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Caribe
Ser inmigrante y haitiano en República Dominicana
Hay una frase criolla muy utilizada por la población de Haití que dice “Kouri pou lapli, tonbe nan larivyè”, literalmente “huir de la lluvia para caer en el río”. Una cita que define la situación maldita que el país más pobre del mundo arrastra desde hace décadas a causa de las catástrofes naturales, la tensión política y la falta de recursos. Un sumidero de injusticias que obliga a millones de haitianos a dejar atrás su país para buscar una vida mejor en otros países, con Estados Unidos a la cabeza de la lista. Sin embargo, los sueños de muchos haitianos se ven lastrados al ser deportados de nuevo a su país de origen para ser empujados a una vida incierta.
La situación migratoria en Haití ha empeorado este 2021, especialmente tras el golpe de Estado producido tras el magnicidio del Presidente de Haití Jovenel Moïse el pasado mes de julio y un terremoto de magnitud 3,8 ocurrido en agosto. En el horizonte, el objetivo de llegada es Estados Unidos, país al que miles de haitianos han llegado a sus fronteras procedentes de otros países latinoamericanos como Argentina, Chile, Brasil o México, encontrando una tierra prometida que les escupe en forma de deportaciones masivas a su país de origen. El principal efecto colateral de esta situación obliga a miles de haitianos a entrar en República Dominicana, país con el que Haití comparte ubicación en la isla de La Española.
Fronteras
Crisis humanitaria El chasquido del látigo recibe a miles de haitianos en la frontera estadounidense
La convivencia entre ambos países, ya de por sí tensada durante la última década a causa de la llegada masiva de los haitianos, se ha intensificado durante estas semanas.
Siempre funciona así: sin preguntar nada, sin saber si han dejado o no a sus niños en casa, el camión de migración los lleva a la frontera, sin ni siquiera tener tiempo de avisar a sus familiares
“A veces recuerdo cuando mi mamá nos decía que esta vez no nos iba a dejar”, cuenta Milianie, una joven de 16 años que fue deportada en 2015 junto con su madre y otras tres hermanas. Fany, su madre, no tenía documentación y vivía desde hacía más de 10 años en tierra dominicana, donde vendía dulces de coco en la calle. En dos ocasiones salió a vender y no regresó hasta cinco días después. Poco después, sus hijas escucharon hablar que fue deportada. Siempre funciona así: sin preguntar nada, sin saber si han dejado o no a sus niños en casa, el camión de migración los lleva a la frontera, sin ni siquiera tener tiempo de avisar a sus familiares.
Al igual que la madre de Milianie, otros muchos haitianos buscan cualquier manera de poder regresar otra vez para buscar a sus hijos y recoger todas sus pertenencias. Así es la vida de los inmigrantes haitianos, de un país que deambula por todo el continente americano evocando un éxodo que recuerda al egipcio huyendo de las siete plagas.
Cuenta Milianie que su madre Fany, soltera, fue deportada hasta cuatro veces antes de que le pasara también a ella y a sus hermanas. Aquella vez, la “guagua” pasó por el barrio recogiendo a los haitianos y no entendían por qué se los estaban llevando a otro lugar. Comenzaron a llorar. La deportación de menores ya comienza en la propia escuela, donde hablan español, ya que los haitianos que crecen en República Dominicana son víctimas de discriminación y para escaparse hablan español y fingen no ser haitianos. Muchos de ellos son deportados por la mañana y por la tarde buscan cualquier manera de regresar. La migración en la frontera dominico-haitiana es puro negocio y, para poder volver, la persona vende todo lo que tiene para conseguir dinero a fin de retomar el camino de vuelta. Todo ello sin obtener garantías de poder quedarse.
Según la ONU, 4.4 millones de haitianos padecen de inseguridad alimentaria y más de dos millones de personas, una quinta parte de su población, se han visto forzadas a emigrar a otros países
Pero la historia de Milianie recogida por Manos Unidas es tan solo una de las muchas que engloba la diáspora haitiana. Según la ONU, 4.4 millones de haitianos padecen de inseguridad alimentaria y más de dos millones de personas, una quinta parte de su población, se han visto forzadas a emigrar a otros países.
“El caldo de cultivo de la crisis migratoria haitiana está en el fundamento mismo de la nación. Desde su nacimiento como pueblo, Haití comenzó su historia bajo la inestabilidad política que fue generando una cadena de violencia que engendra la pobreza. A lo largo de la historia, la nación no ha tenido nunca un plan de desarrollo duradero que ayude a los haitianos a encontrar un mínimo de bienestar en su tierra.”, cuenta a El Salto el padre Freddy Elie, director del hogar Niños de Esperanza y especialmente vinculado a la tensa situación entre República Dominicana y Haití. “ El sueño de la mayoría de los haitianos es viajar a EE UU sobre todo. Y buscan cualquier manera de dejar el país. El haitiano crece pensando que su felicidad está en otro lugar y tienen que salir a buscarla”.
Miles de personas abandonan cada año su país con destinos a países de América Latina y Estados Unidos, si bien cruzar la frontera con República Dominicana es la salida más habitual. En su país vecino malviven más de un millón de haitianos, según afirma Manos Unidas. En la mayoría de los casos, trabajan en condiciones pésimas en el sector agrícola o en la construcción y sufren la negación de sus derechos más básicos.
“Cada día llegan cinco camiones con migrantes haitianos solo al acceso fronterizo de Elías Piña. Es puro negocio: los haitianos son deportados por la mañana y por la tarde ya están intentando regresar”, continúa el Padre Freddy, quien encuentra una especial relación entre la deportación masiva desde Estados Unidos y la situación actual en República Dominicana. “La deportación de haitianos en República Dominicana siempre se liga con asuntos políticos. La deportación masiva de Estados Unidos viene a reforzar la práctica de los dominicanos. Si el país más grande y con más recursos deporta así, por qué no ellos. En algunos barrios los dominicanos incluso atacan a los migrantes quemando sus viviendas.”
Las mujeres haitianas, especialmente amenazadas
A finales de septiembre, el Gobierno de República Dominicana anunció que prohibiría al país la entrada de las mujeres embarazadas de más de seis meses a fin de evitar que se sobrecarguen los hospitales. El número de partos de mujeres haitianas en República Dominicana se ha triplicado en diez años, llegando a 30.322 partos en 2020, según la agencia EFE. Pero esta es tan solo la punta del iceberg de una opresión hacia la mujer que alcanza todos los rangos de edad.
“Sorprende que actualmente en la deportación se haga especial hincapié en las mujeres embarazadas”, continúa el Padre Freddy, quien asegura que esto es solo una de las muchas dimensiones del problema. “Si hablamos de mujeres migrantes haitianas no podemos dejar de lado el abuso, sobre todo sexual. Muchas tienen que negociar para el viaje clandestino porque no tienen un buen trabajo al llegar. Lo más fácil es transformarse en 'mercancía' vendiendo su cuerpo para sobrevivir. Otro aspecto es que no tienen una formación adecuada ni conocimientos sobre la procreación o el control de natalidad, por lo que caen fácilmente embarazadas. De este fenómeno, son muchas las mujeres, sobre todo jóvenes, que contamos entre migrantes.”
Guilaine Jean Luis es una madre soltera haitiana que, junto a su hija, dejó atrás todas sus pertenencias, su formación y su futuro tras ser deportada: “Estamos pasando una situación muy difícil ahora porque estamos viviendo una deportación todos los días y no podemos más. A la niña la deportaron de la escuela y no podemos cruzar porque lo dejamos todo atrás, las cosas en casa, no podemos comprar porque te mandan para Haití sin saber a dónde vas. Yo también estudio y tampoco puedo ir. Está todo muy difícil y necesitamos trabajar para poder comer”, nos cuenta a través de una nota de audio.
Haiti necesita un cambio radical y esta transformación tiene que comenzar desde dentro: “los haitianos tenemos que tomar conciencia de nuestra situación y trabajar para salir adelante”, insiste el Padre Freddy. En Haití, se sigue entonando el “Kouri pou lapli, tonbe nan larivyè” y miles de migrantes siguen huyendo de la lluvia. El problema es que el río al que caen, está desbordado.
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