Opinión
El B9, entre la chatarra y los golpes de porra

En el macrodesahucio del instituto de Badalona se condensan muchas de las contradicciones en torno al acceso a la vivienda. En una ciudad con más de 7.000 pisos vacíos, Ayuntamiento, Generalitat y Estado condenan a dormir al raso, en pleno invierno, a 400 personas.
Campamento improvisado tras el macrodesahucio en Badalona. Foto: Sindicat de l’Habitatge de Catalunya
Campamento improvisado tras el macrodesahucio en Badalona. Foto: Sindicat de l’Habitatge Socialista de Catalunya
22 dic 2025 06:00

No hay un gramo de honestidad en el manual del ultraderechista. ¿Qué tipo de persona puede dejar sin un techo, en pleno invierno, a más de 400 personas? Albiol, el actual alcalde de Badalona, nos ha mostrado esta semana que entre sus delirios racistas es capaz de deshumanizar a una parte de la clase trabajadora para justificar su agenda política. Ahora bien, cabe destacar que lejos de ser un fenómeno aislado, no deja de ser la punta de lanza de un movimiento mucho más generalizado, que de hecho encarna el signo de los tiempos: la reacción.

El desahucio del B9 no solo forma parte de los desvaríos autoritarios de Albiol, sino también de una política de la pobreza por la vía punitiva. Una agenda que actúa como si tapando las grietas de un sistema cada vez más inhumano con pintura fresca, estas dejaran de existir. Un programa político que piensa que, al imponerles el cielo como techo a centenares de personas estas desaparecerán, como si de un truco de magia se tratase. A los lamentables hechos del día después del desalojo me remito, cuando la policía, en un vano intento de enterrar el polvo bajo la alfombra, echó a los ex-habitantes del B9 a no se sabe muy bien dónde.

Lejos de ser un fenómeno aislado, no deja de ser la punta de lanza de un movimiento mucho más generalizado, que de hecho encarna el signo de los tiempos: la reacción

Situamos el desahucio más grande de Catalunya en el contexto político más convulso que se ha visto en décadas. Genocidios, guerras y catástrofes se desarrollan bajo el telón de fondo de una crisis generalizada que lleva en si el agravamiento del problema de la vivienda. La tendencia al alza de los fenómenos de la infravivienda y el sinhogarismo aparecen hoy como la punta del iceberg de la crisis de la vivienda, focalizados en un segmento poblacional muy concreto.

Pues solo hace falta ver las imágenes del desahucio del antiguo instituto para darse cuenta de quiénes fueron los protagonistas de la bochornosa jornada: trabajadores migrantes que malviven errando de nave industrial en nave industrial, vendiendo chatarra, sometidos a salarios de miseria, irregularidad legal y violencia policial sistemática. Albiol, bajo la pudiente retórica a la que nos tiene acostumbrados balbuceó que «lo que tiene que hacer Sánchez es acogerlos él y darles vivienda». Unas palabras que duele oírlas entre aquellos que ya sabemos que el PSOE lleva años abrazando las políticas higienistas de la reacción. Ya sea en forma de laboratorios de criminalización y persecución bajo la marca del “Pla Endreça” en Barcelona o abriendo cárceles de migrantes en Mauritania, en el caso del Gobierno del Estado español.

La tendencia al alza de los fenómenos de la infravivienda y el sinhogarismo aparecen hoy como la punta del iceberg de la crisis de la vivienda

En el acceso a la vivienda se concentran muchas de las contradicciones, pero la experiencia del B9 nos permite extraer una lección. Mientras que, en Badalona, según el INE, hay más de 7.000 pisos vacíos, hoy 400 personas que antes tenían techo están durmiendo al raso. Esta disonancia inhumana, que haya gente sin casa y casas sin gente, es consecuencia directa de las lógicas del capitalismo. Las viviendas, igual que el resto de las mercancías, no se producen y se distribuyen según su capacidad de satisfacer necesidades humanas, sino por su capacidad de generar beneficios económicos para unos pocos. En pocas palabras: el beneficio de un rentista vale más que condenar a una persona a condiciones infrahumanas de hambre y frío; y el sistema, a golpe de porra, pone todos los medios a la disposición para que no cese la barbarie.

En la manifestación posterior al desahucio no se disputaba un instituto abandonado de Sant Roc. Tampoco se disputaba quién se merece un sitio donde vivir y quién no. Lo que defendemos como Sindicat d’Habitatge Socialista de Catalunya es el derecho de la clase trabajadora a acceder a una vivienda de calidad, de manera gratuita y universal. Y lo defendemos frente a aquellos que hoy deciden quién accede a una vivienda y quién no, ya sea por razón de renta, de color de piel o de origen de nuestros apellidos. Y lo defendemos frente a viejos y nuevos enemigos. Y lo defendemos, en definitiva, contra la patronal, rentistas y empresarios.

Mientras tanto, los partidos capitalistas camuflan entre juegos de sombras entre izquierdas y derechas un acuerdo esencial entorno de una misma lógica: que la vivienda siga siendo un negocio. Desde la convicción que el presente reclama soluciones genuinas a problemas estructurales, no nos tenemos que dejar engañar por los cantos de sirena de la socialdemocracia —aunque hoy en día se parezcan más a trompetas de guerra. Si hay una característica que defina a la izquierda reformista es el oportunismo, ya sea en momentos de auge (véase Podemos) o reflujo (véase Sumar). Ellos corren a señalar el dedo cuando no están en el gobierno, pero la clase trabajadora tenemos que saber señalar a la luna.

Tenemos que ser claros con nuestros objetivos: el problema de la vivienda no cesará hasta que esta deje de ser una mercancía. Es por eso por lo que, frente a su juego de falsas soluciones, frente al envalentonamiento de la reacción y frente a la hipocresía de los reformistas, tenemos que saber señalar a la luna. Y eso pasa, aquí y ahora, por avanzar en la construcción de un Sindicato que haga de la lucha por la vivienda un bastión de la lucha de clases. De fondo, la reacción y el autoritarismo avanzan posiciones para facilitar la ofensiva de clase en curso. Durante los próximos años, nos jugamos la posibilidad de consolidar un proyecto político propio que pueda confrontar dicha ofensiva y haga tambalear los cimientos de un sistema en crisis.

Sobre la autora
Gisela Bermúdez. San Roque, Badalona. Sufrió el primer desahucio cuando tenía 11 años y ha estado vinculada desde entonces a distintos colectivos de lucha por la vivienda. Es militante y portavoz del Sindicato de Vivienda de Badalona, ​​sección local del Sindicato de Vivienda Socialista de Catalunya.

 

Catalunya
El PP de Albiol fuerza el desalojo de 400 personas migrantes que vivían en un instituto de Badalona
Badalona Acull denuncia una política “cruel e inhumana” del alcalde Xavier García Albiol, promotor del desalojo. La jueza ordenó al consistorio a prestar atención social a los migrantes, pero Albiol se niega a ofrecer una alternativa habitacional.
Cargando valoraciones...
Comentar
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.
Cargando...
Cargando...
Comentarios

Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.

Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!

Cargando comentarios...