Análisis
Los parias de Suecia

La política sueca parece una novela de Houellebecq.
Estocolmo Suecia - 7
Cartel del Partido del Centro (Suecia). Álvaro Minguito
5 oct 2022 12:28

El periodo precedente a las elecciones parlamentarias suecas, celebradas el 11 de septiembre pasado, parece una novela de Houellebecq. Un partido con raíces en el movimiento neonazi está en auge. En los barrios musulmanes, un político danés de extrema derecha, acusado de solicitar sexo sadomasoquista a chicos adolescentes, es retransmitido en directo quemando el Corán. Los disturbios estallan en todo el país. Los indolentes políticos del centro-izquierda lanzan lánguidos llamamientos a la tolerancia. Los socialdemócratas, canibalizados por voluntad propia por la OTAN y los mercados financieros, no consiguen reunir apoyos. Mientras tanto, un partido islamista insurgente se abre paso en los barrios habitados por migrantes, antes considerados bastiones de la izquierda. Los conservadores del establishment, que durante años se habían posicionado como un baluarte contra la extrema derecha, se dan cuenta de que el camino más claro hacia el poder pasa por unir fuerzas con ella. Todo ello en medio de un creciente malestar incubado desde hace tiempo, una guerra en Europa y una crisis energética invernal en ciernes.

Pero esto no era ficción. Pocos días después de las elecciones, la primera ministra socialdemócrata sueca Magdalena Andersson dimitió y la coalición de derecha se proclamó vencedora por un estrecho margen. En el recuento final, el bloque de izquierda formado por el Partido Socialdemócrata Sueco, el Partido de la Izquierda y los Verdes obtuvo 173 escaños en el Riksdag. Su coalición rival, formada por los Demócratas de Suecia, partido de extrema derecha, el Partido Moderado, de filiación conservadora, y el Partido Liberal, obtuvo un total de 176 escaños. El partido que obtuvo, sin embargo, la victoria más resonante fueron los Demócratas de Suecia. Auténticos parias políticos hasta hace poco, ahora son el segundo partido más popular del país, habiendo obtenido el 20,5 por 100 de los votos. Únicamente los derrotados socialdemócratas, que hicieron una campaña electoral consistente principalmente en afirmar que ellos no eran los Demócratas de Suecia (aunque también repitieron parte de su retórica), recibieron una cuota de votos mayor, el 30,3 por 100. Pero al final este resultado no fue suficiente para formar gobierno.

Fundado en 1988, el partido de los Demócratas de Suecia aprovechó el auge de la extrema derecha generado por la crisis financiera y bancaria de principios de la década de 1990

Ahora, el líder del Partido Moderado Ulf Kristersson tiene en sus manos la tarea de formar un nuevo gobierno. En un acercamiento histórico a la extrema derecha, Kristersson ha incluido a los Demócratas de Suecia en estas conversaciones. Jimmie Akesson, el líder de este partido, que ha cultivado una estudiada imagen afable, afirma que una coalición que incluya a su partido reflejará fielmente la imagen del país. Es posible que Akesson no consiga materializar su deseo, pero con independencia de lo que suceda, tendrá un poder considerable. Es probable que los moderados de Kristersson formen un gobierno en minoría con el Partido Liberal y los Demócratas Cristianos, y que los Demócratas de Suecia aporten su apoyo externo mediante un acuerdo de confianza expresado puntualmente.

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Åkesson no solo ha llevado al partido a ser la segunda fuerza política del país con el 20% de los votos, sino que lo ha consolidado como una de las formaciones de extrema derecha más exitosas de toda Europa.


Las elecciones ponen fin a ocho años de gobierno socialdemócrata. Durante gran parte del siglo XX, el Partido Socialdemócrata Sueco disfrutó de un poder casi sin rival en Suecia, pero en los últimos años se ha visto desafiado por el centro liberal y por los conservadores, que ahora han concedido legitimidad a la extrema derecha. En 2018, el líder del Partido Moderado, Ulf Kristersson, se reunió con la superviviente del Holocausto sueco Hedi Fried y prometió solemnemente ante los medios de comunicación que nunca colaboraría con los Demócratas de Suecia. Después de que Kristersson cambiara de opinión, los moderados trataron de desviar las críticas comprando anuncios en Google con el hagshtag “Hedi Fried”, que redirigía a una página en la que se explicaba que todo había sido un malentendido: el Partido Moderado, se afirmaba, se había limitado a prometer que su anterior coalición “Alianza por Suecia” no concurría con los Demócratas de Suecia en las elecciones de 2018. Ahora, cuatro años después, esta promesa ya no era válida.

El primer presidente de los Demócratas de Suecia había sido un activista del Partido del Reino Nórdico y su primer tesorero había servido como traductor y propagandista en las Waffen-SS

Fundado en 1988, el partido de los Demócratas de Suecia aprovechó el auge de la extrema derecha generado por la crisis financiera y bancaria de principios de la década de 1990. En 1991, el gobierno de Carl Bildt, liderado por el Partido Moderado, comenzó a implementar una serie de reformas neoliberales previsiblemente desastrosas, tras el desmantelamiento durante la década anterior por parte de los socialdemócratas de la infraestructura keynesiana que había sustentado el modelo de bienestar sueco. Al hilo de la desregulación de los mercados de crédito y de capitales el desempleo se quintuplicó, pasando del 2 al 10 por 100 entre 1990 y 1993. El PIB cayó el 4 por 100 y el rescate bancario costó otro 4 por 100 del PIB. Esta recesión económica coincidió con una ola de violencia callejera neonazi, que incluía atentados y ataques selectivos contra opositores políticos entre los que se contaron sindicalistas, periodistas, activistas de izquierda, así como el desfile del orgullo gay de Estocolmo.

Por aquel entonces, los vínculos existentes entre el movimiento nacionalista blanco y los Demócratas de Suecia eran explícitos. Los miembros fundadores procedían de la organización fascista Bevara Sverige Svenskt (“Mantener Suecia sueca”). El primer presidente de los Demócratas de Suecia había sido un activista del Partido del Reino Nórdico y su primer tesorero había servido como traductor y propagandista en las Waffen-SS. Pero cuando Akesson se convirtió en el líder del partido en 2005, se embarcó en un profundo cambio de imagen para hacer que este fuera más aceptable para los votantes convencionales. La nueva dirección del partido rediseñó su logotipo, sustituyendo la antorcha en llamas por los colores de la bandera sueca aplicados a una anémona de estilo hippie. Abandonaron el eslogan “Mantener Suecia sueca” y cambiaron el racismo pseudocientífico por el chovinismo nacional.

Pocos fueron los convencidos por tal reconversión. Los principales medios de comunicación se mostraron cautelosos y, al parecer, el servicio postal sueco se negó a entregar sus folletos. Este estatus de paria resultó ser una especie de contradictoria bendición. Con menos canales de comunicación tradicionales abiertos, los Demócratas de Suecia recurrieron a las entonces incipientes redes sociales. Pocos años después de que Akesson se convirtiera en su líder, los Demócratas de Suecia tenían una presencia en Facebook más de ocho veces superior a la de los socialdemócratas. Antes de las elecciones del pasado mes de septiembre, un enorme ejército de trolls en línea, supuestamente financiado por la oficina de comunicación del partido, ayudó a dar forma a través de internet al discurso sobre la inmigración y la delincuencia.

Otras dos crisis macroeconómicas han contribuido al ascenso de los Demócratas de Suecia. En 2006 la Alianza por Suecia, también liderada por los moderados de Bildt, puso en marcha un paquete de políticas de austeridad y recortes fiscales diseñado para “hacer atractivo el trabajo”, lo cual provocó el aumento significativo de la desigualdad, que fue el más elevado entre los registrados en el conjunto de países de la OCDE. Un estudio reveló que durante este periodo “los ingresos siguieron creciendo para los trabajadores y trabajadoras 'protegidos' por su empleo estable en el mercado laboral, mientras que los recortes de las prestaciones implicaron el estancamiento de los ingresos disponibles para los trabajadores y trabajadoras 'precarios', que tenían empleos inestables o simplemente carecían de empleo”. Sin embargo, en 2008, incluso los “trabajadores protegidos” se habían visto precarizados por los efectos de la crisis financiera y así empezó a surgir un nuevo estrato de trabajadores y trabajadoras que seguían teniendo un empleo estable, pero que se veían afectados por el estancamiento de los salarios y la amenaza de la automatización. Estos dos grupos marginales —trabajadores y trabajadoras precarios y trabajadores y trabajadoras con empleos fijos pero vulnerables— están sobrerrepresentados entre los políticos de los Demócratas de Suecia. El partido también obtuvo más votos en las zonas en las que los ingresos de los “precarios” habían descendido más que los de los “protegidos”, así como entre los desempleados de larga duración. Su base social más consistente se halla localizada en el sur provincial del país, como puede adivinarse por el característico acento arrastrado de Akesson, que recuerda el de un humilde agricultor de Escania.

Para los Demócratas de Suecia, el Estado del bienestar es un bien social de suma cero que está amenazado por la globalización, la UE y la inmigración

Los Demócratas Suecos también gozan de un sorprendente apoyo entre aquellos que dependen de la seguridad social. Y no sin razón. Durante el período previo a las elecciones de 2014, los socialdemócratas criticaron las restricciones impuestas por la Alianza por Suecia a la percepción de las prestaciones por enfermedad e incapacidad, prometiendo reconstruir el Estado del bienestar. Sin embargo, una vez en el poder, ocurrió exactamente lo contrario. El Ministerio de Seguridad Social se comprometió a reducir el número de personas dependientes de las prestaciones por enfermedad. Durante los cuatro años siguientes, se quintuplicaron las denegaciones de prestaciones por enfermedad de larga duración. En el caso de los discapacitados que solicitaban asistencia personal, la tasa de rechazo se elevó al 90 por 100. Surgieron grupos de Facebook en los que la gente publicaba historias sobre amigos y familiares que se habían quitado la vida como consecuencia de estas restricciones. El representante de los Demócratas de Suecia en la Comisión de Seguridad Social del Riksdag empezó a dejar mensajes y comentarios en las redes sociales, convirtiéndose en una presencia habitual en estas plataformas.

Los Demócratas de Suecia afirmaron que el gobierno había recortado las prestaciones por enfermedad para liberar recursos destinados a los inmigrantes. En el centro de su ideología está la nostalgia por el Folkhemmet, u “hogar del pueblo”, un concepto acuñado por el socialdemócrata Per Albin Hansson en 1928. Para los Demócratas de Suecia, el Estado del bienestar es un bien social de suma cero que está amenazado por la globalización, la UE y la inmigración. Han puesto en la picota a los socialdemócratas por traicionar su propio legado al convertirse en servidores de las élites globalistas en lugar de ocuparse de los suecos de a pie.

No es de extrañar, pues, que los Demócratas de Suecia hayan conseguido arrebatarles votantes a sus oponentes de centro-izquierda. El apoyo al partido ha crecido incluso dentro del propio sindicato socialdemócrata, la Confederación Sindical Sueca (LO). Una encuesta reciente indica que entre los miembros de la LO, los Demócratas de Suecia y los socialdemócratas gozan ahora de niveles de apoyo similares y que los primeros superan a los segundos entre los hombres. (Esto refleja las tendencias presentes en la sociedad sueca en general: si solo hubieran votado los hombres en 2022, los partidos de derecha y nacionalistas habrían obtenido casi el 60 por 100 y los Demócratas de Suecia habrían sido el partido más votado).

Esto puede atribuirse en parte al éxito de estos últimos a la hora de asentar la inmigración en el discurso público. Durante décadas, Suecia fue una anomalía europea, dado que experimentó oleadas de inmigración con un mínimo de rechazo social ante la misma. En 2011, un año después de que los Demócratas de Suecia entraran en el Parlamento por primera vez con el 5,7 por 100 de los votos, solo el 8 por 100 de los suecos y suecas creía que la migración era el problema más importante al que se enfrentaba el país. Pero a medida que los efectos de la austeridad empezaron a hacer mella y mientras los socialdemócratas permanecían impasibles sin ofrecer una oposición efectiva al gobierno de la Alianza por Suecia, el apoyo a los Demócratas de Suecia aumentó de forma constante. Entonces llegó la crisis de los migrantes de 2015, cuando más de 162.000 solicitantes de asilo llegaron a Suecia, momento en el que el apoyo a los Demócratas de Suecia se disparó hasta el 20 por 100. Al año siguiente, el número de suecos que citaba la inmigración como el asunto más importante aumentó hasta el 44 por 100.

Pero el momento crucial llegó unos años después, cuando el Partido Moderado decidió convertir la inmigración en el tema central de las elecciones de 2018, marcando la pauta para todos los demás partidos burgueses. Cuando estallaron los disturbios en varias ciudades suecas tras la quema pública del Corán por parte de Rasmus Paludan, incluso la primera ministra Andersson atribuyó los disturbios al “fracaso de la integración” de los inmigrantes y a la “creación de sociedades paralelas”. Estos disturbios ofrecieron a los Demócratas de Suecia un impulso crucial antes de las elecciones. En la celebración de la noche electoral, un destacado miembro del partido publicó en Instagram una foto con el director de una publicación de derecha con la leyenda “Los disturbios del Corán hicieron su trabajo”, acompañada de un emoji guiñando un ojo, lo cual llevó a los más conspiranoicos a preguntarse si el partido podría haber orquestado las actividades del provocador danés.

Un pequeño partido islamista, Nyans (que significa “matiz”), surgió como respuesta a la generalización de la retórica antiinmigrante. Aunque no superó el umbral necesario para entrar en el parlamento, tuvo una fuerte presencia inicial en algunas zonas de inmigrantes acuciadas por esta situación. Su líder había sido expulsado del Partido del Centro en 2018 por no revelar sus vínculos personales con los ultranacionalistas turcos de los Lobos Grises. Los medios turcos han publicado una serie de perfiles elogiosos de Nyans y hay quien ha especulado incluso con que Erdogan planea utilizarlo para ejercer su influencia en Suecia. Como era de esperar, los medios de comunicación de derecha aprovecharon esta historia para alimentar la histeria general.

Durante los últimos años, los medios de comunicación han incitado eficazmente el pánico moral sobre la inmigración y la delincuencia. (Aunque ciertos delitos como los tiroteos de grupos criminales organizados han aumentado en los últimos años, la tasa de criminalidad general ha bajado en realidad, lo cual, sin embargo, rara vez se reconoce). El giro a la derecha de los medios de comunicación ya estaba en marcha en la década de 2010, durante la cual proliferaron también los think tanks neoliberales, contando Suecia en la actualidad con más que cualquier otro país europeo, con la excepción de Alemania y el Reino Unido. Entre los más destacados se encuentra el grupo de presión neoliberal Timbro, inspirado en el Instituto Cato, que dirige una academia para la formación de jóvenes políticos y periodistas. Timbro está financiado por la Confederación de Empresas Suecas, que de acuerdo con las informaciones disponibles ha cortejado a los Demócratas de Suecia durante los últimos años. La Confederación ha presionado al partido para que abandone su oposición a los sistemas de bienestar social con ánimo de lucro. A cambio, los Demócratas de Suecia han ganado respetabilidad y acceso a los corredores de la élite que antes estaban cerrados para ellos. En su intervención en la reunión del comité de las PYMES de la Confederación celebrada el pasado mes de febrero, Akesson adoptó la retórica anticomunista de Timbro: “Cuando el gobierno dice que va a 'recuperar el control democrático de las políticas de bienestar', siento escalofríos soviéticos”.

Así pues, aunque los Demócratas de Suecia han conservado gran parte de su retórica chovinista sobre el Estado del bienestar, también han abrazado paulatinamente un programa político thatcheriano. Tal vez haya pasado inadvertido, pero en el período previo a las elecciones, Akesson dio un giro de 180 grados respecto a uno de los supuestos valores fundamentales del partido: empleos suecos para trabajadores suecos. Hasta 2008 se utilizaba un test para restringir la migración laboral a los puestos de trabajo que sufrían escasez de mano de obra nacional. Con este sistema, los empresarios, los sindicatos y el gobierno evaluaban si un puesto de trabajo podía ser cubierto por trabajadores suecos antes de abrirlo a los solicitantes extranjeros. Pero en una entrevista concedida en el mes de agosto pasado, Akesson dijo que “no quiere que los sindicatos controlen los permisos de trabajo” y se mostró contrario a los tests del mercado laboral, alineándose así con los partidos burgueses.

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Los Demócratas de Suecia también han empezado a hacerse eco del apoyo prestado por los partidos mayoritarios a la pertenencia a instituciones “globalistas” como la OTAN. En 2016, cuando el Rikstag votó sobre la autorización para que las fuerzas de la OTAN estuvieran estacionadas en territorio sueco, se esperaba que los Demócratas Suecos se unieran al Partido de la Izquierda en su intento de retrasar la firma del acuerdo a la espera de una nueva revisión. Pero en el último momento, los Demócratas de Suecia decidieron apoyar una cooperación militar más estrecha con la Alianza Atlántica, lo que permitió que la votación se aprobara por una amplia mayoría. Luego, en abril, el partido llegó a quejarse de que el calendario de los socialdemócratas para entrar en la OTAN era “demasiado lento”. En estos momentos, el antiguo primer ministro y superatlantista Carl Bildt ha sido propuesto como posible ministro de Asuntos Exteriores del nuevo gobierno. Nadie sabe cómo los Demócratas de Suecia podrán mantener sus credenciales antisistema y antiglobalización, mientras trabajan con un hombre que en su día se desvivía por el “Nuevo Orden Mundial” ante sus patrocinadores en Washington.

Sidecar
Artículo original: Sweden's Pariash publicado originalmente en Sidecar, el blog de la New Left Review. Véase también: Göran Therborn, «El ocaso de la socialdemocracia sueca», NLR 113.
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