Catalunya
Jordi Amat: “Después del pujolismo básicamente lo que queda es un vacío”

En la víspera de las elecciones al Parlament de Catalunya, el escritor Jordi Amat valora el estado actual del país tras la implosión del pujolismo y el relámpago del proceso de independencia.
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Jordi Amat. autor de 'El hijo del chófer'. No CC Victor Serri
12 feb 2021 06:31

De alguna manera, Jordi Amat (Barcelona, 1978) es una excepción a la regla. En el fragor del Procés, tras el 1 de octubre de 2017, Amat reivindicó la equidistancia a través de un pequeño panfleto, La conjura de los irresponsables (Anagrama, 2018). Dos años después, se ha destapado con un ensayo excepcional. El hijo del chófer (Tusquets, 2020) es un libro clave para entender el paso del Franquismo a la democracia en Catalunya y el fenómeno cultural y político que supuso el pujolismo. Pero también es más que eso.

Su retrato de Alfons Quintá, hijo del chófer del padre espiritual del catalanismo conservador, el escritor Josep Pla, emparenta este relato de no ficción con personajes como el de Pijoaparte de Últimas tardes con Teresa (Juan Marsé, 1966) o el Fernando Atienza de El día del Watusi (Francisco Casavella, 2002-2003). Amat construye, a través de un relato sobrio y sin artificios, una pequeña historia del periodismo y el progreso en Catalunya, al tiempo que aporta claves para entender el presente del país. 

Al escribir El hijo del chófer, ¿qué descubriste sobre la relación entre periodismo y poder? 
Hay una confirmación de la sospecha. Sabemos que los medios de comunicación clásicos son difícilmente autosuficientes; sabemos que dependen de la financiación de empresas o de la publicidad institucional, pero dónde se acuerda esto no está claro. Entonces, al estudiar a Alfons Quintá, y su gran scoop periodístico, que es el caso Banca Catalana, di con el diario del cuñado de Jordi Pujol que, en aquel momento, era uno de los directivos de la banca. En el diario se registraban las llamadas del Banco de España a los medios de comunicación, también de Banca Catalana a El País, y cómo se quería interferir en la información sobre la crisis del banco. Lo que me sorprendió fue, primero, encontrar esta información que no formaba parte, digamos, del conocimiento general y, una vez leída, constatar que la información estaba y a nadie le dio la real gana de darle la relevancia que tenía. Para mí, lo más relevante no es haber hecho grandes descubrimientos, sino haber leído los materiales con menos ingenuidad. Y yo diría que ahora lo hacemos con menos ingenuidad porque esa relación entre los poderes se ha descarnado muchísimo.

El poder ejecutivo, ya sea por las mayorías limitadas con las que trabaja, o por la preponderancia que ha adquirido el Judicial, no tiene la capacidad de deshacer los nudos que problematizan la vida política española del presente

A las primeras de cambio se produce esta refriega entre el Gobierno de Felipe González y el de Jordi Pujol en torno a su participación en el hundimiento de Banca Catalana y sus posibles consecuencias penales.¿Qué papel jugó el periodismo en este momento?
Es interesante pensar si los medios se autodesignaron como otro actor más de la estabilización del proceso. Creo que eso se ha visto clarísimo con todo lo relacionado con el rey Juan Carlos. Ha habido confesiones públicas de que “era mejor silenciar la mala conducta privada y económica del monarca” porque se entendía la Corona como un factor de estabilización y, por tanto, la cúpula del poder no iba a ser fiscalizada por el cuarto poder.Ese reconocimiento explícito de la apuesta por silenciar para estabilizar es tremendo. Lo cual nos lleva a preguntarnos hasta qué punto la realidad tenía más o menos capacidad de desestabilización y hasta qué punto el poder trataba al ciudadano como alguien mayor de edad o no. Si entonces hubiésemos sabido lo que pasaba en Banca Catalana o con la Casa Real, ¿eso hubiera afectado a nuestra confianza en las instituciones democráticas? Yo tiendo a pensar que no, la respuesta de entonces es que sí. 

Hay un momento clave el caso Banca Catalana que es la decisión del PSOE de aflojar la presión sobre Jordi Pujol.
En la ofensiva política que Pujol plantea al problema judicial, y que gana, se da un momento en el que el ejecutivo desactiva al judicial. El ejecutivo tiene una capacidad suficiente para influir en los medios mainstream para que dejen de acosar a Pujol. Uno de los factores para que caiga el fiscal general del Estado es ese y, finalmente Pujol no es procesado. Fíjate que, ahora, creo que esto no sería posible. Es decir, el poder del ejecutivo, ya sea por las mayorías limitadas con las que trabaja, o por la preponderancia que ha adquirido el judicial en la democracia española, no tiene la capacidad de deshacer los nudos que problematizan la vida política española del presente. El cambio es tremendo.

Creo que lo planteado por el independentismo catalán es una solución antigua a un problema complejo, y eso tiene como consecuencia que la política tiene menos capacidad de influencia en la vida de los ciudadanos

Aquello que a priori es la base de la democracia, que es la separación de poderes, ¿se ha transformado en una delegación o en una autonomía política problemática de parte del poder judicial?
Sí, hay una transferencia de responsabilidades enorme. Creo que tiene que ver con la impericia del gobierno Rajoy, y con la potencia del desafío que plantea el independentismo, que consigue durante unas semanas crear un vacío de poder en el Ejecutivo. Yo no sé si era posmoderno o no era posmoderno, pero el Ejecutivo sintió que no controlaba la situación. Entonces, el discurso de Felipe VI el 3 de octubre de 2017 le coge la responsabilidad al ejecutivo y la traspasa al judicial. El rol que tiene en la resolución política la Fiscalía General del Estado es brutal. Es una manifestación de incapacidad que ha tenido un coste enorme para la mecánica de la democracia española.

En una entrevista has comentado que el libro pretende ser una reflexión sobre el funcionamiento oscuro del poder. ¿El problema viene cuando el poder se convierte en disfuncional, cuando no consigue las respuestas a las preguntas de nuestro tiempo, por ejemplo respecto al tema de las soberanías, como pasa en Catalunya?
No es que los poderes del Estado tengan que trabajar alineados, pero es difícil no convenir en que este es un enfrentamiento paralizador y, dado lo endeble del Parlamento como espacio de resolución de los problemasacaba asumiendo ese rol una cúpula judicial, en buena medida secuestrada por el bloque conservador. Eso está petrificando nuestra democracia y, básicamente, impide hacer una reflexión más ambiciosa sobre cómo responden estos poderes a los cambios que estamos viviendo. Al hecho de que hay otras instancias que pueden tener más influencia en la vida de los ciudadanos. La mecánica democrática es autista a la hora de enfrentarse a ello. Está atrapada en unas querellas antiguas. Creo que lo planteado por el independentismo catalán es una solución antigua a un problema complejo, y eso tiene como consecuencia que la política tiene menos capacidad de influencia en la vida de los ciudadanos.

¿Qué queda hoy del pujolismo en Catalunya?
No sé si recuerdas esa imagen, algo posterior a la confesión de 2014, de una estatua caída. La estatua de Pujol en el pueblo donde nació. Es una imagen potente, lo que queda es un mito caído. Queda un espacio político que había sido hegemónico descompuesto. Y en el tablero político están también todas esas piezas, ya casi como fósiles. Después, lo que queda es una cierta conciencia de que se institucionalizó un plan de poder que en buena medida fue el que quiso liderar el Procés para salvarse, y que al fracasar en ese intento dejó al poder catalán sin liderazgo.

Básicamente lo que queda es un vacío.

¿Por qué Esquerra Republicana de Catalunya ha fallado en sus intentos de cubrir ese vacío?
Creo que hay ahí un extraño complejo de hermano pequeño, de que nunca podrá superar al hermano mayor porque el hermano mayor siempre le mira y dice que no lo conseguirá, y el pequeño acaba por creerse esa posición subsidiaria. Junto a eso, la dinámica populista del Procés puede defenderse desde una óptica nacionalista, pero no republicana. Y ese límite se está convirtiendo para Esquerra en una soga, porque en esa dinámica, que ha sido muy definitoria del Procés que tiene que ver con la ilusión, con otras formas de democracia, pero también con un borrado de la mitad de los ciudadanos de Catalunya─ no se pretendía pero al final el enraízamiento nacional ha acabado siendo determinante. Eso dificulta muchísimo que Esquerra pueda imponer su hegemonía. Digamos que, en la dialéctica entre propuestas hegemónicas, las nacionalistas y las republicanas, es muy difícil que venza la republicana.

Creo que en Catalunya jugamos a vivir en una globalización de anuncio de Estrella Damm, y cuando de repente la cerveza se ha desgasado y no hay espuma, descubrimos lo que hay, y es bastante inquietante

Un cuestión “de moda” en esta campaña surgió a raíz de unas declaraciones de Lluis Llach en las que decía que la represión actual a Catalunya es peor que la del franquismo. Una parte significativa de El hijo del chófer trata sobre cómo fue el franquismo para una élite catalana nacionalista y cómo, en efecto, no fue un tiempo difícil sino de oportunidades, aunque ese no era el sentido que Llach quiso dar a sus palabras. ¿Esa sentimentalización de la memoria va en contra de que la historia proyecte soluciones que nos sirvan hoy? 
Si no la has leído, te lo recomiendo: hubo una serie de artículos publicados en La Vanguardia por un filósofo, José María Ruiz Simón, sobre cómo el pujolismo podía presentar o había presentado la cara del mártir que es torturado en 1960 para ocultar la ejecutoria de alguien que podía ser perfectamente descrito como partícipe desde el mundo financiero en el desarrollismo de la segunda parte del franquismo. Para mí no era novedoso, pero para muchos lectores sí lo ha sido, mostrar cómo hay unas élites económicas catalanas que se integran o pilotan esa modernización económica del país, y que se adaptan a las coordenadas políticas existentes para esa propulsión capitalista. Yo creo que eso es claro, y sobre eso hay un cierto silenciamiento que tiene que ver con la idea de España contra Catalunya que se extiende a lo largo del tiempo. Si eres capaz de imponer como argumento esencial del relato sobre tu propio pasado la cuestión nacional que es un relato real, pero también lo son muchos otros todo lo que tiene que ver con la implicación de esas élites en los órdenes sucesivos, y cómo han trabajado en favor de la estabilización de esos órdenes, desaparece.

¿Cómo influye ese relato en la pasada década con el desencadenamiento del Procés?
Es algo enormemente complejo porque en ese periodo una parte, probablemente mayoritaria, de la sociedad catalana concienciada da el paso de pensar que la independencia es posible. Pero al mismo tiempo hay un elemento clave que es la conciencia de una pérdida de poder y el hecho de que no se tienen las herramientas necesarias para recuperarlo en la lógica del 78, de la que se habían beneficiado. Así, buscan una caja de herramientas alternativa para poder conseguir recuperar un poder perdido, que tiene que ver, sí, sin duda, con una determinada dinámica del liberalismo gobernante en Madrid, pero también con un no reconocido apalancamiento de esas élites económicas catalanas. Las élites dejaron de hacer una apuesta por una economía productiva o, más o menos industrial, y se dedicaron a forrarse vendiendo las empresas, apostando por el ladrillo y por el turismo.

El rutilante destino Erasmus.
Creo que en Catalunya jugamos a vivir en una globalización de anuncio de Estrella Damm, y cuando de repente la cerveza se ha desgasado y no hay espuma, descubrimos lo que hay, y es bastante inquietante. Y, entonces, digamos, la épica del Procés ─que la ha tenido, y que tiene diversos lugares de memoria, y fechas míticas─ es un nuevo mito que, como todos los mitos políticos, sirve para crear comunidad, pero también sirve para que no veamos lo otro.

En el caso catalán, la política abdicó de su función, las instituciones de autogobierno se desempoderaron y es muy difícil que recuperen la autoridad

En la deriva kamikaze de los últimos años de Alfons Quintà, el antes azote del pujolismo y después su valedor al frente de TV3, pone el foco en la privatización de la sanidad, en ese gigantesco mecanismo de extracción de recursos que puso en marcha Convèrgencia. Quintà, probablemente en su obsesión por los Pujol, acierta a detectar uno de los síntomas de la descomposición del país.
El Quintà de esos últimos años acierta cuando dice en relación con la sanidad que el rey va desnudo. Pero es tremendo constatar cómo da bastante igual lo que diga alguien que ha desaparecido de la respetabilidad informativa. Si lo hubiese dicho desde un medio mainstream tal vez habría sido influyente, pero por mucha verdad que fuese su denuncia de corrupción, que nadie la impugnó, esta no tuvo especial recorrido. El final de Quintà tiene una dimensión patética. Se convierte en dinamita para el periodismo unionista, porque les da la metralla que necesitan, que es “TV3 es el cabo del miedo”. En las conexiones del PP con Intereconomía, él daba mucho juego porque reforzaba este discurso, a mi modo de ver, infantil sobre la función de TV3. Por el contrario, esa denuncia interesante del sistema sanitario que, por ejemplo, tuvo como vocero al que fue candidato de Podemos...

Albano Dante Fachín.
Albano le dio muchísima cancha, pero no dejaba de ser una queja underground.

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Jordi Amat. Victor Serri


Vivimos en sociedades exhaustas, en todo el Mediterráneo, en España y, por supuesto, en Catalunya. ¿Confías en que, a partir de las elecciones del próximo domingo, en la apertura del diálogo respecto al indulto o la amnistía de los presos, se pueda abrir un tiempo nuevo tras el largo pujolismo y el relámpago que ha sido el Procés?
Soy muy escéptico. Has dicho exhausta. La política en Catalunya vive un desfondamiento brutal. Hay algo de realidad zombi: pensar que el Procès está muerto y está medio vivo, pensar que hay una alternativa al independentismo, cuando en realidad no hay una alternativa parlamentaria mayoritaria al independentismo. Se explicita la voluntad por parte de unos de seguir en una lógica de desobediencia para la cual no hay fuerza. La energía se consumió. Y es difícil pensar que las elecciones sean, para decirlo utópicamente, un punto de inflexión. Hace bastantes años que hay un empate crónico entre los partidarios de la independencia y los que no, y la no solución política de ese empate provoca una parálisis que en circunstancia normales generaría una inercia que podía durar. Lo jodido es que ese movimiento se ha parado. La crisis derivada de la situación en la que estamos hace que la política vuelva a tener la oportunidad de ser útil, pero en el caso catalán... No soy tan escéptico en el caso del Gobierno de España. En el caso catalán, la política abdicó de su función, las instituciones de autogobierno se desempoderaron y es muy difícil que recuperen la autoridad.

Debemos asumir qué nuevo rol puede jugar la política democrática en un contexto en que la soberanía ha sido replanteada, pero eso nadie está dispuesto a hacerlo, porque es asumir que eres menos de lo que eras

¿Por qué?
Soy miembro de uno de esos comités que piensan salidas para salir del agujero cuando se empiece a acabar la pandemia. Algo que he aprendido, y que no sabía, es que desde hace algunos años somos muy conscientes de cuáles son los problemas, y hay diagnósticos buenos, y tratamientos más que plausibles para solucionar esos problemas: hay planes, informes, agencias. Y cuando llega la hora de la verdad, de transformar esa inteligencia acumulada en acción política, se fracasa.
 No sé si tiene que ver con esa parálisis catalana, y en parte también española, fruto de una polarización que esteriliza; o si es algo más inquietante, que es pensar en el hecho de si la soberanía que antes tenía la política la sigue manteniendo o no. Tenemos las instituciones que teníamos y desde las que se gobernaba; tenemos las campañas electorales donde se discute como se discutía y, sin embargo, probablemente la capacidad de decisión de instituciones intermedias como el Parlament de Catalunya sea cada vez menor. Debemos asumir qué nuevo rol puede jugar la política democrática en un contexto en que la soberanía ha sido replanteada, pero eso nadie está dispuesto a hacerlo, porque es asumir que eres menos de lo que eras.

Entiendo que se mantiene la ficción por la idea del abismo que quedaría al descarnar esa verdad de pérdida de soberanías.
Digamos que ese descarnamiento debería llevar a los políticos a entender cuál puede ser su función constructiva, en un orden distinto; y yo les veo básicamente faltos de la inteligencia para hacer esa reflexión. Ni los partidos tienen a los equipos de pensamiento para pensar ese cambio, ni los parlamentos pueden pensar en ello porque les llevaría a cuestionar, en parte, su función. Y eso es muy jodido.

Entra ahí la antipolítica y se crea el caldo de cultivo para la extrema derecha.
Claro.

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#83794
27/2/2021 17:37

Desde Cataluña haré un comentario que a bien seguro no se entenderá ( esper equivocarme).Los libros y teorías de éste señor se parecen mucho a las de Aramburu y su controvertido Patria. Que generó multitud de comentarios, básicamente lo que se infería en el sustrato de la novela y parece ser que aún más en la serie.
De hecho es largo de explicar pero su libro "el hijo de chófer" tien un sustrato parecido.Gracias saludos

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#82439
12/2/2021 17:14

Amig@s de El Salto, soy suscriptor desde hace tiempo. Sigo siéndolo, por apoyaros, porque los contenidos no me llenan demasiado. Entrevistas como esta perfilan el camino en que pueda evolucionar El Salto y hagan más sincera mi suscripción..

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#82425
12/2/2021 12:33

El papel de Pujol fue el de nacionalista bueno que pacta con Gonzalez o Aznar,sin problemas para obtener mejoras para una Catalunya que alcanzara la independencia en un referendum,todo dentro del mas puro Hollywood,en contraposicion al nacionalista malo el vasco violento que busca una independencia a la irlandesa,basada en las armas(Ibarreche...).
Desaparecida ETA y convertido el PNV,solo queda un nacionalismo que pasa a ser malo por naturaleza y al que lanzan la jauria de jueces que han medrado mediante el cuarto turno(incapaces de aprobar la oposicion),lo que explica la presencia de votos particulares de jueces que son del "otro partido"en las sentencias del" proces" o los cambios de rumbo de la fiscalia segun la sesion de investidura de Sanchez.
No podemos olvidar que es la burguesia la que dicto el fin del Regimen y su reemplazo ,mediante el pacto de olvido y silencio,no solo en Catalunya.....

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#82442
12/2/2021 18:34

Sí, claro, y también lo dictó la burguesía catalana, la misma que engendró el Procés.
Pero mejor leete el libro de Jordi Amat, verás que de aquellos barros estos lodos.

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