Colombia
Petro se la juega en las calles ante el boicot en el palacio

El paro nacional en apoyo al Gobierno es el último capítulo de una escalada de tensión entre el bloque que lidera Gustavo Petro y los poderes fácticos que obstaculizan la agenda de cambios del primer presidente progresista de la historia de Colombia.
Gustavo Petro ONU
Gustavo Petro en una comparecencia en la ONU en septiembre de 2022. Foto: UN

@Gera_Szalkowicz / IG gera.sz

31 may 2025 14:30

Colombia vivió esta semana un hecho inédito: un paro nacional de dos días en apoyo al gobierno. O más bien, en contra del bloqueo legislativo a las reformas sociales que impulsa Gustavo Petro, en particular la reforma laboral que el presidente busca destrabar mediante una Consulta Popular.

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El paro, que protagonizaron las organizaciones sindicales, campesinas e indígenas, y que incluyó movilizaciones y asambleas ciudadanas en varias regiones del país, es el último capítulo de una escalada de tensión entre el bloque que lidera Petro y los poderes fácticos que obstaculizan su agenda de cambios; entre la vieja democracia de élites y el llamado a un intento de democracia participativa que propone el primer presidente progresista de la historia colombiana.

Camino a su tercer año de gestión, el derrotero del llamado “gobierno del cambio” se puede resumir en el impulso de iniciativas legislativas que terminan encallando en el Congreso

Camino a su tercer año de gestión, el derrotero del llamado “gobierno del cambio” se puede resumir en un permanente impulso de iniciativas por parte del Ejecutivo y el hundimiento de la mayoría de ellas en el palacio legislativo. Sólo la reforma pensional tuvo un final feliz mientras que los tres principales proyectos —de salud, de educación y laboral— padecieron un saboteo crónico.

La reforma laboral es la que aparece ahora en el centro de la escena. Rechazada en marzo por la mayoría conservadora en el Senado, Petro la reflotó apostando a una carta audaz, una Consulta Popular (prevista en la Constitución de 1991), convocando a lo que denominó un “ejercicio de soberanía popular” y llamando al pueblo a defenderla en las calles

La presentó formalmente el 1° de mayo, empuñando la espada de Bolívar y arropado por una movilización en su apoyo en el día de la clase trabajadora. Pero unos días después, en una escandalosa sesión entre gritos, insultos y manotazos, el pleno del Senado también tumbó la consulta por 49 votos a 47.

El oficialismo denunció una serie de irregularidades, entre otras, que el titular del Senado, Efraín Cepeda, líder del Partido Conservador, cerró la votación antes de que pudieran ingresar todos los senadores y el cambio del voto positivo a negativo del legislador Edgar Díaz.

Petro denunció que “no se hundió la consulta popular, la hundieron con fraude”. Y llamó nuevamente al protagonismo popular con “cabildos abiertos” en todos los municipios del país: “Ahora le corresponde a las centrales obreras y movimientos sociales dar los pasos a seguir. Al pueblo no se le silencia con trampa. Estoy listo para lo que el pueblo decida”. Y el pueblo organizado decidió ir al paro.

“El pueblo de Colombia se levanta”

La propuesta de Consulta Popular busca otorgar derechos laborales básicos y restituir algunos otros suprimidos durante décadas de gobiernos neoliberales. Incluye iniciativas como la regulación de la jornada de trabajo con un máximo de ocho horas diarias, licencias por salud —incluidos los dolores menstruales—, derechos para trabajadores informales, la eliminación de la tercerización laboral, cuotas mínimas de contratación de personas con discapacidad y la garantía de salarios dignos para trabajadores del campo, entre otros.

Las encuestas mostraban un respaldo a la consulta cercano al 75%, pero los partidos que van del centro hasta la ultraderecha uribista decidieron denegar este ejercicio de participación ciudadana.

Robert Daza: “Muchos creyeron que ganando la presidencia era suficiente para transformar el país, pero no midieron el poder que tiene el Congreso”

En diálogo con El Salto, Robert Daza, senador por el oficialista Pacto Histórico, reflexiona: “Muchos creyeron que ganando la presidencia era suficiente para transformar el país, pero no midieron el poder que tiene el Congreso para poder hacer las reformas. Un poder que sigue dominado por la clase política tradicional, la representación de los poderosos, los paramilitares, mafiosos, banqueros y grandes empresarios. El bloqueo que hacen a las reformas es para defender el statu quo neoliberal y garantizar sus negocios y los de sus financistas”.

Ana Erazo, lideresa social y concejala del Pacto Histórico en Cali, coincide en que “llegar al gobierno no significaba llegar al poder, y ese poder enquistado de la clase política tradicional impide avanzar en los cambios”, pero también adelanta cierta autocrítica: “Creo que Petro focalizó sus esfuerzos exclusivamente en las siete reformas que presentó al Congreso y era obvio que la oposición no iba a permitir aprobarlas, mucho menos la reforma laboral porque toca un punto neurálgico de la economía del país. Y tal vez hubo cierta ingenuidad y falta de astucia por parte de nuestros congresistas”.

Tras la derrota legislativa, el gobierno redobló la apuesta y presentó un nuevo proyecto de consulta “recargada”, sumándole otras cuatro preguntas vinculadas a la reforma de la salud, también bloqueada por el Senado. 

Petro acompañó esta nueva carta encabezando una concentración en la ciudad de Barranquilla, desde donde advirtió que "esta vez el Senado la discutirá con el pueblo en las calles”. Y afirmó: “Al pueblo no se le silencia con trampa. La oligarquía debe saber que ahora tiene al pueblo enfrentado porque no fue capaz de dialogar. A partir de ahora el pueblo de Colombia se levanta”.

Ahora el Congreso tiene hasta el 20 de junio (cuando finaliza el período legislativo) para autorizar la nueva consulta o para aprobar la reforma laboral inicial que, paralelamente, la oposición revivió para eludir el llamado a las urnas.

El palacio y la calle

“Estas dos jornadas de paro dejan un sabor agridulce —reflexiona Pablo Solana, analista internacional actualmente en Colombia—. Las movilizaciones no tuvieron la fuerza que se vio el 1° de mayo o el 18 de marzo pasados. Petro intenta mantener la iniciativa y sigue convocando a la movilización, pero la oposición logró 'embarrar la cancha' en el Senado, donde bloqueó la consulta y reflotó la reforma laboral inicial. Eso generó cierto desánimo en una mayoría social que está de acuerdo con la propuesta oficial pero que ve, ahora, que la decisión estará nuevamente en manos de 'la casta', y se ve privada del mecanismo de democracia participativa”. 

La disputa por la Consulta Popular se ha convertido en un símbolo del derecho a decidir y de la tensión entre el palacio y la calle.

La disputa por la Consulta Popular va más allá de conquistar derechos laborales. Se ha convertido en un símbolo del derecho a decidir. Del pulso entre el Ejecutivo y el Legislativo. De la tensión entre el palacio y la calle.

La gran pregunta es cuánta fuerza habrá en las calles para presionar y desbordar a las instituciones.

Erazo señala: “Veo fuerzas vivas en torno a los sindicatos y las organizaciones sociales, que entendemos que es un proyecto de largo aliento, pero no tanto en la ciudadanía en general que, lamentablemente, no ha visto muchos cambios y ha ido perdiendo un poco esa conexión directa con el gobierno del cambio”.

Los sindicatos anunciaron un nuevo paro para el 11 de junio. El desafío será ampliar la base de movilización, tratar de interpelar a esas multitudes, sobre todo jóvenes, que protagonizaron el estallido social del 2021 que impidió una reforma tributaria regresiva.

Daza se muestra más optimista y afirma que “la consulta generó mucha movilización y abrió paso a estos mecanismos de participación ciudadana; y tal vez en algún momento se llegue a una Asamblea Constituyente para cambiar las formas de hacer política en Colombia. De mínima, está habiendo más conciencia sobre la necesidad de cambiar la composición del Congreso”.

El resultado de la batalla por la consulta definirá el clima político de cara a esas elecciones parlamentarias (en marzo del 2026) y, sobre todo, a las presidenciales del 31 de mayo de ese año, en las que Petro no puede presentarse.

A un año de esa definición entre la continuidad o el agotamiento del “gobierno del cambio”, Petro apuesta a la polarización y confrontación directa con la derecha colombiana. Sabe que no tiene margen para una estrategia diferente. Y lo hace convocando al pueblo a ser parte activa de esa pelea, dejando en claro que, más que el futuro de de un gobierno, la contradicción planteada es entre la vieja democracia de élites o el emergente de una potencia constituyente.

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