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Tren de alta velocidad
El movimiento No TAV atraviesa la frontera italofrancesa
Un centenar de tiendas de campaña en un campo de trigo, una gran carpa, baños autoconstruidos y cocinas montadas sobre un prado. Desde este pequeño campamento, a media mañana del pasado sábado y bajo un potente sol alpino, una enorme masa heterogénea inicia su marcha. Muchas van equipadas con cascos de distinto tipo, mascarillas antigás y gafas de buceo (en los últimos años los gases lacrimógenos se han convertido en un elemento cotidiano de las manifestaciones en Francia). No obstante, la imagen resultante no es la de un black bloc al uso: predomina el color azul, dresscode indicado por los organizadores, y abundan los elementos festivos y artísticos. Muchos manifestantes llevan máscaras de animales, una enorme avutarda de madera ondea por encima de sus cabezas, mientras un grupo de clowns improvisan a ambos lados de la carretera, y una fanfarria y un grupo de trap montado sobre un camión marcan el ritmo de la marcha hacia la autopista que atraviesa el Valle de Maurienne, no lejos de las ciudades de Lyon y Grenoble.
“Para que este proyecto no vea jamás la luz al final del túnel” era el eslogan con el que Soulèvements de la Terre, el movimiento No TAV del Valle de Susa (Italia) y otros grupos presentaban la movilización contra el faraónico proyecto italofrancés que desde hace treinta años pretende crear una conexión ferroviaria de alta velocidad (TAV) entre las ciudades de Turín y Lyon.
La idea inicial de Soulèvements de la Terre era organizar un fin de semana de movilización en la localidad de Modanne, cerca del lugar donde se ha empezado a construir el denominado “túnel de base”, tramo transfronterizo del proyecto. Tras meses de preparación, la organización tuvo que cambiar sus planes en el último momento. Los habitantes del Valle que inicialmente habían ofrecido sus terrenos se vieron obligados a retirar su disponibilidad tras recibir amenazas por parte de la policía. Otro detalle solo aparentemente banal: de un modo similar, las autoridades policiales francesas hicieron casi imposible a la organización encontrar generadores eléctricos disponibles en toda la región.
Estas dinámicas de obstaculización de una manifestación específica son solo la punta del iceberg de una estrategia mucho más amplia del Gobierno de Macron contra el movimiento de Soulèvements de la Terre, que en los últimos meses ha conseguido movilizar a millones de personas en torno a los temas del ecologismo anticapitalista. Su eficacia ha sido tal que, desde hace meses, el Gobierno galo amenazaba con “disolver” el movimiento, una medida puramente política, ya que se trata de una coordinadora no registrada legalmente en la que participan cientos de grupos y comités de multitud de territorios. Medida que en los últimos meses ha llevado al bloqueo de las webs y canales de otras “marcas” políticas, como Nantes Revoltée.
Más de 250 personas provenientes de Italia se les denegó la entrada a Francia por considerarse que eran “susceptibles de dirigirse a territorio nacional para participar en la manifestación […] y, por tanto, de apoyar a un grupo que tiene como vocación fomentar acciones violentas”
En línea con esa campaña de represión, en los días anteriores a la movilización en el Valle de Maurienne, a más de 250 personas provenientes de Italia se les denegó la entrada a Francia por considerarse que eran “susceptibles de dirigirse a territorio nacional para participar en la manifestación […] y, por tanto, de apoyar a un grupo que tiene como vocación fomentar acciones violentas”. La misma metodología fue usada para retener a cinco autocares que, desde el cercano Valle de Susa, se dirigían a la manifestación. Además, a inicios de semana se produjeron al menos 18 detenciones relacionadas con la manifestación de Soulèvements en Sainte-Soline y con la acción llevada a cabo en la fábrica de cemento de Lafarge.
A pesar de todo, más de 5.000 personas acudieron a la cita en el Valle de Maurienne. Tras más de seis horas de tira y afloja con los antidisturbios franceses, los manifestantes consiguieron bloquear la autopista, gracias a la acción de un grupo de manifestante que tomaron la decisión de cruzar a nado el cercano río. A pesar de que no hubo ningún detenido y escasas cargas policiales, el sábado por la noche los organizadores informaron de que unas cincuenta personas habían sufrido lesiones, especialmente como resultado del uso de “granadas aturdidoras” o flashballs, explosivos de baja potencia que desde principios de los 2000 han provocado cientos de heridos graves en Francia y al menos una muerte confirmada.
En total, el pasado sábado las autoridades francesas movilizaron alrededor de 2.000 gendarmes en el Valle de Maurienne. En un comunicado posterior a la manifestación, los organizadores consideraban que “la voluntad de la Prefectura y el ministerio de Interior de impedir esta movilización […] confirma el impacto político y mediático de esta jornada”.
El TAV Turín-Lyon, un proyecto “indefendible”
Tras la brutal deslocalización de gran parte de la vieja industria italiana, las “grandi opere” (grandes obras) han ocupado gran parte de ese vacío en el país transalpino. De la megapresa del Vajont, la más grande del mundo en su momento y escenario de una masacre evitable, hasta el TAV entre Turín y Lyon la lista es larga.
El proyecto se divide en tres tramos. Un tramo transfrontaliero, que pretende atravesar las montañas con una galería (el conocido como “túnel de base”) de 50 kilómetros de longitud, que conectaría las poblaciones de Susa/Bussoleno y Saint Jean de Maurienne. Una conexión “redundante”, considerando que desde 1871 el túnel del Fréjus atraviesa la homónima montaña, uniendo ambos valles, en las localidades de Bardonecchia (Italia) y Modanne (Francia). Así, la única novedad del nuevo túnel sería que permitiría el paso de trenes de alta velocidad, un elemento “necesario” según los defensores del proyecto, que desde sus albores a principios de los 90 aducen una supuesta saturación de la línea tradicional a nivel de transporte de mercancías. Además del “túnel de base”, el proyecto prevé dos tramos nacionales, un total de 175 kilómetros que habrían de conectar la galería bajo la montaña con Turín, por un lado, y con Lyon, por el otro.
A pesar de que han pasado casi 30 años desde que el proyecto iniciara a caminar, las obras realizadas son poco más que embrionarias
A pesar de que han pasado casi 30 años desde que el proyecto iniciara a caminar, las obras realizadas son poco más que embrionarias. Estas han implicado únicamente al túnel de base, del cual el Estado francés ha construido poco más de 10 kilómetros de túneles geognósticos, mientras que en el lado italiano las obras apenas han avanzado. Respecto a los tramos “nacionales”, no existe ni siquiera un proyecto formal, solamente una serie de indicaciones sobre “obras necesarias a realizar”.
A pesar de estos resultados, el entusiasmo por el proyecto de instituciones y empresas italianas nunca ha dejado de crecer. Un contraste con el país galo, donde a pesar de haberse avanzado en las obras del túnel de base, los representantes políticos han mostrado en general un escaso interés por el proyecto. En este contexto, no se entiende el estupor que provocaron en la prensa italiana las indicaciones publicadas hace pocas semanas por el COI, un organismo del gobierno francés encargado de proponer las prioridades y los tiempos de las inversiones estatales en infraestructuras. Su informe arrojaba una clara conclusión que choca frontalmente con los argumentos de los proTAV: las previsiones de transporte de mercancías entre Italia y Francia indican que las líneas ferroviarias existentes entre ambos países serán suficientes hasta, por lo menos, 2043. Previsiones que están en línea con lo que ha ocurrido desde que los entusiastas promotores del TAV empezaran a “vender” el proyecto, ya que la línea “tradicional” se ha mantenido siempre muy por debajo de su saturación.
El 80% de los viajes que se realizan en el país transalpino se produce dentro de las fronteras provinciales, con una distancia media de 24 kilómetros por viaje
También respecto al transporte de personas, la realidad contrasta claramente con la defensa cerrada que el Estado italiano hace del TAV Turín-Lyon, ya que el 80% de los viajes que se realizan en el país transalpino se produce dentro de las fronteras provinciales, con una distancia media de 24 kilómetros por viaje. Este tipo de desplazamiento, es decir, el que realizan millones de italianos e italianas todos los días para ir trabajar y/o estudiar ha interesado mucho menos a los gobiernos italianos en las últimas décadas, que han dejado que el servicio se degradara mientras aumentaban las inversiones en alta velocidad.
También la crisis ha hecho mella en el proyecto del TAV Turín-Lyon. En un informe del 2016, el consorcio público-privado encargado del proyecto (TELT) se vio obligado a reducir significativamente su presupuesto, de unos 9.000 millones de euros inicialmente previstos a menos de 4.500. Esta financiación debería ser compartida por Italia, Francia y la Unión Europea, la cual ha decretado confidencial el acuerdo económico “por razones de seguridad y orden público”.
No obstante, si las obras del TAV están tan poco avanzadas, a pesar de los años que han pasado desde su proyección y de los recursos invertidos, no se debe únicamente a la desidia francesa y a los trapicheos económicos a gran escala en el lado italiano. La oposición popular del movimiento No TAV en el lado italiano ha sido un elemento que, indiscutiblemente, ha conseguido retrasar la ejecución del proyecto a lo largo de más de 25 años de vida.
La oposición popular del movimiento No TAV en el lado italiano ha sido un elemento que, indiscutiblemente, ha conseguido retrasar la ejecución del proyecto a lo largo de más de 25 años de vida
Defender la casa contra el colonialismo interno
La oposición a la construcción del TAV Turín-Lyon nace, más allá de la crítica al despilfarro inútil, de la defensa del propio territorio. Aunque según los defensores de la “grande opera” la alta velocidad transfrontaliera permitiría disminuir las emisiones de CO2, los datos desmontan este argumento supuestamente “verde”, por dos motivos principales. Uno, porque el argumento no tiene en cuenta las emisiones producidas por la construcción de la línea, que no son precisamente pequeñas: la previsión del TELT es que solo la construcción del túnel de base produzca alrededor de 8 millones de toneladas de CO2 (dos millones más que las emisiones totales de la ciudad de Turín en un año). Segundo, por la ya citada falacia del “aumento del transporte transfrontaliero”, que no solo no ha llegado a producirse y no está previsto que se produzca en los próximos veinte años, sino que va en contra del PNIEC (Plan Nacional Integrado para la Energía y el Clima), aprobado a principios de 2020 por el gobierno italiano y que, en línea con varios acuerdos europeos, obliga a la “contención” del transporte en las próximas décadas, tanto de pasajeros como de mercancías.
Las emisiones masivas de gases de efecto invernadero son solo la principal agresión que ya están sufriendo los valles de Susa y Maurienne. El secado de las faldas acuíferas presentes en la montaña (consecuencia de la construcción del “túnel de base”), la contaminación del terreno derivada de las obras, la reducción de las áreas cultivables o la liberación de amianto presente en las rocas excavadas son problemas que la población local sufre desde que iniciara la ejecución del proyecto. A lo largo de más de 25 años, los y las No TAV del Valle de Susa han denunciado el “colonialismo interno” que sufren, considerando que se explota el territorio en el que viven en nombre de un desarrollo económico que no busca el bienestar colectivo, sino perseguir los intereses de las empresas implicadas y unos pocos electores.
No resulta fácil describir al movimiento No TAV. Desde la formación de los primeros comités locales, se han desarrollado en su interior diferentes grupos de acción y pensamiento, que conforman en conjunto una diversidad y una riqueza poco frecuentes en estas décadas de desmovilización política dominante. Si algo se puede decir, es que el No TAV va mucho más allá del objetivo nimby de evitar la construcción de una línea ferroviaria en el Valle de Susa. A lo largo de todos estos años se ha ido construyendo una enorme comunidad, fuertemente arraigada en el territorio, que ha conseguido atraer a activistas y militantes cercanos y lejanos -como ocurrió el pasado sábado-, haciendo sentir como propia “su” lucha.
La potencia del movimiento No TAV se debe también a la diversidad de las “herramientas” que utiliza. Desde el esfuerzo por ganar el relato, a través de un intenso trabajo de documentación y divulgación, hasta la cotidianidad de los sabotajes físicos a las obras, pasando por cientos de manifestaciones, marchas, fiestas, compras colectivas de terrenos e incluso la formación de exitosas listas municipalistas en diferentes pueblos del Valle. Modalidades que no siempre comparten todas las áreas que conforman el movimiento y que han generado sin duda fricciones en su interior, pero que nunca han alcanzado un punto de ruptura.
Ante esta resistencia popular, el aparato político-mediático-judicial italiano ha llevado a cabo ataques incesantes para frenar el desarrollo del movimiento. Uno de los principales protagonistas de esta represión ha sido la Fiscalía de Turín, que desde hace años se ha convertido en un auténtico actor político con la evidente voluntad de destruir al movimiento cueste lo que cueste, habiendo llegado a acusarlo de conformar una “asociación para delinquir”, dentro de una amplia campaña de represión de los movimientos sociales.
Cómo nace un movimiento social de resistencia
El contraste entre la movilización social en el lado italiano y el lado francés, a pesar de ser en el segundo donde las obras del TAV están más avanzadas, propone reflexiones sobre por qué en ciertos lugares nacen movimientos de resistencia desde abajo y en otros no, aun siendo globales los poderes económicos y políticos que pretenden colonizar los territorios y degradar los modos de vida de quienes los habitan.
La diferente historia de las poblaciones a ambos lados del valle, el contraste entre las actitudes de las instituciones galas e italianas o la determinación de determinados grupos activistas son elementos que pueden explicar por qué el movimiento No TAV se ha desarrollado, hasta el momento, exclusivamente en el lado italiano.
La intención de Soulèvements de la Terre —que nació con la voluntad de “construir acciones sobre el terreno en apoyo a las luchas locales”— con su movilización en el Valle de Maurienne del pasado sábado pretendía precisamente eso: convertirse en elemento desencadenante de un movimiento más arraigado en el lado francés. Un apoyo cuanto menos necesario, considerando la magnitud del proyecto, el reducido espacio mediático que ocupa en el país galo y la escasa fuerza de los comités locales. La movilización del pasado sábado fue la primera gran manifestación de oposición que se produce en el Valle de Maurienne, pero tanto el movimiento No TAV italiano como la parte ya movilizada de la población local afirmaron con decisión que no será la última, conscientes de la importancia que las luchas compartidas entre los ámbitos anticapitalistas y ecologistas tendrán en los próximos tiempos.