Siria
Drusos: tierra, honor y armas

La drusa es una confesión que se escindió del islam chií hace unos diez siglos y que representa cerca del 5% de la población siria —unas 700.000 personas—. A pesar de su reducido número, los drusos desempeñaron un papel central en la lucha anticolonial, y parece que podrían volver a hacerlo en la Siria post-Assad. Desde hace meses, gozan de una autonomía de facto a la que el Gobierno de Damasco quiere poner fin, raíz del conflicto actual.
516 muertos en los últimos días
El estallido de violencia sectaria de mediados de julio, uno de los más graves del último año, ha dejado al menos 516 muertos y ha sacudido profundamente a la comunidad drusa. “Han sido unos días de auténtico terror”, comenta una prestigiosa intelectual afincada en Sueida, escenario único de los combates. Prefiere guardar su anonimato por razones de seguridad.
La chispa que desencadenó el conflicto fue la humillación y robo de un campesino druso en la carretera de Damasco por parte de miembros de una tribu beduina. Como respuesta, las milicias drusas, que controlan la seguridad en Sueida, arrestaron a varios miembros de la tribu beduina, lo que desembocó en un enfrentamiento armado entre ambos grupos. Entonces, el Gobierno de Damasco envió centenares de soldados y milicianos con la excusa de imponer la calma, pero con el objetivo de arrebatar el control de Sueida a las milicias drusas. La decisión provocó una escalada y la intervención de Israel, autoproclamado defensor de los drusos sirios.

El actual conflicto debe entenderse como la continuación de otro episodio de violencia sectaria acaecido en mayo. Eontoces, un audio atribuido a un clérigo druso, una confesión surgida del islam chií, en el que insultaba al profeta Mahoma, incendió las redes sociales en Siria. “Aquellos días, el audio estaba en todas partes. No se hablaba de otra cosa en la calle, en Facebook, en televisión ... Los mensajes daban miedo”, cuenta Wael, un comerciante druso de Jaramana. Los días siguientes, se produjeron violentos choques entre las milicias drusas y las fuerzas de seguridad sirias. En los choques, murieron al menos 137 personas, entre ellos varios civiles drusos ejecutados a sangre fría, una exacción que también parece que también cometieron ambos bandos en la última ola de violencia.
Ambos episodios concluyeron con un acuerdo entre el Gobierno de Damasco y los líderes religiosos y militares drusos con un contenido bastante similar, lo que da cuenta de la futilidad del último estallido de violencia. Ambos documentos establecen la integración política de Sueida en el Estado sirio y la retirada de las unidades militares leales a Damasco presentes en Sueida, también se contempla la otorgación a los grupos paramilitares drusos del control de la seguridad de la provincia. Si bien es cierto que el segundo acuerdo, el más reciente, recoge la presencia de unidades de la policía nacional en el territorio, no está claro cuál será su papel.
La tierra, una cuestión de honor
El nudo gordiano del conflicto radica en el grado de autogobierno de la provincia de Sueida, sobre todo en el ámbito securitario, y la desconfianza por parte de esta comunidad hacia el Gobierno de Damasco a causa de su ideología islamista ultraconservadora. De hecho, muchos drusos, al igual que sucede con los cristianos o alauíes aún se refieren al presidente Ahmed Sharaa como “al-Golani”, su nombre de guerra cuando lideraba una milicia afiliada a Al Qaeda hasta 2017. “El Gobierno de Damasco se equivoca al intentar desarmar a los drusos”, explica la citada intelectual. “Desde hace siglos, para los drusos, la tierra es una cuestión de honor. Y esta se defiende con las armas. Es una mentalidad muy arraigada. Pero los drusos tienen las armas para defenderse, no para atacar a ningún otro grupo”, sostiene esta veterana observadora de la realidad siria, que apuesta por la creación de un Estado laico en toda la región del Levante.
El nudo del conflicto radica en el grado de autogobierno de la provincia de Sueida y la desconfianza por parte de esta comunidad hacia el Gobierno de Damasco a causa de su ideología islamista ultraconservadora
Además de Siria, los drusos viven esparcidos en Jordania, el Líbano e Israel; e históricamente siempre han exhibido un notable carácter guerrero y una fuerte solidaridad de grupo que no entiende de fronteras. Precisamente, Tel Aviv ha aprovechado este hecho para interferir en Siria, sobre todo después de la caída de Al Asad. El pasado diciembre, el Ejército hebreo amplió su ocupación de los Altos del Golán sirios, una zona habitada en parte por los drusos. Y en el último estallido de violencia, ha bombardeado posiciones de las tropas leales a Damasco, e incluso la sede del Ministerio de Defensa, una presión que fue clave para que Sharaa firmara la tregua. Además, el Gobierno israelí ha declarado de forma unilateral el sur de Siria “zona desmilitarizada”, y ha advertido de nuevos ataques si Damasco no retira todas sus “fuerzas y armas”.
Autonomía para la región (pero no independencia)
La relación y coordinación con Israel es un tema tabú, y oficialmente todos los líderes drusos expresan su lealtad al Estado sirio. Sin embargo, es un secreto a voces, que algunos clanes y clérigos reciben ayuda israelí. “Israel ha financiado algunos movimientos, sobre todo, la gente del jeque Al Hejri”, comenta una joven activista drusa residente en Damasco. Hekmat al Hejri es uno de los tres clérigos supremos drusos en Siria que ha adoptado un papel político central durante los últimos años. Odiado por los defensores del Gobierno, suscita pasiones encontradas entre los drusos, que se hallan divididos en diversos clanes y milicias. Ahora bien, su gran influencia quedó de manifiesto en la última crisis, cuando fue capaz de hacer fracasar los dos primeros intentos de tregua con su simple oposición, y la de su milicia afín, el Consejo Militar de Sueida.

La mayoría de los drusos son favorables a algún tipo de descentralización en un país muy centralizado y con un mal recuerdo de su última experiencia de autonomía regional, promovida por la Francia colonial para dividir el movimiento independentista. De hecho, durante la última década de revolución y guerra, Sueida gozó de una autonomía de facto, sobre todo en el ámbito de la seguridad. Se permitía la existencia de milicias drusas, y los jóvenes de esta comunidad estaban exentos de hacer el temido servicio militar.
“Queremos autonomía para las regiones, los drusos no deseamos la independencia. Ahora bien, si quieren imponernos un modelo salafista, entonces sí podría haber una división del país y pasarían cosas malas”
En una entrevista realizada en enero en su despacho, el jeque Al Hejri explicaba su postura al respecto. “Queremos autonomía para las regiones, los drusos no deseamos la independencia. Ahora bien, si quieren imponernos un modelo salafista, entonces sí podría haber una división del país y pasarían cosas malas”, advirtió el religioso con una pose seria, un punto teatral. En la conversación, defendió la creación de un Estado laico, y criticó la voluntad del presidente Sharaa de monopolizar el poder en sus manos. Uno de sus partidarios, presente en la residencia, lanzó un comentario desafiante que ahora adopta un carácter profético: “Si intentan imponernos el salafismo, ¡estamos preparados para la guerra!”
Como sucede a menudo en los conflictos que acaban con una tregua pactada, no es fácil identificar quiénes son los ganadores y los perdedores. Pero Cedric Labrousse, un analista francés especializado en Siria, lo tiene claro. “Las facciones drusas han retomado el control de toda la región. Incluso la policía se ha retirado de Sueida ... La operación militar de Sharaa ha sido un fiasco”, ha escrito en su cuenta de X. Ahora bien, Labrousse apunta que la victoria drusa puede acabar siendo contraproducente a largo plazo: al haberse producido gracias al apoyo de Israel, va a aislar a la comunidad de la mayoría suní, y como muestra de ello, las llamadas de boicot a Sueida que han lanzado activistas pro-gubernamentales.
El Salto ofrece una serie de cuatro artículos que analizan la actualidad de Siria a partir de las minorías que habitan el país.
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