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Sistémico Madrid
Isabel Castelo, perros peligrosos
Una nonagenaria gallega, marquesa y viuda, un palacio de altos muros, un vigilante de seguridad, un mayordomo guineano y lo que queda de Cristóbal Colón… Esta es la historia de los dueños de Seguros Ocaso.
Dejó escrito Edgar Allan Poe que todas las obras de arte deben empezar por el final, pero ¿importa algo el final de una historia sin gato, sin cuervo, sin mucho arte y en blanco y negro? Pues importa. Llevaba doce minutos frente al palacio esperando el soplo feliz de una musa, mohína, apoyada contra la ventana del aula de música del Colegio Italiano en pleno ensayo, repitiendo con mi cámara el mismo encuadre, el único posible. Y ya casi me iba cuando, avisado por la tecnología, el interior del muro extrajo a un uniformado de marrón de mirada sañuda para asegurarse de que me estaba marchando ya. Prosegur 1 - Felicia 0. Fin del partido.
Ya lo indica junto a la puerta: “perros peligrosos”. La dueña de Seguros Ocaso se toma todas las molestias para no ser molestada. Es un derecho adquirido. Por ese número de Modesto Lafuente no pasa ni Google Street View, no se detiene nadie, no aparca nadie. Nadie vierte luces a un caserón que lleva ahí desde 1930, en una parcela de 880 metros de planta y con 1.144 construidos. Una casa como las que levantaron los prósperos empresarios gallegos —también los Castelo— en los pueblos que rodean La Coruña, donde dragan sus raíces.
Los años 50 tienen que estudiarse mejor, no vaya a ser que se quemen los archivos y solo queden los del ABC. Isabel Castelo d’Ortega y Cortés (junio, 1929) es lo que en la Orden de la Vieira se define como una madrigallega. Su abuelo Ramón d’Ortega había fundado Seguros El Ocaso en 1920 en Vigo, y su padre, Santiago Castelo, le dio nuevos bríos entre los años 30 y 70, entre Coruña y Madrid, al tiempo que otro paisano [ferrolano] hacía y deshacía en otro palacio de la capital.
Isabel Castelo d’Ortega y Cortés se crió como el régimen quería que fueran sus damas; heredó Seguros Ocaso de su padre y ella se lo legará a su única hija
Ella, su única hija, se crió como el régimen quería que fueran sus damas. Estudió canto y llegó a actuar como soprano. En los 50 se casó con un pluscuamcondecorado capitán de fragata, Ángel de Mandalúniz, para quien el franquismo rehabilitó en 1960 un título del siglo XVII, el Marqués de Taurisano. Dinero nuevo, aristocracia nueva. En febrero de 1954, “la joven y bella señora de la casa, acompañada de su madre, ambas ataviadas con gran distinción, hicieron los honores a sus numerosos amigos con la gentileza y cariño que las caracteriza”, glosó el ABC sobre el bautizo de su hija, Isabel Elena, hoy copropietaria y única heredera de la aseguradora. Y adiós al canto. De prometedora soprano, Isabel Castelo pasó en 1956 a sus labores, y a estampar su nombre en el premio de canto más importante del país, una suerte de Factor X de la época, dotado con 20.000 pesetas.
Ya lo dice Rosalía, “el dinero nunca pierde el tiempo”. Esos años, los Castelo medraron. Se dedicaron a comprar inmuebles de postín en Madrid, Sevilla o Barcelona por medio de diversas sociedades que aún conservan (Castman Patrimonios SL y Cartera Hipotecaria SL), fueron accionistas del Banco General de Industria y Comercio y tomaron parte en la fundación y en el capital de Destilerías y Crianza del Whisky SA (DYC) —en el que se mantuvieron hasta mediados los años 80—. En 1976, la Armada dio permiso al alférez de navío Cristóbal Colón de Carvajal Gorosábel para casarse con su hija. De esta guisa, la familia gallega se incorporaba al frondoso árbol genealógico del descubridor de las Américas.
Sistémico Madrid
El gran llavero de Modesto Álvarez Otero
Toros de lidia, fincas, vinos, mansiones, semillas modificadas y decenas de edificios engalanan la fortuna del otro propietario de peso de la firma de seguros Santalucía.
En febrero de 1986, la prensa se agolpó delante de la casa de la familia. ETA había matado en el barrio de El Viso a su consuegro, el vicealmirante Cristóbal Colón de Carvajal Maroto, y a su chófer. En la puerta “el mayordomo guineano que lleva más de treinta años de servicio en la casa de los marqueses” se muestra consternado, atestó el ABC: “Aún no me lo puedo creer, ayer hablando tranquilamente y ahora está muerto”. Y así fue como el palacio de Chamberí de los Castelo recibió la herencia nobiliaria del marino más famoso de la historia: Duque de Veragua, Duque de la Vega, Almirante y Adelantado Mayor de las Indias, Marqués de la Jamaica. Si hay que perder el apellido, que sea por el de Colón.
La marquesa Isabel Castelo, su hija duquesa Isabel Mandalúniz y sus dos nietos, Cristóbal y Ángel Colón de Carvajal, acumulan un patrimonio de 1.160 millones y no tienen empresas conocidas fuera de España. Con Ocaso y sus 4,5 millones de pólizas de entierros, velatorios, coronas de flores e incineraciones, es más que suficiente. Para ellos, sombras son la gente. Ya me iba, señor uniformado. Ya me iba.