Túnez y la cultura amazigh: la resistencia de un pueblo que se niega a desaparecer

En Túnez, hay un pasado que pelea por salir a la luz, a pesar del abandono institucionan en el que vive sometido.
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Imagen en el Djerbahood de una mujer amazigh. Foto: Selim Balouati.
Túnez.
23 jul 2025 06:00

“En Túnez nadie sabe si el pueblo amazigh existe”, asegura Manel Mahdouan, una tatuadora tunecina al salir de su estudio, en Marsa, un pueblo costero cerca de Túnez capital. Sonríe con cierta sorna mientras muestra un álbum con los diseños de tatuajes amazigh con los que tatúa a la gente.

En Túnez, la cultura amazigh se encuentra en el olvido, a pesar de haber roto con el tabú que generaba en el pasado hablar de ello, tras la llamada primavera árabe de 2011. La cultura originaria del norte de África, la amazigh, ha sido históricamente silenciada e invisibilizada, debido en parte, a la reconstrucción nacional de los países del norte de África tras las descolonizaciones del siglo XX.

En los nuevos Estados no había espacio para lo amazigh, que quedó oculto tras un panarabismo que pretendía unir el norte de África con los Estados de Oriente Próximo a través de una lengua: el árabe; y una religión: el islam. Desde entonces, la lucha por mantener viva la cultura amazigh y su identidad se ha convertido en una resistencia diaria.

Una cultura muda

En la capital del país, las señales del pueblo amazigh son prácticamente inexistentes. En la medina puede encontrarse algún artesano que utiliza el símbolo amazigh en sus piezas, pero no es lo habitual; quizás en algún café sus dueños se atrevan a usar el alfabeto amazigh en la fachada, pero no suele ser costumbre.

La falta de visibilidad de la cultura amazigh en la capital es un reflejo de la política de arabización que, desde la independencia de Túnez en 1956, marginalizó a la comunidad amazigh y sus símbolos. Durante décadas el estado reprimió cualquier tipo de manifestación cultural amazigh. Sin embargo, la revolución de 2011, que derrocó al anterior régimen, supuso una apertura a la reivindicación de los derechos de este pueblo. Aun así sigue siendo limitado el reconocimiento de esta cultura, que no ha logrado ver una inclusión real en el sistema estatal tunecino.

Existen asociaciones que defienden el derecho amazigh como la asociación Tamaguit. Su presidente, Mohsen Esseket, recalca algo importante: si bien el Gobierno tunecino no está en contra de estas comunidades, tampoco hace nada por su preservación. Para encontrar a las voces de los amazigh hay que salir de las grandes ciudades y aventurarse entre pueblos, montañas, desiertos y cuevas de piedras; aún así, el Gobierno no ha rescatado la cultura amazigh de la marginalización político institucional en la que se encuentra desde hace años. 

Desarraigo y abandono

En el norte del país existe lo que se conoce como el triángulo bereber, y que está formado por tres pueblos: Takrouna, Zriba y Jradou. Estos tres enclaves, ubicados en lo alto de una colina, conservan una arquitectura típica amazigh y han sido testigos de los cambios provocados por el contexto socio-político tunecino.

Cuando la arabización estatal se puso en marcha, comenzó el desarraigo de las poblaciones amazigh del país. La estrategia consistió en la creación de nuevos núcleos urbanos lejos de la montaña para que la población amazigh se viera obligada abandonar su lugar de origen

En Zriba El Alia, un pueblo abandonado al sur de Túnez capital, se puede apreciar la arquitectura amazigh tunecina. El pueblo está encaramado en la montaña. Hach Aomar, un antiguo habitante del lugar, regenta el único restaurante del mismo; y sirve a turistas, cuando los hay. “Nos obligaron a abandonar el pueblo para ir a otro, tras la descolonización” explica. Además del restaurante, Hach Aomar tiene un proyecto de recuperación de juegos tradicionales en el pueblo.

Cuando la arabización estatal se puso en marcha, comenzó el desarraigo de las poblaciones amazigh del país. La estrategia consistió en la creación de nuevos núcleos urbanos lejos de la montaña para que la población amazigh se viera obligada abandonar su lugar de origen, si quería salir de la marginalidad social y obtener las comodidades de la ciudad, en aspectos tan básicos como el acceso a la educación. Esta política estatal se repitió y se aplicó en todos los núcleos rurales amazigh de Túnez.

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Pueblo amazigh abandonado de Zriba. SELIM BALOUATI.

En Takrouna, un pueblo amazigh en lo alto de una montaña, vive Nizar, un guía sin turistas. Desde que un desprendimiento de rocas dañó una casa en 2021, a los autobuses de turistas no se les permite visitar la zona: “Somos la última familia que habita este pueblo”, dice mientras carga agua en garrafas: en el pueblo no hay abastecimiento.

Nizar sobrevive como puede, sobre todo, gracias a los curiosos que aún siguen subiendo para observar la arquitectura del pueblo. Cuenta que hace poco hubo un rodaje documental sobre las batallas de la Segunda Guerra Mundial y que intervino como narrador del mismo gracias a su conocimiento de la historia del pueblo. Mientras tanto, espera que el turismo regrese y revitalice el pueblo, que se encuentra abandonado ante la falta de oportunidades y carencia de servicios básicos.

“No tenemos ni bandera”

Las regiones amazigh en Túnez viven en dos tiempos: en presente y en una especie de pasado en ruinas que aún respira. En Matmata, Hajar abre las puertas de su casa. Vive allí, pero no puede recibir turistas sin autorización oficial. “Nos ponen trabas para todo. Hasta me quitaron la bandera amazigh que colgaba en la entrada”, dice con calma, pero con una tristeza amarga. Hajar se ha desmarcado del resto de habitantes, pues no se ha mudado a nueva Matmata, y sigue viviendo en el antiguo pueblo, en el mismo hogar donde creció.

Matmata es una región en el centro del país; y Hajar es una de las últimas habitantes de la antigua Matmata. Su casa se encuentra en el interior de una de las laderas montañosas que rodean la región. Son hogares autosuficientes, cuenta Hajar, que ofrece su casa como alojamiento turístico; no sin pelearse antes con diferentes trabas burocráticas impuestas por el Gobierno tunecino.

Al sur de Túnez, en la Gobernación de Tataouine, célebre por ser el escenario de rodaje de la primera película de Star Wars, se encuentran los pueblos de Douiret y Chenini. En estos núcleos rurales, sus habitantes perviven prácticamente del turismo. Aquí, el abandono y la escasez de recursos se hace palpable, y ni siquiera se observa ni un solo símbolo amazigh o algún distintivo que señale su legado.

Abd el Krim, un agricultor local, cuenta cómo no tienen acceso a tierras fértiles por falta de caminos. “Aquí no existimos para el Gobierno”, sentencia. La falta de infraestructuras públicas es otra de las maneras en las que el Gobierno central muestra su rechazo por este pueblo originario.

El eco de las cuevas

La carretera hacia Sened, en el centro montañoso del país, serpentea entre laderas áridas. Allí en Jbel Sened, se encuentran las famosas casas-cuevas. Hoy están vacías: “La gente se ha ido a las viviendas nuevas cercanas a la estación de tren, o al pueblo, o al área urbana. Pero aquí nació todo”, explica el profesor Moustari Boukthir, de la Universidad de Gafsa. El progreso ha traído tejados planos, agua corriente, estaciones de tren, pero ha dejado atrás las raíces.

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Casas cuevas abandonadas de Djebel Sened. SELIM BALOUATI.

Aquí, sin embargo, el gobierno de Gafsa muestra más apertura hacia la comunidad amazigh. Una vez al año se celebra el Festival des Grottes Berberes de Sened, con apoyo de fondos públicos. En este festival, que va por su 13ª edición, se presenta un programa de actos reivindicativos de la cultura amazigh. Además se muestran las viviendas cueva; eso sí, vacías: como en otras áreas amazigh, aquí también llegó el programa del exilio forzado del Gobierno tunecino tras la descolonización.

El progreso ha traído tejados planos, agua corriente, estaciones de tren, pero ha dejado atrás las raíces

Boukthir Mustari relata cómo se dio la migración de las poblaciones amazigh al nuevo ncleo urbano. Sobre todo lo que empujó al abandono del área rural fue la llegada del tren, un lujo que hizo que la población amazigh abandonara sus viviendas en la montaña.

Djerba: entre el arte y la lucha

Aunque en Jbel Sned, Douiret o Zriba siguen luchando por sus derechos en un contexto gubernamental que ignora el legado de los amazigh, en el sur de Túnez, en Djerba, una isla a 2 kilçometros de la costa tunecina, existe una realidad diferente.

Djerba, conocida por sus playas, presenta un gran atractivo turístico. Al sur de la isla se encuentra el pueblo de Guellala, donde la cultura amazigh no se ha distorsionado a pesar de la arabización y de la turistificación de la isla. Esta área mantiene sus costumbres, y se pueden observar escrituras en el alfabeto amazigh, conocido como tifinagh, en espacios públicos como en paradas de autobuses o en muros de colegios. En una de estas escuelas, el profesor Ben Salah lleva a cabo un gran esfuerzo por mantener viva la lengua y el alfabeto. Además, presenta un programa de radio hablado en amazigh, el único de todo el país.

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Pintura de las vestimentas amazigh de la isla de Djerba. SELIM BALOUATI.

En Djerba también se encuentra Erriadh, también conocido como Djerbahood, un pueblo famoso por los murales artísticos de los edificios. En 2015, Erriadh fue escogido por un grupo de artistas de todo el mundo liderado por el tunecino Mehdi Ben Cheikh para pintar más de 250 murales. Entre los dibujos, de todo tipo, se encuentran representaciones de las tradiciones amazigh de la isla, así como imágenes amazigh de otras regiones del norte de África.

Una resistencia cotidiana

No hay una única historia amazigh en Túnez. Hay fragmentos. Ruinas, palabras en tifinagh garabateadas en una piedra, un símbolo borrado de una escuela, un telar, un guía sin turistas, una cultura sin bandera. A veces, no es la opresión directa lo que borra una cultura, sino el abandono. La imposibilidad de tener voz, agua, o caminos.

Sin embargo, a través de la resistencia cultural, ya sea en el arte urbano de Djerbahood, en un programa de radio amazigh, en un festival o en la resistencia a procesos burocráticos la identidad amazigh persiste en Túnez. La lucha y resistencia no busca sólo la preservación de un patrimonio, sino el reconocimiento y la inclusión en el espacio y memoria públicas tunecinas.

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