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Análisis
¿Satisfechos de la evolución de los salarios?
Para entrar en el debate económico y no convertirlo en burda propaganda o mera manipulación de los datos, algo desgraciadamente habitual, necesitamos perspectiva y necesitamos asimismo información significativa y contrastable, no siempre disponible. Apliquemos estas premisas básicas al análisis del comportamiento de los salarios promedio en la economía española.
Como me centraré en las retribuciones medias, dejaré para otra ocasión la enorme y creciente dispersión existente entre las recibidas por los equipos directivos de las empresas y las obtenidas por los trabajadores con contratos precarios, una brecha que no ha dejado de aumentar en los últimos años y décadas y que se ha convertido en un importante factor de aumento de la desigualdad. Dejaré de lado, igualmente, la merma salarial derivada de la realización de un buen número de horas extraordinarias no pagadas o pagadas por debajo de lo legalmente estipulado, y la intensificación de los ritmos de trabajo, práctica habitual en numerosas empresas. Obviaré ambas cuestiones siendo plenamente consciente de que su consideración nos lleva a una sustancial reducción de los salarios realmente percibidos por las personas trabajadoras.
Su evolución es, sin duda, una cuestión de la máxima importancia, pues, además de constituir la principal fuente de ingresos de una parte importante de la población, uno de los objetivos centrales e irrenunciables de la política económica es mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, sobre todo si la ejecuta un gobierno que se reclama de izquierdas; diría que resulta especialmente relevante para SUMAR (antes de Unidas Podemos) y para Yolanda Díaz, al frente en los dos gobiernos de coalición del Ministerio de Trabajo y Economía Social
Tomaré como referencia los datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), actualizados hasta el tercer trimestre de 2023, referidos al coste total por trabajador. Establezco tres comparaciones que considero necesarias para disponer de esa visión de conjunto que he reivindicado al comienzo del texto. Los hitos en cuestión son: el tercer trimestre del año anterior, 2022, cuando la inflación ya estaba en claro proceso de desaceleración; el primer trimestre de 2021, momento en el que el Índice de Precios al Consumo (IPC) marcaba una clara tendencia alcista; y el primer trimestre de 2020, cuando arranca la legislatura del gobierno compuesto por el PSOE y UP.
La perdida de capacidad de compra de los salarios reales ha sido sustancial, absorbiendo con creces las mejoras registradas en el último año
Estos datos hacen referencia a la evolución de los salarios nominales. Sin embargo, lo que importa, lo verdaderamente decisivo para las personas trabajadoras, es lo ha sucedido con la capacidad de compra de sus retribuciones. Para avanzar en esta dirección incorporo la información de lo acontecido con el IPC en el periodo que estoy considerando. Estos datos los proporciona el INE con carácter mensual. Tomo como referencia el nivel de precios de septiembre de 2023 y lo comparo con el del mismo mes del año anterior, y con el alcanzado en enero de 2021 y 2020. En la figura siguiente está el resultado de esa comparación.
Se puede apreciar que en el periodo más reciente ha mejorado ligeramente la capacidad adquisitiva de los trabajadores, en un 1,5% aproximadamente. Pero, considerado un lapso temporal más amplio, necesario para disponer de una visión de conjunto de los resultados cosechados por el Gobierno de coalición en esta materia, la perdida de capacidad de compra de los salarios reales ha sido sustancial, absorbiendo con creces las mejoras registradas en el último año. Una dinámica globalmente regresiva que contrasta con el sustancial aumento registrado por los beneficios corporativos y que es una de las causas fundamentales de la intensificación de la desigualdad.
Para concluir, un par de precisiones adicionales relativas al comportamiento reciente de las dos variables que estamos manejando, salarios nominales y precios. Según las estadísticas más recientes proporcionadas por el Ministerio de Trabajo y Economía Social relativas a los convenios colectivos firmados hasta noviembre de 2023, que afectan a 1,115 mil empresas y a 10,6 millones de trabajadores, el salario pactado ha sido del 3,49%, ligeramente superior a la inflación registrada en 2023, que ha alcanzado el 3,2%. Teniendo en cuenta ambos parámetros, es importante destacar que los convenios suscritos en la industria y la construcción han pactado subidas salariales situadas ligeramente por debajo del aumento de los precios, un 3,1%, lo que, en otras palabras, supone una pérdida de capacidad adquisitiva, que afecta a 3,2 millones de trabajadores. Repárese, asimismo, que me refiero a cifras globales que esconden una gran variedad de situaciones y que estamos hablando de las retribuciones pactadas en convenio, cuando una parte importante de las mismas se fijan fuera de la negociación colectiva en el contexto de una relación de fuerzas muy desfavorable para los asalariados.
Para los grupos con menores ingresos la pérdida de capacidad adquisitiva es muy superior a la reflejada por las estadísticas promedio
La segunda de las puntualizaciones se centra en el comportamiento del IPC, siempre referido al último periodo que estoy considerando, septiembre de 2023/2022. Si ponemos el foco en las clases de productos, para las cuales el INE también ofrece una información muy pormenorizada, observamos que un buen número de ellos acreditan subidas de precios sensiblemente superiores al promedio. Encontramos aquí, por ejemplo, los aceites y grasas (que lideran la clasificación con un alza del 42%), el azúcar (17,4%) o las legumbres y hortalizas (12,3%). Es importante reparar en que precisamente buena parte de los rubros que han registrado mayores aumentos en los precios son precisamente los que intervienen en mayor medida en el patrón de consumo de los grupos de población que cuentan con menores ingresos, por lo que, desde esta perspectiva, para estos grupos la pérdida de capacidad adquisitiva es muy superior a la reflejada por las estadísticas promedio.
Son necesarios, claro está, análisis más detallados, con más y mejor información, de lo que está aconteciendo con la evolución de los salarios. Lo aportado en estas líneas, una somera introducción al respecto, debería ser suficiente, no obstante, para abandonar los relatos autocomplacientes a los que nos tienen acostumbrados el Gobierno y los dirigentes de las centrales sindicales mayoritarias. Necesitamos una reflexión más profunda sobre las causas y las implicaciones de los decepcionantes resultados cosechados en materia salarial.