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Barrios
Libros exquisitos made in Carabanchel
La actualidad apuntala clichés y mira condescendiente hacia los barrios humildes. Los imagina llenos de camareras, limpiadores y cuidadoras. Los hay, sí, pero también hay lo que no se cuenta porque no se sabe y ni se imagina: una editorial veinteañera, con un futuro incierto, heredera de una imprenta artesanal con más de medio siglo de existencia. Esta es la historia de Turpin editores y de Gráficas Almeida en el corazón de un Carabanchel dividido por los confinamientos.
La editorial Turpin es una editorial escondida. No existe una web con ese nombre ni tampoco un local… Si hay una palabra que signifique lo contrario a exhibicionismo, eso es Turpin. Ejemplo de ello es que venden libros y hasta hace unos días no colocaron un expositor con sus obras.
La editorial es heredera del plomo con el que tres generaciones de impresores han trabajado los libros con sus propias manos y, de hecho, son los abuelos Carmen y Manuel quienes dan la bienvenida a quien se acerque desde el grafiti que preside la gran fachada acristalada. Ellos fundaron Gráficas Almeida a mediados de los años 50 en el Barrio de las Letras. En 2016, la segunda y tercera generación de impresores y editores, José Manuel y Yurema, se mudaron a un local en la calle Alondra, del barrio de Vista Alegre, en el distrito de Carabanchel. Ahora es una calle que sufre los rigores y la incertidumbre de un confinamiento… a medias.
Un regreso a contracorriente
“Estábamos muy agobiados y los precios eran muy competitivos aquí, de modo que nos vinimos. Pensamos ‘¡qué tontería seguir yendo al centro con los problemas que eso supone, pudiendo desarrollar nuestro trabajo aquí, en el barrio!’”. Habla José Manuel Almeida, mientras toca una piedra litográfica, abre el chibalete —el armario de madera donde se colocan las cajas para componer en la imprenta— y mira sin nostalgia, con cariño, la Minerva de mano, la impresora tipográfica que alberga el local y que sigue en activo. Se movió y se entintó, por ejemplo, a principios del mes de septiembre, cuando se celebraron unos talleres de tipografía. Asistieron tres personas.
“Esta calle fue muy comercial en los años 70, 80 y 90, al calor del antiguo mercado de Puerta Bonita. Cuando nosotros nos vinimos, no solo el mercado sino toda la zona estaba abandonada y se vendían o alquilaban un montón de locales. La decadencia era terrible”
En un sector en permanente crisis, la del coronavirus les ha venido a rematar. Pero las cosas no iban del todo mal cuando el mundo empezó a temblar a golpe de cifras de contagios y muertos. “Esta calle fue muy comercial en los años 70, 80 y 90, al calor del antiguo mercado de Puerta Bonita. Cuando nosotros nos vinimos, no solo el mercado sino toda la zona estaba abandonada y se vendían o alquilaban un montón de locales. La decadencia era terrible”, recuerda Almeida. El mercado lo derribaron en 2015 con la promesa de levantar en el solar un edificio dotacional o centro polivalente. “Desde entonces, sí es verdad, se empezaron a abrir cositas puntuales y en estos cuatro años un 60% o 70% de los locales cerrados habían levantado la persiana. Y se estaba muy bien. Con el bullicio de los colegios, la plaza saneada”, dice José Manuel con cierto tono nostálgico.
Libros made in Carabanchel
Su trabajo solo requería de un punto de encuentro con los clientes para recibir, planear el diseño y la preproducción. ¿Qué más daba donde estuviera? “Los clientes se lo tomaron muy bien y vinieron todos a una fiesta de inauguración que fue espectacular. Alguno se quejaba de que no podía aparcar, pero menos se podía aparcar allí, en el centro”, asegura el editor.
Aparte de esa fiesta y los talleres, el local ha acogido diversas presentaciones de los libros de la editorial. Desde el año 2000 ha alumbrado más de 70 títulos entre poesía —con el memorable título de colección Palabra de Johnny Walker—, obras sobre temas relacionados con el mundo del libro, pero también volúmenes de arte, narrativa y ensayo.
Entre sus clientes, otras editoriales, diseñadores gráficos, artistas, escritores, galerías de arte... “Pero lo que nos gusta es esto”, explica José Manuel, con El espejo y el martillo de Manuel Álvarez Junco entre las manos. Se trata de un libro-objeto del artista, diseñador y profesor emérito de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, “editado a placer, con tapa dura y estampación plata, interior con manipulado particular, incluyendo desplegables, impreso a varias tintas sobre papeles especiales italianos en bolsa transparente con pegatina sellada a mano”, se lee en la web.
“Cuando nos mudamos pensábamos que íbamos a seguir manteniendo la clientela habitual, pero vinieron nuevos clientes; podíamos seguir trabajando”
Consecuencia del extraordinario mimo que ponen en sus proyectos especiales, en su catálogo figuran títulos que han obtenido diversos premios y cuyas producciones han formado parte de exposiciones en el Instituto Cervantes, el Círculo de Bellas Artes o la que se celebró en 2000 en la Biblioteca Nacional: Expolibri 2000, los libros mejor editados en el siglo XX.
Con lo que ni ellos ni el barrio contaban era que poco después de instalarse en Vistalegre, llegarían numerosos artistas a la búsqueda de antiguos espacios industriales para instalar sus estudios en Carabanchel. Hablamos, sobre todo, de la zona de Oporto, con especial incidencia en la calle Pedro Díez, donde se había establecido también el Laboratorio de Fabricación del Istituto Europeo di Design, arrastrando en su viaje al sur a numerosos diseñadores y artistas que llevarían nuevos modos de trabajar y vivir a los distintos barrios del distrito.
Barrios
Carabanchel, el Madrid que resiste al otro lado del río
Asociaciones vecinales de larga trayectoria y movimientos en defensa de la vivienda y los derechos laborales surgidos a raíz del 15M plantan cara en Carabanchel a las realidades de un distrito enorme que se sitúa entre los más vulnerables de la ciudad. La implantación de numerosos talleres de artistas en los últimos años en el polígono ISO es el primer capítulo en la transformación urbana que, se intuye, llama a las puertas del distrito.
Así refiere José Manuel esa nueva época: “Se estaban llenado de artistas las antiguas naves vacías. Yo las conocí cuando funcionaban, pero luego la industria se largó y vinieron los artistas. Mejor. Cuando nos mudamos pensábamos que íbamos a seguir manteniendo la clientela habitual, pero vinieron nuevos clientes; podíamos seguir trabajando”.
Un final escrito en los libros
Lo que sigue, ya lo conocen. Un virus cruzó el mundo desatando una pandemia sanitaria y otra económica que, al llegar al negocio de una imprenta/editorial artesanal, se tradujo en proyectos inacabados o sin respuesta, encargos retrasados o anulados y la sombra del cierre planeando con insistencia sobre este y sobre muchos de los negocios de una zona. El segundo confinamiento parece haber venido para apuntillarlos. Pero desde
luego en Gráficas Almeida, en la editorial Turpin, están dispuestos a seguir batallando y respondiendo con el plomo de los tipos que manejan y que todavía están vivos.
“No hay encargos, las imprentas están paradas, tampoco se pueden celebrar presentaciones, el aforo de los talleres es mínimo y los vecinos no saben que aquí también se pueden comprar libros"
“No hay encargos, las imprentas están paradas, tampoco se pueden celebrar presentaciones, el aforo de los talleres es mínimo y los vecinos no saben que aquí también se pueden comprar libros. Estamos confinados y confitados; dentro de poco nos comerán”. En la portada de El espejo y el martillo, el pez chico sigue nadando solitario, orgulloso y ajeno a la boca acechante del pez grande que se acerca. Pero la última página de una editorial siempre está por escribirse.