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Actualidad árabe (y más)
Irán pide auxilio: el régimen ha practicado 259 ejecuciones “para causar pánico” entre la oposición
Lo que queda de las protestas iraníes ha perdido el favor de la atención internacional, pero no de la de sus dirigentes. La represión brutal que Teherán practica contra todo tipo de disidencia se traduce durante los últimos meses en un aumento de las ejecuciones, que lleva a defensores de los derechos humanos iraníes y a dirigentes políticos internacionales a poner el grito en el cielo, por ahora sin ningún resultado.
En Palestina, la tensión a raíz de la ofensiva contra la franja de Gaza queda atrás en los telediarios y da paso a la que provoca la Marcha de la Bandera, una exaltación supremacista israelí que cruza las calles palestinas de la Ciudad Vieja de Jerusalén. En Líbano, uno de los rostros más poderosos del país y eternamente vinculado a macro casos de corrupción locales e internacionales es ahora perseguido por la Interpol, mientras que expertos climatológicos advierten del fuerte impacto que el calentamiento global tendrá pronto en el mundo árabe.
Los iraníes piden al mundo que frene las ejecuciones del régimen
El régimen iraní no levanta el pie del acelerador y continúa con su brutal campaña de ejecuciones. En la última edición del sumario nos hacíamos eco de las denuncias internacionales que indicaban que el gobierno iraní estaría ejecutando a 10 personas por semana en lo que va de año. Pero a juzgar por las palabras de activistas sobre el terreno, la tendencia va a más.
Las ejecuciones el pasado viernes de Saeed Yaghoubi, Majid Kazemi y Saleh Mirhashemi, tres jóvenes que habían estado implicados en las revueltas anti-gubernamentales iniciadas el pasado septiembre, han incrementado la indignación tanto dentro como fuera del país. Los tres condenados fueron acusados de participar en el asesinato de tres miembros de las fuerzas de seguridad. Grupos como Amnistía Internacional, sin embargo, denuncian que el proceso judicial estuvo sentenciado a una velocidad inusual, que careció de pruebas y que se utilizó la tortura “para obtener confesiones manipuladas”.
Las ejecuciones el pasado viernes de Saeed Yaghoubi, Majid Kazemi y Saleh Mirhashemi, tres jóvenes que habían estado implicados en las revueltas anti-gubernamentales iniciadas el pasado septiembre, han incrementado la indignación tanto dentro como fuera de Irán
Las autoridades iraníes han negado ninguna mala praxis, pero activistas recuerdan que Morteza Barati, el juez que sentenció a los ejecutados, está implicado en múltiples casos de violaciones de derechos humanos.
Los tres jóvenes, de entre 30 y 37 años de edad, sabían que serían los siguientes. Menos de 48 horas antes de que sus gobernantes les pusieran la soga en el cuello, los tres detenidos encontraron la forma de hacer llegar un manuscrito al exterior. Pedían el apoyo de sus conciudadanos. “Necesitamos vuestro apoyo”, decía la carta: “no dejéis que nos maten”.
Familia y amigos reaccionaron a su llamada y organizaron guardias nocturnas en las inmediaciones de la cárcel donde se encontraban detenidos, en la ciudad de Isfahán. Pero no pudieron evitar un desenlace que ya estaba escrito. Cuando se supo que las ejecuciones ya se habían producido, las protestas se esparcieron por todo el país. Pese a saber que salir a protestar significa jugarse la vida, grupos de manifestantes se unieron en Teherán en apoyo a los ejecutados: “Juramos por la sangre de nuestros camaradas que nos mantendremos firmes hasta el final”, cantaban al unísono en referencia a la caída de la Guardia Revolucionaria.
Irán
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En lo que va de año, ha habido al menos siete ejecuciones oficialmente vinculadas con las protestas anti-gubernamentales. Pero grupos locales indican que habrá aún más, puesto que hay ocho personas en el corredor de la muerte por acusaciones relativas a las protestas, y hay docenas de personas detenidas que corren el riesgo de correr la misma suerte.
Javaid Rehman, Reportero Especial de la ONU sobre la situación de los Derechos Humanos en la República Islámica de Irán, firmó junto con otros asesores de la ONU un documento en el que aseguran que en lo que va de 2023 han tenido lugar por lo menos 259 ejecuciones. Teniendo en cuenta la ausencia de transparencia por parte del régimen de los ayatolás, el iraní Rehman advierte que es imposible conocer la cifra exacta de ejecuciones, indicando que podrían ir más allá de las 259.
Los activistas iraníes piden al mundo que actúe contra los dirigentes del país. “La respuesta se ha quedado en condenas públicas sin consecuencias”, denuncia Mahmood Amiry-Moghaddam, director del grupo Iran Human Rights. Tiene claro que las ejecuciones pretenden “infringir el pánico” en quienes han apoyado las protestas anti-gubernamentales durante los últimos meses. “Si ven que no hay sanciones contundentes, las autoridades incrementarán las atrocidades; el régimen está dispuesto a ir tan lejos como haga falta con tal de mantenerse en el poder”, alerta Amiry-Moghaddam. Raha Bahreini, investigadora de Amnistía Internacional en Irán, parece ir en la misma dirección: “Teherán está poniendo a prueba la tolerancia de la comunidad internacional”, declaraba en una televisión estadounidense: “si ven que las ejecuciones arbitrarias no provocan un escándalo, entenderá que son aceptadas”.
La Marcha por la Bandera enciende la Ciudad Vieja de Jerusalén
El apartheid y el colonialismo que el régimen israelí practica contra los palestinos no deja descanso a la población indígena de la Palestina histórica. Semanas después de la última ofensiva militar contra la franja de Gaza, que se saldó con 36 personas muertas en el enclave, ha llegado la celebración del Día de Jerusalén y su actividad estrella, la Marcha por la Bandera. Fundamentalmente, este acontecimiento es una demostración de dominación israelí sobre territorio ocupado, con miles de israelíes nacionalistas y de derecha que celebran el resultado de la Guerra de los Seis Días de 1967, o lo que es lo mismo, la ocupación de Cisjordania, de la franja de Gaza y de Jerusalén Este. El tono desafiante de la Marcha a través de las calles de la parte palestina de Jerusalén supone todos los años uno de los mayores repuntes de tensión de todo el calendario.
El perfil ultranacionalista y supremacista de muchos de los asistentes israelíes que acuden a estos actos va acompañado de un sentimiento anti-palestino. Por ese motivo, muchos palestinos ven como una provocación el hecho de que estas marchas pasen por la Ciudad Vieja de Jerusalén y por la Explanada de las Mezquitas, que se encuentran en el lado ocupado de la ciudad. No sólo son miles de israelíes de ultraderecha apropiándose de sus calles, si no aprovechando la Marcha como excusa para desplegar el odio anti-palestino y para cometer agresiones contra los residentes de la ciudad. A menudo, los marchistas israelíes cantan canciones de odio por las mismas calles donde residen los palestinos.
Muchos palestinos ven como una provocación el hecho de que la Marcha de la Bandera pase por la Ciudad Vieja de Jerusalén y por la Explanada de las Mezquitas, que se encuentran en el lado ocupado de la ciudad
Estas agresiones no son solo un acto de odio ciudadano si no también estatal, puesto que las marchas van acompañadas y protegidas por miles de miembros de las fuerzas de seguridad israelíes, que, por lo general, se abstienen de frenar las agresiones contra los palestinos e incluso participan de ellas. Cabe recordar que este tipo de celebraciones fueron el estallido que provocó una guerra con centenares de muertos en 2021. El ejército israelí penetró la Mezquita de al-Aqsa, el tercer lugar más sagrado del islam en el mundo, e hirió a 300 civiles después de entrar con porras, gas lacrimogeno y balas de goma.
Aquella agresión desencadenó un conflicto armado de 11 días entre milícias armadas de Gaza e Israel, con más de 250 personas muertas, la inmensa mayoría gazatíes. El gobierno de Benyamin Netanyahu sabe que estas manifestaciones pueden provocar un conflicto de nuevo, pero no se esfuerza en evitar este tipo de eventualidades. ültimamente, la política israeli sufre fuerte tensiones internas, y sus dirigentes están dispuestos a bombardear Gaza, una suerte de carta comodín, con tal de desviar la atención y cerrar filas ante el supuesto enemigo palestino.
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Mientras, fuera de la capital dividida, Israel continúa con las redadas contra los campos de refugiados ubicados en Nablus y en Jenin, en la Cisjordania ocupada. Las hace de forma prácticamente diaria desde junio de 2021, en un supuesto intento por frenar una oleada de resistencia palestina. Esta semana, una macrorredada en el mayor campo de refugiados de Cisjordania ha provocado tres víctimas mortales. Se trata del campo de refugiados de Balata, en Nablus, con una población de 30.000 personas en una extensión de apenas 24 campos de fútbol.
Esta violencia sigue con la trágica tendencia de los últimos tiempos. En 2022, y descontando las muertes en la franja de Gaza, las fuerzas israelíes asesinaron más de 170 palestinos en Cisjordania y en Jerusalén Este, de las cuales 30 fueron menores de edad. Para los palestinos, fue el año más mortífero desde 2006. Ahora, en lo que va de 2023, las fuerzas de la ocupación han asesinado a 156 palestinos —de los cuales 26 serían niños— en todos los territorios palestinos.
Se cierra el cerco contra uno de los rostros de la corrupción Líbano
Durante décadas, Líbano había disfrutado de una buena reputación por la supuesta estabilidad económica del país. La libra libanesa lograba mantener su valor frente Al dólar y la economía del país atraía inversión extranjera a pesar de navegar a través de guerras, de invasiones y de asesinatos políticos. Muchos se subieron al carro de considerar a Líbano la Suiza de Oriente Medio, y Riad Salameh, el gobernador del Banco Central desde 1993 hasta la actualidad, era considerado uno de los artífices del milagro.
Pero la burbuja ha estallado y no parece que nadie la pueda reconstruir jamás. Desde 2019, la reputación de Salameh, responsable de la política monetaria del Líbano, no solo se ha visto perjudicada por la caída en picado de la libra libanesa. Tampoco por la inflación. Múltiples investigaciones lo acusan de transferir fondos públicos para su beneficio personal desde Beirut hacia el extranjero. La cantidad se movería en los centenares de millones de dólares, que habría trasladado a Suiza y posteriormente blanqueado en Francia.
Desde 2019, la reputación de Salameh, responsable de la política monetaria del Líbano, no solo se ha visto perjudicada por la caída en picado de la libra libanesa. Tampoco por la inflación
Por ese motivo, diversos países europeos como Francia, Suiza, Lichestein, Luxemburgo o Alemania tienen investigaciones en marcha para averiguar qué malas prácticas habría podido desarrollar Salameh en suelo europeo, como fraude, lavado de dinero o enriquecimiento ilícito. Esta semana, y ante la incomparecencia de Salameh ante un tribunal en París, un juez francés ha emitido una orden de detención contra él, que se encuentra en Líbano. Pero la cosa ha ido más allá y al día siguiente ha sido la propia Interpol, el cuerpo policial global, el que ha emitido una notificación roja contra Salameh.
Esta acción pide a las autoridades de alrededor del mundo que detengan a una persona mientras se decide si se le extradita o si se toman otras acciones legales. Ayer, un juez libanés prohibió a Salameh salir de Líbano y se sustrajeron sus pasaportes libanés y francés, pero nadie espera que las autoridades libanesas colaboren con las investigaciones internacionales mucho más allá de eso. Primero, porque Líbano no extradita a sus propios ciudadanos, y segundo, y más importante, porque múltiples investigaciones en suelo libanés indican que Salameh se encuentra en el centro de una compleja red de intereses que sirve a grandes fortunas y a líderes políticos.
Independientemente de sus corruptelas en el escenario internacional, Salameh utilizó en Líbano su papel como gobernador del Banco Central para crear “un imperio” que le hacía indispensable para todo tipo de poderosos en el país. “No es que sea el líder del Banco Central, es el responsable de una mafia”, decía a la prensa estadounidense Jamil al-Sayyed, ex miembro del parlamento libanés y antiguo jefe de la Agencia de Seguridad General de Líbano: “Él los proteje a ellos, y protegiendolo a él, ellos se protegen a ellos mismos”.
Líbano
Ghida Frangieh “Ningún alto cargo ha sido nunca procesado por ningún crímen en Líbano”
El cambio climático golpea contra el mundo árabe con fuerza
El cambio climático es real y los países de Oriente Medio y el Golfo pueden llevarse la peor parte. Un estudio de la revista Nature Sustainability publicado el lunes advierte de que “países enteros” se encontrarán expuestos a “temperaturas calurosas sin precedentes” durante las próximas décadas.
La investigación dibuja diversos escenarios posibles y calcula las repercusiones que podrían tener a niveL climatológico. Según sus estimaciones, si la población mundial alcanza las 9’5 mil millones de personas y la temperatura en ese momento se ha incrementado en 2,7 grados, países como Qatar, los Emiratos Árabes Unidos y Bahrain podrían tener el 100% de su población expuesta a calores extremos.
Otros, como Kuwait, Omán, Arabia Saudi, Yemen, estarían también en alerta roja, puesto que la mayoría de sus poblaciones estaría bajo el mismo riesgo que las de los países mencionados anteriormente.
Nature Sustainability indica que la población pobre será la más afectada, puesto que no cuenta con recursos para enfrentarse a las olas de calor. Si el planeta sigue con la misma trayectoria que hasta ahora, los próximos cinco años serán los más calurosos jamás registrados a nivel global. Al final del siglo XXI, dos mil millones de personas en todo el mundo —casi una cuarta parte de la población mundial— podrían vivir en condiciones de calor de riesgo.