Camboya
Camboya: memoria del exterminio
El 17 de abril de 1975, la guerrilla de los jemeres rojos liderada por Pol Pot tomó las calles de Phnom Penh, la capital de Camboya.
El 17 de abril de 1975, la guerrilla de los jemeres rojos liderada por Pol Pot tomó las calles de Phnom Penh, la capital de Camboya. Solo tres horas después, ordenaban a todos sus habitantes partir hacia el campo y abandonar todas sus pertenencias, separando a familias que, en muchos casos, no volvieron a verse.
Pretendían destruir la civilización urbana y crear un nuevo sistema agrario basado en el “viejo pueblo”, como ellos denominaban a sus seguidores, de inspiración comunista maoista. Para ello había que eliminar todo tipo de injerencia occidental, abolir la propiedad privada y perseguir cualquier indicio de cultura no aceptado. Muchas personas fueron perseguidas y asesinadas simplemente por usar gafas, ya que eran prueba de lectura.
Durante los cerca de cuatro años que duró su régimen de terror, se estima que fueron asesinadas en torno a dos millones de personas, una cuarta parte de la población total del país. En 1978, Vietnam liberó el país y se encontró con las pruebas del horror.
Estas fotografías pertenecen a uno de los centros de tortura secretos de los jemeres en la ciudad de Phnom Penh, la escuela S-21, convertida en los años 80 en centro de memoria, y a los llamados “killing fields” a las afueras de la ciudad, campos de exterminio donde reposan en fosas comunes miles de desaparecidos.
En el centro de memoria uno de los supervivientes, sentado en el soportal de uno de los edificios del complejo, vende un libro en el que relata sus experiencias y explica a los visitantes cómo fue su cautiverio. Trata así de hacer perdurar la memoria de lo que allí ocurrió y que los visitantes extranjeros lo conozcan de primera mano. La entrada al centro para los camboyanos es gratuita.Hoy en día estos crímenes se recuerdan en todas las escuelas del país y cada fosa común que es encontrada es declarada monumento nacional. El Estado camboyano trata así de que nadie olvide el horror y de que los supervivientes puedan rehacer sus vidas.









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