Ciclismo
Ander Izagirre: “En el Giro de Italia hay grandes aventuras trágicas, cómicas... no solo épicas”

El final del Giro de Italia 2021 nos sirve como pretexto para hablar con Ander Izagirre, autor de un libro sobre ciclismo, historia y sangre de buey.
Ander Izagirre libro
Ander Izagirre, autor de 'Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey'. Dabid Sanchez

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30 may 2021 05:22

Hay una dulce agonía que recorre el cuerpo de alguien que está tratando de subir en bicicleta un puerto o simplemente la rampa que le lleva a la panadería de su calle. Esa alegría es uno de los grandes misterios del uso de la bicicleta, un medio de transporte que lleva con la humanidad desde el siglo XIX y que ha dado lugar al ciclismo de competición. Ander Izagirre (Donostia, 1976) es aficionado a la bici, al ciclismo y, en su actividad profesional, periodista y escritor. Plomo en los bolsillos, publicado en 2005 y reeditado por Libros del KO en 2012, es una historia de historias del Tour de Francia. Ahora en Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey (Libros del KO, 2021) Izagirre recorre más de cien años de picaresca, épica, solidaridad y velocidad de la mano de varias generaciones de ciclistas. La 104 edición del Giro de Italia, que termina hoy con la virtual victoria del colombiano Egan Bernal es el pretexto para hablar de lo que tiene la bici y de las grandezas y miserias del ciclismo de competición.

Estamos en esta época en la que parece que reverdece el uso de la bici, ¿Qué tiene de especial la bicicleta?
Me alegro mucho de este auge del ciclismo. Ha sido el deporte de toda mi vida desde que era crío, y me alegra mucho ver a gente andando en bici en cualquier circunstancia: en la ciudad, haciendo deporte, algunos incluso compitiendo. Para mí la bici es como una navaja suiza. La he utilizado desde crío, como todos, para jugar, para empezar a alejarte de casa, es la primera vez que tienes un poco de autonomía; luego, ya de joven, empecé a viajar con los amigos, con las alforjas, por Europa, por los Alpes, los Pirineos... También competí en bicicleta. He escrito sobre ciclismo, haciendo reportajes en Castilla he combinado el tren y la bici. Me sirve para acercarme a las historias.

Es mucho más que la competición.
A veces nos limitamos, lo vemos como si fuéramos profesionales del ciclismo. Al menos aquí en el País Vasco estamos todos como muy competitivos, se da menos la cultura viajera o lúdica del ciclismo que hay en Europa.

Una de las definiciones que recogiste en el libro es del escalador, campeón del Giro y el Tour, Marco Pantani, se refiere a la sensación de plenitud y alegría que se experimenta a veces en la bici cuando se está sufriendo.
Es un misterio que está siempre ahí: la capacidad humana de sufrir voluntariamente por algo que, en el fondo, es un juego. No nos estamos ni jugando la vida, ni lo hacemos por supervivencia, ni nos persigue un depredador. Los seres humanos somos seres lúdicos, nos inventamos batallas, y estamos dispuestos a aguantar ese sufrimiento en una bici, por ejemplo. Es una de las claves del ciclismo de competición, la capacidad de aguantar el sufrimiento durante todo lo que aguante el cuerpo. Eso nos fascina a muchos, incluso cada uno a nuestra modesta escala lo hemos practicado, cuando competíamos de chavales, o ahora hasta picándote con los amigos. Incluso yendo solo. No sé muy bien por qué, qué satisfacción extraña nos da. Creo que esa capacidad de sufrir voluntariamente nos distingue como seres humanos.

Otro de los elementos que has introducido es la idea de libertad, tan asociada a la bici. En el caso de las mujeres y de uno de los personajes del libro, como es Alfonsina Strada, está muy presente. En una época en la que las mujeres tenían que pedir permiso a los varones para existir, estas rebeldes, que comentas en otro capítulo cogen la bici y a partir de ese momento sienten una libertad que probablemente no les era accesible entonces.
Hay dos capítulos en el libro, el de Alfonsina Strada en los años 20, se da en un contexto en el que las mujeres ciclistas son casi todas como artistas de circo, más que atletas o deportistas, que también lo son. Pero son principalmente atracciones para la gente que va al velódromo a ver competir a hombres y luego, como curiosidad hay carreras de mujeres —“¡mira, mujeres en pantalón corto!”— Alfonsina Strada hacía acrobacias, saltaba trampolines, pedaleaba en un anillo de estos que dan la vuelta. Era en un contexto en el que la mujer era una atracción, y ellas luchaban contra el desprecio, la burla. El caso de Alfonsina Strada es muy peculiar porque se ganó el respeto de la gente después de recibir mil burlas y participar en el Giro del año 1924 como una rareza exótica.

El segundo es el de Florinda Parenti, campeona de Italia en 1965, maltratada por la federación ciclista.
A Florinda Parenti la pude entrevistar en Parma. Creo que es mi personaje favorito, aunque sea el más desconocido. Todas las cosas que ella tiene que superar... no hay ningún otro ciclista que las tenga que superar. Tiene a todo el mundo en contra. Ella crece como emigrante en Bélgica, era de una familia italiana que va a trabajar a las minas de carbón; tiene en contra al médico que no le quiere dar permiso para sacarse la licencia — porque las mujeres si corren en bici, luego no podrán tener hijos, eso es lo que le dice—; su propio hermano la zurra cuando le dice que quiere ser ciclista; la Federación Italiana, bueno, no toma en cuenta a las ciclistas. Las crónicas de la época son todo burlas, desprecio, cachondeo... y superan todo eso, y compiten, y consiguen ir a mundiales. A mí me gusta hablar de esas historias porque mi intento en este libro es contar algunos episodios e historias que quedan en la sombra. Creo que no hay nada más en la sombra que los intentos de las mujeres por competir en el ciclismo.

Creo que estamos disfrutando de unos años mucho más emocionantes que hace diez, quince, veinte años, que había un gran equipo y un gran líder; estaba Amstrong, estaba el equipo Sky y se centraban en el Tour, y ya está

Hoy en el ciclismo profesional está todo pautadísimo, todo controladísimo. Sin embargo, a mí me daba la sensación viendo algunas etapas de este Giro, que puede volver la vieja idea un líder generoso en el esfuerzo, que ataca, etc. Para los que nos hemos quedado en esta última época de control de vatios y de control extremo de parámetros. ¿Ves algún cambio de tendencia?
A ver, yo creo que justo este año el Giro está siendo un poco decepcionante hasta el momento [la entrevista se hizo el miércoles 26 de mayo]. Pero en los últimos años creo que el Giro ha sido la prueba por etapas más emocionante: ha habido revolcones, ha habido grandes riesgos. Chris Froome ganó el Giro cuando estaba casi descartado gracias a un ataque a 80 kilómetros en un puerto con caminos de tierra, entre manchas de nieve. El Giro ha jugado un poco a la aventura, a la incertidumbre, cosa que otras pruebas no hacen. Te mete caminos de tierra, te mete puertos nuevos muy altos, diseña etapas que pueden verse suspendidas por la nieve. Intenta mantener esa capacidad de sorpresa, de que se ponga patas arriba la carrera. Además coincide con una generación de ciclistas que son mucho más agresivos y compiten todo el año.

¿Coincides en que estamos en una buena etapa del ciclismo?
Tenemos a [Tadej] Pogacar y a [Primoz] Roglic que están compitiendo la vuelta al País Vasco, dos que se han peleado por el Tour. En la vuelta al País Vasco no venían a competir, venían pasear o no venían. Ahora compiten en muchísimas pruebas todo el año; tenemos a [Mathieu] Van der Poel, tenemos a [Wout] Van Aert que, en fin, dan espectáculo, son muy agresivos, atacan de lejos, se la juegan, compiten en las clásicas, en las vueltas de una semana, pruebas por etapas... Yo creo que estamos disfrutando de unos años mucho más emocionantes que hace diez, quince, veinte años, que había un gran equipo y un gran líder; estaba Amstrong, estaba el equipo Sky y se centraban en el Tour, y ya está.

En la historia del deporte nunca ha habido un enfrentamiento entre dos deportistas individuales tan potente como el de Bartali y Coppi, que ha durado casi veinte años, que ha dividido a un país en dos, y que ha servido para contar la historia de Italia

Lo que pasa es que uno lee Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey y todo le parece soso. Etapas extenuantes —430 kilómetros llegaron a hacer—, las jornadas por el salvaje sur de Italia, los apaños para arreglar la bici en marcha porque el reglamento no les permitía cambiarlas. Eso que obviamente ya no volverá, ¿por qué has considerado que tenías que contarlo?
Básicamente porque el ciclismo ofrece grandísimas historias. Es muy simple, soy periodista, soy escritor, y cuando veo historias buenas me apetece investigarlas y contarlas con detalle. Me parece que es un libro de aventuras, de aventuras ciclistas, pero que tiene muchas más capas. De fondo siempre está la Italia de cada época. No se va a repetir la Italia de 1909, no podemos pretender que el Giro sea una carrera de supervivencia bruta como era entonces, con esas etapas de 400 kilómetros, saliendo de noche, buscándose la vida como podían en mitad de tormentas bajo las que los ciclistas se perdían y no encontraban el camino. Eso no se puede repetir, es obvio. Pero a la vez, influye mucho en el ciclismo lo que está pasando en Italia: si hay una Guerra Mundial, si hay una dictadura fascista. Todo el tiempo influye la política y la sociedad. Tienes ciclistas que han sido partisanos en la guerra. Algunos acaban arrastrando durante años su pasado durante la guerra porque han sido fascistas, otros se hacen amigos y en el mismo equipo de Fausto Coppi se juntan ciclistas que han estado en distintos bandos en la guerra; tienes mujeres revolucionarias, tienes a ciclistas que han sido soldados en la Primera Guerra Mundial y han arrastrado ametralladoras por los Alpes. En esas grandísimas historias hay buenos episodios de ciclismo, pero hay todo un relato de la evolución de Italia y de grandes aventuras trágicas, cómicas, no solo épicas. No me gusta hablar del ciclismo solo como si fuera épica porque me parece un poco falso, un poco impostado, un poco sobreactuado, pero hay cosas muy divertidas, cosas muy trágicas, hay trampas, hay episodios oscuros, hay sombras, hay dopaje. Me gusta que haya toda esa variedad.

Los países se cuentan a sí mismos, y cualquier país deforma o completa, o inventa un poco las historias, y en Italia el ciclismo ha sido un vehículo poderosísimo para esto

Hay una relación fundamental que es la rivalidad entre Gino Bartali y Fausto Coppi ¿qué significan tanto uno como otro para Italia más allá del ciclismo?
Esa división Coppi/Bartali... me gusta la idea de que al final uno y otro son indisolubles, No se puede hablar de Coppi sin Bartali, y no puedes ser de Coppi sin ser un poco de Bartali, y al revés. Creo que en la historia del deporte nunca ha habido un enfrentamiento entre dos deportistas individuales tan potente, que ha durado casi veinte años, que ha dividido a un país en dos, y que ha servido para contar la historia de Italia de manera que el mito empieza a ser distinto de la realidad.

¿Cómo afrontaste la tarea de contar algo nuevo sobre esa rivalidad?
La ventaja que tenemos hoy en día es que es fácil acceder a hemerotecas de los años 40 y 50. Leía las crónicas de los grandes momentos, los más conocidos de Coppi y Bartali, las grandes hazañas, las aventuras en el Tour y en el Giro, la vez que supuestamente Bartali salvó a Italia de una guerra civil porque ganó tres etapas y ganó el Tour. Los italianos, que estaban casi matándose, de repente celebraron y se olvidaron de matarse... bueno, eso realmente no fue así. Es muy divertido ver cómo las leyendas se crean a posteriori. Incluso el propio Bartali, que en los primeros años jamás mencionaba la supuesta llamada que le hizo el primer ministro [Alcide] De Gasperi para pedirle que ganara etapas en el Tour y calmar así a la población italiana; eso, que en las crónicas de la época ni se menciona, en las primeras biografías de Bartali no aparece, se va creando un mito, y cincuenta años después Bartali cuenta, yo creo que con toda sinceridad, la llamada que le hizo De Gasperi, aunque no hay ninguna prueba de que se la hiciera.

Es un mito que dura hasta hoy.
La escena del bidón de Coppi y Bartali se utiliza de manera un poco maniquea, pero forma un mito muy fuerte, el de las dos Italias enfrentadas que, de repente se reconcilian y se apoyan; Coppi y Bartali colaboran en Francia, en el Tour, se hermanan contra el enemigo francés. Bueno, simplemente se están pasando un bidón, que es una escena súper vulgar y no tiene mayor importancia. Pero me parece muy interesante cómo el ciclismo crea mitos sociales que tienen una pequeña base de realidad, y luego se amoldan al relato que interesa. Los países se cuentan a sí mismos, y cualquier país deforma o completa, o inventa un poco las historias, y en Italia el ciclismo ha sido un vehículo poderosísimo para esto.

Bartali y Coppi
Fausto Coppi, en primer plano, pasa un bidón a su rival Gino Bartali durante una ascensión ciclista. La imagen fue publicada por primera vez en la revista Calcio e Ciclismo Illustrato.


Es también uno de los países con más afición, con esos tifos que intervenían en las carreras de todas las formas: insultando, en algunos casos parando a ciclistas rivales, ayudando a sus líderes. Podemos estar tentados a romantizar sobre la vieja afición, pero ¿tú ves un cambio con este ciclismo de los últimos tiempos?
Sí, se idealiza el pasado. El otro día me hizo mucha gracia, el día del Zoncolan, cuando ganó Fortunato, hubo un tifo que se puso a correr al lado y estuvo a punto de tirarlo, y leí un comentario en Twitter que defendía que “es que antes los aficionados eran mucho más respetuosos”, y me partí de risa porque la historia está plagada de escándalos: espectadores que detienen a los ciclistas, que organizan cadenas de amigos para empujar a unos y parar a otros. Durante muchos años ha habido grandísimas polémicas en el Giro, etapas suspendidas, cuando empujaban a todos los ciclistas, ciclistas que se agarraban a los coches. En el Giro en los años 60, 70, siempre había polémicas por los empujones a los italianos, Jacques Anquetil se quejaba, y decía “es que les ayudan a todos”. Creo que había mucha más trampa y mucho más desmadre que ahora.

Me pregunto cuándo ha sido limpio el ciclismo y cualquier deporte. Cuando hay competición siempre hay gente que intenta hacer trampa, eso es ley humana

¿Cómo ha influido el dopaje en el desencanto respecto al ciclismo?
Ha pasado algo parecido. Hay gente que dice “joe, no es como antaño que iban a pan, agua y macarrones”. No es cierto, en cada época cada uno tomaba lo que podía. Durante mucho tiempo fue legal. Las anfetaminas eran legales, no podemos juzgar el dopaje con la ley actual. En el primer Giro tomaban sangre de buey, luego Alfredo Binda decía que tomaba treinta huevos crudos en un Giro de Lombardía... era lo que encontraban más a mano. Con la guerra empiezan las anfetaminas y empiezan a consumirlas; luego viene la Ley Antidopaje, y ahí empieza el concepto de dopaje. Creo que idealizamos el pasado, idealizamos a los ciclistas, idealizamos a los aficionados, idealizamos el Giro. A pesar de todos esos años horribles, de la época más fea de la EPO —cuando mucha gente perdió la fe o el interés por el ciclismo— sigue habiendo en algunos sitios una afición muy fuerte al deporte en sí. Si hay uno de tu pueblo mejor, pero si no, yo veo el Giro igual. Me gusta ver a Bernal y a Van der Poel, aunque no haya un vasco dominando.

Al principio del ciclismo de competición a todos les parecía mal, o al menos a muchos: le parecía mal al socialismo, le parecía mal al Vaticano, le parecía mal al fascismo

Hablas del trauma de la EPO, posiblemente el espectador “multideporte” ha dejado al ciclismo por imposible pero, ¿la caravana ciclista ha absorbido ya esa época?
A partir de mediados de los 90 hasta hace unos años fue una época terrible, de escándalo en escándalo, no solo en el Tour, en el Giro también: iban descalificando a ganadores del Giro, los echaban en plena carrera. Año tras año, era desesperante. Pero yo me pregunto cuándo ha sido limpio el ciclismo y cualquier deporte. Cuando hay competición siempre hay gente que intenta hacer trampa, eso es ley humana. Creo que es muy cínico pensar que antes era todo limpio. Fue especialmente terrible, porque hubo consecuencias gravísimas, muertes. Cómo acabó [Marco] Pantani, cómo murieron muchos ciclistas porque abusaban de un dopaje muy peligroso. Desde el punto de vista del aficionado, terminaba una carrera y no sabías si el ganador era ganador. Por suerte llevamos unos años más tranquilos.

¿Es mejor hablarlo o pasar página?
No veo sentido a hablar del ciclismo sin mencionar el dopaje y la trampa porque es un ingrediente más, igual que la épica, igual que las grandes hazañas, igual que los días más emocionantes, está la trampa. Siempre que haya una competición, siempre que haya dinero y fama en juego, va a haber gente intentando apurar la ley, como mínimo, y el que pueda saltársela un poco sin que le pillen lo hará. Es parte de la competición, lo contrario me parece ingenuo e hipócrita.

Ander Izagirre port
Ander Izagirre, periodista y aficionado al ciclismo. Dabid Sanchez

En el libro también cuentas que el movimiento obrero, los socialistas y los comunistas, desde primera hora advertían de la posibilidad de que el ciclismo se convirtiese en un engendro capitalista. 
Al principio del ciclismo de competición a todos les parecía mal, o al menos a muchos: le parecía mal al socialismo, le parecía mal al Vaticano, le parecía mal al fascismo. Todos tenían una razón. Era una época de grandes ideales y todos eran muy puritanos en el fondo. Cada uno desde un punto ideológico muy diverso. A los socialistas de principio del siglo XX les parecía que la competición, el Giro, que era un arma de propaganda capitalista y burguesa. Estaban ahí las grandes industrias, los grandes periódicos... Les parecía que distraía a la gente de los problemas sociales y, oye, los chavales tienen que estar pensando en la Revolución, no en correr el Giro. Los fascistas tenían también una idea muy purista, desde otro punto de vista: “bueno, esto del ciclismo es una cosa atrasada”. A los fascistas les fascinaba la velocidad, los motores, el automovilismo, el esquí, la aviación. O sea, el futurismo, las máquinas y todo esto. Luego lo aprovecharon porque seguía teniendo mucho tirón popular y no podían obviarlo, pero Mussolini no hacía mucho caso al Giro. Y al Vaticano le parecía que con las bicis llegaba el desmadre, la gente se iba de casa y en lugar de ir a misa el domingo se iban por ahí de excursión; algunas mujeres se atrevían a andar en bici, etc. Me parece buena señal que a todos les pareciera mal.

Algunas de esas ideas contra el deporte de competición siguen vigentes hoy.
Ha ido cambiando la sociedad, ha ido cambiando nuestra mentalidad, pero sí, en general, al deporte de élite siempre le cuelga esa fama: el fútbol “es el opio del pueblo”. Es verdad que hay intereses, muchísimo dinero de por medio, hay muchas cosas feas. Me parece curiosa también esa idea de que “el fútbol lo inventaron los pobres y se lo quedan los ricos”, yo no creo que el fútbol lo inventaran los pobres. Tanto el ciclismo como el fútbol empieza entre las élites, entre los señoritos ingleses. Luego se va democratizando y se va ampliando, es cierto.

Has mencionado antes la etapa del Zoncolan, que durante la mayor parte de la tarde no se vio por televisión por las condiciones meteorológicas en lo alto del puerto. Hay momentos, etapas, ataques, que nos llegan solo por las crónicas, las de Carlos Arribas en El País, antes las de Gianni Mura, en La Gazzeta dello Sport. ¿Cuál es la relación del ciclismo con la palabra?
Mira, el día del Zoncolan, por una parte me sentí rejuvenecido porque en los 80, en un montón de etapas de montaña no veíamos nada. Había niebla, veíamos la cámara fija en el puerto y en la meta, y eso no era tan infrecuente que pasara. Ahora no estamos acostumbrados, es un gran desastre, pero yo decía “bueno, así solíamos estar, con una cámara fija durante horas”. Hombre, preferimos ver la carrera, obviamente, pero sí me parece curioso que hoy, que vemos todo en la tele, también queremos leer las crónicas de los buenos al día siguiente. Al final, hace falta la palabra además de la imagen. En la televisión ves en bruto, lo que está a la vista, pero el cronista luego indaga más, conoce otras historias que hay en el trasfondo, las tripas de lo que se está cociendo, te explican ciertas cosas; hace una selección, una interpretación. Yo ya había escrito de Coppi y Bartali, pero todavía cuantísimas cosas hay... pequeños episodios, pequeños diálogos, que yo nunca había oído, que son interesantísimos, están en las hemerotecas, están en los libros antiguos. Es decir, creo que la palabra completa y enriquece la interpretación de los hechos. Al final, nos fascinan las historias buenas, y no solo lo que vemos en una pantalla, sino lo que podemos saber después.

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#91235
30/5/2021 8:29

¡Qué buena entrevista!

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