Biodiversidad
Carlos Magdalena, el mesías de las plantas

Su excepcional talento para ‘resucitar’ especies vegetales en los quince años que lleva trabajando en el Real Jardín Botánico de Kew (Londres), el más prestigioso del mundo, han hecho valedor a Carlos Magdalena de su apodo: ‘el mesías de las plantas’, apelativo que da nombre a su nuevo libro.

Carlos Magdalena Mesias de las Plantas
Carlos Magdalena acaba de publicar su libro 'El mesías de las plantas'.
14 abr 2018 06:07

Carlos Magdalena (Gijón, 1972) y Jesús de Nazaret (Israel, principios del siglo I) tienen algo en común, y no solo su barba y pelo largo bíblico, aunque prehipsters —como él matiza—; ambos son portadores de un mensaje sagrado para los hombres. La diferencia es que el aviso del español es de carácter científico: las plantas se están extinguiendo, y sin ellas no hay vida. 

En 2003, este asturiano se plantó en la puerta del Real Jardín Botánico de Kew (Londres)—el mejor del mundo— con una mano detrás y otra delante; sin titulación, poca experiencia profesional, mucha cara y un único objetivo: trabajar como horticultor en sus jardines. Al poco tiempo consiguió una entrevista con el director del centro, al que convenció, a pesar de su escueto currículum, de que Kew le necesitaba, y entró como becario.

Desde entonces ha ido ascendiendo progresivamente hasta convertirse en una leyenda de la horticultura y la conservación de plantas. Su excepcional talento para resucitar y propagar especies vegetales en peligro de extinción le han otorgado su apodo: el mesías de las plantas.

Ahora, tras 15 años de aventuras al recate de las especies más extraordinarias del mundo, le pone voz a sus amadas plantas en su libro El mesías de las plantas con el objetivo de concienciar al lector, a través de sus vivencias, sobre la conservación de estos seres vivos. Pues, como él explica, un mesías no puede transformar las actitudes sin partidarios que difundan su evangelio.

Una de tus funciones como horticultor es ‘resucitar’ plantas, ¿en qué consiste esto?
Se dan casos en los que plantas al borde de la extinción parecen ser estériles, es decir, no producen semillas de forma natural ni mediante ejemplares clonados por esqueje, lo que se conoce como ‘muertos vivientes’. Aunque están vivas, como no se pueden reproducir, su desaparición en la naturaleza es inminente. De tal manera que, en botánica, cuando hablamos de resucitar plantas nos referimos a conseguir que una ejemplar vuelva a producir semillas de forma autónoma para garantizar su supervivencia en el medio natural.

La política forestal de España, históricamente, se ha basado en una única premisa: cuanta más madera podamos sacar mejor

¿Cuál ha sido la que más ilusión te ha hecho salvar?
Me hizo especial ilusión resucitar el café marrón, Ramosmania rodriguesii. En aquel entonces, yo, en Kew, era un rookie (un novato), y fue totalmente inesperado. Solo existía un ejemplar de esta especie en la naturaleza y era estéril, por lo que estaba condenada a la extinción. Todo el mundo me decía que no había nada que hacer, pero yo estaba obsesionado con esta planta y fui probando multitud de técnicas para que produjese semillas. Al cabo de muchos intentos, y ya prácticamente sin expectativas, entré un día a trabajar y me encontré con una gran sorpresa: la planta tenía un fruto. No me lo podía creer, fue como marcar el gol ganador del final de la Copa del Mundo.

¿Por qué tanta alarma con la situación de las plantas?
Están desapareciendo a una velocidad alarmante multitud de especies y hábitats. Cada vez ocupamos más tierra para el desarrollo agrícola y ganadero, la extracción de recursos naturales, la construcción de residencias y comercios, y otras actividades humanas. Al mismo tiempo, las especies sacadas de contexto por el hombre, las invasoras, están asfixiando los ecosistemas, sobre todo en zonas tropicales, donde las ‘malas hierbas’ se expanden rápidamente. Del mismo modo, las plagas y pestes animales están arrasando con un gran número de especies.

Los ecosistemas están conformados por una gran variedad de especies interrelacionadas entre sí, por lo que la pérdida de alguna de ellas puede determinar la supervivencia del mismo

A todas estas amenazas tenemos que sumarle la llegada de un apocalipsis aparentemente irreversible, o por lo menos si no hacemos nada al respecto: el cambio climático. Muchas plantas están especializadas para sobrevivir en condiciones concretas, pero si modificamos, por ejemplo, su patrón de lluvias o su temperatura y estas no pueden colonizar nuevos territorios es previsible que un gran número terminen extinguiéndose.

Debido a todos estos problemas, hoy, una de cada cinco plantas se encuentra en peligro de extinción. Un hecho que además nos dificulta o impide inventariar la biodiversidad vegetal del mundo, lo que tiene graves consecuencias para las plantas y para nosotros.

¿Qué implica la extinción de una especie vegetal?
Desde un punto de vista ecológico es un drama. Los ecosistemas están conformados por una gran variedad de especies interrelacionadas entre sí, por lo que la pérdida de alguna de ellas puede determinar la supervivencia del mismo. Pero también tiene consecuencias que nos afectan de forma más directa.

De las plantas depende nuestra existencia, y los pocos esfuerzos que se dedican a la conservación se centran más en animales

Por ejemplo, tres de cada cuatro medicinas que utilizamos hoy se han descubierto en especies vegetales; quien sabe si el próximo fármaco se encuentra en una planta al borde de la extinción. Y esto es aplicable a cualquier otro sector. Además, las plantas nos proporcionan el oxígeno que respiramos, a la vez que fijan el dióxido de carbono que acelera el calentamiento global, y son la base de nuestra alimentación; solo comemos plantas o seres vivos que se comen plantas. En definitiva, si las plantas se extinguen la humanidad no tiene futuro.

Cuando nos hablan sobre la extinción de seres vivos solemos dejar al margen a las plantas, como si no perteneciesen a este grupo, y pensamos únicamente en la desaparición de animales, ¿por qué?
Se debe a una cuestión de empatía: es mucho más fácil que nos de pena un rinoceronte abatido por la sequía o por un disparo que ver como una persona pisa, sin darse cuenta, el último ejemplar de una especie vegetal. Sin embargo, de las plantas depende nuestra existencia, y los pocos esfuerzos que se dedican a la conservación se centran más en animales. 

Además, en general, la sociedad ha perdido el contacto con la naturaleza y ha dejado de interactuar y conocer a las plantas. Muchas personas, cuando van en coche, solo ven por la ventanilla objetos de color verde en vez de un conjunto de diversas especies.

¿El hombre es el único responsable de la pérdida de biodiversidad vegetal? 
Generalmente las causas de extinción son antropogénicas, es decir, causadas por el hombre. Incluso en el caso de especies invasoras, ya que solemos ser nosotros quienes ponemos la autopista para que estas especies lleguen y se propaguen. Y lo mismo con cambio climático que, aunque algunos digan que se lo han inventado los chinos, la ciencia corrobora que no se trata de una invención o de un proceso natural, sino de un fenómeno provocado por los humanos. 

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¿Qué función tienen los bancos de semillas en la conservación de plantas?
Son una garantía frente a la extinción de especies: permiten guardar semillas de diferentes plantas de forma muy barata. Así, en caso de extinción, disponemos de biodiversidad genética de todos estos seres vivos para poder reintroducirlos en la naturaleza o estudiarlos. Dado el elevado porcentaje de plantas que se encuentran amenazadas, los bancos son fundamentales.

¿Las medidas de conservación y protección de plantas a nivel mundial son suficientes?
No. Es cierto que cada vez existen más iniciativas de protección a todos los niveles: acuerdos internacionales, zonas protegidas (como reservas o parques nacionales) y diferentes proyectos de conservación. Pero es necesario adaptar nuestro modelo socioeconómico a las circunstancias ambientales actuales.

Deberíamos apostar por el decrecimiento de la población. No podemos proteger los bosques si hay millones de familias que lo utilizan como su principal recurso

¿Cómo conseguimos este cambio de sistema?
No es fácil, pero si pretendemos lograrlo habría que, en primer lugar, detener el uso de combustibles fósiles porque, además de que tarde o temprano se van a acabar, son inconcebibles con la voluntad de frenar el incremento del efecto invernadero. También deberíamos apostar por el decrecimiento de la población. No podemos proteger los bosques si hay millones de familias que lo utilizan como su principal recurso. Y para ello no hacen falta medidas dictatoriales, sino educación. Basta ver las tasas de natalidad de países subdesarrollados y desarrollados para ver el efecto de ello. Finalmente, creo que tenemos que apostar por liberar el ‘poder’ de las plantas para solucionar los desafíos a los que se enfrentan ellas y nosotros.

Tras la oleada de incendios del pasado otoño, ¿cómo valoras la política forestal del norte de España?
La política forestal de España, históricamente, se ha basado en una única premisa: cuanta más madera podamos sacar mejor. En siglos pasados talamos grandes extensiones de bosque de robledos en el norte de España para construir los galeones que llegaron a América y los de la Armada Invencible. El régimen franquista continuó talando estos valiosos bosques y empeoró la situación plantando eucaliptos. Ahí fue cuando los propietarios de terrenos se dieron cuenta de que si plantaban robles obtendrían resultados a treinta años, mientras que si plantaban eucaliptos tardarían diez. Al final, todo el mundo se puso a plantar árboles de crecimiento rápido sin tener en cuenta las consecuencias.

Desde entonces, no se han producido muchos cambios en la política forestal y España se incendia constantemente todos los veranos y últimamente también todos los otoños. Si hubiésemos plantado robles y otras especies, hoy tendríamos bosques menos inflamables y más sostenibles desde una perspectiva económica.

Debido a tus logros te has convertido en un icono de la botánica en Europa, ¿cómo llevas tu papel de mesías?
El hecho de que me consideren 'el mesías de las plantas' me hace sentir como el protagonista de la película La Vida de Brian; se ha decidido por mí que yo sea una de las caras de la conservación de las plantas. Pero, aunque yo no he creado este personaje, bienvenido sea si facilita que más personas tomen conciencia sobre esta causa. Ahora bien, no hay que pensar que el mesías de las plantas va a venir y resolver el problema. Necesitamos el interés y el apoyo de la sociedad, más allá del personaje.

La forma más sencilla de ayudar es plantando una semilla

Cada vez me llegan más mensajes de personas, sobre todo jóvenes, que han leído el libro o me han visto en un documental diciéndome que de mayor quieren ser como yo. Lo que me parece alucinante, porque yo de pequeño quería ser como Cousteau o Félix Rodríguez de la Fuente; los naturalistas icónicos que me ayudaron a ser quien soy. Si el apodo tiene ese efecto, bienvenido sea.

Has realizado una carrera de notables logros sin estudios universitarios, ¿padecemos de ‘titulítis’ en España?
Por desgracia, sí. Aunque es evidente que alguien sin estudios no va a realizar una operación de vida o muerte, en algunas profesiones se le da más importancia al título que a las habilidades, el conocimiento o el interés que tiene una persona respecto a su área de trabajo. En mi caso empecé trabajando como horticultor y después cursé estudios superiores, el Kew Diploma, el equivalente a una carrera media, algo impensable en España.

En nuestro país, un jardinero que quiera trabajar en un jardín botánico público necesita aprenderse temas que no tienen nada que ver con su profesión, como la Constitución Española o el Estatuto de Autonomía. En cambio, en otros países se valora positivamente que seas una persona inquieta o capaz de reciclarte constantemente.

¿Cómo podemos contribuir en la conservación plantas?
De muchas formas, y no solo en el ámbito privado, como nos suelen hacer creer, también desde el profesional. Ahora mismo lo estamos haciendo desde el periodismo. Pero lo puede hacer un profesor que enseñe a sus alumnos valores de protección medioambiental; una persona de finanzas que intente trabajar con empresas más respetuosas con el medioambiente, o alguien que trabaje en el mundo de la electrónica y que busque alternativas para desarrollar dispositivos más sostenibles.

Se trata de mostrar interés y de preguntarnos qué problema se produce cerca de mí y cómo podría ayudar a solucionarlo. Estoy seguro de que todo el mundo encuentra una forma de contribuir, aunque la forma más sencilla de ayudar es plantando una semilla.

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