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Parece que hayan pasado décadas desde que los manifestantes del movimiento prodemocracia en Hong Kong asaltaran el parlamento de la isla, más conocido como Legislative Council o LegCo, en una jornada que quedará para la historia como el punto de inflexión y hartazgo de una joven generación de hongkoneses que veía cómo los derechos y libertades adquiridos durante años eran pisoteados por las decisiones adoptadas en la República Popular China. Pero la realidad es que solo han pasado tres años desde entonces. Tres años en los que la situación en esta excolonia británica, que todavía se aferra a la idea de autonomía gracias a su constitución propia, se ha deteriorado notablemente a causa de la paulatina pero constante acción de Pekín para atar en corto a la Perla de Oriente.
Esto se debe a que británicos y chinos acordaron en 1997 la devolución de Hong Kong a manos chinas con la condición de que se respetase por 50 años su estatus de Región Administrativa Especial, es decir, que gozara de un alto grado de autonomía que incluía la aprobación de una constitución propia, justicia independiente, moneda particular y una serie de libertades políticas y civiles totalmente impensables en la China continental. Sin embargo, Pekín no quería que los hongkoneses se acostumbrasen en exceso a esta situación y, desde entonces, trata de ir aprobando legislación que pone en jaque el principio de “un país, dos sistemas” que caracterizó el proceso de devolución de esta excolonia.
Las nuevas generaciones que no vivieron bajo la tutela del Reino Unido y que tampoco han conocido de primera mano la rigidez del Partido Comunista de China, decidieron no hipotecar su futuro y tomar partido para participar en la construcción del devenir de Hong Kong
Por ello, las nuevas generaciones que no vivieron bajo la tutela del Reino Unido y que tampoco han conocido de primera mano la rigidez del Partido Comunista de China, decidieron no hipotecar su futuro y tomar partido para participar en la construcción del devenir de Hong Kong. En 2019, tras conocerse el proyecto de ley de extradición, que permitiría juzgar y encarcelar a imputados en Hong Kong en la China continental, la paciencia de estos jóvenes se colmó y comenzaron las mayores protestas de la historia de la isla.
Durante meses, las principales arterias de la ciudad ardían en llamas y el barullo característico de esta urbe se veía interrumpido por los enfrentamientos entre policía y manifestantes. Grupos de estudiantes perfectamente organizados mediante grupos de Telegram emprendieron una suerte de guerra de guerrillas del siglo XXI para solicitar al gobierno no solo la retirada de esta ley, sino también un sistema electoral plenamente democrático, el respeto a su autonomía y la dimisión de la por entonces presidenta, Carrie Lam.
Pero la ilusión y la determinación de la juventud se vio truncada de golpe con la llegada de la pandemia de la COVID-19. La necesidad de los confinamientos y la distancia social hacían imposible inundar las calles de millones de personas como se venía haciendo en los meses previos. Además, el ejecutivo regional también empleó estas medidas como herramienta política para desmovilizar a una población que ya se encontraba exhausta de ver cómo la policía detenía y agredía con total impunidad a amigos y familiares. Por si fuera poco, Pekín aprovechó esta situación para dar las dos últimas estocadas al movimiento democrático.
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Por un lado, la nueva ley de Seguridad Nacional aprobada en junio de 2020 que, entre otras cosas, contiene penas desde los tres años hasta la cadena perpetua por secesión, subversión, terrorismo o colusión con agentes extranjeros. En la práctica, esta ley está metiendo entre rejas a toda persona que exhiba públicamente algún lema independentista o en contra del gobierno. Por otro lado, la polémica reforma electoral de 2021 que deja sin poder concurrir a los comicios a toda candidatura que no pase el filtro “patriótico” del comité de control electoral.
Donde antes había barricadas y aglomeraciones, ahora vuelve a tomar presencia el denso tráfico de la ciudad; donde antes se instalaban los controles de policía para efectuar registros, ahora se despliegan puestos de vacunación o de testeo de coronavirus; donde antes cabían los debates sobre identidades, sensibilidades y proyectos de futuro comunes, ahora se impone la mirada homogeneizadora de Pekín. Una calma (que no normalidad) agridulce ha vuelto a la excolonia, mezcla del orgullo de haber luchado todo lo posible y de la impotencia por no saber si habrá otra ventana de oportunidad. El tiempo se le agota a Hong Kong. La fecha límite es el 2047. Tic-tac.
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La pregunta importante es por qué la izquierda anticapitalista ha permanecido en gran medida silente e inactiva ante la escalada del conflicto en Hong Kong. ¿Se cree las afirmaciones de los izquierdistas ortodoxos de que China sigue siendo “socialista”?
No señor, no se trata de una lucha por la democracia, se trata de colectivo de jóvenes, hijos de los privilegiados de la época colonial británica, que no están dispuestos a perder sus privilegios.
Es cosa de pasar unos días en HK para darse cuenta cual es legado del colonialismo Británico: una sociedad horriblemente desigual, un mundo al servicio de los ricos... y de las mafias.
Es eso lo que China quiere cambiar a lo que sumamos la apertura de China al mundo, que quitó a HK el privilegio de ser el puerto franco de las exportaciones chinas.
Vaya a HK, patee sus calles. No hace falta rememorar la ciudad amurallada. Es cosa de caminar un poco, alejándose de los circuitos turísticos o los barrios donde disfrutan los expatriados de las grandes multinacionales.
Hola Óscar,
Es una lástima que se haya aventurado a publicar un comentario de estas características sin conocer a los autores ni su trayectoria.
Le invito a leer su recorrido periodístico y sus publicaciones, descubrirá que ambos han vivido o viven en HK, y no precisamente en las calles turísticas.
Además, si me permite darle un consejo, no indique qué calles deben patear o no patear gente que precisamente, se dedica profesionalmente a ello. Y procure no basar sus opiniones únicamente en experiencias vitales, utilice libros, le serán de gran ayuda para reducir su ego y ampliar sus horizontes.
Un saludo.