeditada a las deliberaciones democráticas. Impusieron a Izquierda Anticapitalista la disolución al tiempo que creaban una corriente informal y sectaria llamada Claro Que Podemos, el martillo de herejes Sergio Pascual (un estalinista que tras su paso por CEPS y Venezuela se trajo todo lo peor que había en el socialismo marrón y autoritario) hizo una primera purga en todos los territorios de la mano de los palmeros del núcleo irradiador-irritador de políticas, luego vino la pelea de los dos machos alfa, su absoluta incapacidad de manejar un conflicto personal en aras del interés colectivo en paralelo a su indisimulada y patológica ambición de poder (que requeriría terapia psicológica), y las maniobras de guerra intestina, la escisión, el vaciamiento de los círculos, el fin de toda democracia interna... Y así en un cortísimo período de tiempo Pudimos recorrió toda la historia de corrupción y perversión de la izquierda autoritaria y acabó siendo la pata que sustentó al gobierno belicista, neoliberal, antimigrante y traidor de Sánchez a cambio de cuatro monedas. Para este viaje no hacían falta alforjas, y mucho menos que los grandes destructores escribieran sus auto justificaciones, por suerte ni siquiera sus palmeros y hooligans (algunos de los cuales empezará a insultarme más abajo, cosa que me enorgullece) los leerán. Definitivamente Pudimos es ya historia, amarga historia de cómo el régimen del 78 supo instrumentalizar lo que le impugnaba gracias a la.colaboración de unos cuantos profes de Políticas con ínfulas, pero historia terminada.

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Federico Suárez
6/7/2024 17:21

Se pinsa mal cuando el resentimiento corroe tanto las entrañas.

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fllorentearrebola
6/7/2024 18:04

Contra los estalinistas resentimiento infinito es virtud

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HERRIBERO
7/7/2024 11:04

Y contra los fascistas estos que se hacen pasar por demócratas? Es muy facil decir estalinistas, como forma usada por los verdugos sociales fascistas; que nos llevan "dictando" tantos años como debe de ser nuestras vidas. . . ¡Después de eliminar la República con la ayuda nazi-fascista! Vaya, con el ¡Estanilismo fascista!

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