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Agroecología
¿Qué anillo verde necesita la Sevilla del siglo XXI?
La idea de impulsar un gran anillo verde en Sevilla ha ganado peso en los últimos años gracias al trabajo de los movimientos sociales. La posibilidad de interconectar, física y funcionalmente el paisaje, a través una red de espacios libres de marcado carácter periurbano, no es nueva en la ciudad. Se viene asistiendo desde hace décadas al debate sobre la creación de una infraestructura verde que rodease a la ciudad de Sevilla. Sin embargo, un proyecto como este conlleva mucho más que plantar árboles. Aquí exponemos, brevemente, cómo pensamos que debería planificarse y ejecutarse el anillo verde que necesitamos en la Sevilla del siglo XXI.
Un proyecto de estas características plantea retos a nivel científico-técnico y sociales que requieren una labor de investigación y participación previa para que sus objetivos sean asumibles y realizables a medio-largo plazo. Un espacio estructurado con vistas a permitir a la población actividades relacionadas con el medio natural debería ser participado y diverso en cuanto a tipologías y diseño, con la recuperación de zonas de alto potencial ecológico que permitan el desarrollo de ecosistemas diversos y enriquecedores para el ser humano. En el seno de una infraestructura verde como esta, la biodiversidad se refuerza y expresa ampliando la multifuncionalidad que le caracteriza, es decir, su capacidad para desempeñar funciones ambientales, sociales y económicas en un mismo ámbito territorial. Y, puesto que el uso público es un componente esencial de la funcionalidad de toda infraestructura verde al servicio de la ciudadanía, la participación social debe ser un aspecto central en su planificación, ejecución y seguimiento.
El futuro Anillo Verde de Sevilla debe responder a las necesidades socioeconómicas y ambientales de la ciudadanía, vinculado a recursos que redundan en su calidad de vida
En el contexto territorial, el uso que se hace de un determinado paisaje está profundamente determinado por la biodiversidad cultural, entendida como la diversidad de aprovechamientos, saberes y costumbres asociadas y mantenidas por la diversidad biológica. Fomentar el conocimiento del entorno natural, especialmente en el ámbito urbano, su aprovechamiento y buen uso, es clave para dotar de viabilidad a los proyectos de restauración socio-ecológica. Atendiendo a las bases de la ecología de la restauración y de la ecología urbana, el futuro Anillo Verde de Sevilla, así como cualquier infraestructura concebida como futuro espacio libre público, debe responder a las necesidades socioeconómicas y ambientales de la ciudadanía, vinculado a recursos que redundan en su calidad de vida. De esta manera, si la población conoce y percibe una actuación de restauración ecológica como útil y necesaria, que pone en valor su patrimonio natural y cultural, dicha actuación podrá mantener en el tiempo una mejora en su calidad de vida. Una participación social holística debe ser, desde el principio, uno de los ejes para vertebrar este modelo de restauración; desde el planteamiento de los objetivos del proyecto (preguntando a las vecinas para qué quieren su anillo verde) hasta su ejecución, pasando por la evaluación de los objetivos mediante ciencia ciudadana. Teniendo en cuenta estas premisas, el Anillo Verde sevillano debe estar, desde el principio, atravesado por un fuerte enfoque eco-social, imprescindible en un proyecto de restauración ecológica urbana.
En este sentido, los objetivos del Anillo Verde deberían quedar claramente explicitados en términos de los servicios de los ecosistemas que ofrecería esta nueva infraestructura verde a la gente de Sevilla. Servicios ecosistémicos de abastecimiento (ej. huertos urbanos y “bosques comestibles”), regulación (ej. de calidad atmosférica y de aguas, y climática) y culturales (ej. disfrute artístico y deportivo de la naturaleza). De esta manera, sus objetivos potenciarían servicios ecosistémicos para la mayoría social, y no exclusivamente para algunos sectores socioeconómicos. La participación social debe incluir la creación de empleos de calidad durante su planificación, ejecución, mantenimiento y otras actividades que se realicen en él. De esta manera, todas las labores alrededor del Anillo Verde deberían estar financiadas por proyectos de economía social y ejecutadas por agentes socioeconómicos locales y regionales, de manera que ofreciera empleo estable e impulsara la diversificación del tejido productivo sevillano y andaluz en la transición eco-social que la situación económica y ambiental requiere. Así pues, debería evitarse la participación aventajada de grandes empresas transnacionales que dejan pocos recursos en el territorio, que no sopesa las demandas de las personas, futuras usuarias, y que no tiene otra participación fuera del rendimiento económico. Es esencial que el proyecto del Anillo Verde sevillano no sea utilizado como un valor añadido para especular con el precio de la vivienda en sus alrededores. La ecología urbana ha descrito muy bien el “efecto lujo” en la biodiversidad y su relación con los barrios de mayor renta. El Anillo Verde que necesita Sevilla en este momento debería democratizar el disfrute de un entorno urbano de alta calidad ecológica en los barrios donde se desarrolle.
Resistencia y resilencia frente al cambio global
El impacto que el desarrollo de la actividad humana produce en el funcionamiento del ecosistema, principalmente en entornos fuertemente antropizados como los periurbanos, aumenta nuestra vulnerabilidad frente a fenómenos naturales extremos. Además, incide en la aparición de enfermedades emergentes por efecto del cambio climático en espacios degradados del extrarradio de las grandes ciudades. En un contexto de crisis climática que se agrava año tras año y afecta especialmente al área metropolitana de Sevilla, su Anillo Verde debería funcionar como un recurso capaz de dotar a la ciudad de servicios ecosistémicos que nos protejan frente a ellos. En el contexto metropolitano, estos servicios abarcan desde la reducción de la contaminación atmosférica, el ruido y los impactos sobre el medio hidrológico, a la mitigación de la isla de calor urbana, el aumento de la capacidad de infiltración del suelo y, como consecuencia de todo ello, la mejora del confort climático. Asimismo, la periferia de las ciudades juega un papel relevante en relación con la producción de alimentos de kilómetro cero, la seguridad alimentaria y la puesta en valor del patrimonio territorial local y el paisaje.
El Anillo Verde sevillano del siglo XXI debería promover tanto la movilidad sostenible como un parque agrario en el entorno urbano y periurbano, impulsando el uso de la bicicleta de manera intermodal (cercanías y autobús) y reduciendo la contaminación atmosférica. Esto permitiría caminar de forma segura y agradable, y consumir productos agroecológicos locales de calidad. Desde la perspectiva del uso público, la interconexión de los espacios libres a través de elementos como vías verdes, corredores urbanos y carriles bici fomentaría la movilidad sana y el deporte en un entorno seguro y saludable y, además, facilitaría el acceso a espacios de ocio al aire libre, promoviendo una vida sana. En este sentido, el Anillo Verde no debería ser solo de la ciudad de Sevilla, sino que debería extenderse más allá de su aérea metropolitana, configurándose, más que como un anillo, como un gran collar con extensiones radiales y espacios libres. Estos tramos crearían una conexión con el resto de caminos del área metropolitana, utilizados frecuentemente en actividades deportivas y que son de enorme atractivo, paisajístico y ambiental, y de gran valor agrícola. Este enfoque de movilidad sostenible, producción agroecológica de alimentos “kilómetro cero” y conectividad ecológica es clave en la situación presente de agotamiento del petróleo barato que se agrava por momentos.
La creación del Anillo Verde debería deslindar espacios públicos ocupados por usos privados y fomentar la conservación de especies de flora y fauna autóctonas singulares, amenazadas y protegidas, mejorando la interacción con la biodiversidad del suelo
Entre las extensiones radiales del Anillo Verde podrían contemplarse las riberas del Estuario del Guadalquivir hasta la Ribera de Huelva y el Embalse de El Gergal, las Riberas del Guadaira hasta Alcalá y, sucesivamente, hasta las riberas del Tamarguillo por la campiña sevillana. Los espacios libres que el Anillo Verde debería integrar y conectar son espacios verdes existentes de alta calidad ecológica, algunos consolidados y otros amenazados por especulación urbanística. Entre las cuentas de este collar destacan el Parque del Alamillo, ambas riberas del Estuario del Guadalquivir, la Dehesa de Tablada y los Gordales, ambas riberas del Río Guadaira, el cauce del arroyo Ranillas, el Parque Infanta Elena, las lagunas de El Sapo y sistemas temporales del este de Sevilla, los Parques del Tamarguillo, Torreblanca, Miraflores e Higuerón Sur a través de ambas orillas del cauce del Tamarguillo y la Isla de Tercia. La creación del Anillo Verde debería deslindar espacios públicos ocupados por usos privados y fomentar la conservación de especies de flora y fauna autóctonas singulares, amenazadas y protegidas, mejorando la interacción con la biodiversidad del suelo. De esta manera, el Anillo Verde sevillano podría contribuir a: mitigar los impactos del cambio global, que están siendo especialmente dramáticos en Andalucía; detener localmente la pérdida de biodiversidad en plena Sexta Gran Extinción de Biodiversidad; y mejorar, en definitiva, la resiliencia gracias al mantenimiento de funciones ecosistémicas claves. Esta nueva trama verde urbana, más allá de sus funciones estéticas y recreativas, debería desempeñar un papel clave en la lucha contra el cambio climático y el aumento de la biocapacidad urbana vinculado a recursos como el paisaje, la salud ambiental y el patrimonio natural y cultural, a través de la huella que la historia ha dejado en el territorio.
La provisión de servicios ecosistémicos que ofrece un territorio depende de la calidad y cantidad del capital natural existente, junto a la heterogeneidad y la conectividad entre los elementos estructuralmente complejos que lo componen. En ese sentido, conocer la interrelación entre ellos es determinante en la planificación territorial. Los estudios científicos señalan que la eficacia de las intervenciones ambientales depende, en gran medida, de cuán diversos sean los hábitats precedentes. Cuando no existe previamente una estructura de hábitat diversa, es menos probable que las características adicionales proporcionen beneficios y protección efectivos. En otras palabras, la introducción de infraestructuras verdes nuevas no siempre asegura un aumento significativo de funciones ecosistémicas. Así pues, conservar las funciones existentes es más efectivo y barato que inventar nuevas. En este sentido, el modelado de estudios de caso y la identificación de elementos favorables debe ir acompañado por un programa de evaluación de su eficacia basado en el seguimiento para asegurar su éxito ecológico. Así, el conocimiento científico-técnico generado será útil en la toma de decisiones y la futura gestión de la red de infraestructuras verdes, siendo necesario trabajar desde el fomento de la participación social y la biodiversidad cultural para integrarlas en la restauración ecológica y asegurar la viabilidad y el éxito del Anillo Verde sevillano en el siglo XXI.