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Venezuela
Guardianes del silencio: la censura y la resistencia en el periodismo venezolano
El jueves 11 de abril, a las 17:21, el periodista Carlos Julio Rojas contestó uno de nuestros correos aceptando nuestra solicitud de entrevista para esta investigación. Tres días después, el 17 de abril, los titulares de los periódicos venezolanos abrieron con su nombre y su rostro: fue apresado de forma arbitraria durante la noche. El fiscal general del país, Tarek William Saab, explicó que el comunicador, miembro del partido opositor al gobierno venezolano, está acusado de generar protestas violentas y estar implicado en un plan para asesinar al presidente Nicolás Maduro.
Rojas forma parte, desde 2017, del registro realizado por Reporteros sin Fronteras donde se recogen los siguientes datos: nueve periodistas detenidos, cuatro asesinados y un desaparecido. El caso más antiguo datado es del 2002, año en el que ocurrió el fallido golpe de Estado contra el ahora fallecido expresidente Hugo Chávez. Este intento de derrocar a Chávez ocurrió exactamente veintidós años antes del actual arresto a Carlos Julio Rojas.
Veintidós años de hostigamiento
La sociedad venezolana despertó un día sometida a lo que ahora pueden llamar censura. Según el Instituto de Prensa y Sociedad de Venezuela, actualmente siete millones de venezolanos viven en desiertos informativos. Otros ocho millones viven en desiertos moderados. Es decir, no tienen acceso a medios de comunicación. Countrymeters contabiliza que en Venezuela tan solo hay poco más de treinta millones de habitantes, lo que significa que la mitad de la población vive en el páramo de su ignorancia.
La situación actual del país latinoamericano no fue algo que la sociedad vio con anticipación. Muchos creyeron en su gobierno por un largo tiempo. Sin embargo, existen quienes desde la llegada de Hugo Chávez en 1998 vieron la democracia desmoronarse. Entre ellos, Gabriela Sarmiento y María Alejandra Aristeguieta, activistas opositoras en Suiza. Ellas salieron del país en una época muy temprana. Sabían que se avecinaba una crisis: “Yo lo que veía era fundamentalmente una concentración de poder. Había un discurso total y absolutamente populista, casi fascista, donde estaban amenazando con la desaparición de los partidos políticos. Estaban apelando realmente a los sentimientos más primarios. Ya desde el principio se veía esto, cualquier persona que estuviera en contra o que no formará parte del proyecto tenía que ser eliminado” recuerda Aristeguieta, quien lleva alrededor de veinte años en la lucha por la libertad de su país desde Europa.
Aristeguieta se unió con Gabriela Sarmiento, abogada venezolana, para denunciar en el exterior lo que empezaba a ocurrir dentro del país caribeño. Sarmiento explica qué es lo que ocurrió hace veintidós años, cuando comenzó realmente el hundimiento del país: “Después de los sucesos del 11 de abril de 2002, nos pusimos más serios en nuestro trabajo y presentamos informes de violaciones a los derechos humanos en Venezuela. Citamos todas las convenciones internacionales que la policía del régimen había violado; citamos todos los casos que conseguimos en la prensa, identificamos los nombres de las personas víctimas de la violencia por parte de los cuerpos policiales, pusimos todos los links que conseguimos en la prensa, todas las fotografías. Bueno, documentamos bien la situación y la presentamos ante el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Ahí hicimos manifestaciones frente a ese edificio en Ginebra y pusimos pancartas, pero éramos 30 personas. Era una risa, y venían los clanes chavistas, los bolivarianos. Venían a filmarnos, a tomarnos fotografías y a ficharnos”.
El gobierno de Chávez logró adentrarse en lo más profundo del país, infectando sus órganos principales: la libertad de sus ciudadanos y los medios de comunicación. Sus métodos censores han sido diversos y eficaces en la tarea de destruir cada una de las columnas que levantaban al país: cierre de medios de comunicación, escasez de materiales, censura a sus periodistas y ciudadanos, amenazas, torturas, enjuiciamientos… Todas las anteriores son estrategias empleadas para acallar a la población y establecer un régimen basado en el miedo. Cada uno de los movimientos y decisiones que el gobierno tomó respecto a la libertad de expresión de sus ciudadanos fue corroyendo desde los materiales que una imprenta necesita hasta lo más alto de la cadena alimenticia: los propietarios. En este sentido, Valentina Oropeza, periodista venezolana de la BBC en Estados Unidos explica: “Los propietarios de medios son hostigados de manera directa para que no se hable de ciertos temas. Eso ocurre en coyunturas específicas y hay temas estructurales que generan esto, como por ejemplo el narcotráfico. Los temas que le interesan al gobierno son muy sensibles… son muy vulnerables. En algún momento eran los apagones, en otro momento han sido acusaciones contra los militares por tráficos de oro, de droga, de petróleo… depende”.
Como consecuencia del hostigamiento de dichos medios, el cierre de estos fue algo inminente. No se podía sostener una industria que no tenía materiales o personal. El medio venezolano Prodavinci comparó las cifras de medios escritos en el país entre los años 2013 -año en el que ganó las elecciones presidenciales Nicolás Maduro- y 2021; en este informe se concluye que en 2013 circulaban 121 periódicos, frente a los 22 que quedaban para el año 2021, cuya cifra ha ido bajando en los tres años posteriores a la publicación del informe.
En tan solo siete años bajó un 83% la cantidad de medios impresos. Esto, sumado a los otros métodos de censura, obligó a los medios tradicionales a buscar un nuevo lugar en internet. Ahora para poder tener una información de calidad los venezolanos necesitan tener acceso a internet. Esta tarea no es tan sencilla como muchos podrían pensar. Lisseth Boon, periodista de investigación en Venezuela, explica la mudanza digital de los medios impresos: “Estos medios digitales aparecieron en el 2014. Pero ahí hubo un cambio, ahí hubo una ruptura y no implicó que se detuviera. Para el periodismo de investigación en Venezuela fue un empujón, pero con medios más pequeños y también más vulnerables. Aunque mucho más independientes. Ahí sí nos mudamos; una mudanza al periodismo digital, o sea, las plataformas digitales, porque paralelamente el gobierno ya había tomado control, por ejemplo, de todo lo que es la distribución del papel de periódico para los medios impresos, y es que el papel de periódico no se producía en Venezuela, había que importarlo. El gobierno tomó el control de esa importación, empezó a ahogar completamente a los medios y desaparecieron para siempre, ahora quedan muy pocos medios impresos”.
La verdad detrás de la ventaja de la digitalización es el impedimento de las zonas con poco acceso a internet para poder informarse. Y no solo eso, quienes tienen el privilegio de contar con la red, los dispositivos y la energía para acceder a dichos portales informativos, se terminan por encontrar con los bloqueos digitales. Dichos bloqueos, según el estudio realizado por Prodavinci en el año 2020, convierten a Venezuela en el segundo país con mayores restricciones a sitios digitales, tan solo superada por la India.
Armando.Info es el medio venezolano más importante de periodismo de investigación y uno de los cientos de portales digitales censurados. “Nuestro medio está bloqueado por CONATEL -Comisión Nacional de Telecomunicaciones de Venezuela- en el país, para que la gente no pueda leernos”, señala Roberto Deniz, periodista y miembro de Armando.Info. Deniz explica el complejo proceso por el que un ciudadano puede acceder al medio a pesar del bloqueo: “Nosotros proveemos un link alterno, que es algo que hacemos con nuestros trabajos, o hay que recomendarle -a la persona- que descargue una VPN para que pueda acceder a la información, porque está la orden expresa de CONATEL de que hay que bloquear el acceso a Armando.Info. No somos los únicos, existen muchos otros”.
Por su parte, Hayley Koch, miembro del partido opositor al gobierno venezolano, reclama que los pocos medios tradicionales que quedan no reflejan la realidad de Venezuela: “Los métodos a los que debemos recurrir los venezolanos son las plataformas digitales. Aquí los medios de información impresos fueron cerrados por el régimen. Y en cuanto a lo que es radio y televisión, igualmente. Existen radios comunitarias, donde la información que brindan no es veraz ni oportuna, al igual que los canales de televisión. En mi caso, tenemos televisión por cable para poder informarnos de las noticias que dan en el mundo sobre Venezuela, pero lo que más se usa son aplicaciones informativas como Instagram, Telegram, Facebook, y todo lo enviamos a través de la aplicación de WhatsApp. Por ahí nos mantenemos informados. De hecho, el canal que debería ser de todos los venezolanos, que es Venezolana Televisión, lleva muchísimos años al servicio del régimen. Escuchar noticias ahí, es notar que estás en otro país porque nada de lo que dicen va en consonancia con lo que sucede en Venezuela”. Señala, además, la dificultad de acceder por la baja calidad del internet: “Para nosotros es fundamental la información a través de las redes sociales, pero se nos suma un grave problema, porque Venezuela tiene uno de los servicios de internet más lentos del mundo. Tenemos constantes idas del servicio eléctrico, que oscilan entre una y cinco horas diarias, sin previo aviso. A veces diariamente. Eso también nos dificulta mucho el acceso a la información”.
En este sentido, Valentina Oropeza asegura que gran parte de la estrategia del gobierno está guiada por un sentimiento en específico: “Yo te diría que la censura tiene muchas maneras de operar y la principal es el miedo. Es el miedo a la consecuencia y es el miedo a la represalia”, opina la periodista.
La tinta del miedo
Aquel miedo que persiste en la sociedad venezolana como una leyenda urbana; que les silba en el oído en medio de la noche; que escuchan arrastrarse por los pasillos; lo ven, incluso, en las miradas de quienes están alrededor. Aquel miedo es lo que más valeroso ha hecho al periodista venezolano. Aun así, dentro de cada casa venezolana existe la historia de un país que lo tuvo todo, y así como en sus paradisíacas playas, la corriente se llevó lo que le quedaba.
Venezuela es el resultado de una división que nunca se debió calcular, borrando de la operación a quienes seguían adelante a pesar de las dificultades. Joseph Poliszuk es uno de ellos. El periodista y cofundador de Armando.Info tuvo que salir del país con sus compañeros Roberto Deniz y Ewald Scharfenberg tras una investigación sobre el testaferro de Maduro, Alex Saab. Debido a las publicaciones que hicieron, recibieron advertencias de que se les buscaba, y efectivamente así fue, pero para cuando pensaron que los habían encontrado, ellos ya habían salido del país hacia Colombia. Poliszuk reside actualmente en Ciudad de México, donde intenta mantener con vida su negocio, y explica qué medidas se tienen que tomar siendo periodista en Venezuela: “Primero hay que blindar el trabajo periodístico, la mejor manera de cuidarte, protegerte, etcétera. No decir cosas que no son… creo que hay que ser responsables. Pero después, con todos los bloqueos que hemos tenido, las redes han sido un puntal y ha llegado a momentos en que a pesar de perder tráfico, como nuestro site está bloqueado, entonces reproducimos nuestras notas en Facebook o las enviamos por listas de correos… De esa manera perdemos tráfico, pero el mensaje sigue llegando, que es una de nuestras prioridades”.
En un país como Venezuela, sumado al contexto en el que se encuentra actualmente el periodismo latinoamericano, las oportunidades pueden mostrarse como un boleto de escapada. Para Eva Gutiérrez, esa puerta de salida vino acompañada de una carta: “Pasé por dos radios, hasta que llegué a una donde estuve quince años. En esa radio donde estuve hasta febrero de 2019… ellos me tenían mucho respeto -las personas de la radio-, y me tenían mucho temor. Cuando me llega esa carta -carta en la que mostraban que tenían vigilado el programa y todo lo que decía-, ellos me suspendieron el programa por una semana, como castigo”. Como se dice coloquialmente, por la boca muere el pez, y esto fue lo que sucedió con Eva Gutiérrez, tras largos años de trabajo en los medios de comunicación venezolanos. En aquel momento recibió una carta que significaba toda una invitación para marcharse: “A ver, esa carta decía que el día tal, a la hora tal y veinte segundos, exactamente, usted dijo lo siguiente, dos puntos, comillas, y todo textual. O sea, ellos tienen todo… todo un aparato enorme para chequear todas las radios, todos los canales de televisión, y ver qué periodista, qué persona está hablando mal”. La Venezuela de hoy, con sus palabras restringidas y sus organismos censores no se aleja mucho de la neolengua y del Ministerio de la Verdad descritos en la distópica 1984. La imagen que utiliza George Orwell para ilustrar un estado totalitario podría definir la situación del país caribeño. En palabras del propio Orwell: “Si quieres una imagen del futuro, imagina una bota pisoteando un rostro humano, para siempre”.
En Venezuela, comunicar se ha convertido en un castigo, así como expresa Gutiérrez. Un castigo que está respaldado por diversas leyes que el gobierno utiliza a su favor para poder arrinconar a sus comunicadores hasta el punto en el que, o se quedan callados o se van a otros lugares. Lisseth Boon explica las leyes actuales contra la Libertad de Expresión y el Derecho a la Información: “Existen leyes que coartan ese ejercicio -el periodístico-, que amenazan pues a la libertad de expresión. En eso están desde la llamada Ley Contra el Odio, que se dice más bien “la ley del odio”, que puede ser utilizada como una amenaza para el ejercicio del periodismo y para la libertad de expresión. También ahora recientemente han anunciado que van a crear otra ley, que es la Ley Antifascista. Y que para combatir el fascismo o los que atenten contra la patria, que sean declarados traidores a la patria o que estén promoviendo el desorden, el caos o el terrorismo”. Dicha nueva “ley” fue rechazada rotundamente por el gremio de periodistas venezolanos. El Colegio Nacional de Periodistas venezolano asegura a través de un escrito emitido por dicha institución que es una medida del gobierno para “alinear a la sociedad venezolana en general y, de manera muy particular, a los periodistas y medios de comunicación, a un pensamiento único, lo que contraviene la esencia misma de la Constitución Nacional y nuestra Ley de Ejercicio del Periodismo”.
Una carta a la libertad
La libertad de expresión en Venezuela es como aquello que tanto anhela y que nunca le llega al coronel en la novela El coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez. Al igual que el coronel que espera incesantemente, a los periodistas que deciden quedarse en Venezuela el temor a la censura no les impide seguir luchando por la libertad de expresión. Marcos Valverde es periodista de investigación en Armando.Info y profesor en la Universidad Católica Andrés Bello. Tras realizar un reportaje sobre corrupción por parte de empresas mineras asociadas al estado, él y Clavel Rangel fueron demandados por parte del empresario Jesús Vergara. Clavel Rangel terminó por exiliarse, pero Marcos Valverde decidió quedarse en Venezuela bajo la creencia de que merece la pena seguir trabajando por un periodismo de calidad: “La mayor fortaleza del periodismo venezolano es seguir existiendo. Porque en un contexto tan adverso, donde sabemos que a muchos periodistas los persiguen, los espían, etc.; el hecho de que siga existiendo un periodismo antipoder, o mejor dicho, un periodismo que escrute al poder y cuestione la sociedad en la que está, eso es ya una gran fortaleza. La gran fortaleza es que a los periodistas en Venezuela nos ha tocado emprender proyectos periodísticos independientes y distintos a cómo se hacía antes. En el caso del periodismo de investigación en Venezuela, son los periodistas los que están fundando medios, y eso es una cuestión importantísima, porque eso te garantiza independencia”.
Laura Helena Castillo también tomó la decisión de quedarse en Venezuela a ejercer su labor. En 2017, fundó junto a otros compañeros el medio de comunicación independiente, El Bus TV. El medio se dedica a informar por vías poco convencionales plantando cara a la censura con sus noticieros en autobuses, murales informativos o La Ventana TV, una red de información dentro de comunidades de vecinos. Al hablar del papel de El Bus TV en Venezuela, Laura Castillo reflexiona con esperanza: “Siento que estoy en un lugar de defensa del derecho a la información, defensa de la libertad de expresión, y obviamente ese es un lugar que me pone a mí, a mis colegas y nos ponen al Bus, en un lugar de defensa de los derechos humanos y de la democracia”.
Pese a las condiciones adversas para la libertad que ha impuesto el gobierno venezolano, y pese a detenciones arbitrarias como la de Carlos Julio Rojas, el país y sus habitantes seguirán aguardando con la esperanza del que espera esa carta del coronel. Una carta en forma de libertades y derechos, que nunca llega. Venezuela es un pueblo que lleva esperando casi 30 años a que la nube negra que planea sobre la libertad de expresión se disipe y traiga días más claros.
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Ah, ya. Las elecciones venezolanas están próximas. Qué pena, El Salto, os la han colado.
La defensa de los derechos humanos, en este caso la defensa de la libertad de información, de los periodistas y su labor informativa, no tiene por qué ir de la mano de una propaganda neoliberal contra un país como Venezuela.
Cuando personajes como Borrell o Von Der Leyen (o los líderes USA) se posicionan en contra de este país, hay que poner en duda mucha de la información "libre" que nos llega.
Flaco favor le hace el periodismo alternativo a la tarea de ofrecernos instrumentos para interpretar realidades sociales y políticas complejas cuando le abre la puerta a visiones unilaterales que eliminan de la ecuación los componentes de lucha de clases de un proceso como el bolivariano. ¿De verdad pasó vuestro control editorial un texto de un maniqueo tan absurdo que se refiere reiteradamente a “el partido opositor al gobierno venezolano” y que concluye con la ultra-reaccionaria consigna de que el pueblo venezolano “lleva esperando casi 30 años a que la nube negra que planea sobre la libertad de expresión se disipe y traiga días más claros”? ¿No se os pasó por la cabeza que quien habla así lo hace en nombre del golpismo de clase al que ha tenido que responder el proceso bolivariano?
Estoy de acuerdo contigo, creo que con este artículo le han colado un gol a El Salto a costa de la detención arbitraria de un periodista (otro más, hay tantos ya ...., por desgracia).