Actualidad africana
Horizontes de cambio en África a pesar de la resistencia a la transformación

Si hay una estructura que suponga el matenimiento del status quo en África es la idea de la ‘Françafrique’, todo la estructura de vínculos, dependencias e influencias de Francia en África. Los esfuerzos por cambiarle la cara a ese entramado demuestran hasta qué punto se está cuestionando el sistema en el continente.
Balai Citoyen
Balai Citoyen, movimiento social que en 2014 consiguió la la salida de Campoaré, quien será juzgado por el asesinato de Sankara Sophie Garcia
8 oct 2021 06:00

Hace más de seis décadas el poder colonial francés se transformó y dio lugar a la Françafrique, una reinvención de las tutelas y el control sobre los poderes fácticos de los estados africanos. Hoy ante la contestación y el aumento de las críticas, la Françafrique intenta convertirse en una energía amable que permita mantener esa influencia sin levantar ampollas, pero es difícil que pase inadvertida. El mismo equilibrio entre expectativas y amenazas, entre temores y esperanzas despiertan los militares en Guinea o la posibilidad de abrir la puerta de la justicia para Sankara en Burkina, mientras el cine y la literatura continúan aportando un latido firme y constante.

De nuevo la Françafrique

Hace tiempo que Francia sabe que su influencia sobre el continente africano necesita un cambio de imagen y, después de algunos sonados tropiezos, Emmanuel Macron parece dispuesto a ser el artífice de esta operación cosmética. No se trata de revolucionar la política africana del gobierno francés, ni de remover los vínculos que se tejen desde el Quai d’Orsay con los principales actores políticos y económicos que marcan los pasos del continente, y especialmente de la esfera francófona africana. No se trata de desarticular el complejo de lazos e intereses conocido como la Françafrique en el momento en el que está siendo más cuestionado. Se trata de ponerle una cara sonriente a los tentáculos de Francia en África, de hacer que esa presencia sea, simplemente, simpática. El mejor ejemplo de este intento es la propia página web de la cumbre África – Francia que se celebra hoy, 8 de octubre, en Montpellier.

Hace tiempo que Francia sabe que su influencia sobre el continente africano necesita un cambio de imagen y, después de algunos sonados tropiezos, Emmanuel Macron parece dispuesto a ser el artífice de esta operación cosmética

El propio nombre del encuentro refuerza este discurso: “Nueva cumbre África – Francia”. La idea de renovación y de reformulación planea sobre la cumbre. Ya en 2010 mostró una cortés cesión nominal de protagonismo, con el cambio de orden de los participantes y, sorprendentemente, ha sido 48 años después de la primera reunión y 27 ediciones después cuando se ha convertido en la “nueva” cumbre. A pesar de toda esa trayectoria, la web no recoge ninguna referencia a esas ediciones precedentes; eso sí, la imagen que recibe al visitante es un mosaico con retratos de jóvenes llenos de colorido en el que todas y todos los protagonistas sonríen (en algunos casos, de manera incluso exagerada). Es la primera ocasión en la que los jefes de estado no están invitados y el encuentro esta protagonizado por la sociedad civil. La cumbre viene precedida por cinco meses de programación cultural africana en Montpellier y en el programa abundan las referencias a la juventud, la innovación, la emprendeduría o la cultura, lo que ha provocado duras críticas.

Paralelamente a esta tradicional cumbre un grupo de sesenta organizaciones impulsan una contra-cumbre, también en Montpellier, en la que pretenden tratar algunos temas fundamentales de la relación de Francia con el continente africano y que parece que los impulsores del encuentro institucional han olvidado como el contestado Franco CFA, los discursos decoloniales, la presencia militar o la situación de los migrantes africanos en el hexágono.

Incertidumbres y esperanzas guineanas

El golpe de estado protagonizado el pasado 5 de septiembre por miembros del Groupement des Forces Spéciales del ejército de la República de Guinea ha hecho a muchos contener el aliento ante una situación paradójica e incómoda. Lo cierto es que amplios sectores de la sociedad civil guineana ha depositado en este proceso sus esperanzas de recuperación de la democracia. Una democracia, que por otro lado, había sido amenazada e incluso secuestrada por un presidente electo, paradójicamente. En este caso, las derivas autocráticas de Alpha Condé, que siempre mantuvo las apariencias de una democracia procedimental, han puesto al descubierto la desconexión respecto a la ciudadanía. En marzo de 2020, un referéndum constitucional aprobó, con un sorprendente 89,76% de los votos, una reforma que permitía a Condé volver a presentarse. Poco más de seis meses después, el mismo líder ganó las elecciones presidenciales con un aplastante 59,50 % de los sufragios. Menos de un año más tarde, un golpe militar derrocó a Condé. Apenas su guardia personal opuso resistencia y de manera espontánea se desataron manifestaciones populares de apoyo a los golpistas.

Guinea tiene experiencias previas de asonadas militares que han acabado negando el poder a los civiles y es innegable que la presente junta militar organizada en torno al Comité National du Rassemblement et du Développement (CNRD) ha suspendido algunas libertades fundamentales. Sin embargo, el Coronel Mamady Doumbouya está ofreciendo indicios que alimentan las esperanzas de esa sociedad civil prodemocrática. Por lado, ha empezado a desarticular el entramado del gobierno anterior, imponiendo duras condiciones a los anteriores ministros e incluso revisando los presuntos circuitos de la corrupción administrativa. Pero sobre todo, despierta el optimismo porque la hoja de ruta de la transición cierra la puerta a los miembros del antiguo gobierno en la recuperación de la democracia, pero también a los miembros de los órganos salidos del golpe de estado. Es decir, los militares no podrán presentarse a las futuras elecciones, ni siquiera el propio Doumbouya.

Juicio por el asesinato de Sankara

Han tenido que pasar casi 34 años, pero el próximo lunes 11 de octubre está previsto que se inicie el juicio por el asesinato del presidente burkinés Thomas Sankara y de otros doce miembros de su gobierno. El proceso se iniciará apenas cuatro días antes del aniversario de la masacre que se produjo durante el golpe de Estado de 1987 que acabó con el gobierno revolucionario de Sankara y colocó en el poder al que había sido su mano derecha, Blaise Compaoré. Este último es, precisamente, uno de los catorce acusados del asesinato múltiple, aunque no se sentará en el banquillo ya que se encuentra exiliado en Costa de Marfil desde que en 2014 un levantamiento popular forzó su dimisión y su fuga.

Han tenido que pasar casi 34 años, pero el próximo lunes 11 de octubre está previsto que se inicie el juicio por el asesinato del presidente burkinés Thomas Sankara y de otros doce miembros de su gobierno

El proceso es una cuenta pendiente con un amplio sector de la sociedad civil burkinesa que se ha visto condicionada durante décadas, precisamente porque uno de sus supuestos responsables ocupaba el sillón presidencial. Para el actual presidente, Roch Kaboré, generar las condiciones que hacen posible este juicio es un gesto de cohesión en un momento en el que el país se enfrenta a una situación extremadamente delicada por el aumento de la actividad de grupos armados en diferentes regiones del país y por la inestabilidad que la violencia está provocando. A pesar de los temores de que la justicia se aplique con excesiva suavidad, teniendo en cuenta la posición preeminente de algunos de los acusados, la mayor parte de los actores burkineses consideran que se trata de un momento histórico y una oportunidad única de empezar a cerrar la herida abierta por la violencia y la represión ejercidas durante el régimen de Compaoré.

Los desafíos de los cines africanos

“Cines de África y de la diáspora. Nuevas miradas, nuevos desafíos”. Es el lema con el que se abrirá el próximo 16 de octubre, después de los aplazamientos impuestos por la pandemia, el Festival Panafricano del Cine y de la Televisión de Ouagadougou (FESPACO) una de las citas más importantes del séptimo arte en el continente. FESPACO es un histórico que llega en esta ocasión a su 27ª edición y que se plantea como el escaparate privilegiado de la producción cinematográfica africana. Senegal es el país invitado en esta edición.

“Cines de África y de la diáspora. Nuevas miradas, nuevos desafíos”. Es el lema con el que se abrirá el próximo 16 de octubre el Festival Panafricano del Cine y de la Televisión de Ouagadougou (FESPACO) una de las citas más importantes del séptimo arte en el continente

Un total de 239 producciones compiten por los premios en las diferentes categorías. En el caso del galardón más reputado el Étalon d’or de Yennenga (El Córcel de Oro de Yennenga), el jurado tendrá que escoger entre 17 películas de ficción llegadas de Burkina Faso, Angola, Senegal, Camerún, Nigeria, Tanzania, Egipto, Haití, Somalia, Costa de Marfil, Chad, Ruanda, Marruecos, Namibia, Lesoto y Túnez. Las categorías se completan con las cintas documentales, las de animación, las series, los cortometrajes o las películas de las escuelas de cine, además de secciones dedicadas a carreras prometedoras, a películas destacables pero que no encajan en los criterios del festival, a producciones burkinesas, a clásicos de los cines africanos, a cintas infantiles o a toda una carrera. Este festival es una buena manera de tomar el pulso a la producción audiovisual africana.

El deseado (e inesperado) regreso de Soyinka

Hace casi cincuenta años que publicó su última novela, así que no es sorprendente la expectación que ha despertado la edición hace poco más de una semana en Reino Unido de Chronicles From the Land of the Happiest People on Earth, la tercera novela del escritor nigeriano Wole Soyinka. Además, todo apunta a que esta nueva historia no defrauda y sigue la línea del estilo más combativo e irreverente de este referente de las literaturas africanas y de la literatura en inglés, en general. Puede que los no avisados se sorprendan por el largo plazo entre las dos últimas novelas, sin embargo, durante este tiempo, Soyinka, que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1986, no ha estado en silencio. Ha escrito y mucho. Se ha dedicado especialmente a las obras de teatro y a los ensayos y un poco más tímidamente a la poesía.

Una de las marcas de la casa de este escritor nigeriano ha sido su compromiso político, que le han llevado sucesivamente a la cárcel y al exilio por sus firmes posiciones críticas durante la guerra de Biafra y tras el asesinato del también escritor y activista medioambiental Ken Saro-Wiwa. Tanto en sus trabajos previos como en sus tomas de posición públicas, Soyinka ha sido un firme defensor de los principios democráticos y no se ha cansado de criticar cualquier deriva autocrática por arriesgado que resultase, por eso es una de las figuras claves del pensamiento crítico nigeriano, uno de esos faros a los que la ciudadanía y los medios se dirigen en medio de las situaciones de crisis. Por lo que se ha sabido, Chronicles From the Land of the Happiest People on Earth, mantiene esta misma línea. La historia se sitúa en un escenario imaginario que nadie ha dudado en identificar con Nigeria, en el que se ponen de manifiesto los vicios del poder, el abuso de las clases privilegiadas y la corrupción en la política, a través de una crítica que también advierte de prácticas sociales que agravan estos problemas.

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