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Arte
Art360 Kibera, construyendo comunidad “por amor al arte”
Kibera, ese lugar conocido internacionalmente como el slum más grande de África, es, contrariamente a esa mirada estereotípica occidental, un lugar lleno vida, energía y dignidad. Un lugar en el que, más allá de las necesidades materiales muy presentes en la cotidianeidad, existe también la belleza de una comunidad donde la gente se conoce, se cuida y siente orgullo de pertenecencia.
Y es que, si hay algo que caracteriza a las gentes de Kibera, es su espíritu comunitario. Nada allí sucede de manera individual y casi nada es fruto de lo estrictamente personal. Las relaciones, los sucesos, los intercambios, incluso hasta los sonidos y los olores, forman parte de un todo conectado y entrelazado que no es posible entender si no se sitúa en ese contexto comunitario.
En Gatwekera, uno de los 13 barrios de Kibera, se sitúa una humilde pero vibrante galería de arte cocinada con esos ingredientes tan kiberianos. Un puñado de espíritu comunitario, un gran pedazo de creatividad, todo salpimentado de pasión por trabajar con los niños y jóvenes del barrio; y el ingrediente principal: el deseo de construir un futuro mejor para su comunidad. Y todo eso, por amor al arte.
La energía positiva y la alegría se huelen nada más pisar el local de Art360. Todo es caótico, pero se trata de ese caos en el que artistas y niños se desenvuelven como pez en el agua
Cada día, y especialmente en época del coronavirus, en la que muchos niños no han podido ir a la escuela durante meses por el confinamiento y sus restricciones, desde buena mañana empieza a haber un goteo de niños y jóvenes en la pequeña galería que también es escuela de arte.
La energía positiva y la alegría se huelen nada más pisar el local de Art360. Todo es caótico, pero se trata de ese caos en el que artistas y niños se desenvuelven como pez en el agua. Algunos niños cogen pinturas y pinceles y se ponen a mezclar colores y a pintar sobre un liezo, copiando un cuadro. Otros hacen un collage con trozos de papel que pegan en un cartón. Una niña pinta un jarrón con los colores y la forma de una sandía. Todo el mundo allí tiene una sonrisa dibujada mientras da rienda suelta a su creatividad. De esas sonrisas que vienen de dentro y te dejan claro que esa persona está gozando. Mientras tanto, Faith, Grandson y Ben, los tres artistas que tiran del carro de Art360, guían a los niños en cada una de sus aventuras.
Los orígenes
Hace dos años, Faith Atieno, un artista visual de Kibera que acaba de recibir el premio Work of Art de la organización Women of Concern, decidió que ya no quería trabajar como artista para otros. No se sentía libre de poder expresar su talento si tenía que hacer el arte que otros le decían que tenía que hacer. En su último trabajo, también enseñaba arte a niños, pero ni era el arte que ella quería enseñar, ni lo enseñaba de la manera que ella quería. “Tras varios años trabajando como artista para diferentes organizaciones y empresas, sentí la necesidad de hacer lo que yo quería sin límites, porque cuando trabajas para otra persona, siempre pones en primer plano su visión e interés, y no los propios”.
Pensando en cuál podía ser el siguiente paso en su carrera, recordó aquellos sueños de instituto en los que se imaginaba abriendo su propia galería de arte en su comunidad y para su gente: “tenía la necesidad como persona de regresar a mi comunidad y compartir lo que había aprendido con niñas y niños que quizás no han tenido la experiencia y las oportunidades que yo he tenido como artista”.
Y eso hizo. Al cabo de pocos meses había conseguido un pequeño local de unos 15m2 que sería su propia de galería de arte. Pero como buena “kiberiana”, no podía meterse en un proceso así, sola, de manera individual, sino que tenía que hacerlo colectivamente, como se hacen las cosas en Kibera. Así que llamó a Grandson, uno de sus mejores amigos en la época del instituto, con el que montó allí un taller de arte en el que empezaron sus pinitos como artista y que también es de Kibera. Y a Ben, otro artista y amigo de Kibera. Y fundaron Art360 Kibera, un galería de arte a la par que colectivo artístico para trabajar diferentes disciplinas con los niños y jóvenes del barrio.
Además de Faith, Grandson y Ben, que son el gupo más implicado y que saca adelante el proyecto en su día a día, Art360 está también formado por otros cuatro artistas, que participan más esporádicamente. Al principio eran más, pero la pandemia hizo que con el tiempo, algunos tuvieran que dejarlo. “Cuando empezamos éramos más de 10 pero el número se vio reducido debido al Covid. No podíamos vender piezas y la sustentabilidad se complicó. Ahora somos 7. Grandson, Ben y yo estamos en la parte de gestión, y luego tenemos otros 4 miembros artistas, que cuando hacemos actividades, siempre forman parte del equipo que decide lo que hay que hacer, y que también vienen a la galería a pintar”.
Art360 es muchas cosas a la vez. Taller para los artistas del colectivo donde poder crear, escuela de arte para niños, galería de arte donde exponer obras. Y también colectivo que interviene el espacio público a través de murales, generador de conciencia social y comunitaria, especialmente en Kibera. Ellos fueron los primeros en hacer murales sobre la necesidad de protegerse del coronavirus.
Es un colectivo que se financia con las obras de arte que ellos mismos crean, tanto las de los artistas que forman el colectivo como las de los niños y jóvenes, y que exponen en la propia galería. También consiguen algunos recursos pintando los paneles publicitarios de algunas tiendas del barrio. Y también reciben algunos encargos de organizaciones para pintar murales. Los recursos son escasos, y los que consiguen los invierten en comprar los materiales para seguir haciendo arte y en pagar el alquiler.
Pero con la imaginación como punto de partida y haciendo de la precariedad un arte, en Art360 suplen la falta de recursos con creatividad. Así lo explica Grandson: “Usamos los materiales que tenemos a mano, porque nuestros recursos son limitados, y tampoco tenemos patrocinadores. A menudo hacemos reciclaje recogiendo algunas cosas de la calle que pueden servir y hacemos arte en ellas. Esa es una de nuestras señas de identidad. Así nació la idea de Art360, arte desde todos los ángulos”.
El trabajo con los jóvenes y la comunidad, fuente de inspiración del colectivo
Sonia Wangoi, conocida en el barrio como “Rasta Baby” es una de las jóvenes que acude practicamente a diario al local de Art360. Ella nació y se crió en Gatwekera, el mismo barrio donde se sitúa Art360. Como sucede a menudo en Kibera, el “boca a boca” es la mejor manera de saber lo que se cuece en el barrio. “Conocí el proyecto a través de una amiga del barrio. Ella me presentó a Grandson, y Grandson me invitó a participar”, recuerda.
Wangoy se siente orgullosa de su poceso de aprendizaje artístico, ya que nunca antes había tenido contacto con el mundo del arte. Pero Art360 no es solo una escuela de arte, sino que es como una segunda casa para ella. “Paso la mayoría del tiempo aquí, así que me siento como en casa. Muchos días voy de casa a Art360 y de Art360 a casa. Este es un sitio en el que me siento muy a gusto. Además aquí no tenemos que pagar para aprender, y es un espacio que te ofrece muchos retos que superar. Yo antes no sabía pintar, y ahora sí. Cualquier cosa relacionada con el arte que no sepas, aquí la puedes aprender, y eso me encanta”.
Pero el arte, más allá del aprendizaje de sus técnicas, tiene también una vertiente terapéutica como actividad creativa en la que se expresan emociones y sentimientos. “A menudo pienso demasiado, siento que tengo muchas cosas en la cabeza. Cuando vengo a Art360, todos esos pensamientos desaparecen y me siento mejor”.
Agnes Atieno, otra de las fijas de Art360 comparte también esa opinión sobre el arte como terapia: “Venir aquí relaja mi mente. Cuando quiero hacer una pieza de arte, me tomo mi tiempo, sin prisas, mi mente se centra en lo que quiero hacer y eso hace que me sienta relajada”.
Algunos de los jóvenes que participan de Art360 nunca habían tenido contacto con el mundo del arte, como Rasta Baby, pero muchos otros ya practicaban algún tipo de arte antes. La curiosidad de aprender nuevas técnicas y habilidades les motivó a entrar en Art360, como a Agnes: “Yo ya hacía otras formas de arte antes de venir aquí, poesía y cantar, pero cuando Grandson me propuso venir y aprender a dibujar y pintar, me pareció un reto interesante, así que me sentí curiosa por venir y ver qué tal”.
Al igual que Agnes, otra de las jóvenes de Art360, Annete Owuo, “Queen”, ya era un apasionada del arte antes de conocer Art360. “Yo hago poesía, así que cuando vengo aquí encuentro la motivación y la inspiración para escribir mis poemas. En general soy una apasionada y entusiasta del arte, por eso vengo aquí a dibujar, peinar o maquillar, diferentes motivaciones. Básicamente vengo aquí para divertirme”.
El equipo al completo de Art360 pone todo su amor y toda su pasión en que los niños y jóvenes de Kibera aprendan, pero sobre todo que se diviertan y disfruten. Y quién mejor para aprender y disfrutar a la vez que los jóvenes
Y es que el equipo al completo de Art360 pone todo su amor y toda su pasión en que los niños y jóvenes de Kibera aprendan, pero sobre todo que se diviertan y disfruten. Y quién mejor para aprender y disfrutar a la vez que los jóvenes. Faith hacía muchos años que lo tenía claro: “La razón por la que me gusta trabajar con niños es personal. Estuve cuidando niños la mayor parte del tiempo en casa cuando vivía con mis padres. Por ejemplo, cuando la vecina quería ir al mercado me dejaba a su bebé. Cuando estaba compartiendo esos momentos, sentía que es mucho más divertido relacionarse con los niños. Están listos para aprender y son sensibles en cuanto a cómo te relacionas con ellos. Eso les da los ingredientes para crecer y aprender fácilmente. Así es como me di cuenta de que quería trabajar con niños y jóvenes”.
El vínculo que existe entre Art360, Kibera y sus jóvenes es íntimo. Solo hay que entrar en el local y pasar un rato allí para darse cuenta de su autenticidad y profundidad. Es poco menos que una familia unida que cuenta con el respeto de su comunidad. Así lo expresa Ben: “No soy un padre, pero de alguna manera tengo la sensación de ser un padre para los jóvenes, porque necesitan orientación y yo debo estar ahí para ellos. Tienen un montón preguntas, y poder estar ahí para responderlas es todo un desafío. Me da la motivación de despertarme por la mañana y venir a enseñarles. Si están contentos, yo soy feliz”.
Y así, tras dos años de vida, por amor al arte y a los jóvenes de su comunidad, Art360 se ha ído abriendo un hueco en el corazón de Kibera. Construyendo cambio social desde el potenciamiento de lo positivo de su cultura kiberiana. Esa cultura que le enseñó desde pequeña que el cambio llega a través del compartir, y de hacerlo con amor. Como la propia Faith dice “Cambio es el poder de creer, el poder de amar, el poder de compartir”.