We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
América Latina
La nueva ola de presidentes progresistas abre una segunda oportunidad para la integración latinoamericana
Hace algunos días Lula realizó su primer viaje al exterior como presidente de Brasil y visitó Argentina con motivo de la VII Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), un espacio de integración regional sin Estados Unidos, que se celebró en Buenos Aires el 24 de enero pasado. Un dato de gran relevancia para quienes siguen atentos los vaivenes de los procesos de integración, los devenires de las economías latinoamericanas, y las enormes posibilidades que se abren con el regreso de Brasil al bloque por su capacidad de liderar cambios políticos y económicos de envergadura para el conjunto de la región.
Por lo demás, Lula también ha puesto de manifiesto su decisión de priorizar mecanismos de integración regional como la Celac —y una moneda sudamericana—, que le permitan a la región establecer intercambios comerciales como bloque y de esta manera tratar de compensar las enormes desigualdades que caracterizan las negociaciones entre países.
Un poco de historia
En 1990, el PT del Brasil y el PC de Cuba convocaron el Foro de São Paulo, una articulación para enfrentar el ciclo conservador y neoliberal que estaba en auge. Paralelamente, diversos movimientos sociales de todo el continente organizaron la Campaña por los 500 años de colonización. A partir de entonces, con los triunfos de Hugo Chávez en 1998 y Lula en 2002, comenzó un ciclo que es heredero de esas dos iniciativas y que tuvo importantes consecuencias en la región: la recuperación del papel del Estado en la economía y un gran despliegue de políticas sociales. Desde 1998 diversos frentes políticos de carácter nacionalista y patriótico accedieron al gobierno a través de las urnas y proclamaron su oposición al neoliberalismo y a la deuda externa. Mientras que los de Venezuela, Ecuador y Bolivia se autoproclamaron como revolucionarios, los de Brasil, Argentina, Uruguay, Nicaragua, El Salvador y Paraguay, establecieron políticas de corte socialdemócrata.
El sueño de una integración plena sufrió un duro revés cuando Chile, México, Perú y Colombia, tradicionalmente más alineados a los intereses de EE UU, anunciaron la creación de la Alianza del Pacífico (AP), con un claro perfil liberal
Sin embargo, y como era de esperarse, la idea de independizarse tanto de los EE UU como de los organismos financieros internacionales, y los enfrentamientos con ciertos sectores de poder, trajo consecuencias. Operaciones permanentes de la derecha latinoamericana —y de sus aliados en el exterior—, sumado a demandas propias no satisfechas, fueron desgastando las bases de unas políticas que, en muchas ocasiones, se preocuparon más por incluir sectores históricamente excluidos en base al consumo, que por modificar las reglas del juego y plantear mecanismos de inclusión que promovieran, entre otras cosas, una inclusión participativa. También hay quienes sostienen que el problema de pensar que los gobiernos, y los Estados, puedan ser totalmente nacionales es inviable porque los Estados están completamente mediatizados por mecanismos financieros globales y esto obliga a formular una teoría política más radical y más sofisticada que lo que fue la teoría política de los gobiernos latinoamericanos.
Alianzas y estrategias
El fracaso del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en 2005, un acuerdo promovido por Washington cuyo objetivo era liberalizar los flujos de comercio entre los países del hemisferio sin contemplar ni el grado de desarrollo ni las asimetrías existentes entre los mismos, marcó un punto de inflexión. El No al ALCA, también conocido como “ALCA, al carajo” —por una frase popularizada por Hugo Chávez— fue la antesala para la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Celac, entre otros muchos proyectos que permitieron visibilizar y hacer converger, fundamentalmente, los intereses de los “gobiernos progresistas”.
Aunque en abril de 2011, el sueño de una integración plena sufrió un duro revés cuando Chile, México, Perú y Colombia, tradicionalmente más alineados a los intereses de Estados Unidos, anunciaron la creación de la Alianza del Pacífico (AP), con un claro perfil liberal. La AP buscaba, por un lado, evitar el avance de la Unasur y el Mercosur, donde están concentrados gran parte de los recursos estratégicos de la región, y por el otro, allanar el camino para la injerencia de Estados Unidos, proteccionista fronteras adentro, pero liberal en sus vínculos externos. En la misma línea, en 2019, el auge de gobiernos de derecha, impulsó la creación del Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur), que fue un intento de reforzar la unión con EE UU, y tratar de desarticular lo poco que quedaba en pie de la Unasur.
Los diferentes intentos por constituir bloques de integración regional en América Latina han ido de la mano de distintas políticas coyunturales. En este caso, tal y como se visibilizó en la Cumbre de la Celac de enero pasado, el mapa regional no solo vuelve a inclinarse hacia la izquierda —con todos los matices posibles en su interior—, sino que, con el regreso de Brasil, cuenta con las dos mayores economías de la región: Brasil y Argentina, y con la novedad de Chile y Colombia. Resta por ver qué sucederá con las elecciones generales de Argentina, que tendrán lugar en octubre del corriente año.
El encuentro de la Celac, que venía prácticamente sin funcionamiento, vino a mostrar un gran interés de sus participantes por establecer acuerdos, y por primera vez contó con la asistencia perfecta de sus 33 integrantes
Como sea, y por ahora, la Celac, que venía prácticamente sin funcionamiento, vino a mostrar un gran interés de sus participantes por establecer acuerdos, y por primera vez contó con la asistencia perfecta de sus 33 integrantes. Si bien las ausencias de Maduro (Venezuela), López Obrador (México) y Ortega (Nicaragua), dieron lugar a todo tipo de especulaciones, las razones de sus ausencias obedecieron a motivos de distinto carácter. En el caso de Maduro, declinó su participación a último momento manifestando que no sentía garantizada su seguridad en el país anfitrión, debido a las amenazas que sufrió por parte de dirigentes de la oposición; y Lopez Obrador envió, como es su costumbre, a su canciller (y posible sucesor), Marcelo Ebrard, ya que es por todos conocida su aversión por los viajes al exterior. Durante el encuentro, además de discutir estrategias, tuvo lugar el cambio de la presidencia pro témpore del bloque, de manos de Alberto Fernández (Argentina) al primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves.
“Estamos en un proceso de reconstrucción de una de las experiencias más importantes de articulación política en la región que es la Celac que, por definición, excluye a Estados Unidos y Canadá”, señala Julio Gambina, economista y profesor universitario. “Vivimos en el mundo un proceso de crisis económica que viene desde comienzos de siglo, potenciada por la pandemia y la guerra, pero la región latinoamericana y caribeña viene transitando un momento político, económico y social, más que atractivo para pensar en la importancia de nuevos rumbos de articulación política y, ojalá, de integración económica alternativa”.
Según un informe de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) de diciembre pasado, se estima que América Latina crecerá un 1,3% este año, menos de la mitad que en 2022, y se teme otra “década perdida” como la de los años 80, con un crecimiento muy débil que supone pérdida de oportunidades e incremento de pobreza. “En su interior conviven orientaciones políticas y situaciones económicas muy distintas. El impacto de la pobreza en la región es muy fuerte y por eso, que haya diálogo político entre todos los gobiernos de la región, es un dato auspicioso”, sostiene Gambina.
Economía mundial
La realización de la Cumbre de la Celac renueva las expectativas de una integración alternativa superadora de la institucionalidad tradicional de la OEA. En términos económicos, y en palabras de Celso Amorim —otrora canciller de Lula y actualmente su asesor especial—, “estamos en un mundo de grandes bloques, como la Unión Europea, y de países que son bloques, como China o EE UU. En ese mundo, necesitamos actuar como bloque, y no es sencillo porque son diversos niveles de integración”. Hoy por hoy, al menos en términos comerciales, el gran socio de la mayoría de los países de la región, a excepción de México, es China. “Toda América Latina ha sido siempre muy dependiente de EE UU, una potencia hegemónica en el mundo, pero especialmente en la región. No nos conviene pasar de la dependencia de un mercado de capitales norteamericanos a una total dependencia de capitales chinos. Para nosotros es mejor un mundo multipolar, en el que no se dependa de una sola superpotencia, y tratar de negociar con China como bloque”.
En las últimas décadas el rumbo de la economía mundial ha cambiado considerablemente y nos encontramos en medio de una lógica de mundialización de la economía que se ha expresado en tratados de libre comercio, tratados bilaterales de inversión y en diversos procesos de liberalización de la economía.
Para Gambina, “la economía mundial, aunque se explique que es por la pandemia o por la guerra, está en un proceso de fragmentación, los informes del Fondo Monetario o del Banco Mundial, hablan de un deslocamiento de la política mundial donde se desarma el orden construido en los últimos 40 años, y es ahí donde adquiere relevancia la integración regional y la búsqueda de articulaciones productivas y financieras entre los países”.
“La economía mundial está en un proceso de fragmentación, donde se desarma el orden construido en los últimos 40 años, y es ahí donde adquiere relevancia la integración regional”
El hecho de que Lula haya decidido poner en primer lugar el viaje Argentina, justo antes de sus viajes a EE UU y China, no es un dato menor, menos aún sí se lo mira desde lo simbólico. “Brasil es fundamental, no solo para la Celac sino para pensar una estrategia regional y un mecanismo de integración alternativo”, afirma Gambina.
“Históricamente ha habido una subordinación de América Latina y el Caribe a la economía mundial como proveedor de materias primas, y un estímulo a la desindustrialización relativa que actualmente se ve con el litio, los hidrocarburos, los minerales, etc. Por eso es necesario pensar una alternativa y discutir una lógica productiva financiera diferente en la región, para pensar cómo insertarse en la economía mundial y, en esa lógica, discutir con los que hoy están discutiendo el orden mundial, como China o EE UU. China ha crecido desde el punto de vista comercial, financiero y económico en la región y, por supuesto, EE UU considera la región latinoamericana y caribeña como su territorio de dominación tradicional”. En enero pasado, la titular del Comando Sur de Estados Unidos, Laura Richardson, reconoció públicamente el interés de su país en el litio y el agua de América Latina. “Tiene mucho que ver con la seguridad nacional [de Estados Unidos] y tenemos que empezar nuestro juego”, advirtió.
Nueva arquitectura financiera
Aunque en los últimos tiempos se crearon diversos organismos de integración regional, muchos de los cuales no han tenido solución de continuidad, para Gambina el problema es principalmente político. “Digamos que América Latina y el Caribe es un territorio relativamente nuevo, y la Celac surgió hace poco más de una década, es una novedad. Esta es la primera vez que la región latinoamericana y caribeña, sin Estados Unidos ni Canadá, decide pensarse en su conjunto”. En este sentido, la industrialización de América Latina, en términos globales, se piensa a partir los años 40 o 50, y es necesario diferenciar la industrialización sudamericana, con potenciación del mercado interno, de la industrialización centroamericana o caribeña, que estuvo más vinculada a un proceso de exportación de agroindustrias.
En palabras de Amorim, “como decían los franceses cuando se creó la Unión Europea, se trata de una integración de varias velocidades y de geometría variable”, porque no hay una unidad de modelos productivos y de desarrollo de América Latina y el Caribe. “Muchas de las instituciones que se esbozaron en la Celac hace una década pueden tener vigencia en la actualidad, por ejemplo, la de una nueva arquitectura financiera”, opina Gambina.
Más que la idea de una nueva arquitectura financiera, lo que sobrevoló las discusiones y los discursos oficiales durante la Cumbre de la Celac, fue la posible creación de una moneda sudamericana
A decir verdad, más que la idea de una nueva arquitectura financiera, lo que sobrevoló las discusiones y los discursos oficiales durante la Cumbre de la Celac, fue la posible creación de una moneda sudamericana, una idea que no es nueva pero que en la coyuntura actual podría lograr el impulso que no tuvo en otras épocas. Tanto de las declaraciones del Ministro de Hacienda argentino, Sergio Massa, como del propio Lula, se puede inferir una decisión de avanzar en este sentido: “Si dependiera de mí, tendría comercio exterior siempre con la moneda de los otros países para que no estemos dependiendo del dólar”, sostuvo Lula, y agregó: “¿Por qué no intentar crear una moneda común con otros países del Mercosur como se intentó hacer con los países del BRICS?”.
Reunida en Buenos Aires en 2009 la Unasur alentó una “nueva arquitectura financiera”, sustentada en el Banco del Sur, una propuesta asumida por siete presidentes de la región a fines de 2007 y que hasta hoy constituye una asignatura pendiente. Aquella propuesta de una nueva arquitectura financiera incluía la creación de un Fondo del Sur y el desarrollo de una moneda para el intercambio regional.
Cumbre oficial y Cumbre social
En enero pasado, al mismo tiempo que se celebró la Celac oficial, tuvo lugar una Celac social. Quinientos referentes de movimientos sociales, sindicales, ambientalistas y de pueblos originarios de América Latina y el Caribe, sesionaron en simultáneo con la Cumbre de presidentes, y elaboraron un documento que llevaron —manifestación mediante— hasta las puertas del hotel Sheraton donde se reunían los mandatarios presentes en la Celac oficial. En el texto plantearon las necesidades económicas, laborales, sociales y ambientales de la región, y condenaron las operaciones desestabilizadoras contra los gobiernos elegidos por el voto de las mayorías: el golpe de Estado en Perú, el intento de golpe en Brasil y los intentos de asesinato a Cristina Kirchner (Argentina) y a la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez.
“Eso tiene que ver con una dinámica que hay en América Latina, en el Caribe y en el mundo, sobre todo en el siglo XXI, donde se generalizaron las cumbres populares”, concluye Gambina. “En general nacieron en contra de los organismos financieros internacionales, le dieron dinámica a la confrontación de la mundialización liberalizadora y potenciaron programas y proyectos de los pueblos”.
500 referentes de movimientos sociales, sindicales, ambientalistas y de pueblos originarios de América Latina y el Caribe, sesionaron en simultáneo con la Cumbre de presidente
En Buenos Aires, sin ir más lejos, la Celac oficial no tuvo un pronunciamiento muy enfático de denuncia de la situación de Haití y Perú, y en cambio, la condena al régimen actual de Perú por parte de la Celac social fue muy fuerte. “La agenda de la Celac social responde más a la demanda de los pueblos y del movimiento obrero, campesino, social, popular, las mujeres y los jóvenes, que tienen una dinámica particular que no necesariamente acompañan los gobiernos, como las de los feminismos populares y la igualdad de género. Entonces, la Celac social, como parte de otras experiencias que se han desarrollado en la región y en el mundo, trata de hacer visible en los ámbitos oficiales cuáles son las agendas del pueblo y, obviamente, esa presión social puede derivar en cambios oficiales”.
En ese sentido, en 2001, la Cumbre popular realizada en Canadá impactó al interior de la cumbre de presidentes, que ya contaba con la presencia de Hugo Chávez. “Esa fue la última Cumbre que siguió la lógica de la liberalización. Se proponían construir el ALCA, pero eso se fue demorando y en 2005 la articulación de la Cumbre popular de Mar del Plata, con el accionar de cinco gobiernos en su interior, dieron por tierra el proyecto del ALCA. Entonces, las cumbres sociales pueden intervenir en las agendas públicas, en tanto allá convergencia de objetivos de las demandas sociales con ciertas orientaciones oficiales en los gobiernos de la región”.