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Adicciones
La atención pública de las adicciones: entre la falta de recursos y de integración de los sistemas sanitarios
La historia de adicción de Manuel empezó cuando él tenía 12 años (hoy, tiene 27). Fue entonces cuando su madre, Cristina, se dio cuenta del problema y sintió lo que la mayoría de las madres, la mayoría de las familias, siente cuando descubren que su familiar consume: miedo, desesperación y, sobre todo, incertidumbre. ¿A dónde acudir para que te digan qué está pasando y qué hacer?
Cristina llevó a Manuel (ambos prefieren ocultar su verdadera identidad) a que le hicieran una prueba de tóxicos en el hospital público, la cual dió positivo. Pero entonces no había en Alicante “ningún tipo de recomendación, asesoramiento, departamento, nada a lo que te derivasen directamente desde un hospital”.
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La cosa se agravó cuando a Manuel le diagnosticaron Patología Dual: la convivencia de una adicción y otro trastorno mental, como depresión, trastorno límite de personalidad, bipolaridad, esquizofrenia…. Un cuadro clínico para el que no están preparados gran parte de los centros de adicciones, ya sean públicos o privados. “Manuel tiene dependencia a tóxicos y comportamentales: compra compulsiva, cleptomanía, todo lo que le ayude a calmar la ansiedad con recompensa rápida, para subirse un poco la autoestima”, explica Cristina.
En todos estos años, Manuel ha divagado por recursos públicos de todo tipo, de la Comunidad Valenciana y otras partes de España. Ha asistido a sesiones puntuales de terapia psicológica en Servicios Sociales del Ayuntamiento. Ha pasado por pisos tutelados y centros de día públicos. Y aunque consiguió la tutela de la Administración, es decir, que el Estado se hiciera cargo de su tratamiento, a juicio de su madre, la atención a su hijo “siempre fue insuficiente”.
Largas listas de espera; escasez de plazas públicas para ingresar; sesiones psicológicas muy distanciadas; falta de recursos para realizar la desintoxicación… “Estas personas tienen que tener una atención más personalizada, constante”, reclama la madre
“Estas personas tienen que tener una atención más personalizada, constante, que noten que realmente les importan a alguien”, reclama la madre. Algo diferente a lo que ella y su hijo experimentaron: largas listas de espera; escasez de plazas públicas para ingresar; sesiones psicológicas muy distanciadas; falta de recursos para realizar la desintoxicación… Incluso cuando, todo hay que decirlo, el sistema público ha mejorado notoriamente en el tratamiento de la adicción en los últimos 10 años.
“La mayoría de las personas que nos llaman se quejan de la baja capacidad de atención del sistema público”, explica, no obstante, David Zarra, sociólogo de Adictalia, una red nacional privada que realiza un estudio del perfil de la persona adicta para derivarla a un tratamiento adecuado. Porque si hay algo claro en esta enfermedad, es que cada caso es único y requiere un tratamiento específico.
Manuel consiguió un tratamiento privado en el que alcanzó la abstinencia aunque su madre tuvo que desembolsar una cantidad de dinero que a muchas familias con esta problemática en España les resultaría inviable
Por medio de Adictalia, Manuel consiguió un tratamiento privado en el que alcanzó la abstinencia, que al momento de escribir este reportaje aún mantenía. Claro que su madre tuvo que desembolsar una cantidad de dinero que a muchas familias con esta problemática en España les resultaría inviable.
¿Qué pasa con ellas? ¿Está el sistema público español realmente preparado para atender los diferentes casos de adicción? Las respuestas las buscamos en el 6º Congreso Internacional de adicciones, donde la Sociedad Científica Socidrogalcohol reunió, a finales de septiembre, a especialistas de todo el país en la Ciudad de las Artes de Valencia.
La adicción y su tratamiento
Dato 1. Las adicciones constituyen una enfermedad clasificada por la Organización Mundial de la Salud. El principal síntoma es la falta total de control sobre el consumo de una sustancia (porros, cocaína, alcohol…) o una conducta (apuestas, sexo, compras…), la cual lleva a la autodestrucción de la persona. Las causas son múltiples: sociales, psicológicas, biológicas.
Dato 2. Un tratamiento integral de la adicción comprende cuatro etapas. Desintoxicación: abandonar el consumo de la sustancia o comportamiento que está generando la adicción y a su vez, pasar el síndrome de abstinencia o “mono”, síntomas desagradables y más o menos peligrosos provocados al dejar de consumir. Deshabituación: detectar los hábitos tóxicos que conducen al consumo para sustituirlos por hábitos más responsables, además de estabilizar la abstinencia para empezar a funcionar sin consumo. Rehabilitación: replantear creencias y emociones, y adquirir herramientas para reconstruir el estilo de vida. Reintegración social: comenzar a practicar las nuevas pautas y habilidades para enfrentarse al mundo.
Dato 3. La impulsividad puede ser más o menos grave, y, por tanto, las consecuencias sobre la vida de la persona más o menos perjudiciales. Si es muy grave, la persona necesitará ingresar en un centro terapéutico para remodelar la biblioteca interna. Si la falta de control le permite continuar mínimamente con su rutina, entonces ese trabajo terapéutico puede realizarse en un centro ambulatorio al que asistir periódicamente.
La urgencia en la atención
La urgencia para atender a una persona con adicción y la intensidad del tratamiento dependerá de la gravedad de su caso, arguyen los especialistas. El concepto es clave para valorar la calidad de respuesta del sistema sanitario.
Con el fin de “informar mejor a las personas que nos llaman”, explica David Zarra, Adictalia sondeó los tiempos de citación de la red pública en toda España. “En algunas autonomías podían tardar apenas 24 o 48 horas y en otras semanas o, incluso, meses. Y en algún caso ni siquiera disponían de psiquiatra”, relata.
“Quiero dejarlo bien claro: en el tratamiento del trastorno adictivo no hay urgencias”, tercia por su parte Francisco Pascual Pastor, médico psiquiatra y presidente de Socidrogalcohol durante años, hasta el reciente congreso. “Es decir, hay una urgencia si tienes un riesgo vital, si tienes una intoxicación, un síndrome de abstinencia agudo, pero en lo que es el tratamiento del trastorno adictivo, a veces una pequeña espera terapéutica, incluso hasta está bien”, precisa.
“A veces la demanda puntual que te trae el paciente es que le atiendas ya, porque ha tenido un problema puntual, familiar, judicial, de tráfico, y quiere que se lo soluciones. Actúas, haces algo y luego el paciente desaparece”, ejemplifica el psiquiatra
La urgencia puede, incluso, no responder a una consciencia real de tratarse por parte de la persona. “A veces la demanda puntual que te trae el paciente es que le atiendas ya, porque ha tenido un problema puntual, familiar, judicial, de tráfico, y quiere que se lo soluciones. Actúas, haces algo y luego el paciente desaparece”, ejemplifica el psiquiatra.
Ahora bien, cuando hay consciencia de enfermedad, Pascual sabe que atender a una persona adicta implica mucho más que atender un cuadro clínico. “Representa toda una serie de circunstancias que requieren, al principio, una visita a la semana y, cuando se estabiliza la persona, cada 15 días, luego al mes…”. Pero esa intensidad inicial resulta “imposible sin unidades específicas de tratamiento de adicciones”, advierte.
Para Mercè Balcells, jefa de la Unidad de Conductas Adictivas del Hospital Clínic de Barcelona, “si bien deberíamos poder atender con más agilidad”, hay que saber encajar la desesperación que le surge a la familia ante la primera cita
Para Mercè Balcells, jefa de la Unidad de Conductas Adictivas del Hospital Clínic de Barcelona, “si bien deberíamos poder atender con más agilidad”, hay que saber encajar la desesperación que le surge a la familia ante la primera cita. Muchas veces la impaciencia responde de una “expectativa irreal” depositada en esa instancia como una “solución inmediata”. Pero hay que ayudarle a comprender que el proceso terapéutico de su familiar llevará tiempo.
Balcells propone, para ello, implementar grupos de lista espera, con el fin de brindar acompañamiento a la familia “Que vayan trabajando el momento de la visita, porque la persona vendrá por primera vez, luego se irá a casa y no va a haber resuelto el problema de su adicción”, aclara Balcells. La cita es el “primer paso y el más relevante de un proceso de recuperación extenso”, insiste.
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Coincide, por otra parte, en que sólo algunas personas necesitan ingresar. “No daríamos abasto: si tenemos un bar en cada esquina, también deberíamos tener un hospital o un centro de ingreso en cada esquina”, cavila. Para ella, de hecho, el tratamiento se ha de realizar principalmente en el entorno comunitario. Aunque, a veces, admite, “es importante frenar, ser capaces de contener a la persona en un momento de mucha crisis, para luego ponernos a trabajar”.
En estas situaciones de deterioro profundo, de adicción grave, es donde quizá más se evidencian las limitaciones del sistema público. Y donde, quienes pueden, buscan alternativas privadas.
Falta de recursos
“Si tengo un paciente que necesita ingresar en un hospital para desintoxicarse o porque sufre un síndrome de abstinencia agudo, la realidad es que no tenemos recursos específicos para tratar este tipo de pacientes: nos faltarían plazas de unidades de desintoxicación”, sostiene el psiquiatra Francisco Pascual. Y el problema es que, para continuar el tratamiento en los recursos residenciales públicos o subvencionados, la persona debe estar abstinente, desintoxicada.
Y si lo está, es probable que deba esperar por una plaza, lo cual incrementa el riesgo de que se desanime. “Cuando un paciente da el paso de tratarse, no puede estar sometido a listas de espera de meses”, advierte Benjamín Climent, nuevo presidente de Socidrogalcohol.
Además de plazas de desintoxicación, Benjamín Climent reclama “más recursos para rehabilitación y reinserción”. Esto implica “unidades de deshabituación residencial, centros de día y, también, “más recursos sociales”
David Zarra, de Adictalia, argumenta la importancia de la inmediatez: “Los altibajos en la adicción son una parte intrínseca de la enfermedad”. Si no actuamos de forma rápida, “corremos el riesgo de que su motivación se deshinche y que caiga en la falsa creencia de que puede sola”. Además de plazas de desintoxicación, Benjamín Climent reclama “más recursos para rehabilitación y reinserción”. Esto implica “unidades de deshabituación residencial, centros de día” y, también, “más recursos sociales para poder derivar a pacientes que están en situación de calle o con problemas muy graves que desde los hospitales no podemos abordar”, explica el psiquiatra.
Tras dejar de consumir, sobreviene aprender a vivir sin el consumo. Y esto requiere tratar la adicción de forma integral. Por eso Benjamín Climent destaca el “abordaje global” de la enfermedad. En su opinión, “la reinserción es un problema en la mayoría de comunidades”. El trabajo queda cojo si, incluso desintoxicando y deshabituando, “no le damos una oportunidad a la persona”. Esto requiere programas de empleo y centros de día, “pero no para ir a hacer macramé”, ironiza, “sino para que se preparen realmente para la vida”.
Falta de personal especializado
A la escasez de espacios, Gerardo Flórez Menéndez, médico psiquiatra de la Unidad de Conductas Adictivas del Complejo Hospitalario de Ourense, añade la “falta de personal”. El problema tiene que ver con la escasez de médicos y médicas en general, pero también con que “los nuevos profesionales eligen aquellas opciones donde tienen mejores condiciones, y los dispositivos de adicciones tienen peores condiciones”, indica el psiquiatra. La falta de reconocimiento económico y fidelización en este sector mina la continuidad de las plantillas, que buscan mejores alternativas, sugiere Francisco Pascual, lo cual va en detrimento de que el paciente tenga terapeuta a largo plazo.
“El escaso desarrollo que tiene el tratamiento de las adicciones dentro de la Atención Primaria” preocupa a Lorenzo Armenteros, responsable del grupo de trabajo de Drogadicciones en la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). Por eso, reclama “una financiación adecuada, en todos los campos: diagnóstico, prevención, tratamiento y seguimiento” de las personas adictas.
“La OMS ya nos habla de que para el 2030 vamos a tener la población más adictiva; ya no solamente hablamos de sustancias, sino de adicciones a muchos más comportamientos nuevos”, advierte Francisco Lorenzo
Los pronósticos demandan mayor relevancia a este ámbito de la salud. “La OMS ya nos habla de que para el 2030 vamos a tener la población más adictiva; ya no solamente hablamos de sustancias, sino de adicciones a muchos más comportamientos nuevos”, advierte Francisco Lorenzo, presidente de Socidrogalcohol en Canarias. El escenario actual es, a su juicio, el de una población que está “hiperactivada límbicamente, que tiene más impulsividad, que necesita regularse más rápidamente con otros elementos”.
Y en nada ayuda, en este sentido, que los sistemas se encuentren “muy orientados hacia personas adultas y muy poco orientados en espacios, diseños y estrategias, para el tratamiento de la población adolescente y joven”, como afirma Flórez Menéndez. Esto se refleja, por ejemplo, en la inexistencia de una “especialidad de psiquiatría infantil juvenil”.
Además, la inercia de años de enfoque en problemas derivados del consumo de heroína o cocaína intravenosa ha eclipsado el desarrollo de mecanismos para anticiparse a otras adicciones. Por ejemplo, “al cannabis, las benzodiazepinas o adicciones comportamentales”, menciona Flórez Menéndez.
Francisco Pascual reclama una formación específica, a menudo inexistente en los grados universitarios, para una enfermedad con muchas especificidades. “Si no entendemos que el paciente te puede llegar con problemas sociales, de salud mental, pero también con problemas orgánicos, creo que trataríamos mal a la persona. Porque la persona no son partes, es un todo”.
Falta de integración de los sistemas sanitarios
Otra de las vulnerabilidades del sistema público en la que coinciden los especialistas es la diversidad de criterios entre Comunidades Autónomas. “Si bien hemos logrado que rija la visión de que las adicciones son enfermedades y tratarlas dentro del sistema público, la heterogeneidad en la asistencia hace que algunas C.A. vayan a más velocidad que otras en la integración del tratamiento”, explica Benjamín Climent.
Para entender esta heterogeneidad, hay que comprender que España cuenta con 17 sistemas comunitarios de atención sanitaria. En algunas C.A., la atención a los trastornos adictivos está integrada en los sistemas públicos de salud, mientras que en otras, no. En algunos casos, de hecho, la atención se deriva en “organizaciones no gubernamentales, diputaciones, ayuntamientos…”, precisa Francisco Pascual.
“Esto implica que, por ejemplo, una persona no tenga acceso a una receta o que no haya una historia clínica unificada y que cuando una persona va a un centro de atención a adicciones no esté conectada, por ejemplo, con la historia clínica de atención primaria o la del hospital”, profundiza Francisco Pascual.
La integración de los sistemas permitiría que una persona “pueda tener las mismas opciones terapéuticas, farmacológicas y de diagnóstico” vaya donde vaya, explica. Hoy, por ejemplo, si está recetada con metadona o buprenorfina en su comunidad, puede viajar a otra “donde el sistema no le cubre, y donde, además, el médico ni siquiera puede consultar la historia clínica para saber si lo que dice es real”, ilustra el psiquiatra.
La vocación de un sistema que existe
No todo son debilidades. La primera fortaleza es que sí existe un sistema público de atención de adicciones. Como indica Mercè Balcells, del Clínic de Barcelona, “las adicciones ahora han entrado en el sistema de salud”. Y esto implica que, más allá de que siguen estigmatizadas y falten recursos, hay mayor cobertura sanitaria y cada vez más especialización profesional.
Hoy “los pacientes con problemas por alcohol y drogas acceden a cualquier servicio hospitalario y tienen tratamientos como cualquier otra persona”, ilustra Benjamín Climent. El psiquiatra Gerardo Flórez Menéndez destaca al sistema como el resultado de un trabajo “que casi salió de la nada en torno a la epidemia de la heroína y que funcionó, se fortaleció y cuya base ahora hay que ampliar más”.
La fortaleza más importante para Francisco Pascual es “la gran implicación y vocación profesional” de todas las personas especialistas, que actúan desde un “punto de vista muy humanitario”. Reflexiona Cristina, la madre de Manuel, que estos profesionales “que trabajan con pasión dentro de lo público se deben sentir muy frustrados” ante la falta de recursos.
Precisamente por eso el psiquiatra Lorenzo Armenteros reclama “equilibrio financiero, social y laboral” y “disposición política”. Una receta para que, precisamente, profesionales “excelentemente formados”, pero “con poco tiempo y medios”, trabajen con “dignidad”. La adicción como enfermedad, dice, está “infradotada e infravalorada” en España.
¿Quizá sea el reflejo de que no terminamos de creernos como sociedad que la adicción es una enfermedad, tal como ya lo ha demostrado la Ciencia?
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Es lógico que, en una deriva privatizadora de la Sanidad Pública, asuntos como este sean los primeros que se resienten en sus presupuestos, primero, y en el personal y los centros de dedicación después.
Llevamos años con un incremento sistemático de la privatización de lo Público, con la Sanidad y la Educación a la cabeza y aasí nos va.
Sigamos votando a la derecha, sigamos dejando que controle las autonomías, sigamos tragando con ruedas de molino... iremos a peor.
Sin duda que la privatización del sistema sanitario lastra la posibilidad de atender las necesidades de una parte importante y estigmatizada de la sociedad. Pero además, aquí creo que suma el hecho de que la adicción no termina, precisamente de ser percibida por la sociedad en su conjunto (y, por tanto, su dirigencia) como una enfermedad, como puede ser una diabetes o una hipertensión. Pareciera ser el último orejón del tarro, pues atiende una necesidad sanitaria que muchas personas, en contra de lo que dice la Ciencia, consideran un “vicio”.
Por otra parte, el sistema público sanitario de atención a las adicciones probablemente ni siquiera ha llegado a desarrollarse, a estructurarse, como en otras patologías. Con todo, hay que admitir que hoy se está mejor que hace 15 o 20 años en este tema. Es decir, hay gente dentro del sistema público que está trabajando y luchando por mejorarlo, y que ha conseguido avances. Claro que, como dices, las tendencias privatizadoras amenazan esos esfuerzos.