Una intervención del artista Iván Argote en una calle de Madrid
Una intervención del artista Iván Argote en una calle de Madrid. Imagen cortesía de la Galería Albarrán Bourdais.

Una lucha de paisajes: cómo reimaginar Madrid a través de las obras del artista Iván Argote

Iván Argote expone una obra que cuestiona los relatos oficiales, las estructuras de poder y la lógica de la monumentalidad, mientras explora la relación entre historia, cuerpos y espacio público.

Desde hace algunas semanas, quienes pasean por el centro de Madrid —en particular las calles del barrio de Justicia— habrán podido advertir, siempre y cuando presten atención al suelo que pisan, una serie de pequeñas intervenciones urbanas. Una serie de gestos reparadores para sanar la ciudad, que operan sobre grietas y socavones de la calzada sellándolos con masillas de colores, que contrastan con el gris del paisaje, sobre las que asoman breves frases que inscriben nuevas lecturas del espacio que habitamos: “Sin olor a miedos viejos”, “La luz”, “Tus manos nuestros cuerpos” o “Una lucha de paisajes”. Esta última expresión da título a la exposición que el artista colombiano Iván Argote (Bogotá, 1983) presenta en la ciudad.

A lo largo de su trayectoria, Argote ha construido una obra que cuestiona los relatos oficiales, las estructuras de poder y la lógica de la monumentalidad, mientras explora la relación entre historia, cuerpos y espacio público. Siguiendo la idea foucaultiana de que el poder también se despliega en la organización del espacio y en los dispositivos que moldean nuestra experiencia —desde los monumentos y las estatuas hasta la propia trama urbana—, sus intervenciones señalan cómo esos elementos contribuyen a fijar memorias y jerarquías de poder.

Buena parte del trabajo de Argote consiste en desestabilizar lo cotidiano a través de acciones mínimas y gestos poéticos e inesperados, realizados en complicidad con quienes habitan cada lugar

Buena parte de su trabajo consiste en desestabilizar lo cotidiano a través de acciones mínimas y gestos poéticos e inesperados, realizados en complicidad con quienes habitan cada lugar. Argote recurre al absurdo, el humor y los afectos como herramientas políticas capaces de abrir nuevas formas de percepción, indagando en cómo vivimos la ciudad, cómo nos relacionamos entre nosotros y cómo lo aparentemente insignificante puede llegar a cuestionar estructuras profundamente arraigadas.

La fragilidad y el carácter efímero de las acciones que se materializan en las calles, aquellas que quedan a merced del devenir de la ciudad, requieren de una documentación que funcione como testigo de lo acontecido. En esta ocasión ha tomado forma de película, con el título Dignidad y respeto, otra de las frases inscritas por Argote en la calzada. Filmada en Super 8, la obra presenta al propio artista —uniformado con ropa de trabajo— realizando la acción por las calles de Madrid, mientras su voz en off recita un texto sobre caminar la ciudad, las posibilidades que esto genera y los pensamientos que despierta. Con una narrativa que experimenta con el lenguaje audiovisual, un montaje circular y la yuxtaposición de las propias palabras, que adquieren un ritmo de mantra, acompañadas de una constante melodía de piano, la película captura algunas de las constantes a lo largo de su trayectoria: el cuestionamiento de las estatuas en el espacio público, las referencias al colonialismo o el grafiti y otros textos presentes en las calles como formas de resistencia.

Hasta el próximo 10 de enero, Dignidad y respeto se puede ver en la exposición que la galería Albarrán Bourdais dedica a Iván Argote. La película constituye el eje principal, en torno al cual gravitan otras obras que dialogan con ella, configurando un espacio expositivo que reúne diferentes piezas en las que la palabra, como materia artística, adquiere el papel protagonista, con el uso de textos y tipografías heredado de su formación en diseño y artes gráficas. Así, la propuesta otorga al lenguaje el poder de cuestionar la autoridad establecida, en una suerte de revolución poética.

Entre las piezas expuestas, la serie “Cracks” está directamente relacionada con la acción desarrollada en las calles de Madrid. Está compuesta por un conjunto de fotografías que documentan el instante preciso en el que las palabras fueron inscritas en el asfalto y bronces que llevan al formato escultórico las frases utilizadas. En la galería también puede verse unas de sus obras más recientes, “Pájaros”, compuesta por coloridas mecedoras dispuestas en parejas o tríos y unidas entre sí por los reposabrazos, con una configuración que enfrenta los asientos, permitiendo que quienes se sienten en ellas se miren directamente mientras comparten el mismo balanceo, favoreciendo así el encuentro y la interacción entre ciudadanos.

“Pájaros”, una de las obras más recientes de Iván Argote
“Pájaros”, una de las obras más recientes de Iván Argote. Imagen cortesía de la Galería Albarrán Bourdais.

La presencia de Iván Argote en Madrid no se limita a esta propuesta: desde hace años diversas obras e intervenciones suyas han tomado la ciudad como punto de partida. A principios de noviembre se inauguró en la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense su instalación permanente Mesas piel, mesas tatuaje, mesas secretos, mesas que hablan, preguntan, se buscan y se pierden, proyecto surgido a través de Concomitentes, una entidad que articula la colaboración entre comunidades de la sociedad civil y artistas para desarrollar obras. En este caso, la iniciativa fue promovida por un grupo de usuarios y personal de la biblioteca de la facultad, encabezado por su director, Javier Pérez Iglesias. Tras varios años de trabajo, el proyecto se ha materializado en 18 mesas de biblioteca que han sido tatuadas con frases y fragmentos de texto recopilados a partir de una convocatoria abierta realizada en 2023, en la que las participantes fueron invitadas a responder tres preguntas: “¿Qué frases, versos o citas evocan para ti la biblioteca?”, “¿qué dirían las mesas de esta biblioteca si las dejamos hablar?” y “¿qué palabras te gustaría que te acompañaran a ti y a otras por venir ahora y en cien años más?”. Las mesas, además, actúan como planchas xilográficas, permitiendo que quienes lo deseen puedan llevarse impresiones de estas palabras. Sobre ellas, unas placas de acero suspendidas en el techo funcionan como espejos, transformando el espacio en una sala de resonancia, que multiplica las ideas.

Otra de las presencias de Iván Argote en Madrid nos lleva a 2022, año en el que realizó “Paseo”, una acción que consistió en descolgar y pasear en un camión por la ciudad la escultura de Colón erigida en 1892 en la plaza homónima para conmemorar el cuarto centenario de su llegada a América. La acción, registrada en vídeo, recurrió en realidad a una reproducción a escala de la pieza original mientras que en posproducción se eliminó digitalmente la estatua situada sobre el pedestal. Con ello se generó una doble modalidad de recepción. Por un lado, la de los transeúntes que asistieron atónitos a la acción in situ, enfrentándose a una situación que alguno incluso podría calificar de premonitoria, pero sin entender realmente qué estaba pasando, lo que favoreció que se generara un espacio improvisado de encuentro y diálogo, entre el desconcierto y la sorpresa, en torno a este futuro posible. Por otro, está la recepción mediada por la obra en vídeo, en la que, empleando el humor al servicio de la crítica y con el uso de estrategias propias de la ficción como es la utilización de efectos especiales, se cuestionan las narrativas históricas dominantes y se proponen nuevos usos simbólicos y políticos del espacio público. Al desplazar simbólicamente la figura de Colón, Argote interrumpe la pretensión de estabilidad de este dispositivo de poder, desarticulando y redistribuyendo lo visible y lo decible en la ciudad. 

Fotograma de ‘Paseo’, de Iván Argote
“Paseo”, una acción de Iván Argote en 2022 que consistió en descolgar y pasear en un camión por la ciudad la escultura de Colón. Imagen cortesía de la Galería Albarrán Bourdais.

Tras “pasear” a Colón, el ilustre navegante “necesitaba un buen descanso” y bajo ese título, “Descanso”, Argote instaló en 2024, en el Giardini de la Bienal de Venecia, la escultura del personaje ya vencida, fragmentada e invadida por una maleza de plantas locales y migrantes, dejando atrás la solemnidad de la estatuaria monumental e invitando a superar heroísmos anacrónicos que celebran la violencia ejercida sobre diversos pueblos, otro avance más de que, tarde o temprano, todo imperio acaba en ruinas.

Continuando con esta cronología inversa, retrocedemos hasta 2012, cuando Iván Argote llevó a cabo sus primeras acciones en Madrid. Formó parte de la exposición Sin heroísmos, por favor, en el Centro de Arte 2 de Mayo. Aprovechando el presupuesto para producción de obra que se le otorgó, desarrolló el proyecto “Un año al día”, que consistió en crear un espacio de celebración colectiva en el que vecinos y vecinas de Móstoles tuvieran a su disposición una sala del CA2M en la que festejar su cumpleaños. Con esta iniciativa se favoreció la creación de vínculos entre el museo y la gente, reforzando la dimensión social del arte y subrayando cómo los actos cotidianos y las experiencias comunitarias pueden entenderse también como prácticas creativas. De nuevo, el juego, el humor y los afectos se situaban en el centro como motores de transformación.

“Turistas”, una acción de Iván Argote
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“Turistas”, una acción en la que Iván Argote cubrió con ponchos indígenas varias esculturas de reyes situadas en el Paseo de las Estatuas del Parque del Retiro. Imagen cortesía de la Galería Albarrán Bourdais.

Durante esta primera estancia en Madrid con motivo de la exposición, Argote realizó una de sus primeras intervenciones site-specific en el espacio público. Con el nombre de “Turistas”, la acción consistió en cubrir con ponchos indígenas varias esculturas de reyes situadas en el Paseo de las Estatuas del Parque del Retiro, generando una tensión crítica en torno a estas figuras concebidas para glorificar la colonización. Una crítica directa a los poderes políticos y a los monumentos que se erigen para conmemorar a quienes contribuyeron a la guerra y la masacre de numerosos pueblos, pero llevada a cabo no desde la confrontación violenta, sino mediante la negociación simbólica con el poder a través del humor y la ternura; una “ternura radical”, como a él le gusta llamarlo. Con ello lograba desactivar el tono heroico y patriótico arraigado en los grandes relatos que sustentan la historia nacional. Un ejemplo más de cómo Argote concibe la calle como laboratorio de ideas: un espacio de acción directa donde es posible reapropiarse de los símbolos y espacios de poder para transformar colectivamente las formas urbanas y sus significados, propiciando el encuentro entre obra y espectador cara a cara, sin intermediarios.

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