Nahia Ochagavía: “Un gaztetxe no es un lugar de ocio”

Nahia Ochagavía es miembro de la asamblea del gaztetxe Maravillas (Iruñea), que fue desalojado en agosto, por algunas horas, por la Policía Foral, y que vuelve a estar en riesgo por el recurso interpuesto por el Gobierno de Navarra contra la decisión de archivar el caso.

Nahia Ochagavia
Ione Arzoz Nahia Ochagavía habla en una de las estancias del gaztexe Maravillas de Iruñea
25 oct 2018 09:07

Nahia Ochagavía Senosiain nació el 4 diciembre 2001 en Iruñea. Cuando desalojaron el Euskal Jai tan solo tenía tres años de edad. Ni su aita, riojano; ni su ama, iruindarra, han tenido una militancia política. Vecina del barrio de Alde Zaharra, en septiembre comenzará primero de Bachiller en el instituto Iturrama, donde milita en el sindicato estudiantil Ikasle Abertzaleak desde los 13 años. También forma parte, desde su okupación hace casi un año, de la asamblea del gaztetxe Maravillas, en donde resistió el desalojo el pasado 16 de agosto que finalizó con el edificio reokupado horas más tarde.

¿Qué te motivó a participar en el gaztetxe?
Me presenté a la asamblea después del desalojo del chalet de Caparroso, ya que me había pasado por ahí alguna vez y me sentía atraída por el proceso. Aunque alguna de mi cuadrilla ahora participa algo, entré sola, animada por una amiga más mayor. Al principio era más cortante porque no conocía a nadie, pero al final te sientes arropada por la gente.

¿Por qué es tan importante un espacio como el gaztetxe Maravillas?
Porque este tipo de espacios dan mucha vida a los barrios y es importante que haya jóvenes organizándose en los gaztetxes en vez de en bajeras sin moverse.

¿Son los gaztetxes un lugar de ocio?
Un gaztetxe no tiene nada que ver con un lugar de ocio. Maravillas es un espacio para romper con otro tipo de ocio que se está creando. Sin embargo, vivimos pequeñas contradicciones, por ejemplo con la taberna, porque nos gustaría dejar de utilizar el consumo de bebidas para desarrollar nuestro proyecto, pero ahora mismo necesitamos el dinero que viene de ahí.

¿En qué se diferencian estos proyectos de otros centros comunitarios?
Uno de los pilares del gaztetxe es la autogestión, y en un centro cívico como Civivox no te vas a encontrar un proyecto que sea de la necesidad de los jóvenes. Por ejemplo, nosotros montamos la palestra, que es el gimnasio popular, porque hay gente a la que no le da para ir a un Civivox, o un cine para quien no quiera ir a un centro comercial.

¿Cómo es tu implicación en el espacio?
En verano estoy casi todo el día, y durante el resto del año me paso las tardes que puedo. Participo en el área de comunicación y, aunque nos repartamos muchas tareas y la mayor parte del tiempo la dedicamos a pintar y limpiar, he dedicado más tiempo al jantoki o la taberna.

¿De que te sientes más orgullosa?
Sobre todo del apoyo que nos damos todos. De que nos preocupamos y cuidamos de quien está mal y de cómo desarrollamos esos cuidados. Nos tenemos un cariño que no creo que se dé en otros espacios o militancias. También de cómo nos organizamos.

Me imagino que habrá gente de culturas políticas diversas...
Este es un proyecto general, tenemos una línea política que es muy abierta y no hay debate sobre si nos definimos de una postura concreta, por lo que no influye en el proyecto.

¿Cómo desarrolláis el feminismo?
Tenemos una asamblea mixta en la que hay un grupo de cuidados para vigilar que estemos cómodos y, aparte, hacemos una asamblea no mixta en la que, por ejemplo, planteamos el protocolo del gaztetxe contra agresiones.

Abstrayéndonos del concepto de la palabra, ¿deben ser los gaztetxes espacios intergeneracionales?
Ahora mismo Maravillas es bastante intergeneracional, ya que estamos gente desde los 14 hasta los 40 años. El proyecto lo debe desarrollar gente de todas las edades, pero los jóvenes tenemos una necesidad inmensa de un espacio como este.

¿Cuál ha sido el momento más intenso de los más de once meses que lleváis?
Sin duda las dos semanas de preparación y resistencia al desalojo, ya que estábamos muy tensos. Muchos nos enfadamos con otros compañeros por cualquier cosa, y al final se pasa mal. Te comes la cabeza por lo que nos están haciendo hacer para defender nuestro proyecto.

Habeis recibido un apoyo bastante grande.
La respuesta a nivel comunicativo ha sido brutal. Nos salía una sonrisa al ver cómo te felicitaba gente de Barcelona o Valencia por Twitter. Cuando volvimos a entrar había gente llorando de la emoción, ya que era un espacio que nos hemos currado y nos lo merecíamos. El día del desalojo había mucha gente fuera y hemos notado que muchas personas que, igual antes tenían otra idea sobre el proyecto, nos han apoyado.

¿Cómo vivisteis el desalojo?
Yo estaba dentro y en ese momento tenía muchísima pena porque veía que íbamos a perder este espacio. Sin embargo, al estar apoyada por los compañeros estuve más tranquila. Aunque ya estábamos preparados psicológicamente, impacta vivir un desalojo, que de pacífico no tuvo nada. Una de las cosas que más nos impactó fue que se llevaron las fotos que teníamos colgadas sobre Sanfermines del 78.

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