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Ciclismo
Classic Wars. La Guerra de las Clásicas
Hace mucho tiempo, en una galaxia lejana, muy lejana... Hay itinerarios sagrados en el mundo del ciclismo. Son pocos. La mayoría de recorridos acaban sucumbiendo al paso del tiempo, modernizando e reasfaltando sus kilómetros. Perdiendo su esencia. Hay algunos que, sin embargo, siguen fieles a su origen y conservan el encanto de épocas anteriores. Son los monumentos del ciclismo, por su orden en el calendario ciclista actual: Milano-Sanremo, De Ronde Van Vlaanderen, Paris-Roubaix, Liège-Bastogne-Liège e Giro di Lombardia. Primer capítulo.
El tercer sábado de marzo da comienzo la primavera y la apertura de las grandes clásicas ciclistas que comenzaron con la classicissima, la Primavera, la Milano-Sanremo. La dureza de esta prueba está basada en sus 290 kilómetros que hacen que las pocas cotas finales resulten más intensas, frenéticas, incluso eléctricas, aunque la resolución suele ser en un sprint masivo.
Pero no siempre es un pelotón numeroso el que disputa la victoria en una llegada masiva. En 1946, primera edición disputada después de la II Guerra Mundial; Fausto Coppi sacó, por unos instantes y metafóricamente, a Italia de la posguerra. Aquel día la carrera salía de una Milán gris, ciudad devastada por los bombardeos de la reciente contienda bélica y con miles de personas durmiendo en las calles, para llegar a la luminosa y soleada San Remo. Con pocos kilómetros recorridos, con el pelotón aun en Lombardía, Fausto Coppi atacó y saltó del gran grupo. No lo volvieron a ver. Cuando saltó del pelotón Fausto Coppi, la banda sonora original era La Cabalgata de las Walkirias de Wagner. Cerca de 150 kilómetros después. Con el mar y el cielo, casi celestes, de fondo. Comenzaban a sonar los primeros acordes del Brindisi da Traviatta de Verdi. Y unas palabras para a mamma en las primeras declaraciones radiofónicas.
En la Roubaix de 1949 se esperaba un enfrentamiento mano a mano entre Rik Van Steenbergen, ganador el año anterior; y Fausto Coppi, debutante. 217 ciclistas comenzaron la carrera
En la Paris-Roubaix de 1949 Coppi fue también protagonista, mejor dicho actor secundario. Conocida como El Infierno del Norte; la dureza, el frío y el empedrado de pavés hacen de la Roubaix una de las carreras más duras del calendario ciclista. Paradójicamente en las primeras ediciones los adoquines no eran el atractivo principal de la prueba. Sus largas rectas de tierra dejaban en un segundo plano los tramos con pavés. Tras la Gran Guerra, la prueba retomaría en 1919, recibiendo el apodo del Infierno del Norte. No por su dureza y dificultad, sino por el estado del escenario. Kilómetros e kilómetros de trincheras y cráteres provocados por las bombas, y por ahí pasaba la Paris-Roubaix de 1919. Pero esa es otra historia, volvamos con la edición de 1949.
En la Roubaix de 1949 se esperaba un enfrentamiento mano a mano entre Rik Van Steenbergen, ganador el año anterior; y Fausto Coppi, debutante. 217 ciclistas comenzaron la carrera. Rápidamente, el ritmo de la carrera provocó que el pelotón quedara fracturado en mil pedazos. A falta de 26 kilómetros para el final; cuando Jesús Moujica, Florient Matthieu, Frans Leenen e André Mahé se escaparon buscando la victoria en el Velódromo de Roubaix. Moujica e Florient Matthieu vieron como sus opciones de triunfo desaparecían al caer al suelo.
Parecía que la victoria estaría entre Frans Leenen e André Mahé, pero cuando fueron a entrar en el Velódromo de Roubaix, lugar donde normalmente está la meta, un agente de policía les indicó erróneamente y entraran al Velódromo por la puerta de la sala de prensa. Mahé acabaría ganando al sprint a Leenen, y el francés daría la vuelta de honor al Velódromo.
Detrás, unos instantes después, llegó un grupo en el que ganó el sprint Serse Coppi, hermano de Fausto Coppi. Y aquí comenzó el lío. De primeras la organización nombró a Mahé como ganador de la Roubaix. Cosa que no gustó a Fausto Coppi, ya una estrella mundial, que presionó a la Federación Italiana para que pusiera una reclamación. Reclamación que fue aceptada, Mahé fue descalificado y Serse Coppi declarado ganador. La Federación Francesa de Ciclismo, contrariada por la decisión, puso otra reclamación que devolvió la victoria a Mahé. Y claro, la Federación Italiana decidió poner otra reclamación. ¿La solución? Si hoy uno mira el palmares de la Paris-Roubaix de 1949 puede ver que en el año 1949 hay dos ganadores declarados: André Mahé y Serse Coppi. La Paris-Roubaix de 1949, la edición más disputada de la historia. Eso sí, en los despachos.
Fiorenzo Magni
Los años cuarenta y cincuenta son identificados en el ciclismo italiano con la dualidad Coppi-Bartali. Pero la época dorada de este deporte en la bota itálica también tuvo un “tercer hombre” llamado Fiorenzo Magni. Il terzo uomo, el de la vida vergonzosa, el pasado negro y la imagen sin glamour. Pero, ¿quién fue Fiorenzo Magni? El 24 de febrero de 1947 era un hombre declarado no culpable por un tribunal de Florencia por delitos de sangre. Y a Magni le gustaba del negro, sobre todo cuando era el color de una camisa. Camisas negras, símbolo de las fuerzas paramilitares de Mussolini.En octubre de 1943, Italia estaba dividida en dos tras la intervención aliada en Sicilia y la proclamación de la República Social Italiana en el norte del país. Ese fue el punto de partida de multitud de enfrentamientos entre paramilitares fascistas y partisanos. Uno de esos choques es conocido como la “Masacre de Valibona”, donde un grupo de partisanos dirigidos por Laciotto Ballerini y el inglés Stuart Hood fueron sorprendidos por cincuenta fascistas armados el 3 de enero de 1944. Tres partisanos cayeron muertos en Valibona, y otros cinco fueron capturados y torturados de una forma horrible.
Y ahí, vestido de negro, estaba Fiorenzo Magni. O, por lo menos, eso decía la viuda de Ballerini cuando declaró. Con estos datos Magni fue uno de los 24 fascistas acusados por la Masacre de Valibona. En el juicio el tribunal declaró a Magni no culpable por falta de pruebas, pero a los ojos de la sociedad civil italiana fue uno de los pistoleros de la Masacre de Valibona. Y cargó en su mochila con la condena popular durante toda su vida. Hasta que en 2010 fueron desclasificados documentos oficiales, pero esa es otra historia.
Porque Magni fue, por encima de todo, ciclista. Ciclista en el mismo espacio y tiempo que Bartali y Coppi, Coppi y Bartali. Fue ciclista cuando solo existía espacio para dos. Y fue un ciclista del sufrimiento. Cuando todo parecía perdido, cuando las condiciones eran más adversas, sacaba fuerzas y seguía adelante. Como en el Giro de 1956, donde Magni se rompió la clavícula en una caída. Contrario al abandono, llevó el manillar cogido literalmente con la boca para poder guiar la bicicleta mientras aguantaba el dolor. En Milán, para sorpresa de todos, fue segundo en la clasificación general. Porque Fiorenzo era del club de los de cuanto peor, mejor. Un flandrien nacido en Italia. Quizás por eso ganó tres veces seguidas De Ronde Van Vlaanderen (1949, 1950 y 1951). El León de Flandes, ese también fue Magni.
El 31 de marzo de 1951 Magni, ganador de las dos últimas ediciones era el único aspirante a ganar De Ronde Van Vlaanderen. Asumió el reto, y desde el inicio comenzó la batalla. En el avituallamiento de Sottenghen se puso al frente y dejó el grupo muy reducido. Redolfi y Petrucci fueron los únicos corredores que pudieron permanecer cerca de Magni. Hasta que el ritmo y el gélido ambiente produjeron el suficiente desgaste. Magni, sin cadena, sumaría su tercera victoria en De Ronde con ventajas de leyenda de cinco minutos sobre Redolfi y el doble sobre Petrucci.
De Ronde, la Vuelta o el Tour, como es conocida en Flandes De Ronde Van Vlaanderen; el mito que recorre Flandes cada mes de abril y supone una fiesta de reafirmación identitaria. En el resto de Europa la llamamos el Tour de Flandes; pero eso, llamarla en francés, es sacrilegio para los flamencos. El ciclismo es, en Flandes, el deporte nacional. Para un flamenco ganar De Ronde es lo máximo, imaginen ustedes varias. Más de 250 kilómetros antes de llegar a Oudenaarde. Y, por medio, muros, pavés, frío, nieve. Porque si hay algo que caracteriza De Ronde son los muros adoquinados, esos bergs de pendientes prohibidas recubiertos con pavés. Los propios flamencos llaman a estas piedras kinderkopje (literalmente cabezas de niños) a causa de su tacto irregular. Y pasión, mucha pasión, la de un pueblo (o flamenco) que es más que un pueblo para el mundo del ciclismo. La carrera más importante para los flamencos. Gente, cervezas y gritos. De Ronde.
Es posible que Valonia no goce del glamour ciclista de Flandes. Pero tiene un pueblo, el valón, que llena las cunetas durante toda la ruta
Si De Ronde en Bélgica es pronunciada en neerlandés; las Ardenas es pronunciado en francés, pues recorren Valonia, la mitad francófona de Bélgica. Las Ardenas son un territorio duro, áspero. Sus inviernos resultan gélidos. Un terreno quebrado, salpimentado con pequeñas subidas que no sobrepasan los 500 metros de altura. Es posible que Valonia no goce del glamour ciclista de Flandes. Pero tiene un pueblo, el valón, que llena las cunetas durante toda la ruta. Y además, en las Ardenas, se disputa la decana de las clásicas: la Liège-Bastogne-Liège, la Doyenne.
La Liège normalmente tiene una longitud de unos 260 kilómetros donde las cotas y el tiempo impredecible hacen más dura la Doyenne. En los últimos 35 kilómetros hay una decena de colinas, ahí, ocurre la resolución de la carrera normalmente. La primera prueba ciclista, la Doyenne, surgida (en 1892) cuando el ciclismo ni siquiera existía como deporte.
Situada quince días antes del comienzo del Giro de Italia, la Doyenne, la Liège-Bastogne-Liège cierra el calendario de clásicas de la primavera. Pero al final del calendario ciclista, unos días después de disputar el Mundial en ruta, se celebra el último monumento: la Clásica de las Hojas Muertas, el Giro di Lombardia. En sus inicios Lombardía era disputada en los primeros días de noviembre, pero desde 1920 hasta la actualidad es disputada los últimos días de octubre. Con muchos cambios en su recorrido en multitud de ocasiones, el kilometraje siempre estuvo por encima de los 240 kilómetros. La ruta de Lombardía, llena de cotas, tiene en la ascensión a la Madonna di Ghisallo su momento decisivo. En la actualidad en el comienzo de la subida hay dos estatuas: en la derecha Gino Bartali y en la izquierda, cómo no, Fausto Coppi.
Giro di Lomambardia, 1956
En el año 1956 Fausto Coppi era una sombra de lo que fuera pocos años antes. Sin pertenecer ya al equipo Bianchi. Il Campeonissimo quería ganar por última vez el Giro di Lombardia, el monumento de su tierra, la carrera que ya tenía cinco veces en su palmares. El 21 de octubre de 1956, en la ermita de los ciclistas, en la Madonna di Ghisallo, atacó Rochini e Coppi fue a su rueda. Detrás, en el grupo, hubo un parón que provocó la llegada de corredores que estaban retrasados, entre ellos André Darrigade, compañero de Ronchini.A los pocos kilómetros Coppi ya tiraba solo, un uomo solo al comando; Ronchini no relevaba, obedecía ordenes de equipo. Y Coppi volaba hacia el Velódromo Vigorelli, el mítico recinto milanés que antes era el final de la Clásica de las Hojas Muertas. Cuando los escapados llevaban algo más de un minuto de ventaja la organización de la carrera decidió dejar pasar a los coches de los escapados. En la parte trasera del coche del equipo de Coppi viajaba la “Dama Bianca”, que era el sobrenombre con el que conocía toda Italia a Giulia Ochini, amante de Fausto, que llegó a entrar en la cárcel por las denuncias de su anterior marido, el Doctor Locatelli. Bien, cuando el coche rebasó al grupo; Giulia, desde dentro del coche, le gritó a Fiorenzo: “Fausto è il piu grande” seguido de un insulto para el toscano Magni.
Y a partir de aquí la carrera cambió. Fiorenzo comenzó a tirar con todo, no le importaba la victoria, quería cazar a Coppi aunque los otros después le ganasen en el sprint. Los esfuerzos de Magni el frente del grupo dieron sus frutos y a falta de doce kilómetros para el final, cuando Coppi decidió guardar fuerzas, cogieron a los escapados. Sin ataques en los últimos kilómetros, 18 corredores entraron en el Velódromo Vigorelli. Fausto Coppi lanzó el sprint cuando faltaban 200 metros, adelantó por la derecha a Magni, pero se encontró a un André Darrigade que le pasó en los metros finales y que le ganó por media rueda de ventaja. Perdió, Fausto Coppi, el hombre que ganara en cinco ocasiones esa misma carrera, perdió. Darrigade le robó su última oportunidad de ganar en una gran prueba. Y Coppi se desmoronó, no pudo contener las lagrimas y comenzó a llorar. Fiorenzo Magni, tercero, no pudo evitar mostrar una sonrisa en el podio al ver a Il Campeonissimo, segundo, llorando.
En diciembre de 1959, Fausto Coppi, Raphaël Gémiani, Jacques Anquetil y otros corredores fueron invitados a un critérium en Ouagadougou, actual capital de Burkina Faso. La exhibición fue parte de las celebraciones por el aniversario por la independencia de la nación africana y fue seguida de un safari organizado para los corredores invitados.
Es probable que durante este safari, provocada por una picadura de mosquito, Fausto Coppi y Raphaël Gémiani cogieran malaria. Los médicos franceses pudieron diagnosticar la malaria a tiempo, trataron con éxito al campeón francés y Gémiani fue quien de salvarse. Por otra parte, a Fausto Coppi los médicos italianos le diagnosticaron solo una fuerte gripe. El 27 de diciembre el estado de Fausto empeoró. El 1 de enero, la situación era tan grave que llevó a ingresar a Coppi en el hospital de Tortona, ya no saldría con vida. El 2 de enero, después de una noche agónica, Fausto Coppi murió, interrumpida su vida por la malaria que los médicos no consiguieron diagnosticar.
Dos días después, en Castellania, casi cincuenta mil personas, amigos e enemigos, entre ellos Gino Bartali y Fiorenzo Magni, despidieron a Il Campeonissimo. Y con él, quizás, también estuviesen despidiendo a la belle époque del ciclismo italiano.
Continuará...
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