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Cine
Kamal Aljafari: “Palestina está en la raíz de la situación actual del mundo”
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A fidai film, el último largometraje firmado por el director palestino Kamal Aljafari, se alimenta de un archivo que fue saqueado por el ejército israelí y que depositaba registros de un pasado que se desvanece tras décadas de ocupación. Como en algunos de sus anteriores proyectos, el autor trabaja con las imágenes, las modifica. Esta vez, el resultado proyecta una pasión más explícita a través del uso de un color rojo de fuego y sangre, del tachado, del subrayado. Se ha exhibido, junto con varios cortometrajes de su autor, en el festival de cine documental La Inesperada que se celebra hasta el domingo 23 de febrero en Barcelona.
Algunos creadores se molestan, a veces razonablemente, cuando les preguntan sobre cuestiones sociales o políticas que no necesariamente tienen que ver con su obra. ¿Cuáles son tus sensaciones cuando te entrevistan sobre tus películas, las decisiones estilísticas que tomas, pero también sobre el genocidio que tiene lugar en tu país de origen?
En mi caso, dada la naturaleza de mi obra, es imposible separar la situación política de las películas mismas. Las películas tratan de eso. Y hablar de la situación, de lo que está sucediendo ahora mismo, es parte de ello. Es casi imposible no hacerlo. Y es normal, dada la situación palestina. A fidai film es una intervención artística, pero intento usar el cine como medio para resistir al proyecto colonial que tiene lugar en Palestina.
Es imposible entender este presente sin haber mirado hacia el pasado, sin haber seguido el proceso que nos ha llevado a una situación de deshumanización total de los palestinos
Trabajas recurrentemente con material de archivo, con metraje encontrado. ¿Este deseo de partir de imágenes ya existentes fue siempre una decisión firme? ¿A qué se debe?
Para mí, trabajar con archivos me permite mirar la situación con perspectiva histórica y ver cómo las cosas se fueron convirtiendo en lo que conocemos ahora. Es imposible entender este presente sin haber mirado hacia el pasado, sin haber seguido el proceso que nos ha llevado a una situación de deshumanización total de los palestinos. Es algo que comenzó en los años 20 del siglo pasado. Para mí, trabajar con archivos posibilita construir una imagen que se ha perdido, cultivar la narrativa palestina. Y encontrar, de alguna manera, retazos de esta tierra ocupada.
En Recollection usaste películas filmadas por los colonizadores, las tratabas y las reencuadrabas para fijarte en los paisajes y los escenarios donde estas tenían lugar, en esas figuras palestinas al fondo. ¿Era una manera de contestar los discursos israelíes de “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”, el borrado simbólico y vital del pueblo palestino?
Quería hacer una obra sobre la ciudad de donde provengo, Jaffa. Descubrí que ahí se habían filmado muchas películas israelíes. Si las ves, parece que los palestinos no existen. Sus autores usaron la ciudad, una ciudad antigua, como decorado de una escenificación, para reescribir la historia del país. En estas películas de ficción, Jaffa está vacía de palestinos. No existen los palestinos. Así que empecé a recolectar estas películas. Quería observar sus escenarios, que son lugares y vecindarios desaparecidos, que ya no existen porque fueron destruidos. Para poderlos ver, tenían que borrar a los personajes israelíes porque estaban en medio de las imágenes, me cerraban el paso. Y entonces encontré a toda esta gente que estaba en segundo plano, que pasaban por ahí… Eran palestinos que habían conseguido infiltrar en las imágenes. El de Recollection fue un proceso de resistir a esa ocupación fílmica.
Esa película también se podía leer como una protesta ante la tendencia a explicar las colonizaciones a partir de los materiales y las voces de los colonizadores. A fidai film, en cambio, supone la recuperación de películas filmadas por palestinos y que formaron parte de un archivo que fue saqueado por el ejército israelí. ¿Hay algo complementario en ambas películas?
No fue algo planeado. Vuelvo una y otra vez a los archivos como parte de un proceso. Para narrar la historia palestina, también necesito este metraje. Y trabajar esta idea de los archivos saqueados, de la memoria saqueada. Por supuesto, hay una conexión entre ambas películas. Suponen maneras diferentes de expresarme y de tratar el mismo tema.
Has reprochado, o lamentado, una especie de capa añadida de poder colonial. Los académicos israelíes trabajan con archivos saqueados, quizá con aparentes buenas intenciones, pero no los comparten en igualdad con sus colegas palestinos.
El problema es que estos investigadores tienen acceso a este material que fue saqueado y, en lugar de liberar esas imágenes y devolvérselas a sus propietarios, construyen una carrera estudiándolo y escribiendo sobre ello. Para mí, son nuevos saqueadores. A veces pueden tener buenas intenciones, como decías. Algunos de ellos pertenecen al ámbito de los estudios poscoloniales. Pero lo importante no son las buenas intenciones, sino lo que se hace. Y ellos mantienen el material en sus casas para su uso personal sin querer compartirlo con los palestinos. Me parece bastante violento. Los investigadores israelíes están en una posición de poder porque pueden ir a los archivos, tienen contactos… Es muy injusto.
Ya no hay posibilidad de crear una especie de imagen romántica de Palestina tras tantos años de colonización. Todo lo que ves muestra sus cicatrices
Tu manera de expresarte a través del cine suele ser implícita. Incluyes muy pocas palabras en tus obras, te comunicas sutilmente a través de la selección y el montaje de los materiales, de la manera de intervenir en ellos. ¿Quizá el uso del color en A fidai film transmite más pasión y visceralidad que obras como Recollection, que tenía algo de relato de fantasmas mudos?
Para A fidai film, me movía la idea del sabotaje. ¿Cómo saboteamos el proyecto colonial? Empleo los colores, intento volver las imágenes contra ellas mismas… Creo nuevos significados partiendo de material de archivo, en lugar de aceptarlo tal y como es. No buscaba una objetividad, para mí todo es subjetivo. He tratado de utilizar este material para explicar la historia de mi gente y también para narrar una especie de autobiografía, de relato del lugar de donde vengo. Trabajo con el rojo, intervengo en las imágenes. Creo que era necesario ir por ese camino, porque ya no hay posibilidad de crear una especie de imagen romántica de Palestina tras tantos años de colonización. Todo lo que ves muestra sus cicatrices. He intentado sabotear las imágenes. Por eso el título de la obra es A fidai film, refiriéndome a los luchadores de la resistencia, los fidai. Podían estar en el exilio, pero se infiltraban de nuevo en Palestina para combatir el proyecto colonial.
Tu manera de trabajar se aleja del documentalismo más convencional, que emite discursos de protesta más explícitos o que busca la sentimentalidad de una manera más evidente. ¿Tienes alguna idea en mente sobre cómo tu acto de comunicación puede ser recibido?
Es algo intuitivo, no planeo cómo explicar las cosas. Ni siquiera creo que se trate de un proceso de explicación, sino de compartir sentimientos, de apoyarse en lo que es común a todos para compartir la experiencia de ser humano. No uso la película para decir: estamos aquí, tienes que hacer esto o lo otro. Apelo a la sensibilidad para reconocer la injusticia de lo que estás viendo a través de las imágenes. Creo que me comunico con el espectador a través de mi trabajo con los patrones y la repetición, pero primero parto de la comunicación conmigo mismo. Es eso lo que me lleva a conseguir algo que puedo ofrecer a los demás.
¿Protestar cinematográficamente contra la ocupación de Palestina tiene valor por sí mismo, más allá de la ejecución formal de las obras, sean más sofisticadas o más básicas? Porque se ha construido una especie de excepcionalidad que cuestiona el derecho de las personas palestinas a protestar, incluso a sentir ira...
El caso palestino me parece muy particular por lo extremo que es. Nos han hurtado el derecho a protestar, a enfadarnos, porque ha tenido lugar un proceso de deshumanización. Si no eres un ser humano, no tienes derecho a estar enfadado. Te pueden arrebatar todo y no puedes resistirte. Si lo haces, eres terrorismo, eres violencia. Pero hay que recordar que la gente colonizada se pone violenta. No es algo nuevo, se ha escrito mucho sobre ello. Para mí, este larguísimo proceso de deshumanización es central en la situación palestina. Es lo que ha hecho posible que el gobierno israelí haga lo que está haciendo en Gaza: la hambruna, los asesinatos masivos… Las personas están ocupadas con sus vidas, con los problemas de cada lugar, es normal. Pero creo que es cada vez más necesario que todo el mundo haga las conexiones: Palestina está en la raíz de la situación actual del mundo.
La lógica de lo que está sucediendo en Alemania me parece muy peligrosa. En la mayoría de países hay dificultades para hablar sobre Palestina, pero ahí se ha llegado a otro nivel
Hablando del derecho a criticar y a sentir indignación, te trasladaste de Alemania a Francia por motivos políticos. ¿Por qué lo hiciste?
Porque Alemania se ha convertido en un lugar imposible. Cuando se trata de Palestina, ya no rige la libertad de expresión. En el festival de Berlín, un cineasta chino, Jun Li, habló sobre el genocidio, y hubo una investigación policial contra él. Hablar de genocidio, hablar de Palestina “del río al mar” se considera antisemita y es contrario a la ley. Como director palestino, crear algo ahí se había convertido en imposible. Este último filme no se ha proyectado en ningún lugar de Alemania, en ninguno de sus festivales, por ejemplo. Es extraño porque hablamos de un país donde se llevó a cabo una deshumanización parecida, en aquella ocasión contra las personas judías. Están haciendo lo mismo con los palestinos, prohibiéndoles hablar sobre lo que está sucediendo, evidenciando que no son iguales que los demás. Cuando el ejército mata 200 o 300 niños, resulta que no es un genocidio. ¿Cómo puede no serlo? Esto quiere decir que no se nos está considerando seres humanos. La lógica de lo que está sucediendo en Alemania me parece muy peligrosa. En la mayoría de países hay dificultades para hablar sobre Palestina, pero ahí se ha llegado a otro nivel.
Para volver al principio, te pregunto sobre los acontecimientos actuales. ¿Crees que algo se ha movido en las sociedades occidentales, como algunas movilizaciones sociales, como el reconocimiento de algunos gobiernos a Palestina, aunque todo ello sea terriblemente insuficiente y predomine la inacción política?
Creo que hay algunos países donde hay más empatía hacia Palestina que en otros. España me parece uno de ellos. Pero, claro, nunca es suficiente. Para acabar con esta tragedia, Israel tiene que ver que sus actos tienen consecuencias. Por ejemplo, a través de los boicots. No comprar productos israelíes, no colaborar con sus universidades. Para que el mundo mantenga unos valores humanos mínimos, es indispensable que no se permita que suceda lo que está sucediendo. Si pasa en Palestina, puede pasar en cualquier lugar. No se está dando ningún valor a la legalidad internacional. Por eso decía antes que hay que conectar la situación en Palestina con la condición humana, con la vida de todos. No se trata solo de un conflicto lejano entre gente que está luchando desde siempre. Es un proyecto colonial que quieren resolver matando gente y expulsando gente de su país. Hablan de ello abiertamente, no se esconden. La única manera de mantener la esperanza es mostrar lo que pasa, denunciarlo. Si nos rendimos, harán lo que quieran.