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Análisis
Alemania: victoria sin entusiasmo de los conservadores y retorno de La Izquierda
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A pesar de su clara victoria (28,5%), la Unión Demócrata Cristiana (CDU) –y su partido hermano, la Unión Social Cristiana (CSU) bávara– ha celebrado los resultados de estas elecciones con un entusiasmo contenido. El futuro canciller Friedrich Merz tiene ante sí una lista de tareas hercúleas que realizar –en un contexto internacional, además, marcado por la incertidumbre– y nadie deposita por ahora demasiadas esperanzas en las posibilidades de su futuro ejecutivo, gobierne con quien gobierne. Dos tercios de los votantes temen que el próximo gobierno alemán sea inestable. El objetivo de Merz es contar con un gobierno antes de Pascua.
A diferencia de la CDU/CSU, Alternativa para Alemania (AfD) tiene motivos de sobra para celebrar los resultados del domingo. Después de recibir la bendición del vicepresidente de los Estados Unidos, J.D. Vance, en Múnich y el apoyo de Elon Musk, la formación de ultraderecha ha duplicado el porcentaje de apoyos, y, con un 20,8% de los votos, se convierte en el segundo partido en el Bundestag, donde utilizará su fuerza para presionar al futuro gobierno.
La candidata de AfD, Alice Weidel, aprovechó la oportunidad para intentar abrir una brecha en el ‘cortafuegos’ –el equivalente alemán al cordón sanitario– ofreciéndose a negociar una coalición con la CDU/CSU como las dos fuerzas más votadas. Como no sucederá, AfD –que también fue la fuerza más votada en todos los estados federados de Alemania oriental– se perfilará como alternativa al futuro gobierno, ya sea una Gran Coalición entre conservadores y socialdemócratas –una combinación probada, pero que todos ven como carente de lustre– o una “coalición Kenia” entre conservadores, socialdemócratas y ecologistas –llamada así por los colores que identifican a las tres formaciones (negro, rojo y verde) y que coinciden con los de la bandera del estado africano–.
La Izquierda articuló su campaña evitando temas que dispersasen su voto y poniendo el acento en cuestiones sociales
Los malos resultados del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) –que obtiene, tras registrar una caída de 9,3 puntos, un 16,4% que lo relega a una tercera posición, por detrás de la extrema derecha– se han cobrado la cabeza de su candidato, el todavía canciller Olaf Scholz, quien ha asumido la responsabilidad y renunciado a formar parte del equipo negociador para la formación de una coalición con la CDU/CSU, una tarea que posiblemente asumirá el actual ministro de Defensa, Boris Pistorius, quien, llegado el caso, también habría de pilotar la renovación del partido.
La satisfacción expresada por los candidatos de Los Verdes está plenamente justificada: a pesar de dejarse 2,9 puntos, su partido resiste en las urnas con un 11,6%. La actual ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, dejó abierta la posibilidad a entrar en un gobierno tripartito con conservadores y socialdemócratas para ofrecer una mayor estabilidad al futuro ejecutivo. Los liberales del FDP pierden 7 puntos y se quedan, con un 4,3%, por debajo del umbral del 5% necesario para entrar en el Bundestag. Su candidato, el cesado ministro de Finanzas Christian Lindner, anunció en su comparecencia de la misma noche electoral que abandonaba la política.
La Izquierda regresa con fuerza
Meses atrás las encuestas dejaban a La Izquierda fuera del Bundestag. El partido, sin embargo, no se dejó llevar por el desánimo y el esfuerzo ha tenido finalmente sus frutos: La Izquierda no sólo superó el 5% necesario para entrar en la cámara, sino que fue más allá y obtuvo un 8,8%. Con un 25%, también fue la fuerza más votada entre los jóvenes de 18 a 24 años, por delante de AfD, con un 20%.
BSW achacó los resultados a la falta de cobertura de los medios, una explicación que parece a todas luces insuficiente ante las divisiones internas que habían trascendido en las últimas semanas
Los medios de comunicación alemanes atribuyeron este avance de La Izquierda a su campaña en redes sociales, pero esta explicación sería reduccionista. Como explicaba Jonas Thiel en un artículo de la edición alemana de la revista Jacobin traducido para El Salto, La Izquierda articuló su campaña evitando temas que dispersasen su voto y poniendo el acento en cuestiones sociales, como la lucha contra la inflación y el acceso a la vivienda, evitando hablar de la guerra en Gaza o Ucrania, o la inmigración. Como escribía Thiel, el partido reconoció a tiempo “la existencia de trade offs electorales para los que La Izquierda ha de apartarse de su posición actual para conseguir de nuevo éxitos en las urnas”. “Cuando un potencial votante de La Izquierda procedente de Los Verdes se siente atraído por un cartel en contra del endurecimiento del derecho de asilo, pero en la siguiente farola ve colgado uno contra la entrega de armas y se aleja de nuevo del partido, y para un simpatizante de la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) lo mismo, pero al revés, entonces el resultado electoral no puede ser más que una debacle”, explicaba Thiel. “Si, por el contrario”, continuaba, “La Izquierda apunta expresamente a los intereses materiales que unen a la clase trabajadora y se ahorra los ‘desencadenantes’ que pueden dividirla, entonces puede ser una vía para evitar el desplome”. Esto es lo que exactamente ha sucedido en las urnas.
Opinión
Opinión Alemania como Israel
La Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) terminó la noche electoral como el negativo fotográfico de La Izquierda. A pesar de que hace meses las encuestas de intención de voto garantizaban su entrada en el Bundestag y la salida del mismo del partido del que se escindió, La Izquierda, y de que irrumpió con fuerza en el último ciclo electoral y forma parte actualmente de los gobiernos de Brandeburgo (en coalición la CDU) y Turingia (en coalición con la CDU y el SPD), BSW se quedó a las puertas de la cámara federal por menos de una décima, con un 4,97%. El partido achacó los resultados a la falta de cobertura de los medios de comunicación, una explicación que parece a todas luces insuficiente ante las divisiones internas que habían trascendido en las últimas semanas. Seguramente también han hecho mella en BSW la pérdida del factor novedad y su voto en enero a favor del proyecto de la CDU/CSU para endurecer la política de inmigración y que contó también con el apoyo de AfD, lo que puede haber conducido a votantes de La Izquierda a no abandonar esta formación. El hecho de no estar en el Bundestag pero tener presencia en Alemania oriental deja a BSW más o menos en la misma posición que el Partido del Socialismo Democrático (PDS) en su día.
Si todos los ojos estuvieron pendientes de la posible entrada de BSW en el Bundestag era porque de ella dependía el reparto de escaños. De haber logrado superar el umbral del 5%, a la CDU/CSU le hubiese quedado vedada la posibilidad de formar una Gran Coalición y se habría visto obligada a formar una “coalición Kenia”. Una constelación política que, después de limar las diferencias entre los partidos que la componen –y no son pocas–, aportaría más estabilidad parlamentaria, pero también acentuaría la percepción entre una gran coalición de centro y el resto. La suma de ese “resto”, compuesto por las fuerzas que representan el descontento en una forma de expresión u otra hacia el actual de estado de cosas, es del 34,3% (sin contar el 4,6% que se ha decantado por otras opciones electorales). La noche del domingo no ha terminado nada. Es más, puede que vengan tiempos peores.
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" evitando hablar de la guerra en Gaza o Ucrania, o la inmigración. Como escribía Thiel, el partido reconoció a tiempo “la existencia de trade offs electorales para los que La Izquierda ha de apartars"
Qué hipócritas.
Alemania es una große Scheiße. No se puede votar a Die Linke por su postura sobre Israel y Ucrania. Y no se puede votar a la BSW por su posición sobre la inmigración.