Balcanes
La izquierda de la ex Yugoslavia ve acercarse la primavera

Distintos movimientos y procesos en Serbia, Bosnia, Montenegro, Macedonia del Norte y Kosovo, países que formaron Yugoslavia, y en el también balcánico Albania están reflotando las ideas del anticapitalismo y los derechos humanos tras décadas de discursos nacionalistas y prácticas gubernamentales corruptas.
Protesta Serbia
Protesta de estudiantes en Serbia. Foto: socialistsanddemocrats

Así comienza lo que se conoce como la Declaración de Solidaridad Regional, un documento por el que varias formaciones de izquierdas en los Balcanes, tales como la Unión Socialdemócrata de Serbia, el Frente de los Trabajadores y la Nueva Izquierda de Croacia y la Izquierda de Eslovenia afirmaban que trabajarían en la defensa de principios fundamentales que incluyen la justicia social, la igualdad de género, sexual, nacional y étnica, la preservación del medio ambiente, el antifascismo, la cooperación y la paz, la empatía y la ayuda mutua.

"Para la mayoría de la población de los países que formaban los antiguos territorios de Yugoslavia, los últimos treinta años han estado marcados por disputas nacionalistas, sufrimiento generalizado, empobrecimiento, privatización de bienes públicos y sociales y medidas de austeridad, así como por un patrón continuo de conflictos y competiciones mutuas. La introducción de relaciones capitalistas en esta región ha traído consigo la desindustrialización, la profundización de las desigualdades de clase, la emigración y el declive demográfico. Las políticas neoliberales se han centrado en la infraestructura y la capacidad de la sanidad pública y las han diezmado, lo que ha provocado elevados costes para las personas, un aumento de las tasas de mortalidad y la emigración masiva del personal sanitario. […] Así pues, la depresión económica mundial a la que nos enfrentamos nos plantea dos opciones: o bien observamos pasivamente el continuo deterioro del nivel de vida y de las condiciones de trabajo, y la dependencia de los magnates locales y del capital transnacional interesado únicamente en sus propios beneficios; o bien nos levantamos y luchamos para que se satisfagan las necesidades básicas de la mayoría de la población. Y esta lucha sólo es posible mediante el esfuerzo colectivo y la solidaridad regional”. 

La declaración fue redactada, firmada y publicada en 2020, tras la crisis económica agudizada por la pandemia. Sin embargo, pese a su impacto inicial y sus buenas intenciones, prácticamente nadie en la región se hizo eco de ella, y los principios que decía defender siguen sin garantizarse. Por ejemplo, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (UNDP), las tasas de participación de las mujeres en la población activa siguen siendo desiguales respecto a los hombres, las oportunidades de trabajo decente son limitadas y persisten importantes diferencias salariales. Además, diversas ciudades de Serbia, Bosnia, Montenegro, Albania, Macedonia del Norte y Kosovo se encuentran entre las más contaminadas de Europa y del mundo, mientras que la discriminación contra minorías étnicas sigue siendo asignatura pendiente.

La Nueva Izquierda Balcánica

En el libro La Nueva Izquierda Balcánica: éxitos y errores, Igor Štiks y Krunoslav Stojaković analizan el resurgimiento de una nueva izquierda en la región tras la crisis económica de 2008, impulsada inicialmente por movimientos estudiantiles. Como señalan los autores, este despertar se caracteriza por “una amplia alianza de actores progresistas y de izquierda, la lucha por los bienes comunes (especialmente la educación), la elaboración de una crítica anticapitalista de la situación postsocialista y, por último, el uso de la democracia horizontal y participativa”.

Los países que forman el bloque de los Balcanes Occidentales —Albania, Bosnia, Croacia, Montenegro, Macedonia del Norte, Kosovo y Serbia — están marcados por dinámicas fuertemente enraizadas. Los nacionalismos, los gobiernos afianzados en el poder por décadas, las redes clientelares, una corrupción persistente y un fuerte intervencionismo han suscitado una reacción, sobre todo en los más jóvenes, que buscan tumbar sistemas que llevan décadas ensombreciéndolos y negándoles oportunidades a sus ciudadanos.

“El hundimiento del bloque socialista no solo borró del mapa sistemas políticos enteros, sino también las estructuras organizativas y las tradiciones culturales de los movimientos obreros socialistas y comunistas”, señala Štiks y Stojaković en su libro

En Macedonia, la Revolución de los Colores de 2016, en contra de la corrupción, el abuso de poder y la impunidad dentro del gobierno macedonio y que llevó a la dimisión de todo el gobierno, marcó a las sociedades de la región, creando un efecto dominó en otros países como Serbia y Montenegro. En Serbia, estudiantes toman la iniciativa de las movilizaciones contra la corrupción y la violencia en el país que se han sucedido varias veces en los últimos años; la última ya se alarga por tres meses y pide responsabilidades por el accidente en la estación ferroviaria de Novi Sad que dejó quince muertos.

Serbia
Balcanes Dimite el primer ministro serbio, Milos Vucevic, por las protestas estudiantiles contra la corrupción
El país balcánico entra en fase de Gobierno técnico después de que cientos de miles de personas precipitaran la caída de un Ejecutivo al que se acusa de ser responsable de la caída de una marquesina que causó la muerte de 15 personas.


En la obra de Štiks y Stojaković, se señala que “las protestas antigubernamentales en los Balcanes han carecido por lo general de una narrativa de izquierdas y los actores de izquierdas han sido a menudo marginales”. Es lo que pasa con las manifestaciones estudiantiles que están sucediendo ahora mismo en Serbia: los estudiantes se han distanciado de los partidos políticos y actúan colectivamente mediante reuniones plenarias y democracia directa, sin líderes identificables a los que el gobierno pueda atacar. Se mantiene neutral y se centra en cuestiones como la corrupción, la falta de libertad de los medios de comunicación, el Estado de Derecho y la democracia.

Un pasado que aún pesa

Existe una explicación para esta falta de posicionamiento político en la zona, especialmente entre los más jóvenes. Los Balcanes Occidentales incluyen los países que en su momento formaron Yugoslavia así como Albania. Si bien es cierto que todo este grupo comparte un pasado común, sus realidades políticas y sociales actuales, aunque a veces interconectadas, son profundamente heterogéneas. Sin embargo, para comprender la situación de la izquierda en la actualidad, es necesario primero entender el papel que juega ese pasado.

Todos estos países estuvieron bajo regímenes socialistas durante gran parte del siglo XX: la Yugoslavia de Tito en el caso de Bosnia y Herzegovina, Serbia, Macedonia del Norte, Eslovenia, Montenegro, Croacia y Kosovo, y el régimen de corte estalinista de Enver Hoxha en Albania. Aunque Hoxha rompió relaciones con Tito —según el líder albanés, Yugoslavia estaba siendo corrompida por los valores occidentales—, cuando ambos regímenes colapsaron, dejaron en sus ciudadanos una concepción similar de la izquierda. Como explican Štiks y Stojaković: “El hundimiento del bloque socialista no solo borró del mapa sistemas políticos enteros, sino también las estructuras organizativas y las tradiciones culturales de los movimientos obreros socialistas y comunistas. De la noche a la mañana, la defensa de la solidaridad y la igualdad social de estos movimientos —incluida la lucha por la sanidad, la vivienda y la educación gratuitas— fue objeto de marginación política, social y cultural”.

Balcanes
Cine El cine, una forma de resistir en los Balcanes
El Festival de Cine de Sarajevo y el Dokufest de Kosovo son dos ejemplos de cómo en los Balcanes el cine actúa como un espacio para lidiar con la encrucijada identitaria, mirar al pasado o imaginar el futuro.


La desintegración de Yugoslavia trajo consigo el resurgimiento de los nacionalismos reprimidos durante la época de Tito, los cuales venían acompañados de una ideología conservadora, en la mayoría de los casos ligada a la religión. El colapso de los regímenes socialistas erosionó cualquier noción de alternativas políticas, allanó el camino para el auge de los nacionalismos, llevó a la privatización de la mayor parte de los medios de producción y consolidó el triunfo del capitalismo neoliberal. Como se lee en el ensayo de Štiks y Stojaković, todo este proceso supuso “la proclamación neoliberal de que el capitalismo es el ‘único juego en la ciudad’”.

En una entrevista, Krunoslav Stojaković, experto en política europea de izquierdas, antifascismo e historia del movimiento obrero del sudeste de Europa en el Instituto Rosa Luxemburgo, explica que “tras la desintegración de Yugoslavia, todo se vino abajo: no solo el Estado, sino también todo tipo de estructuras organizativas de la izquierda”.

En Albania, cuando preguntas por qué los edificios y las casas están pintados de colores, la mayoría de la gente responde que, tras la caída del régimen de Hoxha, la población corrió a pintar sus casas para parecer más capitalista. Una historia repetida con frecuencia, pero que no es más que una leyenda urbana: en realidad, estos dibujos que decoran las fachadas a lo largo del país son resultado de un programa de Edi Rama, actual primer ministro albanés, cuando era ministro de Cultura. Sin embargo, el hecho de que incluso los albaneses difundan esta historia refleja la profunda huella que ha dejado su pasado. El régimen de Hoxha, marcado por un estalinismo extremo y un aislamiento absoluto, condenó a Albania a más de cuarenta años de estancamiento. Con su caída, también desapareció cualquier simpatía por el socialismo, en cualquiera de sus formas.

Albania
Turistificación La otra cara de la Riviera Albanesa
La apuesta del Gobierno albanés de poner el futuro económico en manos del sector turístico está llevando a una masificación del sector que se traduce en la degradación del medio ambiente y un fuerte encarecimiento de la vivienda.


Al igual que en Yugoslavia, Albania emprendió un proceso de privatización masiva que, como no podía ser de otro forma, derivó en el desastre: la privatización descontrolada de la tierra y las estafas piramidales desembocaron en la crisis de 1996, que a su vez desencadenó una guerra civil y sumió al país en el caos.

El espíritu global de la década de 1990, que en general despreciaba los ideales socialistas, rozaba la histeria anticomunista en Europa Central, Oriental y Sudoriental.

“La rabia contra el paternalismo estalinista y la opresión también implicó un revisionismo histórico que, en algunos países, fue abierto o apenas velado en su reafirmación de movimientos y personalidades colaboracionistas, fascistas y nazis”, analizan los autores en las primeras páginas de La Nueva Izquierda Balcánica. Así pues, ”el giro ideológico de estos partidos nominalmente de izquierdas hacia el centro y su aceptación de la doctrina neoliberal ya es total. En el mejor de los casos, se han convertido en partidos de ‘tercera vía’; en el peor, se han desplazado decididamente hacia la derecha, manteniendo los símbolos de la izquierda”, se lee en la obra de ambos autores.

(Des)entender la izquierda balcánica

En esta tierra de nadie, donde las realidades de los diferentes países que conforman el bloque son profundamente diversas y donde los partidos hegemónicos llevan décadas afianzados en el poder, los bloques de izquierda han debido adaptarse a sus circunstancias, muchas veces sacrificando la agenda progresista.

Por ejemplo, el pasado año, la izquierda en Serbia tuvo que formar un bloque con otras agrupaciones de oposición, tanto de derecha como de centro, con el fin de intentar arrebatarle el poder al Partido Progresista Serbio (SNS) de Aleksandar Vučić, que lleva más de diez años en el gobierno.

Al final, las agendas de izquierda quedan relegadas a un segundo plano o incluso olvidadas, al margen de las retóricas más locales.

La particular situación de los Balcanes Occidentales hace que, desde fuera, sean analizados dentro de la lógica de la Guerra Fría, ignorando las dinámicas regionales que realmente explican el comportamiento de sus sociedades.

El macedonio Levica, a pesar de haberse formado sobre bases de anticlericalismo, antifascismo, antiimperialismo y socialismo, es un partido fuertemente nacionalista

Existen conceptos muy ligados a la izquierda y la derecha dentro de la teoría política mundial, especialmente en Europa. Sin embargo, cuando se analiza a través de lógicas globales —la mayoría de las veces occidentalizadas— tendemos a simplificar otras realidades. Y esto es precisamente lo que ocurre con los movimientos políticos en los Balcanes.

Para entender mejor esta cuestión, es interesante observar el caso del partido Levica (Izquierda, en español) en Macedonia del Norte, una de las agrupaciones de izquierda más conocidas de la región y de las pocas con representación parlamentaria. Levica, a pesar de haberse formado sobre bases de anticlericalismo, antifascismo, antiimperialismo y socialismo, es un partido fuertemente nacionalista. Y en este nacionalismo coincide con la derecha.

Algo similar ocurre con el Vetëvendosje en Kosovo, un partido que en sus inicios fue considerado de izquierda radical y que se definía como marxista, incluso cuando aún no era una formación política, sino un movimiento que luchaba por la resistencia albanesa y rechazaba cualquier tipo de intervencionismo, ya fuese estadounidense o ruso. WikiLeaks filtró documentos que revelaban cómo Estados Unidos se congratulaba del encarcelamiento del líder de este partido en 2007. Sin embargo, Vetëvendosje es también el partido más nacionalista de Kosovo, en este caso de nacionalismo albanés.

En estos casos, el nacionalismo se entiende, a su vez, como una forma de resistencia antiimperialista. En Macedonia del Norte, como oposición a las pretensiones de Bulgaria y Grecia sobre su territorio, su historia e incluso su nombre. En Kosovo, como resistencia a Serbia.

“Esta Yugonostalgia es algo que nunca ha dejado de existir. Desde el principio de la guerra había un enorme imaginario proyugoslavo. Así que la pregunta siempre fue: ¿es posible politizarla?”, reflexiona Volčič

Aquí también entra en juego la alineación internacional. El ingreso a la Unión Europea supone una prioridad para estos países, a excepción de Serbia, que solo finge querer entrar para seguir recibiendo apoyo económico.

En este juego, la UE impone su voluntad a los Balcanes, exigiéndoles que hagan lo que sea a cambio de falsas promesas de adhesión —los procesos de membresía llevan estancados desde 2019—, llegando incluso a obligarlos a implementar políticas de extrema derecha, como en el caso del Acuerdo Italia-Albania. En su camino hacia la UE, los Balcanes están dispuestos a sacrificar lo que sea con tal de obtener los privilegios de la adhesión. Y esta prioridad prevalece sobre cualquier resistencia progresista.

Politizar la Yugonostalgia

“En la antigua Yugoslavia existe una contradicción: hay un anticomunismo muy estricto en la opinión pública y en la corriente dominante. Todos los partidos principales son estrictamente anticomunistas. Incluso los partidos socialdemócratas, que son los sucesores del Partido Comunista, son estrictamente anticomunistas”, explica Stojaković. “Pero, si hablas con la gente sobre la época socialista, las reacciones son en su mayoría muy positivas, especialmente en lo que respecta al estatus social y económico, y ahora mucho más que hace diez o quince años”.

Se conoce la Yugonostalgia como la melancolía por la antigua República Federal Socialista de Yugoslavia, un sentimiento que se ha reflejado, sobre todo, en el ámbito artístico. No es raro encontrar este tono en películas, festivales e incluso canciones donde se recuerda, principalmente, el carisma del mariscal Tito o la resistencia antifascista. Para la investigadora Zala Volčič, la Yugonostalgia puede ser una herramienta clave para ayudar a los antiguos yugoslavos a negociar las tensiones históricas que con demasiada frecuencia se manifiestan en los conflictos contemporáneos.

“Esta Yugonostalgia es algo que nunca ha dejado de existir. Desde el principio de la guerra había un enorme imaginario proyugoslavo. Así que la pregunta siempre fue: ¿es posible politizarla?”, reflexiona esta experta.

La realidad es que, cuando observamos partidos, programas y políticas en la región, el único país que ha logrado implementar un programa de izquierdas es Eslovenia. De todos los Estados postcomunistas del sudeste de Europa, la izquierda eslovena es la que cuenta con las estructuras organizativas más estables. En los últimos treinta años, los sindicatos eslovenos han conseguido mantener su importancia política.

Tras la crisis económica de 2008, las protestas masivas contra la austeridad, unidas a una serie de escándalos de corrupción entre los principales políticos del país, radicalizaron la escena política eslovena en 2012 y 2013. Un nuevo actor de izquierdas llamó especialmente la atención del público: la Iniciativa para el Socialismo Democrático (IDS), que logró consolidar una plataforma socialista. En 2014, Združena levica (Izquierda Unida) —inspirada en partidos como Podemos y Syriza— se formó a partir de tres pequeñas iniciativas y partidos de izquierda en Eslovenia. El partido, posteriormente renombrado como Levica (Izquierda, en español), ha ido aumentando su apoyo hasta convertirse en un modelo para la nueva izquierda en otros Estados de la antigua Yugoslavia, tanto en términos de organización como de programa y acciones.

El colectivo LGTBIQ+ ha conseguido crear espacios seguros en las principales capitales de la región a través del trabajo conjunto de diferentes agrupaciones queer

No es que en el resto del bloque hayan faltado intentos de consolidar una fuerza política de izquierda o incluso movilizaciones en favor de derechos comunes. Desde los años noventa, los Balcanes han sido una zona de gran movilización social. Al movimiento antiguerra le siguieron protestas contra la privatización y el cierre de fábricas, como Pravo na grad (El derecho a la ciudad, en español) en Croacia, que se opuso a la gentrificación, o la iniciativa Ne da(vi)mo Beograd (No dejaremos que Belgrado se ahogue, en español), que luchó contra la privatización de los espacios públicos.

Protestas en defensa del medioambiente, como el movimiento Srdj je naš (Srdj es nuestro, en español), creado para proteger esta pequeña montaña en Dubrovnik ante el turismo masivo en Croacia, o las campañas para la conservación del río Drina. Asimismo, han surgido iniciativas solidarias, como Krov nad glavom (Un techo sobre nuestra cabeza, en español), en Serbia, que busca acabar con los desalojos de familias vulnerables, o Solidarna kuhinja (Cocina Solidaria), también en Serbia, que ayuda a los refugiados que llegan a través de la conocida Ruta de los Balcanes.

Sin embargo, aunque no han faltado movilizaciones en defensa de los derechos de sus comunidades, estos movimientos han fracasado a la hora de consolidar agrupaciones políticas capaces de aspirar a implementar políticas progresistas.

‘ONGización’

Quien conozca a los actores sociales en los Balcanes se dará cuenta rápidamente de que los movimientos sociales, las organizaciones no gubernamentales y las distintas luchas están profundamente interconectadas. Aunque la mayoría de las ONG operan a nivel nacional, no dudan en colaborar en proyectos y plataformas regionales para construir estrategias comunes.

Resulta especialmente llamativo que las causas tradicionalmente relegadas a la periferia, como la defensa de los derechos LGTBIQ+ o el feminismo, hayan sido precisamente las que han logrado establecer redes regionales sólidas, demostrando que la tan mencionada reconciliación en los Balcanes ya lleva años funcionando en estos ámbitos.

Por ejemplo, la Kosova Women Network trabaja estrechamente con el Centro Autónomo de la Mujer en Serbia, así como con Žene Ženama en Croacia. Del mismo modo, el colectivo LGTBIQ+ ha conseguido crear espacios seguros en las principales capitales de la región a través del trabajo conjunto de diferentes agrupaciones queer.

Sidecar
Sidecar Pretensión democrática en Serbia
Desde que el Partido Progresista Serbio llegó al poder en 2012, ha acumulado un control total sobre los servicios de seguridad del Estado y ha supervisado una escabrosa degradación de la prensa.


Stojaković explica que “[las ONG] se comunican entre sí, pero, para crear una estrategia común, un marco organizativo común, siempre ha parecido que no tienen capacidad”. Una dinámica que el experto cataloga como “ONGización”.

Sin embargo, estos movimientos no logran crear un espacio político común desde el cual trabajar para alcanzar las políticas que ellos mismos reclaman.

Las movilizaciones contra la gentrificación en las grandes capitales están cobrando cada vez más fuerza, especialmente en Albania y Montenegro

“Un pilar muy influyente siempre fue este tipo de intento de democratización y antinacionalismo. Y dentro de él también se involucra gente que, en la mayoría de los casos, no diría que es de izquierdas, que es marxista, socialista o comunista. Solo personas que estaban hartas de la narrativa nacionalista de la Iglesia católica en Croacia o de la Iglesia ortodoxa en Serbia. Luchan por los derechos del movimiento LGTBIQ+, están comprometidos con el movimiento ecológico y con los movimientos urbanos, pero no se consideran de izquierdas”, analiza Krusnalov.

Hasta la fecha, la transformación de los nuevos movimientos de izquierda en partidos políticos y campañas electorales solo ha tenido éxito en Eslovenia y, recientemente, en Croacia, con la coalición de Možemo! (¡Podemos!, en español) junto con los socialdemócratas.

Matt Broomfield, colaborador de Truth Dig, coincide: “Por ahora, los movimientos de izquierda de la región siguen fragmentados, aislados y luchando por su influencia nacional. Aunque comparten el mismo nombre, los activistas de los dos movimientos ‘Juntos’ de Albania y Serbia prácticamente desconocen la existencia del otro”.

Hacia la organización de la Nueva Izquierda

Ahora bien, aunque el renacer de una izquierda en la ex-Yugoslavia y Albania ha cometido algunos errores y sigue estando descentralizada, estamos siendo testigos de episodios que dejan lugar a la esperanza. Y es que, a pesar de este entorno hostil, una pequeña pero creciente constelación de partidos y movimientos de izquierda en toda la región —en Serbia, Croacia y Albania— está encontrando una causa común basada en principios ecológicos, antinacionalismo, anticorrupción y derechos básicos para los trabajadores y las minorías.

Las movilizaciones contra la gentrificación en las grandes capitales están cobrando cada vez más fuerza, especialmente en Albania y Montenegro. En los últimos meses, los jubilados se han manifestado en todas las capitales de la región para proteger sus pensiones. La resistencia contra la corrupción y el clientelismo ha hecho arder Serbia y está recibiendo apoyo en toda la región. “El movimiento estudiantil en Serbia en sí no es altamente político; está en contra del gobierno, está en contra de la corrupción, pero no tiene un programa claro. Sin embargo, está generando una reacción de apoyo a esos estudiantes, porque los entendemos. Sabemos lo complicado que es vivir en nuestra región”, argumenta Krunoslav Stojaković.

Están surgiendo plataformas de izquierda que parecen estar organizándose y acercándose a un punto de encuentro regional. En Albania, por ejemplo, el programa Lëvizja Bashkë (Movimiento Unido, en español) está animado por el mismo espíritu progresista que las coaliciones Verde-Izquierda de Croacia y Serbia, así como por movimientos más pequeños y afines en las antiguas repúblicas yugoslavas de Montenegro y Bosnia y Herzegovina. En 2023, representantes de seis movimientos regionales de izquierda verde celebraron una reunión para firmar una declaración contra la violencia nacionalista.

Bajo el mandato de Josip Broz Tito, la federación logró un impresionante grado de tolerancia interétnica, respaldada por un modelo único de socialismo autogestionado, y encabezó el Movimiento de los Países No Alineados. Hoy, la izquierda balcánica debe navegar entre políticas reformistas dirigidas a tecnócratas de la UE y sentimientos nacionalistas.

La actual izquierda en la Exyugoslavia y Albania se basa la cooperación entre grupos y movimientos de izquierda se produce sin relaciones formales, a menudo a través de redes basadas en la solidaridad y la amistad que, como bien concluye la obra de Štiks y Stojaković, “debería maximizarse mediante una mejor interconexión, una mayor visibilidad pública y un intercambio más eficaz de conocimientos y experiencias en toda la región”.

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lapancomido
10/2/2025 9:59

Pequeño apunte, se menciona a Albania como integrante de Yugoslavia, pero nunca lo fue!

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anadaviesrodriguez
9/2/2025 18:27

Me resulta muy dificil tener una idea clara sobre quién es quién en Serbia, particularmente. He estado en Belgrado hace unos días y el movimiento de jóvenes, sobre todo, que se manifiestan en contra del gobierno, tomando como bandera la muerte de 18 personas, por una marquesina mal fabricada, al parecer, por una empresa china. (¿Si fuera una empresa europea o USA se juzgaría de igual modo?) Me resulta muy confuso todo dado el panorama mundial y cómo EEUU alimenta cualquier "revolución" siempre de simpatías europeistas y de libre comercio a todo trapo. Vuvric aboga por mantener relaciones tanto con Europa como con Rusia y los brics. ¿No es eso razón suficiente para fomentar cualquier movimiento que lo quiera tumbar? Lo que sí tengo claro es que la Yugoslavia de Tito no era el engendro pseudo comunista que se dio en otros países. Tito fue un luchador antifascista querido por su población y el primero que se opuso a las políticas estalinistas. Además, su socialismo tenía, como dice este artículo, grandes dosis de autogestión. Si no tenemos en cuenta esto, tampoco comprenderemos por qué se necesitaba hacer saltar en pedazos a Yugoslavia e inventarse un país independiente, Kosovo, hecho sobre todo para mantener la mayor base militar de EEUU en Europa. Ahora mismo, el concepto de derecha y de izquierda me resulta de lo más confuso, sobre todo aplicado a los Balcanes. Y no sé si los movimientos estudiantiles en Serbia merecen ser aplaudidos o si los debemos mirar con recelo o por lo menos, con dudas...

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