València
Los negocios de Peter Lim, el dueño del Valencia CF que no pisa el estadio desde 2019
Hijo de un pescadero y criado con siete hermanos en un apartamento de dos habitaciones, Peter Lim estudió finanzas en la Universidad de Australia Occidental en Perth mientras trabajaba como taxista, cocinero y camarero hasta convertirse en corredor de bolsa y hacerse millonario. Esta es la particular epopeya del “hombre multimillonario hecho a sí mismo” que cuenta sobre su pasado el actual dueño del Valencia CF, que tiene a la entidad sumida en una crisis institucional con un posible pelotazo en el horizonte con la construcción de un nuevo estadio.
Su consagración entre las grandes fortunas llegó al invertir cerca de diez millones de dólares de su propio capital en una empresa de aceite de palma llamada Wilmar que, años después, aumentaron su valor en mil millones de dólares. Esta fortuna le sirvió para invertir en moda, cine, centros de educación privada, negocios inmobiliarios, empresas farmacéuticas y la Fórmula 1 hasta llegar al mundo del fútbol. Por supuesto, a este tipo de empresarios no les falta la filantropía: llegó a donar 20 millones de dólares a la Fundación Olímpica de Singapur.
Tras llevar a cabo negocios con directivos del Manchester United, interesarse en comprar el Atlético de Madrid o el Milán, entre otros, ofreció 320 millones de libras por el Liverpool, que declinó su oferta por falta de confianza. En 2014, cuando el Valencia C.F. se encontraba en mitad de una crisis institucional, económica y deportiva, Lim adquiere el 70% de las acciones del club, convirtiéndose en el máximo accionista. El 25 de octubre, un día después del cierre del acuerdo de compra, la afición del Valencia recibió a Lim como un héroe, que es lo que le prometieron que sería. Nada hacía presagiar entonces el escenario que se vive en la actualidad, de crisis económica e institucional en el club de la capital del Turia.
El periodista Demot Corrigan, en su reportaje sobre Peter Lim en The Athletic, explica así la llegada del empresario singapurense al mundo del fútbol: “La verdadera entrada de Lim en la industria llegó de la mano de otro hombre hecho a sí mismo que ascendió desde orígenes humildes: el superagente portugués Jorge Mendes”. Ambos comenzaron a trabajar juntos en la compra y venta de jugadores a través de Quality Sports Investments. Con esta forma de transacción, Lim era dueño de jugadores que vendía al Valencia, del que también es dueño, elevando sus precios.
La empresa de Lim, Mint Media, pagó en 2015 una suma no revelada (al menos 75 millones de euros) para adquirir y gestionar los derechos de imagen personal de Cristiano Ronaldo durante seis años
Juan Corellano,periodista y director de A Bote Pronto, explica que este tipo de operaciones se conocen en en inglés como TPO, Third Party Ownership, una tendencia boyante a principios de siglo y que consistía en que grupos de inversores particulares, como puede ser un fondo de inversión o una persona con mucho dinero, en vez de comprar el club de fútbol lo que compraban eran jugadores. “Era una forma casi como de invertir en bolsa y provocaba que los futbolistas fueran casi esclavos de los intereses de personas particulares y no de los clubes que les estaban pagando el sueldo”, desarrolla el periodista.
En mayo de 2015, la FIFA, el organismo que dirige el fútbol mundial, prohibió las operaciones de compraventa de activos (TPO) debido a la preocupación por los conflictos de intereses, especialmente en la fijación de precios de transferencia, eliminando también esta forma de servidumbre. Para entonces, Lim ya había establecido una relación con el entonces galáctico del Real Madrid, Ronaldo, otro cliente de Mendes.
Ese mismo año, la empresa de Lim, Mint Media, pagó una suma no revelada ( al menos 75 millones de euros, según Football Leaks ) para adquirir y gestionar los derechos de imagen personal de Cristiano Ronaldo durante los siguientes seis años, así como contrató los servicios de la empresa del portugués, 7EGEND, para que gestionará la página web de club y la comunicación del mismo. Esto también provocó conflictos, como afirma José Benítez, abogado e integrante de la Asociación Libertad VCF, con la afición, ya que desde la comunicación del club y sus redes sociales “se comenzó a bloquear comentarios y a aficionados concretos que formaban parte del sector más crítico y activo que es precisamente una de las cosas que promovió la creación de la asociación: la actividad en redes sociales”. Mientras, en los partidos como local, Anil Murthy, presidente nombrado por Lim (irónicamente Diplomático de profesión) entre los años 2017 y 2022, mandaba callar a la afición que pedía la dimisión de su jefe.
Las maniobras de Lim para obtener el control absoluto de la entidad
Benítez cuenta cómo Lim amplía su participación hasta el 92%. “Se hace con más acciones llevando a cabo ampliaciones de capital porque desde la creación de la asociación supusimos una amenaza”, relata. Como aficionados, asumieron que debían unirse para conseguir cambiar las cosas: “Investigamos y descubrimos que agrupar acciones permite tomar decisiones y tumbar propuestas que no sean positivas”.
El abogado explica que “con el 1% de las acciones se pueden emprender acciones legales e impugnar acuerdos y con el 5% se pueden llevar a cabo acciones societarias e incluso entrar en el consejo”. La asociación intentó juntar el máximo número de acciones posibles y “llegamos al 2,6%, pero con la ampliación de capital nos quedamos en menos del 1,5%. Ya habían visto nuestras intenciones de ir aumentando nuestra participación accionarial hasta poder emprender acciones sociales de responsabilidad y demandar a la gestión”, añade.
Una estrategia que, comenta Papi Robles, portavoz de Compromís en el ayuntamiento Valencia, ya sirvió a muchos presidentes para ejercer su poder y cuya ambición llevó al club a esta situación actual. La ampliación a la que se refiere es la llevada a cabo en 1996 por Francisco Roig y que no se hizo efectiva hasta 2002 por problemas en su validez legal. Este proceso llegó a pasar dos veces por el Supremo, ya que la Fundación Valencia CF, compuesta por socios, recurrió a la misma denunciando irregularidades con el cambio de propiedad de acciones. Una vez dada por válida y tras desestimar el Supremo la denuncia por fraude, los altos cargos del nuevo mandato, presidido por Jaume Ortí, admitieron que sus predecesores realizaron “maniobras para que determinados socios concentraran un elevado número de acciones”, según cuenta Alfonso Gil en su libro Amunt! (Llibres de la Drassana). Para entonces, ni el expresidente condenado por abuso sexual infantil Pedro Cortés ni Roig formaban parte del mismo.
Para entender la situación que vive el equipo y su afición desde la compra del club por parte de Lim es necesario remontarnos a la época en la que los clubes de fútbol se convirtieron por ley en Sociedades Anónimas Deportivas (SAD). El 30 de junio del año 1992 entró en vigor la ley 10/1990 del Deporte, en la que los clubes de fútbol pasaban de ser agrupaciones sin ánimo de lucro a ser empresas. Esta decisión se tomó bajo el pretexto del derroche de los clubes y sus deudas con Hacienda y con el objetivo de un mayor control de sus gastos, aunque también para que el capital privado tomara protagonismo en el fútbol.
De este modo, clubes como el Valencia, cuya afición formaba parte activa del día a día del equipo, perdieron esa seña de identidad. Al igual que los valencianistas salvan al club con la compra masiva de acciones convirtiéndolo en la SAD con el capital social más repartido, como cuenta Rafa Lahuerta en La balada del bar Torino, Libertad VCF nace en 2020 y está formada por aficionados del Valencia que, poseyendo acciones o no, luchan por un club “libre, moderno, ganador y que pertenezca a la afición”. Este apoyo incondicional fue también clave para que los empresarios ejercieran el populismo para beneficiarse.
Robles, edil de Compromís: “El Partido Popular utilizó el Valencia C.F. para intereses propios. Vio en él una masa social muy fiel como son los aficionados para conseguir votos y empresarios que lo dirigían para conseguir proyectos”
Al respecto, el periodista y director de A Bote Pronto, Juan Corellano, explica que el mayor impacto es ver “cómo una de las aficiones más importantes del fútbol español se siente tan maltratada que parece que por momentos se aleje del club”. “Yo creo que ese es el gran perjuicio, el ver cómo toda esa afición que es tan fiel y que se vuelca tanto con su equipo vea cómo se gestionaban las cosas dentro del club. Esto tiene también impacto a nivel social, pero también deportivo, porque hay que pensar que el Valencia antes de la caída se había conseguido posicionar como el cuarto equipo a nivel histórico y a nivel entidad del fútbol español”, añade.
Sobre la caída que nombra Corellano, Robles explica que es imposible pensar la situación actual sin echar la vista atrás: “El Partido Popular utilizó el Valencia C.F. para intereses propios. Vio en él una masa social muy fiel como son los aficionados para conseguir votos y empresarios que lo dirigían para conseguir proyectos”.
La etapa del hermano mayor de los Roig y del constructor Bautista Soler
Este cambio en las estructuras del club permite a Paco Roig, presidente entre los años 1994 y 1997, comprar acciones a los socios por 500 euros. A pesar de que no todos las vendieron, el empresario valenciano consiguió tener una cantidad suficiente como para poder convertirse en “el dueño del Valencia C.F.”.
Robles afirma que, en su momento, “Rita Barberá cedió los terrenos del Nou Mestalla por un precio irrisorio. Aceptó la tasación de 17 millones por los 80.000 metros cuadrados que le impuso el propio Valencia C.F. y le recalificó los terrenos del Nou Mestalla revalorizándolos muchísimo y modificando el Plan Urbanístico de la Valencia para ello”.
En 2008, la entidad financiera Bankia, que proporcionó los préstamos al club que le permitirían llevar a cabo todos los movimientos económicos necesarios para construir su nuevo estadio, toma el control del mismo
Tras la gestión de Paco Roig, marcada por fracasos deportivos e identitarios, en 1998 gran parte de sus acciones fueron vendidas a Juan Bautista Soler, que cedió el poder a su hijo, el constructor Juan Soler. “El primer clavo de la tumba del Valencia lo pone este presidente, que decide comenzar la construcción pagando por los terrenos sin saber exactamente si se van a vender los que todavía ocupa el viejo Mestalla”, lamenta Benítez. “Además, cuando estalla la burbuja, aunque se plantearon posibilidades de venta, siendo esta por debajo de lo tasado, hubiera roto el presupuesto del club y esto hubiera supuesto entrar en un concurso de acreedores del que no hubiera salido vivo”, añade.
En 2008, la entidad financiera Bankia, que proporcionó los préstamos al club que le permitirían llevar a cabo todos los movimientos económicos necesarios para construir su nuevo estadio, toma el control del mismo. “La afición volvió a salvar al club participando de una ampliación de nuevo”, cuenta Benítez. Bankia creó una fundación con diferentes gestores y personalidades del club con la intención de reducir la deuda, todo ello con Manuel Llorente como “presidente” para devolver al club a la élite.
Finalmente, desde 2013 hasta la compra de Peter Lim, fueron Amadeo Salvo y Aurelio Martínez quienes gestionaron la búsqueda de un comprador provocando inestabilidades internas que acabaron por la salida de Llorente.
Peter Lim no visita Mestalla desde el 15 de diciembre de 2019
Ahora, nos encontramos con el hecho de que las obras para continuar construyendo el Nou Mestalla comienzan a ser una realidad, ante lo que se plantea una regresión con respecto a la relación entre el Ayuntamiento y la entidad.
Ante esto, Robles expone que la operación iniciada en el mandato de Soler se realizó con ciertas condiciones. “El club tenía la obligación de ceder a la ciudad de forma gratuita las instalaciones, una vez estuviera construido, para uso deportivo, conciertos y diferentes eventos”. Y que estas condiciones, por parte de la alcaldesa del Partido Popular, María José Catalá, no se han mantenido con la reactivación de las obras. “Con este nuevo empuje del proyecto Peter Lim se libra de ciertos pagos y responsabilidades, pero el Valencia puede tener problemas económicos en el futuro”, aclara.
Por su parte, Corellano expone que nada de esto se hubiera desatascado sin la candidatura del Mundial 2030. “El proyecto era tan espectacular que Valencia quería ser incluida como una de las sedes, porque al final es una de las ciudades más grandes de España, una de las más importantes con una afición por el fútbol absolutamente brutal así que era muy raro que hubiese un Mundial en España y que Valencia no fuese una sede. A partir de ahí el Valencia y Peter Lim han aprovechado la coyuntura para desbloquear algo que llevaba muchísimos años enquistado, el reactivar el viejo estadio. Yo creo tendremos que estar atentos como sociedad, ver quién va a pagar esos estadio. Ver quién va a pagar el nuevo Mestalla y también la nueva Romareda, el nuevo estadio del Zaragoza”.
La afición del Valencia ya se ha manifestado en múltiples ocasiones contra la gestión de Peter Lim, llegando a reunir a 20.000 en una de las más multitudinarias
La deuda del Valencia C.F. es, según el cierre del ejercicio 23-24, de 297 millones de euros. Gran parte de la misma pertenece directamente al préstamo de 186 millones de la empresa Goldman Sachs y a la financiación del nuevo estadio. Ambas deudas están conectadas, ya que el préstamo quiere pagarse con los ingresos de la venta del terreno en el que está situado ahora Mestalla y con los que genera la explotación económica del Nou Mestalla.
La afición del Valencia ya se ha manifestado en múltiples ocasiones contra la gestión de Peter Lim, llegando a reunir a 20.000 en una de las más multitudinarias. “La única forma de salvar al club de unirnos, democratizar el Valencia C.F. y que sea de los aficionados. Mientras en Libertad VCF pedimos que se considere al viejo Mestalla Bien de Interés Cultural, ellos aprueban un nuevo proyecto sin ninguna garantía de futuro”, sentencia Benítez.
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