Andalucía
De aquellos lodos estas Txarnegas

Brigitte Vasallo reflexiona sobre la cuestión txarnega
Vasallo
Fotografía del interior de la obra Cuadernillo autoetnográfico Roberto Herrero García
16 may 2023 06:08

Prefacio: 

Publiqué este artículo en Catalunya y en catalán, bajo el título Colons en 2021 y, aunque llevo años trabajando sobre la cuestión txarnega, trato de publicar sobre este tema solo en catalán o en gallego para proteger este debate (y a mí misma) de la captura españolista, siempre ávida. Pero, de pronto, aparece Andalucía y la petición de Javier García Fernández de traducir este artículo. Hablar de la existencia txarnega en Catalunya precisa de atender a muchos ejes: es algo así como hablar de violencia entre lesbianas en un contexto lesbófobo, una ecuación que nunca sale bien, pues solo redunda en más lesbofobia. Uno de los grandes problemas del nacionalismo catalán de izquierdas (el de derechas tiene muchos problemas más) es no haber querido entender la posicionalidad del poder: ser subalternas respecto a España no les evita ser los amos respecto a las poblaciones migradas del franquismo. La trampa dialéctica ha sido pura luz de gas: para evitar hacerse cargo de su responsabilidad histórica, Catalunya se nombra colonizada por España pero conceptualiza al resto de los territorios, Galicia, Andalucía, Extremadura, en tanto que España. Con este baile de categorías, las élites industriales, sus hijas y sus nietas se representan tranquilamente como víctimas de las jornaleras sin tierra desplazadas. La movie, como diría Shakira. 

El riesgo de publicar todo esto en castellano es claro: que se reduzca a un discurso simplista catalanófobo por parte del nacionalismo español. Pero hacerlo tiene una motivación clara: cuando desde la Andalucía de izquierdas se buscan alianzas con el nacionalismo catalán de izquierdas, no olvidéis preguntar por nosotras. Porque no hay alianza posible que no pase por hacerse cargo de las desigualdades territoriales históricas y las consecuencias que han tenido en nuestra vidas. No hay alianza posible sin memoria. 

No olvidéis preguntar por nosotras porque nosotras no somos de nadie, pero también somos un poco vuestras.


Utilizaré la palabra fascismo con mucho cuidado y para señalar una práctica habitual de la extrema derecha que consiste a equiparar los procesos migratorios a invasiones, discurso propiciado y alimentado por las élites de la población del lugar de llegada y que se va naturalizando a base de repetición. Más directamente: el supuesto plan franquista por invadir Cataluña a través de la migración otros lugares del estado es un fakenews, un bulo que circula sin ningún tipo de prueba y a pesar de todas las pruebas que apuntan al contrario: al hecho que el movimiento de poblaciones las hacía menos controlables, el hecho que el encuentro de la resistencia de base alrededor de los núcleos industriales ponía en problemas el régimen, como así se demostró. 

Por el contrario, el bulo de la “colonización” contribuye a invisibilizar una realidad mucho más difícil de digerir: que las oligarquías franquistas de todo el Estado fueron el elemento necesario al régimen para instalarse, y que nunca se ha hecho en este país un proceso de reparación.

Fake news

La mejor manera de acabar con un pueblo no es promoviendo la llegada de mano de obra barata que trabaje a sus industrias sino haciéndolo emigrar como mano de obra barata y haciendo que sus hijos e hijas ya no se vinculen con la tierra de origen sino con la tierra de llegada. Y humillarlo con esta diáspora, convencerlo que no vale nada, que no sabe nada. Porque en este mundo, el orgullo cultural lo mide también el dinero, que lo compra todo: compran aquello que es correcto y lo que no, aquello que es legal y aquello que no, y también aquello que es verdad y aquello que no. 

Con la historia de la Guerra Civil y del franquismo en Cataluña está pasando esto: se va naturalizando un tipo de sensación que la guerra fue España (los fascistas) contra Cataluña (los republicanos). Y esto no fue así y es una vergüenza que no se pongan más esfuerzos para parar este discurso. La Guerra Civil, recordémoslo, fue una guerra de clases, con las oligarquía tirando el ejército contra la gente que se estaba sublevando contra el poder: contra la iglesia, gran propietaria de tierras, contra los terratenientes, y contra la brutalidad de los industriales. Contra los amos, que decimos aquí, con una palabra que resume bien de que va la cosa. Las oligarquías ganaron la guerra y se perpetuaron. 

La migración txarnega llegó a las zonas industriales de Cataluña a partir de 1950, el año en que el régimen abrió la economía en los capitales internacionales y no tuvo más remedio que aceptar una movilidad de poblaciones que le complicaba más el control de la gente. Hasta entonces, Franco tuvo Cataluña perfectamente controlada desde dentro a través de la burguesía industrial, cuidadosa de no perder sus negocios, y de los carlistas que se añadieron a la lucha franquista desde el golpe de estado mismo, aunque después una parte se arrepentiera. 

Entre la Cataluña franquista, como entre la Andalucía franquista, o la Galicia franquista hay un montón de nombres que todavía tienen plazas y calle a lo largo del territorio. El 95% del alcaldes de Franco en Cataluña eran catalanes. No eran ni tanto solos catalanes españolistas, sino catalanes de derechas que veían en el fascismo una oportunidad de restablecer la orden, defender el catolicismo, y que fueron deslumbrados por las cosas marciales que el fascismo hacía tan bien. Eugeni d´Ors se unió en la Falange a Burgos y fue un destacado intelectual del franquismo, y sabemos que Josep Pla fue espía del régimen. La Liga Regionalista fundada por Francesc Cambó no solo dio apoyo explícito al golpe de estado, sino que ya había dado a la dictadura de Primo de Rivera. Martí de Riquer, grande de España y Cruz de San Jorge, participó en la batalla del Ebro en el bando franquista. El Valle de los Caídos fue construido por un empresario catalán, Josep Banús i Masdeu, y las empresas Güell, una fortuna nacida del tráfico de personas esclavizadas, utilizaron presos políticos para hacer trabajos forzados en sus fábricas. El mismo Lluís Llach ha explicado en TV3, entre risas, que su padre era franquista, no solo de ideología sino de acción, alcalde “a dedo” de Verges durante más de una década en los años más duros de la represión, jefe de la Falange y presidente del Movimiento Nacional. Estos nombramientos “a dedo” de alcaldes, añado para aclarar, se hacían a través del proceso denominado “de depuración” y tenía un objetivo doble directo: premiar a los fieles al régimen fascista y castigar a quién hubiera tenido relación con la república. Eso sí, puntualiza el cantante con una sonrisa, mi padre era muy buena persona, sacándole hierro al asunto.

Este ejercicio de memoria en Cataluña que hago lo hago como ejercicio también de crítica interna, en tanto que catalana. Lo hago como propuesta para que cada cual observe su territorio y señale. Si de esto se deriva escandalizarse con Cataluña y quedarse tranquila con lo propio, seguimos con más de lo mismo. Y la casa sin barrer. 

Que los hijos no tienen culpa de los pecados de los padres está claro, pero también queda claro que hay una solución de continuidad en la herencia del capital económico, cultural y social de los hijos e hijas del franquismo que los permitió tener la vida material que no tuvieron las víctimas del franquismo; una materialidad que sostiene su continuidad como élite. A veces, como élite progre, porque una de las maravillas de la oligarquía es que puede lavarse la cara (y las manos) tantos veces como quiera, para seguir mandando bajo infinidad de formas. 

Víctimas del franquismo

La gente desplazada y expulsada de sus lugares de origen a partir de los años 50 como mano de obra tiene que ser considerada víctima del franquismo. Porque lo es. Entre aquella gente estaban todos los no-franquistas que fueron desposeídos en los larguísimos años de la represalia, todos los depurados y depuradas. Había combatientes antifranquistas también y toda la gente que no se incorporó al juego del régimen y lo perdió todo si es que tenían algo. Está toda la gente que perdió la revolución que los prometía la propiedad de una tierra que volvió a manos de los grandes propietarios y de la iglesia y que vieron en la migración hacia las zonas industriales una oportunidad, al fin, de escapar también de la vigilancia de los caciques. O una oportunidad de comer, aquello que no se podía hacer en el entorno rural del franquismo. Entre aquella gente había también muchos catalanes y catalanas de las zonas rurales. El Pallars Sobirats o el Priorat perdieron hasta el 50% de su población hasta el año 1970. Estas historias también están siendo silenciadas en un país que ha construido un orgullo nacional en una industrialización brutal, construida encima de los capitales coloniales y encima de los derrotados de clase de la guerra civil. También catalanes y no solo catalanes. 

Esta misma solidaridad de clase contra las oligarquías es la que dió tantos problemas al regímen franquista con las huelgas del Baix Llobregat, y es la que había hecho posible años atrás que vinieran personas de todo el mundo a luchar junto a los pueblos oprimidos. De los pueblos, no de los verdugos. George Orwell escribió el precioso Homenaje en Cataluña recogiendo aquellas historias llenas de luces y de sombras, de esperanza y de derrota. 

Pruebas documentales de todo esto que digo hay tantas como se quieran ver, están en todas partes. Quizás la más sencilla es hablar con la vecina txarnega para escuchar su historia. De cómo venía la gente andando, a veces cruzando toda la península ibérica, de cómo al guardia civil los esperaba a la llegada a la estación y por eso muchos se bajaban (o se echaban) del tren quilómetros antes de llegar a la ciudad. De como el Palacio de Misiones, que de palacio no tenía nada, fue utilizado de proto-cie y de como la gente era deportada hacia los lugares de origen o más o menos, hacia el sur, en todo caso. La persecución del franquismo de los movimientos de población fue implacable si bien los necesitaba para salir adelante el plan económico. 

El plan franquista de colonización es mentira, es fake news como lo fueron las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein o como es el plan secreto para islamizar Europa a través de la migración pos colonial musulmana. La Pilar Rahola tiene un libro alimentando este teoría (fascista): la República Islámica de España, se llama. 

¿Y el Instituto Nacional de Colonización?

Esta institución efectivamente existió, y su nombre completo era Instituto Nacional de Colonización y Desarrollo Rural porque iba de esto… y no iba de Cataluña, sino de Andalucía, Extremadura y Castilla. Fue creado en 1939 para reorganizar el territorio agrícola, repoblar zonas devastadas por el genocidio y controlar la población, porque con la tierra que ofrecían en condiciones estremecedoras, iba un certificado “de buena conducta” que otorgaba el padre o la Guardia Civil. Era una forma de control de género también, porque solo podían acceder personas casadas. Es importante entender que esto era una forma de adoctrinamiento de la población, que dejaba su supervivencia condicionada a una docilidad forzada. Aclaro, también, que las familias colonas tenían que pagar por las tierras que se las “vendía” el Estado, pero a menudo no sabían la cuantía de la deuda, las tierras recibidas eran las menos productivas y el resultado final era una manera de enriquecimiento de los grandes terratenientes. Este proyecto no incluye las ciudades ni la industria ni el periodo del desarrollismo. 

En Cataluña solo hubo algunos poblados de este tipo en Lleida y en las Terres de l’Ebre. Aquí tenéis un proyecto muy interesante sobre todo ello. Y añado también el libro Ninguén Queda, de Brais Lamela, sobre uno de los pocos proyectos de este tipo en Galicia, na Terra Chá. 


La cuestión de la lengua

El neoliberalismo, como explica bien María Ruido, es un proceso de culpabilizar. El neoliberalismo elimina las estructuras del análisis y lo reduce todo a un tipo de voluntad personal, o a su ausencia culpabilizadora. Cuando Jordi Pujol, aquel que escribía en un libro desgraciadamente descatalogado, que el hombre andaluz “de entrada constituye la menor muestra de valor social y espiritual de España”, decía años después aquello que catalán podía ser cualquier que lo quiera, abría el camino por esta deriva. Porque entre lo querer y el poder hay la estructura que organiza los posibles. La marca del “querer ser catalán” es el uso de la lengua, sigue la escuela del nacionalismo francés tipificado por el nacionalismo voluntarista de Renan, que proponía una mezcla en el concepto de pertenencia a la nación en la voluntad y también en cierto pasado étnico compartido.

La lengua, pues, aparece como un deber y no como un derecho y se va configurando este tipo de deuda histórica que solo pagan los pobres, donde hay una perpetua vigilancia sobre la lengua de los sujetos en entredicho de pertenencia, que es una forma de subalternización. Esta vigilancia no va en favor de entender qué causas estructurales hay por que una persona no acceda al catalán, y no nos deja pedirnos colectivamente, por ejemplo, qué consecuencia tiene en las personas la pérdida de la lengua materna cuando esta no es el catalán… aunque sea una lengua tan minorizada como el catalán (digámosle gallego, amazigh o tagalo) o tantas otras preguntas socialmente trascendentes que no se pueden hacer en este país. Añado también, en esta traducción, que es interesante observar si las hijas e hijos de andaluces siguen hablando andaluz o hablan ya otra cosa, castellanizada. 

El acceso a la lengua pide una inversión de recursos para aprenderla, y el contacto directo entre comunidades, una cosa que también tiene marca de clase (y ya no digamos de racialización, cuando esta opera, que no es el caso txarnego). En cualquier caso, y yendo a los hechos, cuando se planteó el catalán como lengua vehicular para la enseñanza en Cataluña, tanto CiU como ERC votaron en contra. Podéis consultar la transcripción de la sesión en la web del Parlament. El planteamiento de estas dos formaciones era la línea doble, a la manera de Euskadi. Lo explica Pep González, artífice de la Ley de Normalización Lingüística, bajo el liderato clarividente de Marta Mata i Garriga: “Continúo en la posición que tenemos que hacer más catalán en las zonas donde el catalán tiene más dificultades, porque contrariamente al que piensan algunos sectores más radicalizados, el hecho que un niño de Santa Coloma no sepa bien la lengua va en contra de sus intereses”

De hecho, la primera escuela pública catalana a salir adelante las clases en catalán como lengua vehicular fué en Santa Coloma de Gramanet gracias a la lucha vecinal 

“Un grupo de padres y madres, tanto castellanohablantes como catalanoparlantes, se organizaron en 1982 para reivindicar que sus hijos e hijas pudieran ser escolarizados en catalán. Iniciaron una recogida de firmas para conseguir que la inmersión lingüística, que se estaba llevando a cabo en algunas escuelas privadas otras localidades, fuera una realidad y de forma pública en Gramenet. Este empujón se transformó en una realidad en el curso 1983/84 cuando se consiguió, gracias a los varios años de lucha, reuniones entre entidades, instituciones y  las familias, que en las aulas provisionales de la escuela Rosselló-Pòrcel se iniciaran las clases en catalán como lengua vehicular por primera vez en una escuela pública catalana. Tres maestros y 46 alumnos, la mayoría de los cuales castellanoparlantes, serían los primeros protagonistas de un proyecto que pretendía fomentar el aprendizaje progresivo del catalán a todos los niveles gracias a contar con esta lengua como vehicular. Fue también gracias a la ayuda del Ayuntamiento de Gramenet, gobernado por el PSUC, que los cedía el local provisional y se comprometía a construir o habilitar uno de definitivo para el siguiente curso. La iniciativa salió adelante y se extendió rápidamente”

La Transición como pacto de silencio

Tenemos infinidad de ejemplos en todo el mundo de procesos de reparación después de una guerra civil y de uno régimenes fascistas. Esto no va de buena gente y mala gente (Hannah Arendt ya lo explicó claramente) sino de justicia colectiva y de poder salir adelante sin seguir arrastrando del trauma transgeneracional que toda esta violencia perpetuada supone. Porque no haber puesto sobre la mesa quien hizo qué durante la guerra, y ver como las familias del pasado fascista siguen acumulando cruces de San Jordi, también es violencia. 

No se han hecho nunca comisiones de la verdad como se ha hecho al resto del mundo. En esto Cataluña y España estamos igual. No solo no se han hecho sino que la oligarquía ha encontrado la manera, siempre la encuentra, de desmantelar la solidaridad de clase a través de una solidaridad vertical nacionalista que decide quién es el pueblo y quien no. Porque esta ha sido su gran jugada: mientras hablaba de la libertad de los pueblos se estaba otorgando el derecho a decidir quién forma parte del pueblo y quien no. 

Seguiría escribiendo infinitamente sobre este tema, porque a mí el escribir me sana, y estoy profundamente herida. Me sana y me da miedo, porque sé que los próximos días se dirá todo tipo de mierda sobre mí en las redes sociales y en los diarios. Pero quedarnos calladas, mirar hacia otro lugar, sacarle hierro es demasiado injusto. Y aunque dé miedo, el amo no nos puede hacer mucho más daño del que ya nos ha hecho.

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Andreu
17/5/2023 19:53

Lo has clavado, no se puede expresar mejor.

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didacventura
17/5/2023 13:23

Muchas gracias por tu artículo. Tan incómodo como necesario! Sigue ampliando este tema; lo seguiremos encantadxs. Saludos,

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LaCar
17/5/2023 9:37

Moltes gràcies Brigitte!! Un escrit molt important i necessari.

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isa
16/5/2023 10:52

Escribir te sana a tí y a quienes te leemos. Gracias!!!

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