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En un artículo reciente, detallaba cómo uno de los aspectos más sorprendentes de la actualidad política, social y económica, era el carácter psicopático y las propuestas distópicas de los que se autodenominan liberales en determinados países, muy especialmente en Latinoamérica y en España. El último ejemplo lo acaban de sufrir los brasileños. Después de perder las elecciones presidenciales, los muchachos de Bolsonaro, no contentos con el resultado, decidieron arramplar con las sedes de los tres poderes del estado, el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Y sí, el partido de Bolsonaro se llama Partido Liberal. Pero no solo ocurre en Brasil. Se traslada también a otros países de habla hispana, incluido el nuestro. Basta recordar a Javier Milei, el libertario argentino amigo de Bolsonaro y sus huestes. Basta recordar a Isabel Díaz Ayuso, su verborrea libertaria, y lo bien valorada que está dentro de las huestes de Vox.
Todos ellos tienen un denominador común. Son neoliberales en lo económico. En todo lo demás adoran volver a ese período oscuro de la historia, de paz y orden lo llaman, donde solo tenían derechos los señores, mientras subyugaban a sus súbditos, sometidos a continuas humillaciones y obligaciones. Sus pensadores de cabecera son Friedrich Hayek o Milton Friedman, y su principal enemigo, aunque pueda parecer paradójico, no es Karl Marx, sino sir John Maynard Keynes. Odian al Estado. En su retórica, el principal derecho humano es no pagar impuestos -como los señores del Medievo-. Odian el estado social y de derecho europeo –lo tratan poco menos que de bolivariano, comunista y blá, blá, blá-.
Los programas económicos que toda esta tropa ofrece son ultraliberales, y solo han sido aplicados por dictaduras militares fascistas, como en Argentina o Chile
Los programas económicos que toda esta tropa ofrece son ultraliberales, y solo han sido aplicados por dictaduras militares fascistas, desde la dictadura militar argentina, bajo la batuta de José Alfredo Martínez de Hoz, o el experimento chileno bajo la dictadura de Pinochet. En nuestra querida España, el mayor coqueteo con toda esta tropa se produce en la Comunidad de Madrid, alrededor de la capital del Reino, cuya única contribución es un agujero negro que succiona y extrae rentas de sus conciudadanos y de los del resto del país.
Si escuchan a Bolsonaro, a Milei, o a la propia Ayuso, no muestran el más mínimo atisbo de sensibilidad ante el sufrimiento ajeno, y mucho menos una compasión ante los más débiles. Un botón de muestra, la actitud miserable de Isabel Díaz Ayuso ante esos ciudadanos de San Fernando de Henares que perdieron sus casas por la construcción de un metro bajo la batuta de un PP controlado en aquellos momentos por la mentora de Ayuso, Esperanza Aguirre.
Su individualismo extremo, y la ausencia en sus postulados del bien común los han convertido en una ideología tremendamente perniciosa
Su individualismo extremo, y la ausencia en sus postulados del bien común los han convertido en una ideología tremendamente perniciosa. Se refleja en su visión de los salarios, del acceso a la vivienda, de las pensiones, de lo que está sucediendo con los precios de la luz, de la energía, de los alimentos... Lo peor es que aún no se han dado cuenta que sus propuestas y sus recomendaciones nos han traído un nuevo feudalismo, aderezado con una ineficiencia económica creciente. Su actitud haría sonrojar a los liberales del siglo XIX.
El Robin Hood de las élites
Pero no se engañen. El ultra-liberalismo económico es el resultado final del totalitarismo Invertido que de manera magistral detalló Sheldon Wolin. El objetivo, un nuevo feudalismo. En esa misma línea, hace unos años se publicó una pieza exquisita en la London Review of Books. Su título, Robin Hood in a Time of Austerity, algo así como “Robin Hood en Tiempos de Austeridad”, del escritor y periodista británico James Meek. Se trata de una pieza larga, profundamente desoladora, angustiosa, inquietante. Las élites manipulan, enfangan y ponen sus sucias manos hasta en los conceptos más románticos, en esos sueños y héroes de la literatura popular presentes en el subconsciente de los más desfavorecidos, los despreciados, los humillados. Y de eso iba el artículo, de cómo los poderosos se han apropiado del mito de Robin Hood para su beneficio. La larga reflexión agónica de esta pieza de James Meek solo es posible, implícitamente, porque en la actualidad se combinan los ingredientes básicos que permiten semejante atrocidad y manipulación. Se trata del predominio cultural de la élite, centrado en el uso y abuso de cuatro elementos: educación, escuelas de pensamiento, medios de comunicación y lenguaje.
Hacen todo lo posible por mantener el estatus que nos ha llevado hasta aquí, y del que dichos medios de comunicación forman parte
Por un lado, la educación y las escuelas de pensamiento. En economía, por ejemplo, hay una profunda crisis de visión de la escuela dominante, cuyas teorías e hipótesis de partida no solo es que no se cumplan, sino que además son nocivas para nuestra salud. Pero les da igual, siguen enseñando las mismas falsedades por motivos de control ideológico y de defensa de los intereses de la superclase. A eso añadan ustedes el control masivo de los medios de comunicación -el panorama nacional es desolador-, y el uso del lenguaje. Hacen todo lo posible por mantener el estatus que nos ha llevado hasta aquí, y del que dichos medios de comunicación forman parte.
Respecto al lenguaje, hay una tendencia a acosar al disidente, al que piensa distinto, al que, en definitiva, es libre. Pero dicho lenguaje llega a la cobardía cuando se culpabiliza y se responsabiliza de la situación de sufrimiento –paro, desahucios,…- a aquellos que la padecen. Y de eso va el nuevo liberalismo, del hurto que las élites y los poderosos han hecho del mito de Robin Hood. Los otrora pobres y débiles -desempleados, discapacitados, refugiados…- han sido recolocados en el cuadro conceptual donde solíamos situar a los más ricos y poderosos. Les presentan como vagos, perezosos, parásitos. Mientras que los que antes se consideraban ricos, ahora, por obra y gracia del lenguaje, se les presenta como aquellos que trabajan muy duro para obtener una recompensa más o menos justa. De eso va cierto liberalismo, dominante por estos lares, distópico, egoísta, fascista.
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El libre mercado requiere ser regulado constantemente, de lo contrario no solo atenta contra el bien común sino también contra el propio consumidor para beneficio de unos pocos. Y sin embargo cualquier intento en ese sentido es tachado peyorativa mente de comunismo por los poderes fácticos.
Pues si es así, ¡ Viva el comunismo !.
En fin.
Debemos explicar la perogrullada de que eso del NEOLIBERALISMO consiste en cometer toda clase de crímenes y delitos y genocidios y terrorismos de Pseudoestado con absoluta impunidad y poniéndose medallas entre sus agentes, así como también apoderarse y usurpar cualquier institución que debería ser pública, así como (obviamente) expoliar, saquear, destruir, arrasar, esquilmar, esclavizar, etc., etc. todo lo que exista.
¡¡¡Ah, que me dicen que esto se llama o se autodenomina como DEMOCRACIA REPRESENTATIVA, SEPARACIÓN DE PODERES, CONSTITUCIÓN VERDADERA-DEMOCRÁTICA, ETC., ETC.!!!
Claro, claro. ¿¿¿Cómo se iba a llamar o autodenominar por su propio nombre: GENOCIDIO, EXPOLIO, CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD, ETC., ETC.???