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Afrodescendientes
Aída Bueno Sarduy: “Nosotras que venimos de sufrir el fascismo sabemos que el poder no tiene ningún propósito de enmienda”
Con Guillermina, la antropóloga Aída Bueno Sarduy traslada al lenguaje audiovisual su mirada sobre la esclavitud y las resistencias de las mujeres afrodescendientes que sufrieron su yugo. Una herida histórica que Occidente no quiere mirar.
Corren los últimos días de febrero, y Aída Bueno Sarduy, doctora en Antropología, y experta en Relaciones Raciales y Cultura Negra tiene en su agenda unas cuantas entrevistas para dar. El motivo: el estreno de su cortometraje documental, Guillermina (Cuba, 2019). La historia de una criada narrada por el niño blanco al que crió. Detrás de sus 17 minutos de duración: dos años de investigación y trabajo, una cuidada recopilación de fotos e ilustraciones para contar la esclavitud y la lucha por la libertad. Y de fondo toda una trayectoria de estudio de las mujeres afrodescendientes en Cuba y Brasil.
Bueno recibe a el Salto pocos días antes de presentar Guillermina en público, durante el ciclo que la Asociación de Mujeres de Guatemala AMG realiza en la Casa Encendida de Madrid, convocatoria que cumple su sexta edición bajo el título “Mujeres contra la impunidad”. Se trata de su opera prima y la emoción se nota.
¿Cómo se gesta Guillermina?
Desde hace muchos años, cuando estudiaba en Brasil, en los candomblés, tenía la tristeza de que no sabía nada de fotografía ni de cine y era consciente de estar hablando con algunas de las últimas figuras míticas de esta tradición de los Xangôs de Recife. Pensé que cuando no tuviera la obligación que comporta sacar un doctorado me encantaría aprender y transformar muchas de las cosas que yo estaba viendo y conociendo en cápsulas audiovisuales, porque el mundo será cada vez más audiovisual, y porque además, el arte tiene una potencia y una belleza que no tiene la teoría antropológica. Esto ya formaba parte de mis proyectos, estaba allí, de alguna manera, guardado.
Cuando conocí la historia de Guillermina fue como un mandato. Me puse a estudiar, algo corto, porque no puedo ponerme a ir a una escuela de cine durante dos o tres años por mis obligaciones. Apareció un curso de tres semanas, lo tomé. Sabía que mi objetivo era hacer esta pieza, rescatar la historia y la memoria de Guillermina Dueñas y traerla del pasado al presente, a la vida, para que no se muera nunca.
Mi objetivo era rescatar la historia y la memoria de Guillermina Dueñas y traerla del pasado al presente, a la vida, para que no se muera nunca
Y entonces empecé, tú imagínate, sin ningún medio, sin ninguna ayuda, a ahorrar y a encontrar compañeros que se tiraran conmigo a esa aventura por amor, porque esto solo se puede hacer con fuerza, aché y amor, te lo tienes que creer para poder hacer algo así. Encontré a estas personas maravillosas —Alexandra Calisto y Raul Tamayo— que me acompañaron en este proceso que ha durado casi dos años de transformar una historia en algo más grande, que trascienda la vida particular de Guillermina y que me permitiera también a mi sacar de los archivos, sacar de las cajas algunas fotos que cada una de ellas sería por sí misma motivo para hacer una película.
Ha sido un proceso muy cuidadoso, cada minuto, cada segundo ha sido pensado y discutido mucho, un trabajo entre los tres muy intenso, buscando cual sería el mejor lugar para cada imagen, porque cada imagen está donde está por algo.
Es cierto que una sola imagen puede narrar toda un historia, agitar a quien la ve. ¿Cúal es la imagen que más te ha marcado en tu propia película?
La única imagen en la película que se mantiene más tiempo. Primero aparece como velada y después ocupa toda la pantalla. Es una imagen de una esclava de la que sí conocemos el nombre. Se llamaba Mónica, sabemos qué familia la adquiró. Es una foto de las más hermosas y potentes de la película. Muestra a un niño agarrado a esa esclava que tiene una majestuosidad y una imponencia tremendas. Ella mira desafiante a la cámara.
Yo no sé si aquella mujer estaba muy cómoda con esta fotografía, no sé exactamente si la familia la quería fotografíar a ella o quería fotografiar al niño. Pero ese niño agarrado a ese vestido es para nosotras, mujeres afrodescendientes, algo muy importante, muy potente. Por eso desde el principio quería dar a esa fotografía en concreto un lugar destacado dentro de la obra.
Porque, como decía la escritora Toni Morrison, a quien lloramos todavía, por los pliegues de ese vestido de la vida tuvimos que subir sin ayuda, sin esfuerzo. Esa imagen está en los archivos de la Fundación Joaquim Nabuco, en Brasil. Estuve personalmente ahí para buscarla.
Es muy interesante la mirada de este niño blanco, narrador del corto, toda esa afectividad que despliega. Un afecto que sin embargo no sirve de punto de partida para preguntarse por el orden esclavizador, para impugnar la situación de Guillermina. ¿Es esta afectividad una especie de trampa?
Esa es una de las cosas que Guillermina tiene que decir, a pesar de esa intimidad, a pesar de ese amor, no es suficiente, porque si eso fuera suficiente, si ese amor fuera el antídoto para el racismo, ya viviráimos en un mundo libre de racismo. En las sociedades latinoamericanas la pregunta sería qué hombres y qué mujeres ricos no fueron críados o no tuvieron en su casa a una mujer negra. Dónde están los que no concieron a ninguna Guillermina, dónde están los que no fueron acunados, tocados por la mano de una mujer negra, ¿dónde están?
En las sociedades latinoamericanas la pregunta sería qué hombres y qué mujeres ricos no fueron criados o no tuvieron en su casa a una mujer negraEso para mí es lo más doloroso de la obra, que muestra que ese amor no es suficiente. Entonces sabemos que ese tampoco es el camino. Eso no quiere decir que no tengamos que tener ternura, amor para nuestros hijos y para cualquier hijo. En nuestras tradiciones nacimos antirracistas porque conocíamos por nuestros orígenes en África, por la relevancia de nuestras tribus, de nuetras etnias, en las que teniamos todos nuestros afectos, que cuando la esclavitud nos secuestró, el amor no fue suficiente.
Por eso no somos tribus ni grupos étnicos, somos comunidades que nacimos desde una elección antirracista, la sangre no es suficiente, por eso tenemos que seguir protegiendo, cuidando a nuestros hijos y a cualquier hijo. Pero sabemos que ese no es el camino. El amor no es el camino porque si lo hubiera sido ya viviríamos en un mundo libre de jerarquías raciales.
Sin afirmar que se trata de esclavitud, hay algunas similitudes entre cómo viven masas enteras de trabajadoras y esas esclavas de anteayer. Pienso en el régimen de interna: ¿de qué manera se activa ese mecanismo en el que se situa a una persona a disposicion de otras, naturalizando que ni siquera accedan al régimen general de trabajadores, válido para resto de personas.
Es una muestra de que el mismo sistema jurídico y legal que permitió otras opresiones en el pasado está dispuesto a seguir permitiéndolas en el presente. Eso es lo yo no veo que transformen las grandes manifestaciones por el día de la mujer. Para mí una marcha feliz del 8 de marzo, en la que yo quiero caminar, será cuando no pueda ya ni concebirse, ni admitirse ni un minuto más, que las trabajadoras domésticas, mujeres migrantes en su mayoría, tengan que pertenecer a un régimen especial. Esta condición “especial” es el permiso para su explotación psicológica, no solo para que no se pague como es debido su trabajo. ¿Ese es el mundo que queremos? Por eso avisamos que algo falla cuando después de tantas olas feministas, después de tantas manifestaciones con las calles abarrotadas al día siguiente, seguimos con las mismas leyes que condenan a esas mujeres a eternizarse en un mercado de trabajo que se caracteriza por el exceso y por los abusos.
Una marcha feliz del 8 de marzo, en la que yo quiera caminar, será cuando no pueda ya ni concebirse, ni admitirse ni un minuto más, que las trabajadoras domésticas, mujeres migrantes en su mayoría, tengan que pertenecer a un régimen especialEstrenaste Guillermina en el Festival de Cine de Nueva Orleans. Un lugar con un fuerte contenido simbólico.
Siempre había querido que el estreno de Guillermina sucediese allí, fue un honor, un privilegio, estar en un lugar donde he estado antes varias veces, visitando plantaciones de esclavos. Para mí, mi película era un tributo a todas esas Guillerminas que estuvieron en esos campos de Nueva Orleans. Fue un momento de mucha emoción. También me confortó mucho que después de cada proyección, las personas, los directores, los productores de otras películas, me rodearan para hablar de lo que sintieron. El hecho de que las personas sigan pensando en Guillermina y regresen a verla, para mí eso es una señal inequívoca de que ahí hay algo que toca, tiempo después se sigue hurgando en esa herida.
En tu trabajo recuperas la memoria de las mujeres afrodescendientes, de sus formas de organización, sus resistencias. ¿En un momento de constante aceleración, cuando parece que el feminismo es una ola tras otra, una cierta burbuja constante, qué importancia tiene mirar hacia atrás y hacia los lados?Yo personalmente miro con preocupación estas olas sucesivas, este interés, a veces un poco exagerado, pues no veo que vaya acompañado de cambios profundos con respecto a la situación de las mujeres. No sé cuántas olas tenemos que navegar hasta que vivamos en un mundo libre de jerarquías de género. No sé si, a lo mejor, tendríamos que reflexionar sobre si esos espacios de activismo y de protesta también nos están acomodando dentro del mismo sistema de opresión.
Como nosotras venimos de sufrir el fascismo, la raciología, sabemos que el poder no tiene ningún propósito de enmienda, no tiene la menor intención de rectificarse a sí mismo. Sencillamente, a veces cuando por presión o por cualquier cosa no puede caminar por ahí con sus estrategias más crueles, más duras, entonces aparentemente se abre, ofrece cosas que aparentemente puedan ser seductoras, pero lo hace para sobrevivir, para seguir instalándose. Entonces como nosotras venimos de ahí, yo personalmente, tengo recelo con relación a esa convivencia del feminismo con el poder.
Pero pareciera que ahora el poder en muchos países, está en un momento más que de seducción, de ofensiva grotesca, por todos los extremismos presentes. Muy centrado también en el control de los cuerpos y las sexualidades.
Para mí esa respuesta tan agresiva de muchos gobiernos de América Latina con respecto a las mujeres era de esperar, y era de esperar porque cuando, por ejemplo, las mujeres en Brasil llenaron las calles con ese movimiento, #EleNão , era como decir: aquí estamos. El poder no admite ese tipo de desacato, te permite protestar dentro de unos marcos que él considera razonables, entonces cuando excedes esos marcos viene a por ti, te muestra que está ahí todavía.
Con respecto a la sexualidad, como antropóloga y como estudiosa de las tradiciones de origen africano, te tengo que decir: No sé si el feminismo occidental ha reflexionado sobre la gravedad de que la cultura judeocristiana sea la base de su comunidad moral. Porque en ese relato de origen del mundo se fundamenta y se justifica la opresión de las mujeres.
Ese relato bíblico tiene que ser impugnado muy potentemente porque en ese relato dios le entregó al hombre el deseo de las mujeres, y les dijo a las mujeres que él sería su dueño. Eso es tremendamente grave, para los que sabemos lo que la religión es, y la religión hace, eso no pasa desapercibido. Es algo muy grave con lo que tiene que convivir el feminismo occidental y tiene que cuestionarlo y tiene que impugnar. Conociendo el poder también que tiene la iglesia, pero ese es un mensaje, esa es una piedra angular de la cultura y de las sociedades que admiten ese relato como mito de origen. Nosotros no venimos de ese mundo, a nosotros no nos creó un único dios, a nosotros no nos crearon macho y hembra, nos crearon andróginos. Es otro mundo, es otro principio del mundo.
¿Qué implica?
Implica que ser hombre o mujer es una consecuencia de lo que fue perfecto, que es cuando fuimos macho y hembra a la vez, en un solo cuerpo. Tú imagínate eso. Nuestros dioses tienen en su vida, en su trayectoria —porque fueron humanos— todas las formas del erotismo, todos los repertorios como buenos. En nuestras tradiciones religiosas podemos sentirnos buenos, no tenemos que sentirnos pecadores porque la sexualidad, el sentir el cuerpo, es algo que forma parte de lo elemental de la vida humana. Lo que no tiene sentido en nuestras tradiciones es el celibato, lo que no tiene sentido es la virginidad perpetua, porque tenemos un cuerpo para vivir en este mundo, y el erotismo y la sexualidad son algo fundamental.
En nuestras tradiciones religiosas no tenemos que sentirnos pecadores porque la sexualidad, el sentir el cuerpo, es algo que forma parte de lo elemental de la vida humana
Abordas la herida profunda de la colonización y la esclavitud en las memorias y presentes de la diáspora afrodescendiente. ¿Crees que hay disposición de escucha, la capacidad de dejarse atravesar por esa experiencia que es la experiencia del otro?
Creo que España es uno de esos lugares donde más exitosametne se ha conseguido escamotear el tema de la esclavitud. El imperio español ha tenido una maestría o solvencia increible para borrar de la historia este periodo de casi cuatro siglos. Estamos intentando que hagan memoria. Porque tienen bastante que aprender.
Después de vivir treinta años aquí, siento que la capacidad de escucha, no solo de España sino de las sociedades occidentales, ha sido tremendamente dañada por la colonización, porque están acostumbrados a hablar pero no a escuchar. Yo no sé si tienen interés.
Tienen archivos donde guardan la información sobre ese pasado, que están prácticamente en bunkers guardados, supuestamente, como un tesoro. Pero yo creo que más bien están escondidos, porque yo no veo que esa información esté disponible en las escuelas, que esté en los libros de texto, no lo veo en ninguna parte. Entonces, tengo por lo menos el derecho a sospechar que no tienen ningún interés en que se sepa.
Confían que en el futuro cada vez menos generaciones tengan interés en este tema y al final la esclavitud acabará siendo algo tan desconocido que las personas tendrán que ir a un museo arqueológico, acaso, para saber lo que fue. Yo creo que eso está, es parte del proyecto de dominación, borrar esas etapas oscuras, esconderlas, negarlas. En eso estamos.
Eso también implica asumir que la esclavitud es parte del pasado, cuando en el presente vemos esquemas similares de dominio sobre el otro.
No podemos decir que hay esclavitud ahora de la misma forma del pasado porque eso también sería no ser rigurosos. Lo que existe es la transformación o el travestismo de ese poder que en aquel momento tenía la capacidad y las condiciones para comprar esos cuerpos sin pudor, sin cargo de conciencia. Y que hoy sigue necesitando otros cuerpos de los cuales extraer riqueza, porque la riqueza no viene de cualquier lugar, es una expropiación, una extracción, y entonces tiene otros modos, estas maneras.
El poder sigue necesitando, para su maquinaria capitalista de producción de riqueza sin ningún tipo de límite, sacar esa riqueza, extraerla de algunos cuerpos. Pero no me gusta que se diga que, de alguna manera, sigue la esclavitud. No, no hay mercado de esclavos. Hoy, que yo sepa, no se consentiría que a una madre le arrebataran su hijo para venderlo a una familia en cualquier lugar. Eso fue normal, eso fue la vida normal durante casi cuatro siglos. Entonces hay que ser muy riguroso. No hay esclavitud hoy en día como en el pasado, pero siguen existiendo los dispositivos para legalizar la crueldad, el maltrato y el abuso, eso sí sigue.
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Felicitaciones Aida, es una bella obra GULLERMINA. Me quedé encantado con su trabajo. Gracias.
Seguro que no es nada lo que has vivido comparado con el brutal fascismo machista opresor que vivimos aqui según el feminismo hegemonico