Mireia Vidal: "La Punta sufre las mismas políticas de hace 20 años a pesar de la emergencia climática"

La secretaria general de la Coordinadora Camperola del País Valencià contextualiza las problemáticas actuales de l'Horta Sud en materia de urbanismo y cuestiona la propuesta del actual gobierno valenciano con respecto a la ZAL.

Mireia Vidal Punta PV
Mireia Vidal, agricultora y secretaria de la Coordinadora Camperola del País Valencià
9 dic 2019 07:00

Mireia Vidal, agricultora y actual secretaria general de la Coordinadora Camperola del País Valencià, se crió en La Punta. Un lugar particular: se lo conoce como un área de diseminados, donde las casas y alquerías se reparten por el territorio entre los campos de cultivo, las acequias y los caminos; y donde la familia es siempre más extensa que la estrictamente formal. Donde "las relaciones son de cercanía y el sentimiento de comunidad es grande”, según resume ella.

Este tipo de convivencia se mantiene pese a la fragmentación que ha sufrido La Punta en particular y l’Horta Sud en general por las numerosas infraestructuras que la atraviesan (Mercavalencia, autovía de El Saler, vías de tren, cauce nuevo del Turia  o depuradora de Pinedo) desde que en los años 50 las autoridades de la ciudad decidieran que ésta crecería salvando la huerta del norte y sacrificando la del sur. La Zona de Actividades Logísticas (ZAL), que causó a principios de siglo un daño irreparable a nivel humano y medioambiental, fue el último de estos megaproyectos. Paralizado desde hace casi 20 años, el renovado gobierno de la ciudad lo ha vuelto a poner sobre la mesa.

¿Cómo recibisteis la decisión de reactivar la ZAL?
Supuso una decepción. El supuesto gobierno del cambio no cambia nada en lo que se refiere a La Punta, sigue con las mismas políticas de hace veinte años con el agravante de que nos encontramos en una situación de emergencia climática. Es una medida negacionista que contradice la imagen que se quiere dar de una ciudad amable que forma parte de la red de ciudades por la agroecología, después de haber firmado el pacto de Milán. Esto supone una contradicción, ya que se sigue apostando por la economía capitalista, alimentando al puerto a costa de la ciudad. Pensamos que hay otras maneras de crecer y de progresar respetando el territorio.

¿En qué consiste esta nueva propuesta de proyecto?
Es muy similar a la que había. Una zona de almacenaje para grandes empresas, muchas de las cuales van a poner capital para hacer infraestructuras que requieren, al mismo tiempo, que la Administración deba construir otras infraestructuras públicas con un coste de hasta diez veces mayor del aportado por estas empresas, un dinero que pagaremos todos. Además la insistencia en que la ZAL se ubique aquí y no en otros lugares que se han sugerido —como el Puerto de Sagunto o Ribaroja— tiene que ver con la proximidad a la ciudad. Esto hace que para las empresas los costes de transporte, tanto para recibir la mercancía del puerto como para distribuirla en la ciudad, bajen mucho. Pensamos que esta circunstancia puede dar lugar a la especulación, ya que serán sólo las empresas más potentes las que puedan hacer uso de este espacio tan privilegiado.

Se sigue apostando por la economía capitalista, alimentando al puerto a costa de la ciudad

De hecho, desde la asociación de vecinos la Unificadora de La Punta siempre habéis pensado que detrás del interés general con el que se llevaron a cabo las expropiaciones de la ZAL podía a haber un interés especulativo.
El proyecto de la ZAL siempre ha sido ambiguo. En una zona de apoyo logístico siempre cabe la posibilidad de construir viviendas para los trabajadores, incluso zonas de espectáculo con un aforo inferior a 800 personas. En este sentido nosotras siempre hemos defendido que en La Punta siempre se ha querido especular y que la tierra que se expropió con la ZAL iba a valer mucho dinero. Hay que pensar que está en una zona muy golosa; al lado de la Ciudad de las Ciencias, del llamado “Nueva York”, esas grandes torres de edificios construidas entre el Grao y Nazaret, del club Náutico, de la Albufera… Ahora mismo el proyecto es de almacenaje para empresas pero sigue siendo un lugar muy apetecible para la construcción.

¿Cuál es el poder que tiene la Autoridad Portuaria en la toma de decisiones de este tipo de proyectos?
Igual que se habla de puertas giratorias entre políticos y multinacionales, algo similar ocurre en el puerto. Hablamos de empresas de grandes familias que viven casi exclusivamente de la adjudicación de obras públicas, no crean obra nueva por su propia iniciativa, viven de las subvenciones. Por tanto la presión hacia los gobiernos es grande y cuando una gran infraestructura se licita, es a ellas a quienes se les adjudica. Estas decisiones siempre van acompañadas del discurso de que son las grandes empresas las que activan la economía y generan puestos de trabajo. Este discurso no es positivo, está invisibilizando los puestos de trabajo que se destruyen al quitar espacio a la agricultura familiar, todavía no nos hemos dado cuenta de que hay otras formas de generar empleo sin destruir el territorio.

Igual que se habla de puertas giratorias entre políticos y multinacionales, algo similar ocurre en el puerto: son grandes familias que viven casi exclusivamente de la adjudicación de obras públicas
El hecho de que Valencia tenga una huerta periurbana debería ser una de las bazas para cambiar a un modelo más sostenible y menos agresivo con el entorno.
El privilegio que tiene Valencia con su huerta es algo que no se ve. Tenemos una huerta que en pocos kilómetros nos alimenta directamente de un producto fresco de calidad, madurado en mata, que conserva más nutrientes que cualquier otra cosa que se traiga de fuera, que no generan el impacto ambiental que conllevan los niveles de contaminación del trasporte de mercancías traídas de lejos y sin embargo nos cuesta pagar dos euros más por el producto de nuestra tierra. La ciudad sólo ve en la huerta un espacio para crecer, las proclamas que se hacen de una ciudad amable medioambientalmente se contradicen con la realidad de los proyectos que amenazan la huerta.

Lo que ocurre constantemente y se ha dicho durante mucho tiempo, es que se dice a la gente joven que no se dedique al campo. Se dice que de la huerta no se puede vivir y que quienes trabajan el campo son gente que no tiene formación o no tiene otra opción. Hay que acabar ya con este discurso. La gente que trabaja el campo tiene una sabiduría popular y ancestral que no tiene la gente de ciudad, muchos jóvenes que hemos ido a la universidad estamos trabajando en el campo, vivimos de él y somos felices haciendo este trabajo, alimentar a la gente.

El espacio que ocupa la ZAL es a día de hoy un espacio público, ¿qué le gustaría a los vecinos y vecinas de La Punta que se hiciera en este espacio?
Después de ganar 15 contenciosos administrativos y estar actualmente en el 16 tras la iniciativa del nuevo gobierno de reactivar la ZAL, lo que queremos es poder decidir lo que se hace en nuestro pueblo. Voces hay muchas y muy diversas: hay quien quiere que se quede como está y que sea el Auschwitz de Valencia para que se recuerde el destrozo que se hizo con la huerta; hay quienes apuestan por que se recupere ese espacio para volver a cultivar la tierra y quienes piensan que se podrían construir edificios de utilidad pública como colegios, hospitales o centros para mayores. Todavía no hemos decidido qué es lo que queremos; sabemos que no vamos a recuperar nuestras casas ni nuestros campos, pero sí tenemos derecho a decidir lo que se hace en nuestro territorio.

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