Catalunya
Colònia Vidàlia, rompiendo el paradigma de la vivienda convencional

Al norte de la provincia de Barcelona, la ecoaldea Colònia Vidàlia ha dado un nuevo uso a una antigua fábrica textil mediante un contrato de alquiler de 'masoveria' a 75 años.
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Varios miembros de la comunidad, comparten cena en frente del antiguo economato de la colonia textil. Esta es una práctica que se hace a diario y es importante para el desarrollo del grupo. Adri Salido

Fotógrafo
IG @_adrisalido

21 sep 2021 06:00

En pleno corazón del Berguedà, la comarca catalanas al norte de la provincia de Barcelona, se encuentra un proyecto cooperativista de ecoaldea que lleva por nombre Vidàlia y que se ha propuesto volver a dar vida a la antigua colonia textil de Can Vidal, una de las más importantes de la zona.

Durante la época dorada de la industria textil catalana, allá por el siglo XIX, a lo largo del río Llobregat se instalaron un gran número de colonias textiles que fueron el motor industrial de la Catalunya central, y que impulsadas por una gran inversión de las familias burguesas de la época, hicieron que esta región del Mediterráneo se convirtiera en un punto de referencia muy importante en lo que a la industria textil se refiere.

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Kalou, la encargada de la huerta en la comunidad, está recogiendo vegetales en el huerto. Adri Salido

Una de ellas fue la Colònia Vidal, que fue creada por Ignasi Vidal Balet y que se encargaba de procesar y distribuir tejidos fabricados con algodón y que procedían de los grandes centros productores de esta materia prima como América, India y Egipto.

La Colònia Vidal fue, durante muchos años, un gran productor de este tipo de tejido y en su época de máximo esplendor llegaron a vivir y trabajar en ella más de 200 familias, formando así un núcleo urbano que cada vez contaba con más instalaciones: un economato, una escuela, una iglesia, etc.

Poco tiempo después, debido a varias crisis económicas y al incremento de los costes de producción, las empresas decidieron empezar a comprar productos textiles producidos fuera del país, empezando un proceso de desindustrialización que no tendría freno y que acabaría en pocos años con prácticamente todo el tejido industrial del sector textil del territorio. 

Colònia Vidal cerró su planta de producción definitivamente en 1981 y, aunque la gran mayoría de las familias decidieron marcharse del lugar, algunas decidieron quedarse viviendo en el núcleo urbano.

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Daniel Hayes, uno de los impulsores del proyecto, sirve comida junto a uno de sus hijos en el antiguo economato de la Colonia Vidal que a día de hoy funciona como centro operativo del proyecto. Adri Salido

La venta fallida de Colònia Vidal

Más adelante, en el año 2000, la familia Vidal decidió vender el inmueble a la firma americana Hines, una firma global de inversión, desarrollo y gestión inmobiliaria de propiedad privada fundada en 1957, que hoy cuenta con presencia en 240 ciudades, 27 países y más de 143.000 millones en activos gestionados.

Esta empresa americana tenía planes para convertir la Colònia Vidal en un complejo residencial y  turístico a apenas una hora en coche de Barcelona, pero llegó de repente la explosión de la burbuja inmobiliaria y el proyecto se paró.

Años más tarde, y en un contexto donde las alternativas a la vivienda convencional van cogiendo cada vez más fuerza, entra en escena el proyecto Vidàlia, creado por un grupo de jóvenes de distintas nacionalidades que llega a la Colònia Vidal en 2016, con la idea de trazar un plan de rescate y gestión para un inmueble centenario e histórico que había quedado prácticamente abandonado. También se sumaron personas que tenían experiencia en la vida en comunidad y que estaban interesados en empezar un nuevo proyecto en la Catalunya Central. Finalmente, después de presentar el proyecto, los impulsores de Vidàlia lograron firmar un contrato de masoveria por 75 años.

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Dos niños juegan en una de las calles de la antigua colonia textil. Esta era una de las calles más concurridas de la antigua colonia textil, situada al lado de la iglesia, en ella se encontraba también el economato. Adri Salido

De diez personas a una vida en comunidad

“Cuándo llegamos aquí con nuestro proyecto apenas quedaban diez personas viviendo en la antigua Colònia Vidal”, explica Daniel Hayes, uno de los impulsores de Vidàlia.

Plantean su funcionamiento como comunidad autosuficiente de manera muy sencilla: básicamente, proponen ofrecer a aquellos que quieran formar parte del proyecto un alquiler a un coste muy bajo a cambio de que se comprometan a realizar una serie de tareas y labores muy variadas dentro del grupo como pueden ser cocinar, cuidar de la huerta y la rehabilitación del inmueble.

Además, una de sus máximas como ecoaldea es la de practicar un consumo responsable, dejando la mínima huella medioambiental posible. Es decir, procuran no sobrepasarse en su consumo, estableciendo unos límites en lo que creen que es equitativo y equilibrado con el medio en el que habitamos.

Para conseguir llegar a estos niveles óptimos de consumo responsable, se ven obligados a realizar una serie de tareas de forma grupal y así minimizar los costes energéticos. Ajustar el consumo de luz, lavar la ropa de todos los miembros del grupo a la vez, cocinar y comer juntos, etc. son sólo algunas de las acciones que llevan a cabo para llegar a unos niveles de consumo sostenible y equitativo.

Otro punto importante en este sentido es el de consumir, siempre que sea posible, productos que hayan sido cultivados o producidos por la misma comunidad, como pueden ser vegetales o el pan, para así practicar un consumo responsable y, además, autosuficiente.

“Cada uno de los miembros de Vidàlia nos ocupamos de unas tareas u otras dependiendo de nuestras habilidades. Yo, por ejemplo, soy la encargada de la huerta, porque se me da bien y me gusta”, dice Kalou, una chica de ascendencia brasileña y libanesa que llegó a Vidàlia hace unos años después de vivir en Canadá. 

Al igual que otros proyectos destacados de la zona como puede ser el Konvent Zero, el proyecto Vidàlia está trabajando para convertirse en un punto de referencia para artistas en la zona y es por eso que están habilitando varios espacios de la antigua colonia textil en puntos de creación de arte de todo tipo.

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Vista de un banco en la entrada de la Colonia Vidal, con el cartel de una antigua estación de autobús. Adri Salido

Uno de los retos principales de la vida en comunidad son las relaciones intergrupales, que en muchas ocasiones no son fáciles de gestionar. A veces, especialmente con los recién llegados, resulta complicada la adaptación al grupo, sobre todo con aquellas personas que no han vivido en comunidad anteriormente, por lo que intentan trabajar desde un inicio con ellos el concepto de comunidad, frente al de individualismo, para que estas personas adquieran conciencia de grupo y la convivencia con el resto sea mucho más sencilla.

Es por eso, que generalmente a los recién incorporados les acompaña un miembro de la comunidad en su día a día durante un tiempo, para que su adaptación al grupo le resulte más fácil. 

Cada vez hay más personas interesadas en sumarse al proyecto Vidàlia y sus perspectivas de futuro son realmente buenas. Y es que el paradigma de la vivienda convencional ha cambiado, especialmente después de la pandemia. El miedo al virus, la situación económica y el teletrabajo han impulsado el movimiento hacia zonas rurales y las búsquedas de fincas rústicas se incrementaron hasta en un 46% durante la primera mitad de 2020, según datos del portal inmobiliario Fotocasa. Muchas personas y familias han llegado a la conclusión de que volver a vivir fuera de la ciudad es una opción más económica y sostenible que el modelo de metrópolis convencional al que estamos acostumbrados.

Vidàlia ha abierto una ventana y una oportunidad a proyectos de este tipo que quieran instalarse en emplazamientos históricos abandonados o cada vez con menos vecinos, volviendo a ofrecerles unas perspectivas de futuro y de usabilidad que hasta hace poco tiempo no se contemplaban. 

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