Violencia sexual
“Vas al centro de salud y dices que has sufrido violencia sexual en la infancia y te dan un diazepam"
La obra de teatro La muda se presenta como “un grito y un vómito”. Desde lo visceral, Marina Guiu Almenara (Lleida, 1989) artista multidisciplinar, creadora, dramaturga y actriz presenta esta pieza en el Teatro de Barrio los próximos 28 y 29 de noviembre. Una pieza en la que abre la cremallera que encierra las agresiones sexuales a la infancia para hacer visible este tabú que camina a años luz de otras violencias machistas en cuanto a reconocimiento y visibilización.
Guiu sufrió violencia sexual en la infancia por parte de un adulto, un amigo de la familia. Una vez en la mayoría de edad, denunció lo sucedido en comisaría y obtuvo un archivo de la causa como respuesta. Es entonces cuando decidió denunciar su caso en redes y una ola de testimonios se desencadenaron en los comentarios a su publicación. Había que hacer algo con tantas historias y la artista decidió crear esta obra, que no es una pieza teatral al uso sino un espacio “para la ternura y la cura de una misma y del resto, como forma de resistencia y de lucha”. Así se lo explica a El Salto semanas antes de viajar a Madrid para desembarcar en la famosa sala de Lavapiés que se convertirá por unos días en un centro para la sanación de supervivientes de este tipo de violencia.
Marina, antes de nada, gracias por contar tu historia. En El Salto hemos dado bastante prioridad al tema de la violencia sexual en la infancia, es una de nuestras líneas de trabajo, y la verdad es que nos cuesta mucho encontrar testimonios y trabajos como el tuyo.
Es raro que cueste encontrar testimonios porque hay tantísima víctimas... Yo llevo desde 2023 haciendo bolos y la verdad es que después de actuar siempre me llegan testimonios. Todo esto empezó a raíz de que yo hice público mi caso en redes y recibí una avalancha de mensajes de víctimas.
Es cierto que a raíz de haber hecho este proyecto, la gente te va conociendo un poco, pero mi alcance es muy limitado. Con este alcance tan limitado y con una red más o menos local he llegado a una gran cantidad de gente que tiene ganas y una necesidad urgente de contar. Y es muy bonito poder construir estos espacios para que la gente sienta que hay un lugar donde dejarse caer y que alguien te recoja.
La muda no es solo una obra de teatro. ¿Qué es y cómo has llegado hasta este proyecto?.
Yo hice público que había sufrido violencia sexual en la infancia después de haber puesto una denuncia contra mi agresor. Antes de esto había empezado a escribir y a dibujar sobre el tema, porque soy también ilustradora, pero no tenía intención de hacer nada a nivel público de todo eso. Lo publiqué en redes porque el caso estaba prescrito.
A mí me había ayudado mucho leer acerca de personas que habían pasado por lo mismo y por eso lo hice público. Y a raíz de ahí, cuando yo recibí toda esa cantidad de mensajes, empecé a pensar en cómo darles un espacio a todas estas personas. Tenía una herramienta, que eran las prácticas artísticas. Mi idea inicial era solo hacer un libro. El texto que yo tenía pensado para ser publicado e ilustrado, empezó a mutar y empezó a tomar la forma de una pieza de teatro. Y ahí es cuando nació La muda.
Hice una residencia en Barcelona, en Can Felipa. Luego hice temporada en la sala Fènix, en el Antic Teatre… o sea que se ha hecho la pieza en varios sitios. Hemos tenido el apoyo de la Fundación Vicky Bernadet, hemos dado charlas con gente afín a la temática y ahora tengo estos dos bolos más en el Teatro del Barrio. Pero yo no me quiero quedar solo en que es una pieza de teatro. Con Raquel Arnaiz, que es la codirectora, quisimos darle apoyo a los testimonios recibidos. Para mí era muy importante que estuvieran en escena, y les pedí permiso para exponerlos. Porque sí que es cierto que yo puedo ser el vehículo, puedo ser la voz, puedo hablar de mi caso, pero la violencia sexual en la infancia no es solo mi caso, es un problema estructural. En un momento de la obra se leen y también los exponemos en las salas en las que podemos.
Hemos ido acompañando y mutando la pieza. Para mí es muy importante también acompañarla con coloquios, porque ahí es donde recoges y escuchas a todas esas personas que han venido a verte. Ahí es donde sale lo importante y las ganas de compartir.
Duele muchísimo aceptar que un agresor puede ser tu padre, que un agresor puede ser cualquiera
Explicas que La muda es una herramienta de curas, de prevención y de sensibilización. ¿Por qué?
Porque a través de compartirlo eliminamos la creencia de que esas cosas no pasan. También sirve para dejar de poner el foco en la víctima y ponerlo en el agresor. Se ha creado una imagen de cómo somos las víctimas y de cómo tenemos que comportarnos, pero pongamos también el foco en las personas agresoras y en cómo se comporta el entorno.
El hecho de crear esos espacios da mucha calma, tanto a mí, como creadora, como a las que vienen a escuchar. Yo siempre defenderé que denunciar no es la solución ni mucho menos, es una opción, pero sí el encontrar espacios en los que simplemente puedas escuchar y no encontrarte tan sola, no pensar que estás loca. Yo he arrastrado durante mucho tiempo la creencia de que el problema lo tenía yo, que algo malo había en mí, que tanta rabia dentro era algo malo, que mi forma de relacionarme, mi forma de estar en el mundo era errónea. Pero somos personas completamente normales.
Popularmente se cree que los agresores son desconocidos o son adultos del entorno escolar, de los colegios de la Iglesia. Pero muchas de estas agresiones, yo diría que la mayoría, suceden en el entorno familiar.
Justo.
¿Por qué la sociedad esconde esta realidad?
Porque duele muchísimo aceptar que un agresor puede ser tu padre, que un agresor puede ser cualquiera. Yo misma me he planteado muchas veces qué pasaría si ahora me viniera una niña o un niño y me dijera: “Tu padre me ha agredido”. No estamos preparadas como sociedad para aceptar que un hombre es potencialmente un agresor. Creo que es un problema estructural, arraigado y lo tenemos integrado.
En mi caso, que es de lo que yo puedo hablar, fue en un pueblo pequeño, era una persona muy conocida, todo el mundo confiaba en él.
La violencia sexual en la infancia ha condicionado mi forma de relacionarme y mi forma de estar en el mundo. Yo he aprendido a estar en alerta constante
La violencia sexual en la infancia deja marcas toda la vida. ¿Qué ha ocurrido en tu caso?
Ha condicionado mi forma de relacionarme y mi forma de estar en el mundo, es algo que yo sigo trabajando. Yo he aprendido una forma de estar en el mundo que sigo analizando, he aprendido a estar en alerta constante.
A los diez años eras una niña y de repente ya no lo eres. No sabes dónde están tus límites, no sabes dónde está tu deseo, y no ya solo el deseo sexual, sino sobre cualquier cosa, es como muy castrante. Al final tu voluntad está completamente anulada.
Entonces llega un momento en la vida que te planteas todo. Y a nivel de relaciones, yo que me considero una mujer heterosexual, ha sido muy jodido porque me he abandonado completamente. Y es algo que viene evidentemente desde entonces y que sigo trabajando. Al final creas un patrón de comportamiento para con los hombres y para contigo misma.
Otra de las características de este tipo de violencia es que muchas veces las víctimas la sufrís y no sabéis que la estáis sufriendo y por tanto, tardáis mucho en verbalizarla. Luego cuando la verbaliza no encontráis la ayuda que necesitáis en cada caso. No sé cuál es tu caso.
Yo hasta los 18 años no dije nada, hasta que tuve a mi primera pareja. Ninguno de los dos supimos muy bien qué hacer con esa información porque teníamos 18 años y ahí quedó la cosa y yo lo fui arrastrando. Y si que es cierto que por parte de mi familia, de mi madre, sí que se me lanzó la posibilidad de buscar ayuda, pero yo no la recogí, yo estaba completamente anulada. No sabía qué me estaba pasando, yo estaba en una burbuja de autodestrucción total. Con los años me di cuenta que mi madre me había ofrecido ayuda, yo en su momento no lo vi, lo he ido viendo con el tiempo.
Me considero una persona muy afortunada porque mis padres han respetado mis tiempos. También es cierto que ellos no lo vieron, pero no puedo decir que sea culpa suya, no puedo decir que sean responsables. Siempre he sabido que el responsable es solo uno. Hay que educar a los padres para que vean estas cosas.
A veces focalizamos mucho en la necesaria educación de los niños y las niñas en detectar, pero se nos olvida que los niños y las niñas están criadas en un contexto y que ese contexto también es opaco a lo que está sucediendo y no tiene las herramientas para detectar cuando una niña está sufriendo agresiones sexuales. ¿Has notado que las familias están desnudas frente a este tipo de testimonios?
Cuando yo le dije a mi familia lo que me había pasado se lamentaron por no haberse dado cuenta en el momento y es un peso que lo van a cargar toda la vida.
También los padres y madres deben formarse, no solo los niños. Un niño puede dar señales y se les enseña a que den señales, pero no se puede descargar la responsabilidad solo en un niño. Porque cuando te está pasando eso, suficiente tienes con mover tu cuerpo.
Tú dices que la violencia sexual contra la infancia es un problema de salud pública, pero no lo estamos atacando como tal. ¿Por qué?
Tú vas al CAP [centro de salud] y dices que estás sufriendo violencia sexual o que la has sufrido en la infancia y te dan un diazepam, no te dan una ayuda.
La violencia sexual está en la agenda pública como un problema de salud mental pero todo lo que queda en tu cuerpo, toda la incapacidad que te queda a nivel psicológico, creo que es algo que aún no está valorado. Yo cuando puse la denuncia luego me tuve que ir a trabajar.
Cuando pusiste la denuncia, entiendo que ya sabías que el caso estaba prescrito, pero era una necesidad que tenías, ¿no?
Sí, porque al ser un pueblo muy pequeño tenía la necesidad de que eso se supiera y tenía la necesidad de que se supiera de una forma legal. Yo me veía con fuerzas porque llevaba muchos años ya dándole vueltas. También estaban mis compañeras de la Escuela de Teatro de Lleida que denunciaron violencia sexual de un profesor, que también fue profesor mío, y yo me vi envuelta en todo eso también. Pensé bueno, ¿qué puedo aportar yo? Y lo hice. Denuncié también para cubrirme un poco las espaldas también a nivel legal, para poder avanzar en el plano artístico.
¿Qué características específicas dirías tú que tiene la violencia sexual contra la infancia? ¿Qué diferencias hay con la violencia que puede sufrir una persona adulta?
Principalmente el pacto de silencio, que cuando es hacia un niño o una niña, es como algo que es sagrado. Se establece un juego muy perverso, porque los agresores lo camuflan de juego y si lo dices, tu integridad como niña va a quedar manchada también. Si dices algo, papá y mamá a lo mejor ya no te quieren tanto porque ya estás manchada. También te dice que eres especial, que eres su niña. Y luego está la vergüenza de que tu cuerpo esté manchado de por vida, porque la niñez es cuando se construye tu forma de ser. Y esa persona juega con eso, con que no eres y te está moldeando. Es como si fueras un muñequito de barro y esa persona contribuye en él.
Bajo tu punto de vista, ¿qué necesitamos para luchar contra la violencia sexual en la infancia?
Quizá tomarnos más en serio los derechos de los niños y las niñas.
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