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Sistémico Madrid
Jeff Bossy, Blackstone y las venas abiertas del capital
De Blackstone se escribe casi a cada paso. “Blackstone es el mayor propietario del país”, “Blackstone ha invertido 20.000 millones de euros en España”, repiten como un mantra periodistas que viajan cada año a Davos. Otros aseguran que son 30.000 millones. A saber, porque ninguna cifra es real. De Blackstone, el dueño de los inmuebles incómodos comprados al Banco Santander, Catalunya Banc y Banco Sabadell, se escribe casi a cada paso, pero no en los términos que siguen.
Blackstone, el mayor desahuciador del país, se apoya en una red de cientos de empresas interpuestas en Luxemburgo que transfieren fondos a otra estructura societaria en las Islas Caimán, que a su vez los deriva a Delaware (EE UU). Aquí se sirve del soporte que le da Intertrust Group, el principal tejedor de mallas corporativas evasoras del mundo y, por supuesto, de Hamilton, capital de Gran Cayman, la isla perdida entre Cuba y Jamaica donde amarran los corsarios de nuestros días.
Bossy y su gente son el gran desahuciador de España. Administra las socimis Fidere, Albirana, Euripo y Testa, Anticipa Real Estate y Aliseda Inmobiliaria
Blackstone es omnipresente y deliberadamente inhumano. Su red de oficinas, una conejera. Pero su malla de empresas en Europa tiene un eje común, Revantage Europe, y un ser supuestamente humano que estampa su firma en todas ellas: Jean-François Pascal Bossy, ‘Jeff’ (1975, Rocourt, Bélgica), un ejecutivo que dice tener su domicilio profesional en el número 2-4 de la calle Eugène Ruppert de Luxemburgo, la gran madriguera de Blackstone en Europa. Bossy y su cuadro ejecutivo, Diana Hoffmann, Dorota Roch y Jean Chistophe Dubois, figuran en más de un millar de empresas que distribuyen metódicamente sus inversiones, las radicadas en España incluidas.
Bossy y su gente son el gran desahuciador de España. Administra las socimi Fidere, Albirana, Euripo, Testa, Anticipa Real Estate y Aliseda Inmobiliaria. He acudido a su campamento base en Madrid. Blackstone está en Castellana, 280. Como a cualquier buen amante de los Audis blancos, el astracán y olor a nafta por las mañanas, me ha resultado duro pedalear fuera de mi hábitat de los últimos meses, el barrio de Salamanca.
La Castellana es la calle donde mostraría a un extraterrestre cómo es el Madrid de los contratistas, de los dueños de las cosas y del colonialismo financiero. La sede del fondo es, cómo no, un edificio negro y en su reflejo las cuatro megatorres famosas parece que se amorran. La segunda planta aloja decenas de sociedades vinculadas a Quasar y Aliseda, su gran inmobiliaria en Madrid y su servicer. Enfrente, a pocos metros, en el número 257, un edificio también negro alberga la sede de Testa y de Fidere, dos de sus inmobiliarias cotizadas.
Los jefes de Bossy trabajan en las alturas de Torre Willis de Chicago, la histórica Torre Sears, hoy de Blackstone. Sobre el terreno, lo hacen sus colaboradores necesarios. Blackstone entró en España de la mano de Intertust. De hecho, aún tiene en la sede madrileña de esta compañía (C/ Serrano, 41) varias de sus sociedades.
En Barcelona, donde gestiona buena parte de sus activos, se estableció gracias a TMF Group y Vistra Spain. Cada uno a su nivel, Vistra, TMF e Intertrust son algo así como las tuneladoras del gran capital. Abogados y gestores especializados en la “implementación de estructuras internacionales, el desarrollo de inversiones y el cumplimiento de obligaciones locales de las sociedades de inversión”, como asegura la web de una de ellas.
Gracias a ellas, nadie espera a Bossy, Hoffman, Roch y Dubois en las más de 200 empresas españolas de Blackstone en España. Solo en la sede de TFM Group, coordinada por Belén Garrigues (Travessera de Gracia, 11 Barcelona), hay radicadas en torno a 40 empresas administradas por Bossy y su gente. La malla resultante desemboca en cerca de 30 empresas luxemburguesas que suman un patrimonio de 9.000 millones de euros. Estas, a su vez, se integran en una cadena de empresas denominadas BRE/Europe (Blackstone Real Estate), que Intertrust y otros contratistas financieros del Gran Ducado conducen hasta Delaware pasando por el Caribe.
Blackstone opera así en todos los países. Dice la modernidad que los nuevos edificios son blancos porque los materiales que servían como encimeras ahora se usan en las fachadas. Aquí, en la Castellana, non olet, y el negro es el nuevo blanco. Continuará.