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Antiespecismo
Peces agonizando hasta morir y otros horrores de la acuicultura
Una investigación de la ONG italiana Essere Animali documenta por primera vez en Europa la industria de las piscifactorías intensivas. Incluye imágenes de peces hacinados y muertos por asfixia.
La organización italiana Essere Animali ha documentado por primera vez en Europa la industria de las piscifactorías intensivas. Lo ha hecho con una investigación encubierta llevada a cabo en 2017 y 2018 entre los principales proveedores en Italia.
En el vídeo se pueden ver imágenes del proceso de cría y transporte de los peces, desde los tanques a los contenedores y hacia los compradores finales. Los fotogramas muestran a algunos animales hacinados, a otros muriendo asfixiados en hielo o incluso en el suelo, donde aletean antes de morir, mientras trabajadores pasan a su lado sin inmutarse.
Poner puertas al mar: el auge de la acuicultura
Desde que en 2015 la Organización Mundial de la Salud (OMS) puso en conocimiento de la población los peligros de la carne roja y la carne procesada, el consumo de peces ha aumentado como alternativa alimentaria.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), “la gente nunca ha consumido tanto pescado como ahora”. El mayor consumo de peces ha traído el problema de la sobrepesca y de especies al filo de la extinción, pero también ha tenido como consecuencia la proliferación de piscifactorías intensivas. Así, la acuicultura es el sector dentro de la explotación animal que ha tenido mayor crecimiento en el mundo en los últimos años, desde que en 2013 la cantidad de peces provenientes de la piscicultura superaron a los que se obtienen de la pesca.
La acuicultura o piscicultura se puede llevar a cabo en depósitos de cemento en tierra o en jaulas en el agua, dulce o salada, que pueden albergar hasta 300.000 peces. Grandes cajas de hormigón llenas de agua en las que dan vueltas sin cesar cientos de peces, normalmente bajo luz diurna, para acelerar el ritmo de crecimiento y reproducción.
Cuando el río suena...
Durante dos años, activistas de Essere Animali se han infiltrado en las granjas que proveen a los principales mercados del país italiano con los peces más consumidos por sus habitantes: doradas, lubinas y truchas. No se trataría, pues, de casos aislados de la industria: de estas piscifactorías es de donde vienen la mayoría de peces que van a parar a las mesas de los italianos.
Con cámaras ocultas han descubierto granjas acuáticas “con problemáticas similares a las de las terrestres”, grabando imágenes que, según la ONG “muestran a millones de peces obligados a vivir encerrados en jaulas, en condiciones de hacinamiento y privación de estímulos. Son manipulados y transportados como si fueran objetos. La muerte llega después de una larga agonía, ni siquiera se les concede el aturdimiento para minimizar su dolor”.
Según la investigación, los peces “vivirán hacinados unos 18 meses, lo que tardan en alcanzar el peso mínimo para su comercialización”. Después, los sacarán de allí de diferentes formas: mediante tuberías, o utilizando redes “en las que se aplastan unos a otros”. Aún vivos, los trasladarán a depósitos llenos de hielo y agua “en los que empiezan a asfixiarse, donde continuarán su viaje hasta que se les mate a golpes, sin sedación previa”, explica la asociación italiana.
La masificación a la que se ven sometidos los peces, conforme a declaraciones de Salvador Arijo Andrade, biólogo y profesor de la Universidad de Málaga para Ecologistas en Acción, “facilita la propagación de enfermedades infecciosas, ya sea a través del agua, por rozamiento entre los peces o por canibalismo de peces enfermos o muertos”.
Según el biólogo, para tratar y prevenir las enfermedades de los peces, que empeoran debido al estrés continuo al que se ven sometidos, la solución es el uso generalizado de antibióticos, desinfectantes, alguicidas y otros métodos “con un alto impacto sobre el ecosistema y sobre los consumidores”, entre los que destacan los baños de formol, que según Arijo “se utilizan para la eliminación y prevención de parásitos y bacterias de la superficie externa de los peces” y son completamente legales, “a pesar del impacto ambiental que puede producir la liberación al medio acuático de una sustancia tan tóxica”.
Además de lo que suponen estas prácticas para la salud humana y del planeta, podríamos detenernos también en un problema añadido que comenta Arijo Andrade, con respecto a alimentar a los peces con piensos compuestos por harina de otros peces, que no solo provoca una pérdida energética notable (“para producir 1 kg de dorada se necesita en torno a 4 kg. de otras especies de peces”), sino que plantea un problema ético añadido, ya que “las capturas de peces para su transformación en harina se realizan fundamentalmente en las costas de países empobrecidos (Perú, Namibia, Sahara, etc.) con una importante merma de sus recursos pesqueros”.
Lo dice la ciencia: los peces sienten dolor y tienen memoria
Aunque silencioso al oído humano, el dolor de los peces es real. La ciencia ha corroborado desde hace años ya su capacidad para experimentar dolor y emociones. “El de los peces es un sufrimiento sobre el que es urgente intervenir. Por eso pedimos a las principales cadenas de supermercados presentes en Italia que adopten políticas estrictas para las granjas proveedoras de peces”, comentan desde la ONG italiana.
Para Essere Animali, y avalados por autoras como la doctora en biología Victoria Braithwaite o el etólogo Jonathan Balcombe (What a fish knows: 2016), los peces sienten dolor: “Tienen la anatomía necesaria para sentir dolor, son conscientes de las respuestas dolorosas a los estímulos y pueden experimentar un sufrimiento prolongado”.
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Además, prosigue Balcombe, “Son inteligentes. Pueden utilizar herramientas y tener conciencia de sí mismos, una prerrogativa atribuida hasta ahora a muy pocas especies evolucionadas. Se ha documentado que experimentan emociones tanto positivas como negativas: sufren estrés, experimentan placer en el juego e incluso se ayudan unos a otros en las dificultades. Según la especie tienen, además, una excelente memoria. Son capaces de recordar lugares, laberintos y caminos complejos, incluso después de mucho tiempo, mejor que muchos otros animales”.
Hace casi diez años, en 2009, la Unión Europea declaró que existen suficientes pruebas científicas que demuestran que los peces son seres sensibles y sienten dolor. Múltiples estudios [por ejemplo: 1,2,3,4] prueban estas afirmaciones.
Según diversas investigaciones de otras científicas como la doctora Lynne U. Sneddon de la Universidad de Liverpool, los peces tienen nociceptores y muestran respuesta al dolor mediante su comportamiento. Sneddon mantiene por ello que “su bienestar debería ser tenido en cuenta”, en línea con lo afirmado en la Declaración de Cambridge sobre la Consciencia de 2012. Otros estudios [ejemplos: 1,2,3,4,5] afirman, también, que tienen memoria, con lo cual no solo sienten el dolor, sino que pueden recordar haberlo sentido, por mucho que Pixar les haya puesto fama de olvidadizos.
La organización italiana asegura que los peces carecen de protección legal suficiente en Europa
Sin embargo, según la ONG italiana, a pesar de estar confirmado que son animales con capacidad de sentir, los peces carecen de protección legal suficiente en Europa.
Las leyes europeas mencionan que el “sufrimiento, estrés o dolor de los animales debería ser evitado dentro de lo posible” . La Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) cuenta desde 1995 con el Código Sanitario para los Animales Acuáticos (Código Acuático), que dedica un capítulo al “bienestar de los peces de cultivo”, afirmando la necesidad de una “responsabilidad ética de velar por su bienestar”.
El estudio de la Comisión Europea Welfare of farmed fish referente al bienestar de los peces de acuicultura, publicado en 2017, se hace eco de las prácticas durante el transporte y la matanza de los mismos. Este documento recomienda también “minimizar el sufrimiento de los peces”. Dicho informe resalta también el estrés y la falta de bienestar de los peces durante su transporte, causados por varios factores, entre ellos, “los cambios en la densidad de la población, la manipulación, el movimiento del agua y la mala calidad del agua”, que afectan a cada especie de un modo muy diferente.
La asfixia en el hielo desoye, evidentemente, el bienestar mínimo de los animales del que habla la Comisión Europea e inclumple las normas de la OIE. Esta práctica para matar a las lubinas y las doradas no es solo frecuente en Italia, por cierto, sino también en Grecia y España, según el informe oficial anteriormente mencionado.
Por todo ello, la asociación italiana Essere Animali ha lanzado una petición en change.org solicitando al comercio minorista que tome medidas concretas para resolver estos problemas, confirmados como tales por la EFSA, la OIE y la Unión Europea.
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En cambio la pesca extractiva es un ejemplo de bienestar animal, no?
Un artículo que demuestra un total desconocimiento de la producción acuícola y de la fisiología de los peces. Crea confusión y una imagen totalmente irreal de la acuicultura. Lamentable y sin criterio